La Proyectada reforma al sistema binominal, recientemente trasladada al Congreso por las aceleradas gestiones del nuevo ministro José Antonio Viera-Gallo, parece estar siendo usado como instrumento de salida del lío del Transantiago. No tiene, pues, más destino que el que todos adivinan: aliviar la presión sobre un problema que ha complicado dramáticamente al gobierno de […]
La Proyectada reforma al sistema binominal, recientemente trasladada al Congreso por las aceleradas gestiones del nuevo ministro José Antonio Viera-Gallo, parece estar siendo usado como instrumento de salida del lío del Transantiago. No tiene, pues, más destino que el que todos adivinan: aliviar la presión sobre un problema que ha complicado dramáticamente al gobierno de Bachelet. En verdad, no suscitará ningún cambio apreciable en la actual correlación de fuerzas ni en las posibilidades de alcanzar una democracia realmente inclusiva.
El que se agreguen unos diputados más, el que se dé la posibilidad de que un par de diputados comunistas lleguen al Parlamento, obviamente no refuerza las magras atribuciones del Congreso sobre iniciativas de ley ni democratiza la accesibilidad de cualquier ciudadano a los cargos de representatividad; tampoco altera los quora (plural de quorum) para cambiar las leyes que son fundamento del orden injusto que nos rige. Por tanto… se cambia algo para que todo permanezca igual.., la vieja fórmula lampedusiana.
Renovación Nacional estaría dispuesta a apoyar esta farsa, pero la UDI no quiere ni oir hablar de cambios en las que son las chapas que mantienen clausuradas las puertas del sistema heredado de la dictadura de Jaime Guzmán y Pinochet, es decir: el sistema binominal, el sistema tributario y el veto sobre la gestión económica del Estado.
Estos tres puntos no pueden ser modificados, pues de serlo, incluso uno solo de ellos, se les derrumba el blindaje; desde ese momento el sistema se vuelve dúctil, modificable, incluso reversible…, y para eso no ha llegado aún el tiempo, pues son todavía lo suficientemente fuertes y las fuerzas de cambio lo suficientemente débiles como para resistir las arremetidas de quienes antagonizan al modelo neoliberal, pinochetiano y tutelar.
La Concertación tiene claros los alcances pírricos de esta iniciativa, pero trata de salir de un problema tomando iniciativas que pongan en jaque a la derecha. No es una mala estrategia de salida, pero es una nulidad como estrategia de llegada…, pues no habrá logro real ni menos sustancial.
Lo triste de todo esto es que la Concertación parece resignada a seguir administrando a Chile bajo la tutela fáctica; y es triste porque con este paso de tortuga o, peor aún, con este darse vueltas en círculo, la coalición gobernante está condenada a pasar al olvido por inconsistente, incoherente e inconsecuente. El desgaste propio de las contradicciones no resueltas en la gestión concertacionista le pasará la factura más temprano que tarde. De hecho, si no contasen con una derecha que se dispara en los propios pies a cada paso, y que además carece de liderazgos confiables (raro sería que los pudiera producir en las próximas dos generaciones), hace rato que el poder hubiese cambiado de manos; no olvidemos que estuvo a punto de suceder con un candidato limitado como Lavín, ante un candidato bastante fogueado como lo era Ricardo Lagos…; y casi, casi.
Los tiempos se agotan. La recuperación de los precios de las materias primas en los mercados internacionales ha estado salvando a la Concertación, pero si no se mantiene un crecimiento por sobre el 6 %, difícilmente podrán sostenerse cotas de integración económica de las mayorías rezagadas…, y como se puede apreciar, incluso con precios de exportación extraordinarios, se tiene dificultades para acceder a un nivel de crecimiento mediocre, insuficiente y frustrante. Es que, lo hemos repetido hasta el cansancio, si no se cambia el modelo de explotación de materias primas por otro de industrialización moderna e intermedia, no crearemos las condiciones de acumulación de excedentes suficientes ni de distribución más equitativa de la riqueza.
El drama es que si no se cambia rápido el eje del desarrollo, llegaremos tarde a la solución y nos habrá pillado la crisis de viabilidad, de la que no estamos muy lejos y de la cual varias naciones de nuestra América Latina ya son víctimas (ver Cepal y sus propuestas sobre «Cohesión Social»).
En consecuencia, como esta nueva reforma del sistema electoral es inconducente en lo fundamental, y hablamos de una de las chapas de seguridad del sistema que impera, no podemos esperar cambios como los que se requieren. Entonces, aprontémonos a flotar cual pluma al viento o a sufrir los embates de las crisis que nos esperan a la vuelta de varios y sorprendentes recodos.