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El Patio 29

Fuentes: http://jorgefloresduran.blogspot.com/

El patio 29 está lleno de cruces, de cruces metálicas, del material más modesto e insignificante, metal que buscan los carretoneros en las madrugadas en los tarros de basura. No es un acto voluntario de hacer todo zafio, todo grosero, es el olvido el que colocó esas cruces de lata, es el olvido el que […]

El patio 29 está lleno de cruces, de cruces metálicas, del material más modesto e insignificante, metal que buscan los carretoneros en las madrugadas en los tarros de basura. No es un acto voluntario de hacer todo zafio, todo grosero, es el olvido el que colocó esas cruces de lata, es el olvido el que llevó la basura a las tumbas rasantes. El patio 29, está ubicado en la capital del país, cerca de una bella estación de metro, no lejos de una impresionante ciudad industrial, no lejos de enormes casas en un exclusivo barrio residencial-Chicureo- sin embargo nadie va a él, a pesar de la brisa no llega el polen de las flores, ahí no llegan las mariposas a pulular, tampoco los pajaritos a beber agua, porque ahí no hay flores, no hay agua, el metal caliente de las cruces ahuyenta a las mariposas.

En el Patio 29 solo hay un enorme signo de interrogación. Van unos cuantos días desde que apareció la macabra noticia, y ésta se convirtió en una espada salada en el corazón de los familiares de los detenidos desaparecidos ¿Cómo puede haber tanta indolencia? para hacer publica tan tormentoso hecho. La justicia, palabra comodín, aparece justificando todo: el dolor que produce, las ineficiencias, la lentitud, hasta el olvido. La justicia se ha reducido, solo a encarcelar a escogidos criminales, simplemente significa años de cárcel, de los ideales de esos olvidados chilenos, nadie habla.

Yo no espero la justicia… habrá que ir a buscarla en la vía láctea, como un pensamiento perdido en un río, que al salir solo ve la luz azul, azul del misterio. El dolor y la justicia se juntan pero no son lo mismo, la postrera llegará negociada, pero llegará, porque le sirve al Estado, le sirve a la historia, le sirve a los negocios, le sirve al preboste en el senado o fuera de él, le sirve al dirigente en el sindicato, a los dogmáticos, pero el dolor no se puede negociar, está presente todos los días, en las noches, en los cuartos de horas, también cuando se levanta la mesa y las díscolas migas de pan hacen ver la ausencia. En cambio el dolor quedará para siempre, ese se irá con los que lo padecen, no existe otra verdad que esa. En el Patio 29, está la radiografía del país actual, mucha inversión en infraestructura, pero también olvido y basura a los sentimientos de las personas más modestas. Seguimos construyendo una sociedad arribista que solo quiere triunfar pero le molesta mirarse al espejo y ver la vergonzosa historia reciente; entonces de qué nos sorprende la sombra que cubre el patio 29, si hay muchos patios iguales en nuestra vida cotidiana.

No escribo por escribir. Tengo -posiblemente- un familiar en el patio 29, es mi primo Julio, desaparecido el año 1975. Alguien le dijo a mi tía que Julio podría estar ahí, ella no alcanzo escuchar la noticia, ella murió, al igual que mi tío Fidel, su única hermana, Arcadia, tampoco escuchó, ella fue asesinada por la espalda en el año 1981, cuando aparezca mi primo Julio, nadie de su familia de origen podrá estar presente. ¿Qué aparecerá de Julio? Nadie lo sabrá, pero aquí estaré yo primo, para besarte… a lo mejor una falange y decirte adiós… que descanses en paz.

Jorge J. Flores Durán. Poeta.
Autor del Libro Londres 38 (un número desaparecido)