Sin duda que a muchos les ha llamado la atención que recientemente (22.04.07) la presidenta Bachelet, a través de la sección Reportajes del órgano oficial de la CIA en Chile, el diario golpista El Mercurio, la primera mandataria haya dado a conocer una suerte de sueños postergados, de una utopía o ese mundo posible que […]
Sin duda que a muchos les ha llamado la atención que recientemente (22.04.07) la presidenta Bachelet, a través de la sección Reportajes del órgano oficial de la CIA en Chile, el diario golpista El Mercurio, la primera mandataria haya dado a conocer una suerte de sueños postergados, de una utopía o ese mundo posible que pareciera que no va a llegar nunca, ni bajo su gestión, ni de la Concertación, ni menos a través del pinochetismo representado por la UDI y RN.
Desmenuzando los «sueños que inspiran su mandato», en una de sus partes dice que «el país ha crecido económicamente de modo vertiginosos y acelerado». Sin duda que para un sector minoritario de la población chilena debe ser así (10%), pues los grandes empresarios, las trasnacionales y la oligarquía económica y financiera del país, son los únicos que se han beneficiado de los éxitos del «jaguar latinoamericano».
La presidenta reconoce que después de 17 años de dictadura y 17 más de la Concertación, aún en el país persiste la pobreza, la brutalidad de la pobreza extrema que afecta a un millón y medio de chilenos, y por cierto el empobrecimiento paulatino que han debido soportar las capas medias de la población chilena.
La brutalidad militar nos decía «vamos bien, mañana mejor», las falsas promesa y la demagogia de la Concertación nos prometía que la «alegría ya viene», o sea, que después de más de 34 años de aplicación de políticas económicas impopulares, a Chile no le alcanza ni para país medianamente desarrollado, ni vivimos mejor y la alegría tendrá que esperar hasta el 2010, pues ahí recién nos acercaremos un poquito al «desarrollo».
Bachelet en otra de sus partes, no dice que pesar de los avances de la ciencia y la técnica, ésta ha generado también exclusión social. Pero la presidenta se olvida de decir además, que la Constitución del 80, heredada del régimen militar y que aún rige la mayor parte de la legalidad del país, es tan excluyente como el sistema electoral anti democrático y el modelo capitalista neoliberal que la dictadura y la Alianza por Chile le impusieron al país, pero que la mayor parte de la Concertación no ha tenido voluntad política para cambiarlo definitivamente.
Luego la mandataria dice que la velocidad de la vida, crea muchas incertezas, sin duda que es así, pero el modelo económico imperante, crea más incertezas aún, como por ejemplo el alto endeudamiento de los sectores con menor poder adquisitivo, o la inestabilidad laboral, los salarios de sobre vivencia, pensiones, vivienda y servicios de salud indignos, además de una pésima calidad de la educación, todo esto junto, genera no solo incerteza, también incertidumbre, desaliento, depresión, y una profunda desmoralización social de la clase trabajadora, los sectores populares y las capas medias empobrecidas.
Después de la dictadura en Chile existe todavía una «pantomima de democracia», un crecimiento económico para unos pocos, cada vez mayores injusticias sociales y somos el hazmerreír y la vergüenza internacional de la región. En Chile, la Concertación junto con la dictadura y la Alianza por Chile, privilegiaron la política de los consensos y los amarres a espaldas del pueblo chileno, además de permitir la marginación política de alrededor del 15% del electorado en el parlamento de la nación. La mentada estabilidad política establecida por el pinochetismo (UDI.RN) y un sector de la Concertación, ha sido producto de una democracia restringida y tutelada por los altos mandos fascistas de las Fuerzas Armadas chilenas y un sistema electoral no representativo de todos los sectores de la vida política nacional.
Bachelet expresa que «los chilenos no quieren que el Estado y el Gobierno los dejen solos». Sin embargo precisamente, bajo la gestión de la Concertación, el papel del Estado se ha ido reduciendo progresivamente. Chile ha pasado del Estado terrorista, al Estado subsidiario, que beneficia de manera preferencial a las grandes empresas, dejando abandonado al proletariado del país. Por otro lado los chilenos ni siquiera han tenido la oportunidad de conocer y vivir el Estado del bienestar.
Bajo el régimen militar sostenido por los civiles de la Alianza por Chile y luego la Concertación, las demandas de la clase trabajadora, los sectores populares y las capas medias empobrecidas, jamás han sido escuchadas. Para el sistema económico y político opresor, la extrema pobreza no existe, menos los pobres y otros sectores sociales, que han sido golpeados por el terrorismo económico de la Alianza por Chile y la Concertación.
La mentada participación e inclusión ciudadana, no ha sido más que una quimera, no ha sido nada más que una postura demagógica, oportunista y populista. En Chile lo que ha existido es un dialogo de sordos, que solo beneficia a los empresarios, las trasnacionales y la oligarquía económica y financiera nacional. En Chile se ha impuesto el totalitarismo del cogobierno ejercido por la Concertación y la Alianza por Chile. En donde la voz de los sindicatos, de la Central Unitaria de Trabajadores, de las organizaciones sociales de diversos tipos, no tienen ningún valor para los sostenedores del sistema.
La mandataria agrega que «nuestro mayor anhelo e interés es colaborar honestamente, con nuestra cabeza y nuestro corazón, a producir los cambios que Chile necesita para ser un mejor país». Lo que no dice la presidenta, es que los cambios de fondo que necesita el país, requiere necesariamente tocar intereses económicos, tocar los intereses de lo que se han enriquecido a costa del modelo neoliberal imperante en el país. La mandataria se olvida que los mismos que no quieren ningún tipo de cambio, reformas o corrección del modelo, que no quieren perder ninguno de su privilegios, son los mismo que utilizaron a las Fuerzas Armadas para dar un golpe militar incruento y terminar así con el gobierno de la Unidad Popular, encabezado por la figura inmortal del presidente Salvador Allende, que sí encabezaba un proceso real de cambios en beneficio de las grandes mayorías del país.
La gran pregunta que surge, es si el pinochetismo encarnado por la Alianza por Chile y un sector de la Concertación, están dispuestos a aceptar un Chile más protector, más participativo, más democrático, más igualitario, con una economía al servicio del país y los más necesitados.
Lo importante es saber de forma concreta si la casta política en el poder, está dispuesta a aceptar un mejoramiento de la calidad de la educación, mejorando las infraestructuras de las escuelas públicas, mejorando la capacitación del personal docente, y si están dispuesto a aceptar el termino de la educación como una mercancía más, que solo produce ganancias fabulosas a los actuales sostenedores de la educación chilena.
La mandataria aborda el problema de la dignidad de los chilenos, sin embargo hasta el momento la gran mayoría de los chilenos tiene salarios de sobre vivencia, viven en «ratoneras» y no en casas dignas, tienen pensiones que hablan precisamente de ingresos indignos, un acceso a la salud, que también dista mucho de ser digno. Todo esto ha ocurrido bajo la administración de terror de la dictadura y bajo los ya cuatro gobiernos de la Concertación, con un crecimiento permanente de las desigualdades sociales y la brecha cada vez más profunda entre unos pocos ricos y una inmensa mayoría de pobres, lo que sin duda es lo más indigno que nos ha legado la casta política en el poder.
Lo cierto es que la mandataria se empeña por tratar de hacernos creer que en Chile el pueblo es el soberano, en donde no hay una democracia real, restringida y vigilada sí. Por otro lado, el país del cono sur no tiene una agenda pro integración en la región, si tiene una dependencia de las políticas intervencionistas, agresivas y terroristas de los Estados Unidos. Los neoliberales de la Concertación y el pinochetismo (UDI-RN), mantienen aislado al país, del resto de los países latinoamericanos.
Chile se presta para encabezar campañas desestabilizadoras, contra el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, campañas golpistas encabezada por un sector de la Democracia Cristiana chilena, los esbirros políticos de la dictadura y el diario golpista El Mercurio.
Finalmente lo que llama la atención de las «reflexiones» de la mandataria, es que parece haber abandonado definitivamente su ideario socialista, sus elucubraciones más parecen un llamado de un candidato presidencial, que la de una Jefa de Estado, parecen más las preocupaciones de una mamá, que le dice a sus hijos lo que tienen que hacer, que la líder que debiera encabezar los destinos de un país. Las reflexiones de la presidenta Bachelet, son más de lo mismo, huelen a cierta «chamuchina», a verborrea, a nuevos voladores de luces, ante su incapacidad para gobernar y establecer cuales son las reglas del juego, para dar paso a un Chile, que no siga viviendo de utopías y sueños postergados durante ya más de 34 años. Lo que quieren la gran mayoría de los chilenos es sentir y vivir los cambios, quieren que el mejoramiento de sus condiciones y calidad de vida, lo puedan percibir en lo más profundo de su ser. Los chilenos quieren ver que las ganancias obtenidas por las ventas del cobre, el aumento de las exportaciones, el crecimiento del PIB y una economía según se dice éxitosa, les llegue a todos por igual.