La presidenta de la Democracia Cristiana de Chile, senadora Soledad Alvear, saltó al ruedo para presionar -con cuatro meses de anticipación y en sintonía con la embajada de EEUU- al gobierno de Michel Bachelet contra la aspiración de Venezuela de integrar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a partir de octubre. El voto chileno […]
La presidenta de la Democracia Cristiana de Chile, senadora Soledad Alvear, saltó al ruedo para presionar -con cuatro meses de anticipación y en sintonía con la embajada de EEUU- al gobierno de Michel Bachelet contra la aspiración de Venezuela de integrar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a partir de octubre. El voto chileno en la ONU constituirá una definición clave en la política exterior de la presidenta.
Alvear quebró lanzas por alinear a Chile detrás de EEUU, bajo el pretexto de que Venezuela es «un país que critica públicamente a un presidente electo», en alusión a los comentarios de Hugo Chávez sobre el peruano Alan García. El candidato de EEUU es Guatemala, país obediente a Washington, mientras se espera que Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Uruguay y numerosas naciones del Caribe se inclinen por el país de Bolívar.
El temprano esfuerzo de Alvear fue sincronizado con el secretario general de la DC, Moisés Valenzuela; el encargado internacional del mismo partido, Ezequiel Silva; y Tomás Jocelyn-Holt, un ex diputado y ex encargado internacional, quienes criticaron a los senadores socialistas Ricardo Núñez y Alejandro Navarro por emitir opiniones en favor de Venezuela, pero además se oyó la voz disidente del senador DC Jorge Pizarro. También saltaron al ruedo los senadores PS Camilo Escalona, presidente del partido y Jaime Gazmuri.
El canciller Alejandro Foxley, un hombre proclive a EEUU, se inclinó por un tercer candidato de consenso. Aunque Chile está comprometido a retribuir el decisivo apoyo de Venezuela para elegir al PS José Miguel Insulza como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), contrariando entonces frontalmente los deseos de EEUU, el DC Foxley dijo ayer por radio Concierto que «América Latina […] está llena de conflictos emergentes entre los países, está muy fragmentada; creemos que hay que tratar de escoger un país que acerque de alguna manera a los que están peleados, es decir, que produzca convergencia y no divergencia, y que nos represente a todos».
La última palabra no la tiene Foxley sino Bachelet. La política exterior tampoco la conduce la jefatura de un partido o una bancada parlamentaria, sino la jefa del Estado. «Esta es una decisión que se va a tomar en octubre, que definirá la Presidenta Bachelet y será informada oportunamente», sentenció un escueto ministro Secretario General de Gobierno, Ricardo Lagos Weber.
Presiones de Washington
Bachelet declaró el lunes que todavía no está decidido si el país votará por Venezuela. «Falta mucho tiempo; voy a tomar una decisión en función de los intereses del país y de lo que me parezca a esa altura», dijo. Ante la pregunta
de si votar por Venezuela significaría ganarse la enemistad de Washington, respondió: «Voy a tomar una decisión que sea la mejor para Chile».
La ciudadanía aún ignora como votó Chile en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, a causa de cierto secretismo en política exterior que cultiva el gobierno. La mandataria aseguró que Bush no la presionó para votar contra Venezuela durante su visita oficial a Wasghington de hace dos semanas. Al abandonar el Salón Oval de la Casa Blanca, Bachelet aseveró que no se tocó este tema y que «no hubo presiones». Según versiones de prensa, Foxley sí fue presionado en favor de Guatemala durante su reunión de trabajo en abril.
El diario «Los Angeles Times», citando fuentes diplomáticas latinoamericanas anónimas, reportó el martes que Washington amenazó con no entrenar pilotos para manejar los aviones F-16 que venderá a Chile si este país vota por Venezuela, pero Adam Ereli, portavoz del Departamento de Estado, desmintió la aseveración. Venezuela padece, precisamente, la venganza de EEUU que mantiene en tierra su flota de aviones F-16 por el bloqueo de Washington a la venta de repuestos e incluso al traspaso de las naves a terceros.
«Obviamente, depende de cada país decidir a quién van a votar para el lugar en el Consejo de Seguridad», dijo Ereli. También es obvio que mentir y desmentir es la esencia de la diplomacia estadounidense. Para «Los Angeles Times» y sus fuentes, la administración Bush «dejó en claro» que su «prioridad total» es que Venezuela no ocupe ese cargo. «Pensamos que la elección de un miembro no permanente en el Consejo de Seguridad es crucial y que afecta cuán bien el consejo podrá encarar las amenazas a la paz y la seguridad internacional», dijo Ereli.
El Consejo de Seguridad tiene 15 miembros, cinco permanentes y diez no permanentes, pero el poder real radica en los 5 miembros permanentes con derecho a veto, que son China, Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Rusia. Los otros 10 miembros son elegidos anualmente en grupos de a cinco para períodos de dos años. Por ejemplo, el 31 de diciembre de 2006 expiran los períodos de Argentina, Dinamarca, Grecia, Japón y República Unida de Tanzania y el 31 de diciembre de 2005 terminan el Congo, Eslovaquia, Ghana, Perú y Qatar. En la elección de octubre, Venezuela aspira a sustituir a Argentina a partir del 1 de enero 2007.
Posturas disidentes
En Chile, también se escuchó la voz disidente del senador DC Jorge Pizarro, quien discrepó del cuestionamiento tajante de Venezuela. «No me gusta la demonización que se hace del gobierno del Presidente Hugo Chávez y de su figura», dijo a través de El Mercurio. «Él tiene una interesante vocación por la integración latinoamericana que es loable».
Quedó bastante claro que los socialistas y el Partido Por la Democracia piensan de manera distinta, dispuestos a honrar el compromiso por el socialista Insulza en la OEA y marcando una clara distancia con sus aliados DC. «Venezuela tiene un peso significativo en el continente que sería absurdo no tomar en cuenta», dijo Escalona a La Tercera del miércoles.
«La mayoría está con Venezuela, así que sería inapropiado que Chile le diera la espalda a América del Sur en una decisión tan importante», precisó Escalona. «No vaya a ser que Foxley quede prisionero de su propio argumento», agregó el timonel del PS, señalando el riesgo de que su búsqueda de un candidato distinto a Guatemala -pero aceptado por EEUU- no encuentre eco en países clave de la región, como Brasil y Argentina, quienes probablemente se inclinarán por Caracas.
Chile «debiera alinearse con Argentina y Brasil y votar por Venezuela», aseguró el presidente del PPD, Sergio Bitar. Expresó que era prematuro hablar del tema pero que si no surge un tercer candidato de consenso Chile debería retribuir el esfuerzo venezolano por Insulza. «No es un tema menor que Chávez se jugó por la candidatura de Insulza a la secretaría general de la OEA. Más allá del agrado que nos represente Chávez o no, lo que Chile tiene que hacer con su votación es la defensa de los intereses de Chile, en el contexto latinoamericano y sudamericano», dijo Bitar.
El senador Ricardo Núñez (PS), presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta y encargado de relaciones internacionales de su partido, estuvo en desacuerdo con la búsqueda de un candidato de consenso anunciada por el canciller Foxley.
Núñez señaló que esa opción tiene pocas probabilidades, porque Buenos Aires y Brasilia ya comprometieron su voto, lo que haría fracasar cualquier intento por levantar una nueva opción. Invocó la reciprocidad por el apoyo de Venezuela a Insulza en la OEA, añadió que Chile siempre apoya a países sudamericanos y dijo que la decisión final deberá pasar por escuchar la opinión de «los vecinos».
El senador PS Jaime Gazmuri, también de la comisión de RREE, dijo que lo lógico es que Chile respalde a Venezuela si su postura es coherente con su política exterior, «salvo que convirtamos esta situación en una cuestión ideológica».
La voz disonante en el PS fue el senador Jaime Naranjo, citado por El Mercurio diciendo que «la personalidad de Chávez ha generado un clima de tensión, de división y descalificación a otros gobiernos y mandatarios; por consiguiente, la candidatura de Venezuela no es la más representativa del sentir de la comunidad latinoamericana».
El Mercurio del miércoles publicó opiniones contra Venezuela como la de Felipe Errázuriz, ex canciller de la dictadura de Pinochet, quien señaló que Chile debe exhibir «moderación»: «Es lo que esperan los demás países», dijo y añadió que «sería incomprensible» que el país se aliara con Chávez. «EEUU es un país amigo con intereses importantes en juego. No hay que dar dramatismo a esto porque falta mucho por recorrer».
La mano ODCA
El director chileno del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, Arturo Valenzuela, ex asesor de Clinton, aseguró que «el Consejo de Seguridad son palabras mayores para EEUU y América Latina no es tan importante». Se inclinó por «buscar un consenso maduro y responsable de los países de la región».
La inquietud de Alvear resulta explicable porque la Organización Demócrata Cristiana (ODCA), que encabeza su marido, Gutenberg Martínez, conspira continuamente contra Chávez, apoyada en los restos del otrora poderoso partido Social Cristiano Copey de Venezuela. Además, siendo ella ministra de Relaciones Exteriores de Ricardo Lagos, la Cancillería chilena suscribió un comunicado oficial que avaló el golpe orquestado por EEUU, el 11 de abril de 2002, contra el presidente venezolano y le echó la culpa… al mandatario que se hallaba cautivo en la isla La Orchila.
«Ante los hechos ocurridos en las últimas horas en Venezuela, el Gobierno de Chile lamenta que la conducción del Gobierno venezolano haya llevado a la alteración de la institucionalidad democrática con un alto costo de vidas humanas y de heridos, violentando la Carta Democrática Interamericana a través de esta crisis de gobernabilidad», afirmó el comunicado oficial de la Cancillería de Alvear, emitido el 12 de abril de 2002. Esta pieza todavía puede leerse en la página web del ministerio (http://www.minrel.gov.cl/webMinRel/home.do?sitio=1).
La campaña anti-Chávez coincide con un proyecto de acuerdo contra Cuba, presentado en la Cámara de Diputados por los DC Patricio Walter, Jorge Burgos, Gonzalo Duarte y Gabriel Ascensio, al que se sumarían la diputada PPD Laura Soto (ex PC) y el jefe de la bancada PS Iván Paredes.
El proyecto consiste en pedir que Chile solicite de gobierno a gobierno la libertad de opositores supuestamente encarcelados en la isla, pero la iniciativa no alude al bloqueo de 46 años ni al campo de torturas de Guantánamo, la base de EEUU en territorio cubano.
El factor García
La ofensiva de Alvear emergió en vísperas de la presencia de Alan García en Chile, quien arribará el jueves a Santiago, tras visitar anteriormente Brasil en busca del apoyo de Inazio Lula Da Silva.
El presidente electo, quien fue apoyado en segunda vuelta como «mal menor» por sus enemigos políticos de la oligarquía peruana, ante el «mal mayor» representado por el izquierdista Ollanta Humala, presidirá más bien una gobernabilidad débil, expuesta a la erosión del resurgimiento de viejos odios locales existentes desde su deplorable gestión presidencial de hace dos décadas.
En contraste, las fuerzas de Ollanta quedaron con una sólida oposición parlamentaria, tras haber obtenido el 47% de los votos, prácticamente la mitad del electorado peruano.
García ganó las elecciones de 1985 como abanderado del APRA, Alianza Popular Revolucionaria Americana, o Partido Aprista Peruano (PAP), que nació en los años 30 como una formación radicalmente anti-oligárquica y anti-imperialista, pero devino en un reformismo socialdemócrata pro-estadounidense, prohijado por la Alianza para el Progreso de EEUU en los ’60, la misma época en que surgió la «revolución en libertad» demócrata cristiana apoyada por EEUU como antídoto de la Revolución Cubana.
El APRA conquistó por primera y única vez el poder hace 21 años, con García levantando banderas de cambio y transformación, con una campaña basada en la denuncia del modelo neo-liberal de mercado aplicado por su predecesor, Fernando Belaúnde Terry, y poniendo énfasis en la moralización de la administración, pero salió del poder con una aureola de corrupto y ladrón, debiendo enfrentar numerosos juicios pero sin haber sido condenado.