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10 años de reportajes en Punto Final

Nuevo libro: «La lucha del Pueblo Mapuche» de Tito Tricot

Fuentes: Azkintuwe

«El periodista debe, por sobre cualquier cosa, estar comprometido con los principios de la ética, la verdad y la dignidad y eso es incompatible con la neutralidad la cual, por lo demás, jamás ha existido en comunicador alguno, más allá del discurso arropado de objetividad que puedan pregonar», nos dice Tito Tricot. Una entrevista con […]



«El periodista debe, por sobre cualquier cosa, estar comprometido con los principios de la ética, la verdad y la dignidad y eso es incompatible con la neutralidad la cual, por lo demás, jamás ha existido en comunicador alguno, más allá del discurso arropado de objetividad que puedan pregonar», nos dice Tito Tricot. Una entrevista con el redactor de la emblemática revista Punto Final.


 

 

 


 – Tito Tricot, sociólogo y periodista. Foto de Archivo

 

(+) La lucha del Pueblo Mapuche


Los textos de Buendía dan cuenta de la lucha por la tierra, los sueños y anhelos de mapuches que se estrellan con la violencia del Estado.


«El periodista debe estar comprometido con los principios de la ética, la verdad y la dignidad y eso es incompatible con la neutralidad».


Una selección de artículos publicados en Punto Final durante los últimos 10 años conforman el libro «La Lucha del Pueblo Mapuche», del sociólogo y periodista, Tito Tricot. Bajo el nombre de Mauricio Buendía, Tricot ha escrito -y escribe- para revista Punto Final una secuencia de valiosos artículos y reportajes sobre el pueblo mapuche en la zona sur de Chile, dando cuenta en las páginas del histórico quincenario de conflictos territoriales y procesos de organización mapuche en zonas tan disímiles como Alto Bio-Bio, Tirúa, Cuyinko, Temulemu, Collipulli, Lican-Ray, Lumako y Temuco.

Provistos de una gran calidad literaria, los textos de Buendía dan cuenta de la lucha por la tierra, los sueños y anhelos de mapuches que se estrellan con la violencia del Estado y la voracidad de las empresas transnacionales que han transformado el Wallmapu en fuente de sus riquezas y privilegios. Para conocer las motivaciones tras esta publicación y analizar el desarrollo del movimiento mapuche, Azkintuwe conversó con Tricot/Buendía, sin duda alguna, un testigo privilegiado de la última década de lucha de nuestro pueblo en Gulumapu.

– Tito, una pequeña biografía a modo de presentación para nuestros lectores.

– Humano de nacimiento, sociólogo de profesión y periodista de corazón. Quizás por eso es que desde que tengo memoria que escribo y así, en algún momento, nació Mauricio Buendía para ofrecer su pluma al pueblo mapuche. Quizás no siempre de la mejor manera, seguramente no reflejando cabalmente la complejidad de la lucha mapuche, pero con el compromiso de la verdad y el respeto a todos los que bregan por su liberación en cualquier parte del mundo. Como Mauricio, que combatió contra la dictadura y murió antes de conocer la democracia. Era un compañero, un hermano que a su modo y en su tiempo aportó un grano de arena en la brega antidictatorial y, por lo mismo, me pareció de toda justeza que su nombre se asociara desde las estrellas con la lucha del pueblo mapuche. Y Buendía, porque el legendario personaje de Cien Años de Soledad, el coronel Aureliano Buendía, promovió 32 levantamientos armados y los perdió todos. Y algo de eso hay en mi generación: la pérdida, el dolor, la impotencia y la ira, pero también la decisión de seguir adelante en la búsqueda de los caminos que nos conduzcan a la verdadera democracia y a reparar los sueños trizados por el golpe militar. Nadie sabe, como dicen los zapatistas, cual es la velocidad de un sueño, pero sí sabemos que sin estos sueños no vale la pena vivir.

– Tito/Mauricio, ¿qué te llevó a publicar esta compilación de artículos? ¿Por qué hoy y no antes?

– A veces, por diferentes motivos, las cosas no se dan como uno desea. Como el proyecto de publicar este libro que, originalmente, estaba concebido para fines del 2004. Más concretamente, la idea era publicarlo en diciembre de ese año como un gesto simbólico de reconocimiento a aquellos mapuche que se levantaron contra los españoles en la batalla de Curalaba en ese mes de 1598, iniciando una de las mayores insurrecciones mapuche que, efectivamente, detuvo la expansión hispana hacia el sur del territorio de Chile. Curalaba se encuentra situada en la ribera del río Lumako, entonces, es interesante que la nueva etapa de la lucha del movimiento mapuche comenzara también en esa zona. Los eventos de Lumako, acaecidos en octubre de 1997, cuando se recuperan tierras y se queman camiones de una empresa forestal, fue una manera de decir: basta, basta a la expoliación de nuestros recursos, a la usurpación de nuestras tierras y a la conculcación de nuestros derechos como pueblo. Así como en Curalaba, el mapuche se levantaba contra un invasor de distinto signo, pero de igual crueldad cultural.

Por otra parte, parecía necesaria una cierta distancia y un cierto tiempo que decantaran y clarificaran algunos procesos que se verificaban en el seno del movimiento mapuche en su confrontación con el Estado chileno, antes de cristalizar un proyecto que, precisamente, pretendía dar cuenta de dichos procesos. Aunque, al final del día, nunca hay momentos perfectos; podría haber sido antes o después, pero lo que realmente importa es que el libro está hecho con respeto, con seriedad y responsabilidad. Es una selección de artículos y, por ende, no están ni todos los dirigentes ni todas las comunidades, ni todas las organizaciones ni todos los conflictos – algo inevitable cuando se trata de elegir solo algunos textos – pero se trató, dentro de lo posible, que estuviera reflejada la esencia y el carácter de la lucha del pueblo mapuche por sus derechos culturales, territoriales y políticos.

– ¿Cuéntanos cómo fue tu primera vinculación con el tema mapuche?

– Parte de mi familia es del sur, de la zona de Arauco, y siempre me llamaron la atención las historias que de esos parajes se contaban. Era un mundo distinto y enigmático para un niño que soñaba con bosques y ríos de menta. Aquellos relatos no necesariamente decían relación con lo indígena, sino que más bien con el campo, con la estación de trenes de Hualqui, con una abuela misteriosa de nombre de pájaro. En fin, con un universo maravilloso más allá de la ciudad. Pero no fue hasta mucho después que descubrí de golpe el olor de la araucaria en la angustia del exilio; el desgarro de la distancia nos acercó a nuestra tierra y, por cierto, al pueblo mapuche. Entonces, nos aferramos a fragmentos de Chile, a retazos de memoria, a lagos añiles y a cordilleras magníficas que quizás nunca llegaríamos a conocer, pero que las hicimos nuestras, casi con desesperación, de la misma manera que el pueblo mapuche luchó desde siempre por su tierra y su libertad.

– ¿De dónde viene el interés por escribir sobre la lucha de nuestro pueblo en las páginas de Punto Final?

– Punto Final siempre ha sido sensible al tema de los pueblos originarios, pero en algún momento sentimos que era necesario aproximarse al tema indígena de una manera más sistemática e intentar dar cuenta de la lucha del pueblo mapuche desde su territorio, desde la comunidad y, lo más importante, a través de la palabra y la acción de sus propios protagonistas. Por mucho tiempo el chileno se sintió con el derecho a hablar por el mapuche, interpretarlo, manipularlo, tergiversarlo y, por supuesto, dominarlo. Esta actitud etnocéntrica y claramente discriminatoria se reflejaba en los medios de comunicación y en el tratamiento que estos daban al tema indígena, ya sea ignorándolo, folclorizándolo y, en el caso concreto de la lucha reivindicativa mapuche, satanizándola. Entonces, nos interesaba hacer un periodismo comprometido que otorgara un justo espacio a la justa lucha del pueblo mapuche.

Para ello era menester estar donde estaban los mapuche: en la ciudad, en el campo, en la montaña, en el valle, en la costa. Era indispensable viajar al sur, conocer y reconocer, pues no se puede reportear desde una oficina o a distancia, especialmente en este caso donde existen elementos culturales e históricos que solo pueden ser identificados y comprendidos en terreno. Además, en la izquierda chilena existía un cierto paternalismo en lo concerniente a lo indígena y esto, en conjunción con una lectura sobreideologizada de la problemática mapuche, derivó en análisis y prácticas que, en los hechos y más allá de buenas intenciones, le negaban al mapuche su rol como sujeto histórico. Entonces, la revista también intentó aproximarse al tema de modo distinto, respetando, no solo la diversidad cultural, sino que por sobre todo, el inalienable derecho del pueblo mapuche a ser agente y protagonista de su propio destino.

– Cuéntanos de tu primer reportaje…

– Surgió de una estadía en una comunidad en Llamuco, cerca de Temuko, donde estuve un par de días. Ahí, bajo una torrencial lluvia primaveral, supe de la historia, las angustias y la brutal incertidumbre de una familia mapuche, pero también de su inmensa dignidad ante la adversidad. Y, claro, de su ancestral humanidad, porque a pesar de la pobreza no dudaron un momento en compartir el fogón, el mate, las sopaipillas y el humeante caldo que abrasaba la garganta, pero por sobre todo el alma. Es que uno no podía menos que enfurecerse ante la injusticia cometida contra aquel pueblo antiguo que desde la nobleza de su ruka decía: aquí estoy, no han logrado destruirme a pesar de todo. Y de eso habla el primer reportaje, de los esfuerzos realizados por un grupo de jóvenes mapuche de la ciudad de Temuko por preservar y difundir su cultura, fundamentalmente a través del trabajo de comunicación radial.

En esos años intentaban crear y desarrollar una comunidad urbana y, además, realizar una interesante labor de rescate, fortalecimiento y desarrollo de la identidad y cultura mapuche por intermedio de la Corporación de Comunicaciones y Desarrollo Mapuche Xeg-Xeg. Ellos también decían: aquí estamos, no hemos desaparecido y, más aún, sepan que seguimos luchando por nuestros derechos como pueblo. Esto fue antes que comenzara a masificarse el tema mapuche, a partir de 1997, producto de la lucha del movimiento mapuche por la recuperación de sus tierras usurpadas.

El gran salto nacionalitario

– Tú has sido testigo privilegiado del desarrollo de la lucha mapuche en los últimos 10 años. En la introducción del libro das cuenta de los cambios discursivos y las nuevas construcciones políticas que los mapuches han debido explorar para hacer frente al estado chileno y las multinacionales. ¿Cuál es tu opinión respecto de esta evolución del discurso y el accionar político mapuche? ¿Qué hitos a tu juicio dan cuenta de estos cambios?

– Es indudable que se ha verificado un cambio paradigmático al interior del movimiento mapuche lo cual, por lo demás, no debe sorprender a nadie, pues dichos cambios cualitativos constituyen un continuum histórico, toda vez que diversas organizaciones en particular, y el movimiento mapuche en general, siempre han buscado formas novedosas de enfrentar el tema de la relación pueblo mapuche – Estado chileno. Nuestros antepasados conjugaron distintas formas de lucha en la guerra contra el conquistador hispano: organizaron la resistencia militar, mas también recurrieron a la alta política – específicamente en el formato de parlamentos – para fortalecer su causa liberadora. En los albores del siglo XX organizaciones y dirigentes mapuche buscaron agenciar cambios dentro del sistema institucional chileno y, durante la dictadura, se organizaron en centros culturales para combatir contra ésta y defender su tierra y su cultura.

Pero, es evidente que el gran salto desde reivindicaciones economicistas o culturalistas a aquellas de carácter nacionalitario, se configura a partir de la década de los noventa. Ya no es solo la lucha por la tierra o la identidad y cultura mapuche, sino que por derechos territoriales, por autonomía. En definitiva, por el derecho a la autodeterminación.

Creo que el gran mérito del movimiento mapuche actual fue haber transcendido las limitadas fronteras de las demandas por tierra – propias de la visión campesinista de muchas organizaciones mapuche y no-mapuche – y haber elaborado, asumido y desarrollado un incipiente proyecto autonomista. Hace dos décadas nadie, o muy pocos, hablaban de los derechos de los pueblos indígenas, de libredeterminación, de autonomía, de territorio mapuche. A pocos les interesaba el pueblo mapuche, pero todo eso ha cambiado producto de la organización, movilización e inteligencia de este pueblo marginado y empobrecido que supo, desde esa misma marginalización y pobreza, hallar la palabra y la acción para cambiar su propia realidad sin pedirle permiso a nadie.

La conmemoración de los 500 años de la ocupación de América y las recuperaciones de tierras llevadas a cabo en el sur del país en esa época fueron, sin duda, un momento importante en el proceso de búsqueda de nuevas formas de organización y movilización mapuche. No obstante, desde el punto de vista político, parece claro que Lumako marca un antes y un después en la lucha del pueblo mapuche. En la recuperación de predios en Pichilinkoyan y Pililmapu, con la participación y movilización de toda la comunidad, el control territorial incipiente y la autodefensa, se cristaliza en la práctica y simbólicamente, el nuevo movimiento mapuche. De ahí en adelante nada sería igual.

– Me parece importante lo que señalas, este salto cualitativo del discurso de nuestras organizaciones. Y lo digo porque estoy convencido que uno de los principales avances del movimiento en los últimos años ha sido el construir este imaginario de nación, que hacia los ochenta o los noventa, existía pero en mucho menor medida. Es decir, existía y creo que desde siempre ha existido una nación cultural mapuche, pero resulta innegable que el transito de nuestro pueblo hacia estadios superiores de autoafirmación de su identidad nacional, te hablo de una nación política, es un proceso que creo se ha puesto en marcha en los últimos cinco años…

– Sin duda una contribución fundamental al debate político, no solo al interior del movimiento mapuche, sino que en el país, ha sido la incorporación de conceptos como pueblo originario, territorio, pueblo-nación, autodeterminación, derechos indígenas, nación mapuche. Es decir, la evolución en el discurso mapuche desde la centralidad del componente identitario cultural hacia uno nacionalitario. Dicho proceso estuvo asociado a prácticas políticas cualitativamente distintas: la movilización comunitaria, el control territorial, la autodefensa, la confrontación directa con el Estado y con las empresas transnacionales. Todo esto adquiere mayor relevancia en la actualidad cuando el Estado chileno se apronta a celebrar el bicentenario de su independencia que, en los hechos, se reduce a una consolidación de la visión de un país unicultural y uninacional. Chile para los chilenos.

Entonces, la idea de una nación mapuche, no solo es ignorada en el discurso oficial, sino que comienza a ser proyectada como un atentado contra las bases constituyentes del Estado-Nación. La autoafirmación de la nacionalidad chilena se opone y contradice la autoafirmación mapuche, por lo tanto los años venideros que serán dominados por la campaña publicitaria del bicentenario, constituirá un periodo complicado para el movimiento mapuche. Esto, independientemente de que el gobierno acceda en algún momento a ratificar el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, porque si bien es cierto este es un instrumento jurídico progresista en el ámbito de los derechos indígenas, no es menos cierto que limita tales derechos al marco del estado nacional existente. En otras palabras: te otorgamos ciertos derechos, pero no olvides jamás que este es nuestro país. Una vez más, Chile para los chilenos.

– En los noventa, el escenario de conflicto entre comunidades y el estado estuvo marcado por la defensa del territorio frente a la invasión de empresas transnacionales y megaproyectos de diverso origen, tanto privados como públicos. Si bien existieron otras reivindicaciones y demandas como el reconocimiento constitucional, la ratificación del Convenio 169 de la OIT, la reivindicación de «tierras usurpadas» pareció ser la gran bandera de lucha post dictadura de nuestras organizaciones. ¿Concuerdas con esto? ¿Cuáles consideras los conflictos más emblemáticos que te tocó reportear?

– Efectivamente, el escenario central del conflicto se situó en el territorio y tuvo por principales protagonistas al Estado y las empresas transnacionales por un lado, y al pueblo mapuche movilizado por el otro. La denuncia por tierras usurpadas tuvo su correlato en las recuperaciones de las mismas que se transformaron en la principal forma de movilización. El concepto de propiedad histórica o ancestral surgió como respuesta y desafío a la noción de propiedad privada impuesta por el Estado, agricultores y empresas forestales. Es en este contexto que se desarrollaron múltiples focos de conflicto en el sur de Chile y, afortunadamente, desde un punto de vista periodístico, tuve la posibilidad de estar presente en prácticamente la totalidad de éstos.

En el Alto Bio-Bio, particularmente en las comunidades de Quepuca Ralco y Ralco Lepoy donde un reducido grupo de mujeres pehuenche resistió hasta el final el poderío y la presión de la empresa energética Endesa y al mismo Estado chileno. En Cuyinco, en la comuna de Los Alamos, en un singular conflicto donde, inusualmente, la justicia chilena falló a favor de la comunidad en su litigio con la empresa Bosques Arauco. Sin embargo, la forestal siguió operando y reprimiendo a los comuneros. En Temulemu, en los fundos Chorrillos y Santa Rosa de Colpi reclamados para sí por las comunidades del sector y explotados por la Forestal Mininco. Allí la represión policial, en connivencia con los guardias de seguridad, fue feroz. En todos estos lugares confluyeron los factores y los protagonistas que configuraron una nueva etapa en el centenario conflicto, ya sea abierto o soterrado, entre el mapuche y el Estado chileno.

– El escenario de lucha político-social y reivindicativa mapuche que se inició en Lumako el año 1997 y evolucionó con fuerza los años siguientes, para muchos constituyó una oportunidad única para interpelar al estado chileno y establecer una nueva relación entre ambos pueblos. Sin embargo, este escenario de lucha se diluyó con el paso de los años. ¿Cuáles crees que fueron los factores que posibilitaron al Estado frenar ese levantamiento político-social de nuestro pueblo? ¿Las políticas represivas? ¿El incremento del asistencialismo estatal?…

– Existe una conjunción de elementos que posibilitaron el debilitamiento transitorio del movimiento mapuche y, por extensión, el de sus demandas. En primer lugar, las políticas diferenciadas implementadas por el Estado que, luego del desconcierto inicial, supo adoptar una estrategia a largo plazo que constaba de varios componentes interrelacionados: la represión selectiva a las organizaciones mapuche consideradas más radicales, específicamente la CAM; la división del movimiento mapuche por medio de negociaciones con algunos dirigentes y organizaciones y la promesa de tierras y financiamiento a proyectos concretos a cambio de deponer la movilización.

En segundo lugar, un cierto grado de desgaste de la movilización social producto de la militarización de los territorios en conflicto, especialmente en un comienzo, y del cansancio de comuneros que requerían soluciones inmediatas a sus problemas de carencia de tierra, pobreza y marginalidad y que no podían esperar eternamente la resolución de problemas estructurales. A esto hay que agregar las consecuencias de la represión: el encarcelamiento de centenares de dirigentes y comuneros, los violentos allanamientos a las comunidades, los procesos judiciales, la clandestinidad forzada para muchos y la indefensión y precariedad económica de los familiares de los presos y perseguidos políticos.

En tercer lugar, la adopción de una estrategia comunicacional biforme: la invisibilización del «problema mapuche» y la criminalizacón del movimiento. Ello devino en una declinación del apoyo de sectores concientes de la sociedad chilena al pueblo mapuche, puesto que, de la noche a la mañana, el tema desapareció de los medios de comunicación dando la impresión de que el problema ya no existía. Por otro lado, cuando era imposible ocultar las recuperaciones de tierras y las acciones reivindicativas, se procedía a la satanización de los mapuche tildándolos de terroristas. Todo lo anterior, es posible argumentar, son elementos a considerar en cualquier análisis del repliegue al que se vio forzado el movimiento mapuche.

La búsqueda de alianzas

– En la misma línea, desde tu posición de observador del accionar del movimiento mapuche, cuáles crees que han sido algunas de las falencias que le han impedido a los mapuches avanzar aún más frente al Estado chileno y dejar en algunos casos de estar reaccionado frente a escenarios y agendas impuestas desde el gobierno ¿la atomización organizacional? ¿La inexistencia de un referente común, un instrumento político al estilo CONAIE o Pachakutik?

– Para un segmento significativo del movimiento mapuche el Estado continúa siendo el interlocutor fundamental y, muchas veces, esto implica la adopción de políticas basadas en la agenda gubernamental. Esto puede tener una explicación histórica, puesto que el Estado, para muchos mapuche, es Dios y Demonio al mismo tiempo. Es el que quita, pero también el que da. Y, claro, esto ha sido alimentado por políticas asistencialistas desde el Estado y desde diversas organizaciones no gubernamentales que producen más daño que bienestar. En este sentido, parece difícil superar la omnipresencia del Estado en el imaginario mapuche, sin embargo, en algún momento – en los años noventa – el movimiento mapuche tuvo la capacidad de elaborar un embrionario proyecto propio que confiaba en sus propias fuerzas.

En esa coyuntura histórica hubo coordinación y grados de unidad de propósitos, pero jamás se llegó a la construcción de un instrumento político único, como sí acaeció en Ecuador o en Bolivia. Es más, con posterioridad a la mencionada coordinación y a la incipiente elaboración de un proyecto como pueblo, el movimiento mapuche se refugió en sus organizaciones particulares, creó algunas o reestructuró otras. Así surgen, por ejemplo, la Coordinación de Identidades Territoriales Mapuche, la Asamblea Mapuche de Izquierda y el Partido Mapuche, Wallmapuwen. Por razones culturales, creo, es difícil visualizar la constitución de un instrumento político único, al menos en el mediano plazo.

– El movimiento indígena latinoamericano ha demostrado, en Bolivia, Ecuador e incluso México, que el avance hacia una sociedad más justa y democrática, respetuosa de los derechos de los pueblos indígenas, debe hacerse de la mano con la sociedad no indígena, estableciendo puentes de comunicación, estrechando lazos, estableciendo alianzas políticas ¿Cómo vez en Chile la capacidad del movimiento mapuche para establecer alianzas con otros sectores del movimiento popular y la sociedad civil chilena?

– Me asiste la certeza de que ningún actor social o político por sí solo puede llevar a cabo una transformación societal profunda. Ya pasaron los tiempos de las vanguardias y de las verdades absolutas, estrechamente relacionadas con el sectarismo, la arrogancia ideológica y política y la exclusión. Tanto el movimiento popular como la sociedad civil chilena se encuentran hoy en un proceso de reflexión que apunta a superar dichas posturas rígidas, pero – indefectiblemente – aún queda mucho camino por recorrer, pues la izquierda chilena pareciera ser portadora de una vocación casi patológica por la división y la atomización. En este sentido, tengo la impresión que el movimiento mapuche adolece de similares prácticas, aunque en algunos momentos de la historia han tenido la capacidad para superar dichas diferencias y unirse en contra del enemigo común. Como también lo ha hecho, por lo demás, el movimiento popular chileno, como fue el caso de la Unidad Popular que posibilitó el triunfo de Salvador Allende.

Asimismo, parece claro que subsiste en el seno del movimiento mapuche una desconfianza histórica y cultural para con los chilenos. Ello es comprensible, porque la discriminación, los abusos, el despojo, la pobreza, son inevitablemente asociados al chileno. Por lo mismo, a veces esta desconfianza se hace extensiva al movimiento popular el cual, por cierto, no es responsable de los atropellos al pueblo mapuche, pero sí de aproximarse a la problemática indígena desde una posición paternalista y etnocéntrica que no ha contribuido a superar la aprensión mapuche. Tampoco contribuyó a vencer el recelo mapuche, la instrumentalización de las demandas indígenas por parte de algunas organizaciones de izquierda.

Debido a todo lo anterior, pienso, el proceso de acercamiento del movimiento mapuche a la sociedad civil chilena ha sido lento, disperso, muy cauteloso y caracterizado por demandas de solidaridad y apoyo, más que por una disposición real a trabajar en conjunto por una causa común. Porque, después de todo, compartimos un territorio y la vergüenza de vivir en un país donde se ha enseñoreado el capitalismo y un modelo de desarrollo excluyente y pauperizante. Por lo mismo, entendiendo y respetando la especificidad de lo indígena, debemos asumir de una vez por todas que compartimos las consecuencias de dicho modelo: la marginación, la concentración de la riqueza en una minoría, la injusticia social, la pobreza, la violación de los derechos humanos en las áreas de la educación, salud, vivienda; la contaminación ambiental y la entrega de nuestros recursos naturales a empresas transnacionales. Este no es el país que quiere el mapuche y este no es el país que queremos la mayoría de los chilenos y, por lo mismo, debemos trabajar en conjunto para luchar por un país plurinacional, democrático y con justicia social. No sabemos bien como se llama eso, quizás le denominemos socialismo del siglo 21o tal vez nunca concordemos en un apelativo adecuado, pero si debemos concordar en que la unidad de todos los que anhelamos un Chile distinto es indispensable e inevitable.

– Lo mencionábamos al comienzo. En los ochenta la lucha mapuche estuvo centrada en la oposición a la dictadura y contra la división de las comunidades. En los noventa, la gran bandera fue la recuperación de tierras y la oposición a mega proyectos, esto dentro de los espacios institucionales creados por el gobierno para canalizar la demanda mapuche y posteriormente, al margen de estos espacios. ¿Cómo observas el escenario actual? ¿Concuerdas en que hoy en día la lucha pareciera estar dirigida hacia conquistar espacios de participación política?

– Todo movimiento social transita por momentos de ofensiva y repliegue y, por cierto, no controla todas las circunstancias o condiciones que configuran una coyuntura histórica determinada. En este sentido, tengo la impresión que actualmente el movimiento mapuche se halla en una etapa de rearticulación, reflexión y búsqueda. Claro, porque es evidente que el movimiento perdió la iniciativa política que logró materializar a fines de los años noventa y principios del 2000, y es menester analizar las razones que culminaron en este estado de cosas. Considerando lo anterior, pareciera que las principales actividades están dirigidas a resolver problemas o temas puntuales, como el apoyo a la huelga de hambre de un grupo de presos mapuche o a retomar antiguas reivindicaciones, como la ratificación del Convenio 169 y el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas. Además, se ha fortalecido el aporte de organizaciones mapuche en el ámbito ambientalista donde se ha conformado un interesante trabajo conjunto con organizaciones no-mapuche para denunciar, por ejemplo, el racismo ambiental predominante en el territorio mapuche.

No obstante, también surgen iniciativas tendientes a lograr y garantizar ciertos niveles de participación política, en este marco se inscriben la fallida candidatura presidencial de Aucan Huilcaman y, por supuesto, las intenciones del nuevo partido mapuche de inscribirse legalmente y postular candidatos en las próximas elecciones municipales como una forma concreta de generar espacios de participación.

– En los noventa la existencia de un alcalde mapuche en la comuna de Tirúa, me refiero al peñi Adolfo Millabur, era un caso único y a su vez aislado dentro del movimiento mapuche. Hoy existen siete alcaldes mapuches y una treintena de concejales. En las últimas elecciones municipales postularon cerca de 300 mapuches a cargos de representación electoral y las estadísticas nos dicen que la tendencia es creciente a la participación. ¿Qué opinas de esto?

– Todas las formas de hacer política son válidas en la medida que respondan a una estrategia de fortalecimiento del movimiento mapuche, de promoción de sus demandas centrales como pueblo. En este sentido, creo, lo importante es analizar si estos alcaldes y concejales mapuche responden a intereses del pueblo mapuche o solo a intereses partidarios.

«El nuevo trato jamás ha existido»

– Tito/Mauricio, tu eres un ex preso político de la dictadura de Pinochet. ¿Qué opinión te merece el grado de persecución que ha afectado en democracia a dirigentes, comunidades y organizaciones mapuches en la zona sur del país?

– Es inconcebible e inaceptable que gobiernos supuestamente democráticos utilicen las mismas herramientas a las cuales recurrió la dictadura como medio de control social. Muchas veces soñamos con un Chile distinto donde se pudiera caminar tranquilamente por las calles sin tener que mirar por sobre el hombro y, quizás, hacer el amor sin la urgencia de la muerte besándote la nuca. Luchamos por el término del terror que tanto sufrimiento provocó en nuestros pueblos y, por ello, nos duele profundamente que el pueblo mapuche aún viva en dictadura y que se le persiga por el simple hecho de querer vivir dignamente. La aplicación de la Ley Anti-terrorista para reprimir al movimiento mapuche es solo una arista más de la sistemática y dirigida criminalización de la demanda social mapuche, pero simboliza cristalinamente el racismo de las clases dominantes. Al mapuche se le encarcela, a los estudiantes secundarios se les reprime violentamente, pero al dictador no se le toca. Es la democracia a la fuerza, peligrosa para chilenos y mapuche por igual.

– En tus recorridos por Wallmapu, ¿tuviste posibilidad de participar de algún juicio oral contra mapuches? Cuéntanos tu experiencia.

– Tuve la posibilidad de asistir al juicio realizado en Temuko en contra de una docena de comuneros mapuche, incluidos dos lonko, Aniceto Norin y Pascual Pichun, acusados de asociación ilícita terrorista. La verdad, fue una situación surrealista, con fiscales recurriendo a manidos argumentos para estructurar un caso que no tenía ningún asidero jurídico; testigos secretos protegidos y financiados por el Estado, y otros públicos que carecían de toda credibilidad y eran incapaces de proveer información veraz sobre las supuestas actividades terroristas de los imputados. En muchos sentidos, no era muy diferente a los concejos de guerra que se efectuaban en la época de la dictadura militar.

Afortunadamente, y a pesar de todas las presiones ejercidas, incluidas las de la Corte Suprema que había resuelto la realización de un nuevo juicio y ordenado a los jueces locales fallar de manera distinta a la anterior, es decir, condenar a los mapuche, el tribunal los absolvió. Sin embargo, los lonko continúan en prisión, pues fueron injustamente condenados en otro juicio, y otros comuneros permanecen en la cárcel o en la clandestinidad. También, está el caso de Pascual Pichun hijo quien se vio obligado a solicitar asilo en Argentina. Son solo algunas de las consecuencias de la utilización de la ley anti-terrorista para reprimir al pueblo mapuche.

– Diversos informes de organismos internacionales han revelado la existencia de un clima de terror en contra de comunidades y familias mapuches, por parte de fuerzas policiales, grupos patronales, guardias forestales, agentes de inteligencia… incluso funcionarios de carabineros han denunciado estos hechos y han debido abandonar el país debido a las represalias en su contra. Nos puedes contar de algunos episodios de represión y abusos contra ciudadanos mapuches que te haya tocado vivir, presenciar o conocer en tus largos años como corresponsal de PF en Wallmapu. Episodios que te hayan impactado de manera especial…

– En los momentos más álgidos del denominado conflicto mapuche -a fines de los años noventa- fueron innumeras las veces que hube de vivenciar o conocer de eventos de insólita y, por cierto repudiable, violencia contra comuneros mapuche. En Cuyinco, por ejemplo, donde los guardias forestales propinaron una brutal golpiza a la esposa del lonko de la comunidad. La mujer de 56 años fue atacada y golpeada inmisericordemente por más de una docena de guardias armados con palos. En la comunidad Pascual Coña, sector Lleu-Lleu, cerca de doscientos carabineros rodearon y asaltaron una modesta vivienda donde se encontraban hombres, mujeres y niños mapuche. Dispararon docenas de bombas lacrimógenas y balines de acero. Un comunero perdió un ojo como consecuencia del accionar policial.

En Pantano, un guardia forestal extorsionaba a los comuneros obligándoles a regalar animales o, de lo contrario, cuando estos no podían pagar por no tener siquiera para comer, procedía a golpearlos. En Temucuicui, donde carabineros y personal de investigaciones ingresaba permanentemente a los hogares de dirigentes mapuche, destrozando enseres y golpeando a adultos y niños que vivían aterrorizados. Luctuosamente, la lista es extensa, pero quizás el terrorismo de Estado en territorio mapuche puede ser simbolizado en el cruel asesinato del joven Alex Lemun en la zona de Ercilla que, hasta el día de hoy, permanece en la impunidad. Fue un asesinato racista y punto.

– Nos imaginamos que en estos últimos 15 años has escuchado muchas veces discursos donde se habla de «nuevo trato»… ¿Cómo calificarías la política indígena de la Concertación?

– El nuevo trato jamás ha existido, es el mismo trato de siempre donde han cambiado los actores, pero no las relaciones de poder. Las políticas indígenas de la Concertación se sustentan en la idea y visión de un país unicultural y buscan, como históricamente ha sucedido, la asimilación de los pueblos originarios y, en el mejor de los casos, su integración a la marginalidad de la sociedad chilena. Irrespectivamente de investigaciones y análisis, comisiones de todo tipo y declaraciones rimbombantes, los gobiernos de la Concertación, en lo substancial, reducen el tema indígena a su elemento económico o cultural. De ahí emanan las políticas asistencialistas, los programas y proyectos limitados en su alcance y carácter. Además, el gobierno está comprometido con un modelo de desarrollo que privilegia al capital por sobre los indígenas, por lo que las políticas relacionadas con los mapuche están supeditadas a este modelo de mercado.

– La derecha y sectores de gobierno vinculados a partidos como el PPD y la DC han insistido en que el principal problema de los mapuches sería la pobreza en que viven y no aquellos derechos culturales, políticos, económicos y sociales conculcados en la particular «democracia chilena». Hablar de pobreza mapuche es casi un lugar común, puesto que lideramos por lejos todos los ranking de desempleo, marginación social, indigencia, etc, pero lo que nunca se dice es que esta pobreza no es casual, sino producto de poco más de un siglo de sometimiento forzado al estado chileno y de saqueo a nuestras riquezas naturales, nuestro conocimiento ancestral y aquel patrimonio cultural que se exhibe en museos y galerías privadas. Más que hablar entonces de pobreza, ¿no consideras que debería mejor hablarse del «empobrecimiento» de los mapuche?

– El mapuche no nació pobre, lo redujeron a la pobreza por la violencia: le arrebataron su territorio, lo confinaron a campos de concentración denominados eufemísticamente reducciones y le prohibieron ser el mismo. Este proceso de empobrecimiento comenzó con la conquista hispana, prosiguió con el expansionismo del Estado-Nación chileno en el siglo XIX y se ha consolidado en la actualidad en quince años de democradura. Es innegable que un porcentaje significativo de los mapuche subsisten en condiciones de pobreza, pero ello es un efecto del problema y no su causa, la verdadera causa hay que buscarla en la ocupación militar y política chilena y, más recientemente, en la penetración y desarrollo de la industria forestal.

– Sabemos que el modelo neoliberal constituye una nueva oleada de colonización sobre nuestros territorios, ricos en materias primas y recursos naturales. El subcomandante Marcos habla de la Tercera Guerra Mundial, una guerra de conquista de nuevo tipo, donde las transnacionales y mega corporaciones serían los nuevos imperios, los gobiernos meros administradores del saqueo y sus aparatos de represión y fuerzas armadas, los guardias privadas encargados de mantener el «orden». ¿Crees que esta definición del sistema económico neoliberal se ajusta a lo que acontece con el pueblo mapuche en Chile?

-Absolutamente, con el agravante y agravio que esta nueva conquista en Chile se está agenciando por los mismos conquistadores del siglo XVI: los españoles. Y, al igual que en el pasado, son sectores del pueblo mapuche los que se organizaron para resistir la penetración capitalista en su territorio mientras que las clases dominantes chilenas, en permanente acto de genuflexión, abrían la puertas, los brazos y las piernas a la esperma imperialista. Para la economía de mercado los indígenas son dispensables, las tierras mapuche son dispensables. Todo se vende y todo se compra y, la verdad, da lo mismo quien venda y quien compre, porque Chile, nos dicen, está en la senda del desarrollo.

Por eso se puebla el territorio mapuche de carreteras privadas, de empresas forestales que devastan el bosque nativo, de vertederos y plantas de tratamiento de aguas servidas, de represas hidroeléctricas. Entonces, esta no es cualquier guerra, es una guerra terminal, la guerra por la supervivencia humana, porque el capitalismo está depredando y destruyendo el planeta. Además, esta nueva colonización tiene una manifestación quizás más perversa, la colonización del espíritu y de la mente, puesto que a la gente se le manipula, se le amolda, se le miente para transformarla en un ente no pensante, porque pensar es peligroso. Pero -que duda cabe- el conocimiento es liberador y un arma poderosa: es lanza, alabarda, fusil, machete, witrahue, por ello a pesar de su apariencia de fortaleza inexpugnable, el capitalismo tiene miedo, por Venezuela, por Bolivia, por Cuba, porque los indígenas dijeron basta y se montaron en el corcel de la historia una noche cualquiera y se internaron en el monte a hacer el amor con la América morena, mestiza, india.

Periodismo de trinchera

– Tito, un par de preguntas gremiales… ¿Cuáles eran las principales dificultades que debías enfrentar a la hora de desarrollar tu trabajo profesional en la zona mapuche?

– A excepción de las sempiternas limitaciones de índole económica, propias de un medio de comunicación que carece de todo tipo de ayuda financiera, las dificultades tenían que ver con distancias, desplazamientos y, claro, el desconocimiento histórico de una problemática compleja y, por cierto, los obstáculos para encontrar bibliografía adecuada y específica para realizar la investigación previa al trabajo en terreno. Sin embargo, el principal problema radicaba en la actitud y accionar de la policía y de los guardias de seguridad de las empresas forestales que buscaban evitar por cualquier medio que uno llevara a cabo su trabajo. Te filmaban, te hacían seguimientos en las zonas en conflicto o en la ciudad; carabineros te detenía para pedir documentos o revisar el vehículo. Los amedrentamientos eran una constante y jamás cesaron, por el contrario, hubo momentos en que se intensificaron y se hicieron peligrosos.

En una oportunidad, asistimos a un encuentro organizado por organismos estatales y Endesa en Chenqueco, en el Alto Bio-Bio, con comuneros pehuenche. La idea era dar la impresión que tanto el gobierno como la empresa hidroeléctrica estaban preocupados del futuro de los pehuenche. Para ello movilizaron en buses a numerosos comuneros y los reunieron en el gimnasio del lugar, pero no contaron con la asistencia de mapuche y chilenos opositores a la construcción de la represa Ralko que se hicieron presentes e interpelaron directamente al gobernador de la provincia del Bio-Bio y al director de CONADI. El encuentro fue abruptamente terminado por las autoridades que tuvieron que retirarse protegidas por un gran contingente policial. Pero antes, un gran número de agentes de civil se dedicó a fotografiar, grabar e intimidar a los que allí nos encontrábamos. De hecho, a nosotros nos esperaron ocultos en un recodo del camino que baja desde Chenqueco hacia Ralko Lepoy, como en tiempos de dictadura, como no debiera ser en democracia. Situaciones similares vivimos en Temulemu, Lumako, Cuyinco, Lleu-Lleu, por mencionar algunas.

– ¿Cuál esperas sea el aporte de tu trabajo y de esta importante publicación?

– Nunca es fácil llevar a buen puerto un proyecto de esta naturaleza el cual, en rigor, busca reflejar una década de trabajo periodístico. Pero, por sobre todo, intenta plasmar en tan solo medio millar de páginas, la lucha del pueblo mapuche con sus sueños y anhelos, sus miradas, su pasado, su amor por la vida y su inmensa dignidad de pueblo antiguo. Un pueblo distinto, y esto, creo, constituye la contribución más valiosa que puede hacer el libro: propalar la idea y la certeza de que en este país que llamamos Chile no todos somos chilenos.

– ¿Cómo vez en lo personal el surgimiento de una prensa mapuche y la existencia de proyectos de comunicación en diversas áreas y formatos, radios, boletines, sitios webs, documentalistas…?

– Pienso que tenemos que aprender del pueblo mapuche en muchos aspectos, en particular de su increíble habilidad de pervivencia en condiciones de adversidad y abierta represión. También de su ingente capacidad creativa, las múltiples formas de inventar y reinventar, construir y reconstruir discursos y prácticas en distintas áreas que tienen que ver con la preservación de su identidad y cultura. Lo comunicacional es solo una de estas esferas, y da cuenta de una necesidad innegable como lo es el contrarrestar la estigmatización del movimiento mapuche por parte de los medios controlados por la derecha y el oficialismo.

Además, por supuesto, de tratar de superar la ignorancia de la sociedad chilena con respecto al pueblo mapuche a través de la educación y la información de calidad. Porque es indudable que el mapuche ha sabido diseñar y desarrollar proyectos de gran calidad en distintos soportes, como el digital, radial y escrito. Algunos medios mapuche de comunicación -como Azkintuwe- son de excelente factura y no tienen absolutamente nada que envidiar a medios chilenos que poseen grandes recursos económicos, infraestructura y tecnología de punta. Otro elemento importante de la prensa mapuche es que ha sabido superar la vocación marginal de gran parte de la prensa alternativa que – por alguna razón – piensa que la contrainformación no va de la mano con la calidad y el profesionalismo. Asimismo, esta misma prensa suele ser crítica y contestataria, pero no propositiva, algo que los medios mapuche sí tienen.

– Como redactor y corresponsal de PF, además de colaborador de Azkintuwe ¿Cuál sería tu mensaje a los periodistas mapuches y más aun, a los numerosos jóvenes que se están formando hoy en este oficio de la escritura?

– Este es el tiempo de la batalla de las ideas a todo nivel; la palabra es no solo importante, sino que esencial en la lucha del pueblo mapuche por su liberación. Y esta palabra debe ir vestida de verdad, de ternura, de firmeza, de cambio. Es la palabra de la tierra y no hay otra más hermosa, más auténtica y autóctona; la palabra mapuche está preñada de futuro y por ello hay que cuidarla, y la mejor manera de hacerlo es que todos aquellos que practican el oficio de escribir para comunicar algo, lo hagan desde el profundo respeto por el que te abre su corazón, su vida, su historia, sus aspiraciones. Asimismo, es necesario estudiar, investigar y ser objetivo en el tratamiento de los temas, aunque ello no significa ser neutral. El periodista debe, por sobre cualquier cosa, estar comprometido con los principios de la ética, la verdad y la dignidad y eso es incompatible con la neutralidad la cual, por lo demás, jamás ha existido en comunicador alguno, más allá del discurso arropado de objetividad que puedan pregonar.

– ¿Tienes programado realizar un lanzamiento o presentación en Wallmapu?

– Soy renuente a participar en lanzamientos de libros donde un par de amigos del autor se juntan para elogiar su trabajo y, luego, quedan solo los remanentes y efluvios del vino de turno. Es un instante efímero que, a mi parecer, poco o nada deja y solo sirve para insuflar el ego. Sin embargo, sí creo importante el compartir con los mapuche, más que con nadie, un libro que les pertenece, pues lo escribieron día y noche, lluvia a lluvia, de cordillera a mar, en estos últimos diez años. Por lo mismo, se tiene pensado organizar encuentros en algunos territorios para dar a conocer el libro y, simultáneamente, agradecer la posibilidad de haber trabajado por largo tiempo en su tiempo, su memoria, su vida, su tierra y su lucha.

– Finalmente, ¿dónde es posible adquirir un ejemplar de tu libro?

– Esperamos que en un breve plazo pueda ser adquirido en algunas librerías, principalmente en Valparaíso, Santiago y Temuko, aunque no tenemos mayores esperanzas de que las grandes librerías se interesen por un libro que habla de la lucha mapuche a través de los propios mapuche. Por ahora, es posible adquirirlo en Internet contactándose con [email protected]  Y, huelga decir, también puede contactarse cualquier librero o institución interesada en difundir el libro.