El pueblo mapuche-huilliche está de duelo por la muerte del lonco mayor de la Buta Huapi Chilhué, Carlos Orlando Lincomán Lincomán. Su deceso ocurrió a las 6.30 de la mañana del pasado domingo en su casa ubicada en Compu, en la comuna de Quellón. En su residencia se encontraba postrado en cama, debido a su […]
El pueblo mapuche-huilliche está de duelo por la muerte del lonco mayor de la Buta Huapi Chilhué, Carlos Orlando Lincomán Lincomán. Su deceso ocurrió a las 6.30 de la mañana del pasado domingo en su casa ubicada en Compu, en la comuna de Quellón. En su residencia se encontraba postrado en cama, debido a su complicado estado de salud.
Carlos Lincomán, de 83 años, casado con Ema Llaitureo Mañao, sufrió un accidente vascular a principios de marzo, ingresando grave al hospital Augusto Riffart de Castro, donde permaneció 19 días internado primero en la Unidad de Cuidados Especiales y posteriormente en una sala del Servicio de Medicina. Hace quince años, por lo menos, había comenzado a mostrar síntomas del progresivo deterioro de su salud. «Muchas veces callaba sus enfermedades, pero me acuerdo que era niña todavía cuando mi papá empezó a sentir problemas, pero nunca decayó», expresó su hija Paula.
Una afección a un ojo a consecuencia de una astilla que le saltó mientras picaba leña, lo marcó para siempre, causándole impedimentos en su labor administrativa de la institución ancestral que dirigió. A su problema visual se sumaron otros que lo llevaron a recurrir diversos tratamientos médicos. Sin embargo, su fuerza interior, como reconocen sus familiares, siempre se impuso, argumentando que sus tareas «no pueden esperar».
Reuniones, viajes, entrevistas y congresos fueron parte de su interminable agenda, en la que no hubo más cabida que los temas vinculados a cómo seguir recuperando los territorios de pertenencia de los indígenas o cómo preservar los recursos naturales, «para las futuras generaciones», como mucha gente le escuchó reiterar.
Carlos Orlando Lincomán fue el mayor impulsor del programa de salud intercultural que funciona con éxito en Chiloé y que ha obtenido diversos reconocimiento a nivel nacional e internacional. Recordada es su organización de la Marcha de Yerba Loza y la jornada por la vida en ese mismo lugar para protestar por el proyecto forestal que pretendía implementar la empresa filipina Golden Spring.
Los restos mortales del cacique Lincomán están siendo velados en la Misión Iglesia del Señor, en el sector de Molulco, en Quellón, donde fueron trasladados en la tarde del domingo. Con el velatorio en el templo evangélico se cumple su voluntad expresada en múltiples oportunidades. Su hijo Marcelo Lincomán informó que será sepultado el miércoles a las 11 horas en el cementerio de Compu, mientras que a nivel gubernamental se agilizan gestiones para decretar duelo provincial por tres días ante la sensible partida del líder mapuche-huilliche.
Incomprensión del gobierno
«En los últimos años sobre todo, su vida fue de mucho dolor», afirmó Ema Llaitureo, esposa del fallecido cacique Carlos Orlando Lincomán. «La persona que lo va a suceder tiene que tener mucha fuerza, sino siempre lo van a pasar a llevar», añadió la mujer que lo acompañó en su vida diaria desde 1953, cuando se casaron. La dueña de casa, en medio de la pena por haber perdido a su esposo, se consuela manifestando que «ahora está descansando en paz. Está tranquilo después de muchas ingratitudes, y sin que lo escuchen las autoridades».
Lincomán tenía siete hijos, 23 nietos y 6 bisnietos. «El fue hijo único, de madre soltera, nunca conoció a su padre, sólo a su madre, Carmen Lincomán», expresó su esposa. El líder indígena que nació en Compu, de cuya comunidad era el cacique, tuvo una intensa vida laboral que comenzó con su actividad en el Ejército, en la ciudad de Linares, durante el gobierno de Gabriel González Videla. Años más tarde viajó a Chuquicamata a trabajar en faenas mineras.
Posteriormente, cuando regresó a Chiloé a casa de sus abuelos José Santos Lincomán Loncuán y Zoila Inaicheo, al contraer matrimonio y formar su propia familia, se quedó para siempre en Compu. «Cuando estaba enfermo, incluso antes, muchas veces le decía que ya no siguiera como cacique, porque era demasiado trabajo y no toda la gente reconocía lo que hacía por ellos mismos», expresó «doña Ema», quien debió asumir la conducción del hogar y las faenas de siembras y mantención de huertas y jardín.
«El muchas veces nos dejó de lado, pero nos contaba todas sus preocupaciones, los dolores que tuvo por su pueblo», añade. Piensa que por las incomprensiones pedió que no lo velen en la sede del cacicado sino en la iglesia evangélica a la que pertenecía desde hace una decena de años. Desde que se enfermara de gravedad el lonco mayor de la Buta Huapi Chilhué, asumió en carácter de subrogante el secretario general del Consejo de Caciques de Chiloé, Armando Llaitureo, por acuerdo de los loncos en una reunión realizada en la segunda quincena de marzo pasado.
Desde el domingo, numerosas personas, incluyendo los caciques, llegaron tanto a su domicilio en Compu, como a la iglesia de Molulco, para expresar los sentimientos de pesar por la pérdida del líder huilliche de Chiloé. «Era una persona tranquila, que no ofendía a nadie», señaló la vecina de Compu, Francisca Millán.