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Colombia: el pastorcito mentiroso y los crímenes de Estado

Fuentes: Rebelión

La basura mediática que estos días corre como ríos cargados de agua putrefacta a través de los diarios, la radio, TV y revistas, deja a su paso el olor nauseabundo de la grave crisis que vive el actual gobierno. La de hoy no tiene paralelo en la historia reciente, con excepción del Caso 8.000 que […]

La basura mediática que estos días corre como ríos cargados de agua putrefacta a través de los diarios, la radio, TV y revistas, deja a su paso el olor nauseabundo de la grave crisis que vive el actual gobierno. La de hoy no tiene paralelo en la historia reciente, con excepción del Caso 8.000 que estuvo a punto de tumbar el gobierno de Ernesto Samper Pizano (1.994-1.998). La crisis y vacío de poder fue tal, entonces, que animó una conspiración que le costó la vida a Alvaro Gómez, reconocido líder de la derecha. La fiscalía demostró y comprobó, en aquella ocasión, la financiación de la campaña presidencial con dineros de los narcos y la penetración del paramilitarismo en casi todas las instituciones públicas, además de la extendida corrupción y crímenes de Estado que padecimos, igual que hoy padecemos. De la pila de expedientes, se demostró la complicidad y participación de gran parte de la elite política que gobernaba. Fue tan grotesco aquello, que la imagen que nos quedó grabada era un elefante paseándose por la casa de Nariño y el presidente Samper negando que lo había visto pasar por su lado.
En la historia del Pastorcito Mentiroso, se cuenta que éste se la pasaba gritando: «ahí viene el lobo». Y cuando sus vecinos acudían para ver si era cierto y ayudarle se echaba a morir de la risa. La fábula concluye que un día el lobo vino de verdad por sus ovejas, pero ya nadie le creyó. Esa es la enseñanza que sacamos de la historia de Esopo, demasiado ideal y fantástica para el caso colombiano. Aquí el pastorcito vive gritando, «ahí viene el lobo», pero ya nadie le cree, todos sabemos que se la ha pasado atacando la comunidad, confabulado con el pastorcito.
Los últimos funcionarios del gobierno del presidente Alvaro Uribe en posar de pastorcitos son Jorge Noguera (ex director del DAS y actual cónsul en Milán, Italia) y Rafael García (ex director de informática de la agencia de inteligencia y con menos suerte que el anterior que lo puso en la cárcel). Ambos proceden del temible nido D’ASesinos en que terminó convertida lo que debió ser el Departamento Administrativo de Seguridad. Estos ex funcionarios, con sus mutuas acusaciones, siguen arrojando más combustible a la progresiva espiral de fuego que consume lentamente la sociedad. Lo vemos en la cascada de mentiras, corrupción, permanentes fraudes e inocultables crímenes de Estado que está delatando, principalmente Rafael García, y que demuestra en gran parte lo que viene sucediendo en Colombia. Son hechos graves de la inocultable verdad de que aquí la democracia es una mera quimera cubierta de horrores.
Una perla en el basurero
Las declaraciones de Rafael García, ex director de informática del DAS, quien desde la cárcel ha dicho: Yo Acuso[1], han desatado la nauseabunda tempestad.
De aquellos montones de «noticias» que arrojan a diario los Medios de Alienación Masiva (MAM) sobre la conciencia pública, cementando y ocultando un hecho tras otro hasta pasar casi desapercibidos los problemas de fondo de la sociedad, encontramos una de tantas perlas informativas que tiene de nuevo a la defensiva, como al pastorcito, al gobierno.
El ex directivo del DAS ha declarado ante la fiscalía, a cambio de una rebaja de su condena, los crímenes de Estado, casos de corrupción y fraude electoral que sus cómplices en la institución llevaron acabo. De sus afirmaciones se deduce, entre otras, el papel del Estado en el crimen del profesor y sociólogo Alfredo Correa de Andreis[2], ocurrido el 17 de Septiembre del año 2004. Así como los asesinatos de dirigentes sindicales, estudiantiles, indígenas y las masacres de la costa Norte perpetradas por paramilitares con acceso privilegiado a la información que les proporcionó una de las más importantes agencias de inteligencia.
Razón tenía el presidente de la República Bolivariana Hugo Chávez y otros altos funcionarios[3] en acusar al DAS no solo de querer asesinarlos, sino de conspirar contra Venezuela y su gobierno. Es lo que viene haciendo desde el poder la derecha que encabeza Alvaro Uribe. ¿Se puede esperar algo distinto de un gobierno aliado incondicional del imperialismo? Está plenamente demostrado que este gobierno utiliza las agencias de inteligencia y el paramilitarismo – esa aberrante creación intelectual del propio presidente de Colombia y sus aliados de clase – como máquinas de la muerte y eliminación de la oposición en Colombia, como también para conspirar y sabotear el camino de independencia y dignidad que hoy recorre el pueblo venezolano y su mandatario. ¿De qué habríamos de extrañarnos, si DASesinos están conformadas la mayoría de instituciones que en Colombia deberían, en cambio, velar por nuestros derechos, libertad, vida, honra y bienes consagrados en la carta magna?
Historia sin fin. Violencia sin epílogo
Esta historia parece sin fin[4]. El actual gobierno no solo es ilegítimo, sino que ha cometido aberrantes criminenes de Estado. La descomposición del régimen y sus instituciones nos lleva al despeñadero. Lo demuestra no solo el caso del DAS, sino la renuncia del Superintendente de Vigilancia, Fernando Segura[5], quien fue descubierto cuando asesoraba a ‘La Gata’, detenida por lavado de dineros del narcotráfico e investigada por apoyo a los paramilitares. La misma que aportó dineros a la campaña para la presidencia de Alvaro Uribe en el 2002, pero que las instituciones encargadas de investigar hallaron que éstos eran, en aquel entonces, «legales». Como también hace parte del decadente estado de cosas, la salida del director del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder), Luis Ortiz López[6], quien entregó tierras a falsos desplazados, que luego se demostró tenían cuantas pendientes con la justicia. Hay tantos otros casos de corrupción, alianzas entre paramilitares y altos funcionarios del Estado, fraudes y crimenes que se haría demasiado largo señalarlos aquí. Todo lo cual nos lleva a pensar que tanto la muerte de esta sociedad en descomposición como el epílogo de la violencia en el país están aún lejos. Lo que no parece estar lejos es la caída estrepitosa de este gobierno.
La violencia en Colombia es hija de todo el acumulado de injusticia y represión histórica que ha padecido el pueblo por décadas. Es hija de la miseria y exclusión que padecen millones, de la desigualdad extrema, de la traición a la patria, de la entrega de la soberanía, de la extradición de colombianos a las cárceles del imperio, del enriquecimiento de unos pocos poderosos imponiendo un modelo económico del que se sirven par acumular solo ellos y dejar en la miseria a millones.
Para escribir el epílogo de la violencia política que nos viene azotando sin descanso, y poner fin a este decadente estado de cosas que carcome la sociedad, necesitamos hallar un camino para rehacernos como nación. Un camino para renacer del horror, chantaje y mentiras a que nos tienen sometidos. Avanzar unos pasos hacia allí, hacia una sociedad radicalmente diferente a la que tenemos, donde todos y todas hallemos una luz de esperanza y de vida digna es nuestro sagrado deber. Hacia ese Estado Social de Derecho marchemos, construyéndolo nosotros mismos.
Las elecciones presidenciales son también una posibilidad de llevar al poder a quien mejor representa esta máxima aspiración. Pero no la única. También las luchas que vienen dando los pueblos del continente, han demostrado que por esa vía podemos desterrar la decadente oligarquía que se considera la dueña eterna del poder. La confabulación entre el pastorcito y los lobos, entre la oligarquía y el imperialismo tendrá su fin. Dejamos de ser las ovejitas asustadas y acorraladas por unos confabulados en el poder para volver a ser los sujetos históricos que decidirán su futuro. Los pueblos estamos caminando erguidos y decididos otra vez. Nos temen. Que lo hagan, tienen toda la razón acumulada por la historia de injusticias.
Notas: