Queridas, queridos hermanos de América Latina (y claro, de Cuba) Queridas, queridos hermanos de todo el Mundo El próximo año, cuando sea inaugurado el 29 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, estarán cumpliendo nuestros Festivales y Encuentros de Viña del Mar 67, en Chile; de Los Andes y Caracas, Venezuela; y de México, nada […]
Queridas, queridos hermanos de América Latina (y claro, de Cuba)
Queridas, queridos hermanos de todo el Mundo
El próximo año, cuando sea inaugurado el 29 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, estarán cumpliendo nuestros Festivales y Encuentros de Viña del Mar 67, en Chile; de Los Andes y Caracas, Venezuela; y de México, nada menos que 40 años de vida y continuada infatigada obra, que pasando de generación en generación, y hoy en manos jóvenes, han hecho de nuestra diversidad una unidad fascinante. En aquel Festival de Viña del Mar 67 en que por vez primera en tierras de Nuestra América nos encontramos los entonces jóvenes cineastas del continente y las islas, quedó proclamado presidente de honor Ernesto Che Guevara, símbolo de la insurgencia reivindicadora de todas las revoluciones olvidadas o convertidas en teorías, tal vez maravillosas, pero no empeñadas en realizarse.
Son otras las generaciones, las personas, cada una, los cineastas, que hoy protagonizan la existencia, vigencia y diseño del Nuevo Cine Latinoamericano. Me toca cuidar de la memoria, no por nostalgia vejestórica, que rima con retórica, o porque pueda entusiasmarme el mimetismo. Cada generación es portadora de su propio mensaje y de su estética; si la memoria importa a mi persona mientras disfruto de cuánto nuevo traen los jóvenes, diré que deslumbrado, es por otras razones; son razones éticas. La solidaridad humana exige, para existir, amor, comprensión, saber entrar en la piel del otro; en el otro saber, un semejante; mirar con mi mirada al que me mira; saber que solo engendra aquel que ama y si el amor-pasión anda sembrando, hurgando, descubriendo, entregando, la obra que surgirá de quien se sepa artista, obra será de arte en lo probable. Toca al gozante decir la última palabra. Si fuese en cambio la que describo, fuente de luz o intento de lograrla, dará razón a lo que más valoro, el arte que humaniza humanizándose.
En Viña del Mar 67, tan tan lejos, no solo nos miramos rostro a rostro los creadores. Ya desde entonces aquellos jóvenes pensaban otros términos del arte, pensaban la urgencia de romper los monopolios y llegar cómo fuese con la obra a la mirada de los otros. Las salas de cine estaban controladas, ya desde entonces, por quienes venden una sola idea: la de rendirnos a modelos de vida, regulando la esencia del soñar y del pensar y ser. Hoy le llamamos pensamiento único, pero prefiero subrayar que es el vacío lo que nos proponen; vaciarnos en la banalidad más torpe, para entonces llenar la conciencia con ese mundo en el que la eticidad no tiene ya valor alguno. Eso explica que a las que ayer llamaban industrias culturales, llamen hoy con mayor éxito denominativo, preferiría decir con el mayor descaro, industrias del ocio. Y hasta lo repetimos.
Aquellos visionarios luchadores no siempre, o casi nunca, encontraron la brecha que les permitiese al menos decir con nuestra voz cuanto queríamos. Y han pasado los años, me pregunto si es que debemos repetir, por siempre y quejumbrosos, que los llamados grandes lo dominan todo. Las «Mayors» se las llama. Esta hora de América Latina comienza a ser distinta, por todas partes surgen signos que lo son de aliento. No tienen derecho los gobernantes de América Latina, llevados al poder por la izquierda, a fallar a sus pueblos. Los cineastas somos de esos pueblos parte; de su vida espiritual, de su derecho a no ser colonizados, a desplegar su pensamiento, a construir sus sueños soñando y a expresarlo en obras, a hacer del arte un abrazo de amor engendrante y también un estilete ¡Es un derecho! Y habría que ejercerlo: el amor, ¡claro! y el estilete también.
Entonces hablábamos de las «Mayors», y de las «Mayors» tendríamos que seguir hablando y combatir su monopolizante presencia colonial y colonizante, pero los tiempos son otros y hay que reconocer la realidad en su complejidad permanente, así como la acentuación de rasgos que en realidad no son tan nuevos. La TV, el Video, el DVD, Internet, son los dueños del escenario, los que con mayor poder llegan a la persona que, si domesticada por el machaqueo y la falta de opciones, resulta convertida en masa, muchedumbre pasiva, receptor sin criterio o como quiera llamársele; lo dejo a los sociólogos y psicólogos no por comodidad sino porque merece estudio este fenómeno de hipnosis amansadora y lo que es peor, embrutecedora. A Fidel y a Chávez diría, desde esta tribuna, que no hay posibilidad alguna de ganar la batalla de ideas si no se gana inicialmente en las televisoras, y con ellas, diseñándolas estética y éticamente. Televisoras pero también programación, producción, video. El cine nuestro, el Nuevo Cine de América Latina pudiera jugar un papel decisivo aunque no totalizador ni excluyente.
Estoy fascinado, hermanas y hermanos de América Latina, con el proyecto de TeleSur, pero subrayo, no una sino diez veces subrayo, que fascinado estoy con el Proyecto; proyecto que apenas comienza. Solo si sus organizadores-promotores fuesen capaces de enriquecer ese diseño estética y lingüísticamente y no sólo políticamente, pero mejor que estética y lingüísticamente, culturalmente, si se lo propusiesen, si algo lograsen en ese camino, avanzaría la liberación de América Latina, de sus pueblos, pueblos que nunca han dejado de ser colonizados, avanzaría la autonomía o liberación de la conciencia y habríamos dado un paso más que importante.
Si digo mejor culturalmente, e insisto en esto, es porque el concepto cultura posee dimensión abierta y complejidad más honda y hasta conflictual. Quiero decir, que obliga a constante replanteo. Ojalá que así fuese, ojalá que con éstas mis palabras en la mejor tribuna que me da la vida alertara sobre la magnitud de la oportunidad abierta, cuando de nuevo se abre una esperanza.
No devengo propagandista de TeleSur. Es que habría que soñar que los ministros de Cultura o de la Información de cada país detuviesen su atención en el dominio que tienen los oligomonopolios sobre los medios de información. Subestimar la inteligencia maligna de las Oligarquías sería signo de debilidad y ceguera política, de vocación suicida. Los Medios son definitivamente el otro Poder. Quien no sea capaz de construir un Contra-Poder quedará condenado. ¡Es tan cómodo afirmarlo desde aquí!, dirán algunos. Pues no lo crean. También a nosotros nos queda mucho por hacer. Solo cuando nuestros Medios sirvan realmente a la cultura porque la protagonicen en obra, cuando sean cultura viva, cultura viva, actuante, solo entonces será posible hacer proposiciones creíbles.
Juro estar convencido de no haberme apartado del centro de este Acto de Clausura. Retorna la esperanza y debemos afrontarla con lucidez. Ya no se trata de pensar tan solo en distribución alternativa, en el aprovechamiento de los festivales porque lanzan o apoyarse en Universidades, comunidades, etcétera, etcétera; es necesario exigir Leyes de apoyo, racionalización y descolonización. Y volcarnos, sin demora compañeros cineastas, hacia los medios más eficaces y de más alcance. No se trata del triunfo de cada quien. Se trata de sembrar en la conciencia del público, de los pueblos de América, un doble mensaje. El primero, de alerta: ¡estamos ante la oportunidad! El segundo sería fuera, ¡fuera el nuevo coloniaje, ése que enmascarado adormece para más fácil golpear!
No me toca dirigirme a los cineastas cubanos pero, ojalá, siempre ojalá, que, como latinoamericanos, me escuchen. Es que solo desde la cultura, desde la complejidad, desde la información, solo enriqueciendo el espíritu, se funda el gran escudo de rechazo al pensamiento basura, a la banalidad, al vaciado del alma, a la pacotilla intelectual; sólo entonces se es capaz de ejercer con dignidad la resistencia espiritual moral necesaria al triunfo.
Permítaseme soñar por un minuto en una alianza sin convenios entre TeleSur, Casa de las Américas, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, un Noticiero Latinoamericano, que encontrara un nuevo Santiago Álvarez, y una Prensa Latina como la que concibió Che y, con ellas, todas las instituciones y organizaciones que, enamorados de la riqueza espiritual de América Latina en su diversidad infinita y desde cualquier país, buscarán en ese TeleSur, que nace, y en otras TeleSures que puedan surgir por satélite o Internet, o cómo fuese, modo de construir la red protectora y sembrante que llegase a ser algo mejor que un sueño.
Hermanas y hermanos de América Latina, cinéfilas y cinéfilos del mundo, declaro cerrados los trabajos del 28 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y abiertos los preparativos del 29 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano que tendrá lugar al final del Año 2007, que parece será, comienza ya a vislumbrarse, como Año de la Esperanza; y ojalá que nos entregue más que esperanza, realidades.
Buen viaje y grandes éxitos.
Palabras de Alfredo Guevara en el acto de clausura del 28 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, teatro Karl Marx, La Habana, 15 de diciembre, 2006.