l siguiente texto fue publicado en el volumen titulado La Burguesía nacional en América Latina. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1971. En la formación de la sociedad colonial en América Latina interesa centrar el enfoque en lo que hace a su estructuración social: la formación de las diferentes clases sociales, cuáles son, cómo […]
l siguiente texto fue publicado en el volumen titulado La Burguesía nacional en América Latina. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1971.
En la formación de la sociedad colonial en América Latina interesa centrar el enfoque en lo que hace a su estructuración social: la formación de las diferentes clases sociales, cuáles son, cómo funcionan y por qué ocupan determinado lugar en esa sociedad. Lo que queremos ubicar es el contexto histórico dentro del cual en un momento dado aparecerá en las distintas regiones una burguesía que irá cambiando, hasta que pueda hablarse de burguesía nacional y estado nacional.
Las raíces formativas son esenciales para después establecer fácilmente sus debilidades congénitas y sus limitaciones como clase.
La llegada de los españoles a América pone en crisis todo el aparato social anterior. Queremos explicar porqué no funcionó un capitalismo en estas regiones. Básicamente porque ni los que estaban (indios) ni los que llegaban en el siglo XVI traían ese proyecto en sus planes. En realidad al principio no hubo planes, solamente sed de expoliación.
Riqueza es el símbolo de la conquista. Colón, cuando desembarca en las Antillas, encuentra indios que viven desnudos. Su atraso es muy grande, pero con ese atraso consiguen garantizar la supervivencia de la comunidad. La reacción de Colón es típica. Envía 500 de estos indios a Sevilla; allá son vendidos como esclavos. La experiencia de esclavizar a los indios no prospera. Pocos años después Ovando introduce la encomienda (típica institución social feudal) y se descarta oficialmente el sistema de esclavitud indígena. Hasta la Iglesia, a través del Papa Pablo III en 1537, declara que los indios son seres raciona les. Parece ser que los negros africanos seguían siendo «irracionales» por lo que no sólo no se condena sino que se alienta al tráfico negrero como sustitutivo de la fuerza de trabajo india. Ello será una realidad importante cuando comienza la gran mortandad de indios. En el curso del siglo XVI y XVII florece la esclavitud negra. Digamos simplemente al respecto que en Cuba, a fines del siglo XVIII, se considera que los negros son un 40 % del total de la población.
Cuando los europeos españoles llegan a América van a concentrar su actividad en dos grandes núcleos, geográficos: México y Perú Como dice Celso Furtado, en el siglo XVI su actividad es básicamente la minería y en el XVII la minería y la hacienda. En estos dos centros los españoles encuentran sociedades desarrolladas y organizadas; con hábitos de trabajo a través del ayllu y el calpulli; con formas institucionales centralizadas; con gran cantidad de población (millones de indios, aunque preferimos dejar de lado la polémica sobre su número exacto); con una minería de oro y plata que implica riqueza rápida.
Para el conquistador, aventurero y a veces elemento marginal de la sociedad europea, que se encuentra en América con la suma del poder militar, es el paraíso. Al comienzo saquea: es el aluvión de oro y plata que asfixia a España y enriquece a Europa, ariete esencial en el desarrollo del capitalismo manufacturero incipiente, especialmente en Inglaterra. Después del saqueo, se ve en la necesidad de planear una actividad más estable; entonces organiza el repartimiento de indios y la encomienda.
La encomienda consistía en una distribución de indios entre los colonizadores europeos; enfocada, primero, para la obtención de tributo de los indios y, en seguida, como forma de conseguir fuerza de trabajo. Al principio no era necesario que el encomendero tuviera tierra. Sólo poseía indios de quienes obtenía tributos; luego, cuando debe hacerlos trabajar, se le une la concesión de tierras para minería o hacienda.
Dice Ots y Capdequí: «renacen en las Indias los usos y privilegios señoriales, enteramente superados o en vías de superación en la España peninsular». Por otra parte, esta situación ya era reconocida por una Real Cédula de 1553 que al referirse a los indios dice: «parecen ser más de esclavos que de hombres libres».
No se trata en realidad de esclavitud, sino de relaciones serviles encubiertas por las instituciones precolombinas indígenas que le dan una fisonomía propia a la servidumbre colonial, sin trascender el marco de las relaciones señoriales. Ó sea no aparece, ni surge en América un modo de producción diferente de los que hemos definido antes: modo de producción asiático y modo de producción feudal. Simplemente hay una cierta combinación de ambos. El desarrollo principal de la actividad española en los primeros dos siglos se da en Perú y México. Pero en el siglo XVII se produce una crisis generalizada que afecta a la sociedad europea. En parte se debe al cese del flujo de oro y plata de América, pero obedece a razones estructurales más profundas. Podríamos decir que hubo una crisis de crecimiento en el capitalismo manufacturero. Ello traerá como consecuencia un ascenso de la burguesía en los países de Europa y luego, ya en el siglo XVIII, revoluciones burguesas que culminan con la revolución industria! y la revolución francesa.
La crisis del siglo XVII trae consecuencias importantes para la América española: reforzamiento del sistema de la hacienda y, especialmente, surgimiento de Nueva Granada (Venezuela y Colombia) y el Río de la Plata como dos centros de desarrollo de primera importancia. Estas dos regiones se caracterizan por el reducido número de indios y por la casi inexistencia de posibilidades mineras. El único sector minero importante se desarrolla en Colombia, los negros esclavos constituían la mano de obra empleada. Así en Nueva Granada no existió la mita. Tampoco existió en el Río de la Plata.
La importancia de México y Perú en los primeros dos siglos de colonización se desplaza hacia Nueva Granada y el Río de la Plata a partir de la segunda mitad del siglo XVII.
En Brasil encontramos situaciones peculiares. Desde la conquista portuguesa la expoliación y el saqueo se con centran en lo que se conoce como el ciclo del palo brasil. En el norte de Brasil se talaban los bosques y se enviaba la madera de ese árbol, que tenía diversos usos, hacia Europa. El palo brasil no podía competir con el oro y la plata de los españoles, y además el ciclo se agota rápidamente: la costa norte brasileña, tupida de bosques, se hará árida. Pero la consecuencia más importante fue que los indios, que se resistían a dicho trabajo, huyen al interior, y se van internando cada vez más. Ante esa situación los portugueses traen negros esclavos de África. Resultado: desde el principio la esclavitud negra es básica para el nordeste brasileño. Inmediatamente comienza en esa misma región el ciclo del cultivo azucarero. El azúcar del nordeste se trabaja como plantación y la mano de obra es negra y esclava.
Hasta mediados del siglo XVII el azúcar brasileño es prácticamente la única actividad importante. Hay también una actividad ganadera que ocupa mano de obra indígena, y que se radica en e¡ interior del país. Esa actividad se cierra sobre sí misma en la medida que no tiene mercados de consumo. Los portugueses de la costa, que venden el azúcar en Europa, no tienen interés en el progreso de las zonas productoras, pues su conexión se establece con el mercado europeo y no con los centros de producción locales. De allí que la hacienda ganadera, de formas totalmente arcaicas y aislada de la costa, se cierre sobre sí misma y vegete. La relación latifundio-minifundio pasa a ser importante. El minifundio a su vez garantiza el funcionamiento del latifundio.
Con la crisis del siglo XVII, comenzó a diversificarse la economía en Brasil. A principios del siglo XVIII los portugueses descubren oro. Pero el oro brasileño, del centro de! país, es aluvional. Al principio surge allí también la quimena del oro. Piensan repetir el ciclo ya agotado del oro español. Sin embargo, este oro brasileño, requiere una organización del trabajo y no un simple saqueo.
El polo minero de! centro-sur se conecta con el nordeste y entre ambos establecerán la estructura de funcionamiento de Brasil en el siglo XVIII. Cuando en el siglo XIX se plantea la independencia, el ciclo aurífero está casi agotado, pero de todas maneras ya había contribuido a crear ciudades nuevas e importantes y a ampliar el comercio. Los gérmenes de una burguesía mercantil eran importantes.
En el siglo XVIII el imperio español tiende a descentralizarse y el predominio minero de la primera época (México y Perú) se continúa en el predominio agrícola y comercial (Nueva Granada y Río de la Plata).
Furtado afirma que sí en el siglo XVII es el colonizador el que está ligado a su metrópoli por lazos directos y sobre la base de la actividad minera, en el siglo XVIII ya existe una clase terrateniente y acrecientan sus fuerzas los intereses locales, cuyo centro es la hacienda.
Es interesante destacar un rasgo que también analizaremos más adelante: la crisis de la sociedad europea del siglo XVII, que afloja el control sobre América, no produce en ésta una evolución o un salto favorable al capitalismo sino al refuerzo de las relaciones precapitalistas. Por un lado la hacienda por el otro el esfuerzo de la actividad artesanal y de los gremios que se cierran sobre sí mismos, impiden el surgimiento de cualquier tipo de manufactura en la región.
Silvio Zavala demuestra que no hay una relación mecánica y directa entre encomienda y hacienda en América. La encomienda, que es el reparto de indios, debe ser completada con la merced de tierras. Cuando se establece junto a la encomienda la merced de tierras, surge verdaderamente la hacienda colonial. Y esta hacienda colonial se estructura en el siglo XVII, y al hacerlo engloba de hecho a pueblos indios que están en esos territorios. Ya hemos señalado antes que estos indios tienen fuertes lazos propios de cohesión social. Entonces aparece el peonaje.
Magnus Mórner sostiene que es en ese momento cuando a la dicotomía español-indio, se la reemplaza paulatinamente por la de hacendado-peón. Digamos que en las regiones de Nueva Granada y Río de la Plata ese peón poco a poco pasará a ser gaucho, mestizo y ladino. En las regiones de alta concentración indígena como Perú y México, el peón seguirá siendo básicamente indio y en menor medida mestizo.
La organización de la hacienda implica entonces: extensas propiedades y usufructo de gran cantidad de mano de obra. Y ello es, de hecho, hacendísmo como sinónimo de latifundismo, o como dice Rolando Mellafe, se va pasando del policuitivo al monocultivo. Del policultivo de una primera época que es resultado de la etapa inicial de consolidación del poder europeo y usufructo de lo ya existente, se pasa al período en que, habiendo consumado el saqueo, hay que organizar formas más estables de vida y de organización económica.
La mentalidad europea de la época se revela claramente. Los españoles evolucionan hacia el hacendísmo, trasladando las formas de trabajo mitaya o yanacona; los portugueses, a la plantación azucarera explotada con mano de obra esclava negra.
Dentro de este sistema se denominaba yanaconas a los indios directamente agregados a la hacienda, en Perú; pongos, a los indios destinados al servicio doméstico; picotas, a los distribuidos por corregidores y caciques. En algunos lugares esta terminología se simplifica, y en Ecuador, por ejemplo, se dice directamente mita rural, para diferenciarla de la mita tradicional, minera.
En el siglo XVII y principios del XVIII, la legislación señala un cambio social. Por ejemplo, en 1632, se resuelve que los indios libres no pueden ser retenidos por deudas, por sus hacendados. En 1642, se revé la resolución y las deudas pasan a ser razón de un lazo de retención que implica que el hacendado pueda encontrar todas las trampas, ya muy conocidas, para retener indios argumentando deudas de los mismos.
A principios del siglo XVII la encomienda se prolonga por una vida más y luego se volverá a prolongar en el disfrute de los encomenderos; de hecho la encomienda es hereditaria. Pero en 1718 se redacta la abolición de la encomienda. Ya no se otorgarán más títulos de encomienda y las vacantes deben volver a la Corona. No obstante, como sucede con la legislación de Indias, la institución, subsiste. A fines del siglo XVIII se lo constata oficialmente.
Dejemos claro nuevamente otra cuestión importante. La tierra no era del encomendero, la había recibido como merced y tenía ciertas obligaciones. La tenencia eminente era de la Corona. La concesión era de usufructo. Pareciera que se está parafraseando la definición de contrato feudal que aplica Marc Bloch al caso europeo; desde un punto de vista estricto la relación feudal es un contrato de usufructo. Se podrá argumentar que de hecho, la tenencia de tierra de estos hacendados en América los hacía independientes. ¿Pero podemos decir que era menos independiente un Guillermo el Conquistador con respecto del rey de Francia, de quien era vasallo, y que en 1066 lleva a cabo la conquista del reino de Inglaterra para sí, convirtiéndose en más poderoso que su amo y señor? La realidad es siempre más importante y más conflictiva que cualquier contrato o legislación.
El trabajo forzado en las minas, que era lo normal con la mita del siglo XVI y XVII se transforma poco a poco en el laborío, que es un trabajo asalariado, por lo menos formalmente, como lo dice Humboldt a principios del siglo XIX. En realidad el sistema de mita o cuatequil es también, según Silvio Zavala «sistema forzado de trabajo por salarios». Lo que sucede es que la ficción del salario es importante, especialmente para desorientar al historiador. La contradicción está en la misma definición: o es forzado o es por salarios. Al definirlo así se requiere una explicación.
El salario en la actividad mitaya es fijado por reales cédulas, pero es una ficción. Hacia 1600 incluso, se fijan aumentos en los salarios de los indios mitayos: de 1/2 real por día o a casi 2 reales diarios. Sin embargo esto es pura ficción: no hay economía dinerada en manos de los indios. En el siglo XVII, en una mina tan importante como Huancavelica en Perú, se detallan los gastos anuales totales. Hay minuciosidad, hasta se consigna el precio de una cuchara, pero no figura mención alguna de cifras de pago a los indios mitayos. Se dice que se les paga, pero el monto ni siquiera es mencionado en el presupuesto.
La forma más orgánica del funcionamiento de ese sistema de trabajo es que el gañán o el laborío indígena, ya representan el sistema de explotación por deudas. Se formaliza legalmente la explotación de los indios, considerados libres y no esclavos, y así de la mita o el cuatequil se pasa a la gañanía o al laborío. Junto con el salario nominal se lleva el libro de cuentas. El indio compra con vales en la tienda de raya y se va endeudando. Cuando el indio endeudado quiere irse, le exigen previamente el pago de su deuda, si no paga no puede hacerlo. El indio está vinculado así a la tierra. La tienda de raya es su verdadero anclaje. En cuanto a dinero, ni lo conoce. Como no lee el español, sólo sabe que le anotan en un libro un número de lo que se le dice ha ganado; al lado se le descuenta lo que lleva de la tienda de raya. La ficción de funcionamiento de un mercado es completa. En la Revolución Mexicana de 1910, existen indios endeudados desde ocho generaciones. Porque lo que faltaba acotar es que la deuda se hereda. El sistema se cierra y el hacendismo es una estructura que sólo formalmente tiene apariencias de una actividad capitalista, se trabaja en condiciones de atraso tremendas y se refuerzan los lazos serviles.
Muchos de estos hacendados, llegado el momento, tomarán parte con los criollos en la lucha por la independencia de España. Es que en ellos predomina el interés de eliminar toda la ligazón jurídica con la Corona. Ya no tendrán títulos de usufructo de tierras, ahora serán propietarios.
Esta estructura de funcionamiento de la hacienda, y la organización del trabajo en la minería o la actividad agrícola, muestra claramente que no existen allí relaciones capitalistas. O sea que tampoco podemos ubicar en este sector la aparición de una burguesía, sea minera o terrateniente. Esta actividad está en manos de una verdadera aristocracia colonial que explota una mano de obra esclava o servil. Sus relaciones comerciales con Europa no disuelven este mecanismo de funcionamiento sino que lo refuerzan. Es el ciclo de la dependencia y la monocultura Estos hacendados venden en Europa y de allí obtienen sus productos de lujo. Pero no crean un mercado interior y no hay verdadera economía capitalista ni monetaria ligada a las grandes masas de trabajadores mineros y agrícolas.
Algo distinto sucede en la ciudad, y en la organización de la actividad artesanal y comercial urbana. Aquí surge, aunque débilmente una burguesía mercantil. Y lo que sucede en el campo, claro proceso no capitalista y básico para ulteriores consideraciones, ya que se trata de la inmensa mayoría de la población total, debe ser vinculado a lo que sucede en este ámbito urbano y comercial. Nos fijaremos más detenidamente entonces en el artesanado y el comercio.
El artesanado aparece en América como forma de organización de una actividad especializada, en el pasaje de la conquista a la colonización. El siglo XVI es escenario de este desarrollo. No hay ninguna duda ni discusión sobre la existencia de este artesanado. Se los requiere en tareas especiales: plateros, orfebres, carpinteros, tallistas, etc. Asistimos a una organización de gremios por especialidad y a funcionamiento del taller artesanal.
Pero la organización artesanal es una forma medieval. Cuando definimos el modo de producción feudal dijimos que el artesanado era la otra cara de la servidumbre de la gleba. Señorío y artesanado son dos formas de organización del trabajo, complementarías, y que hacen a la definición del feudalismo.
Sí hay un argumento objetivo de la inexistencia de una sociedad capitalista en América, reside claramente en las consecuencias de la crisis del siglo XVII en Europa, que en el campo americano provoca hacendismo y endeudamiento del peón; en la ciudad refuerza el artesanado. Si existiera un germen de funcionamiento capitalista, la crisis del XVII habría provocado su desarrollo. De formas de transición se habría pasado a la manufactura. Por lo contrario, nada de eso sucedió.
Está probado que cuando, en relación con un país dependiente, su metrópoli atraviesa dificultades, en el país dependiente se desarrollan al máximo sus aptitudes establecidas. Por ejemplo, cuando se produce la primera guerra mundial o la crisis de 1929, en la medida que existen una burguesía y manufacturas en varios países latinoamericanos (en el caso de Argentina), se aprovecha la crisis de Europa para posibilitar el desarrollo de la industria e independizarse del abastecimiento exterior. Que ello pueda o no ser realizado conscientemente no anula que objetivamente las leyes del funcionamiento económico capitalista impongan estos recursos. En Argentina se creó una industria de alimentación y del vestido que sustituye las importaciones en estos rubros. Cuando las metrópolis se recobran de su crisis deben encarar una nueva realidad en sus lazos de dominio, para mantener la dependencia de estos países.
En el siglo XVII y XVIII, si hubiera existido un germen de capitalismo, se habría desarrollado la manufactura en América. No sólo eso no sucedió sino que se consolidó el funcionamiento artesanal.
Esta consolidación es notable en México y Lima. Según Kossok, adviene un auge de los gremios artesanales que, por la caída del comercio con España, aumentan su producción local. Es innegable el auge del comercio local. Pero no han cambiado las relaciones de producción ni se ha modificado la organización de la producción en el taller. De allí que la conclusión sea que «la trabazón feudal del artesanado es aquí más firme que en la metrópoli» según Kossok. Los principales beneficiados fueron los orfebres y plateros y ellos constituían lo más exclusivo de los gremios. En cambio en el Río de la Plata aun casi no existen gremios organizados. Pero ello no es porque la producción se organizara de otra manera, sino porque casi no hay producción.
O sea que la crisis del XVII no implica la aparición de la manufactura sino el refuerzo de los gremios; por otro lado, la producción sigue estando orientada hacia el exterior, al margen de que se desarrolla lentamente un mercado interno. Ello hará crecer las ciudades. Pero la única beneficiada, por ahora, es una débil burguesía mercantil, de tipo urbano.
La burguesía mercantil en la sociedad colonial es de esta manera sólo un elemento marginal de su funcionamiento. Así como lo era en la sociedad feudal de la alta y baja Edad Media.
Esta burguesía se relaciona con los productores y hace de intermediaria en el mercado local, trata de importar artículos, gran parte de las veces lo hace de contrabando. Del mercader en la colonia, a veces trashumante como su antecesor medieval, se evolucionará a un comerciante bien asentado en los centros urbanos, relacionado con Europa y con la élite criolla. En donde por sus características pueda beneficiarse con el contrabando, que siempre existió en las colonias, a pesar de las penas y prohibiciones que dictaba la corona, su crecimiento es más dinámico.
Todo ello trae como consecuencia la existencia de un comercio, pero que se desarrolla en los intersticios de la sociedad colonial. No es su característica básica. Como clase social la burguesía es raquítica y su peso sólo empezará a visualizarse en las luchas por la independencia a principios del siglo XIX. Hasta ese momento vegeta. Es más, podríamos establecer una fecha importante: a fines del siglo XVIII la creación de los virreinatos de Nueva Granada y Río de la Plata está reconociendo una nueva realidad. En este período, el Río de la Plata pasa a tener importancia como centro de intermediación entre Perú y España. Estas décadas de fin del XVIII y principios del XIX son esenciales para el salto en la formación de una burguesía mercantil. Es importante verificar nuevamente algo que ya dijimos antes. Al darse condiciones exteriores favorables, si existe aunque sean en germen las condiciones para el salto, ese salto comienza a producirse. De ello usufructúa en este caso la burguesía mercantil. Pero de ello no pudo usufructuar una manufactura no incipiente sino inexistente en el XVII.
«Son dos las características que distinguen desde el primer momento al régimen capitalista de producción –dice Marx–. Primera: este régimen crea sus productos con el carácter de mercancías. Pero el hecho de producir mercancías no lo distingue de otros sistemas de producción; lo que le distingue es la circunstancia de que en él, ser mercancías constituye un carácter predominante y determinante de sus productos. Implica, en primer término, el hecho de que en él, el propio obrero aparece como vendedor de mercancías, y por tanto como libre obrero asalariado, y por tanto el trabajo como trabajo asalariado con carácter general [… ] La segunda característica específica del régimen capitalista de producción es la producción de plusvalía como finalidad directa y móvil determinante de la producción.» Ya nos hemos referido a ambas características: por un lado no existe el obrero asalariado, y tampoco el peón asalariado. Las formas de salario que existen son pura ficción. Porque para que ese salario sea el salario capitalista el obrero o peón debe ser libre. La primera forma capitalista es la manufactura y en América no existía. La existencia de riqueza y de una burguesía mercantil, es parte del funcionamiento del feudalismo de los siglos XII a XVI, y no entra en conflicto con la caracterización que estamos haciendo.
En cuanto a la característica de la plusvalía capitalista diferencia de la plusvalía en general de otros modos de producción, es la siguiente: la plusvalía se realiza en el mercado pero debe reinvertirse básicamente en el aparato de producción nuevamente. Hay plusvalía en la medida que hay organización del trabajo. La plusvalía es la forma en que se da la ganancia. Pero como trabajo excedente no remunerado, sólo en el capitalismo es objetivo directo. No se debe confundir plusvalía en dinero con plusvalía capitalista. Puede haber plusvalía (trabajo excedente no remunerado) que se concreta como dinero; pero de allí a que sea plusvalía capitalista hay un trecho muy grande, lo mismo que el dinero no es capital y existe dinero históricamente antes de que existiera capital. Ni dinero, ni riqueza, ni usura por sí mismas son capital pero, como dice Marx, son la prehistoria del capital.
En relación con la actividad agraria, la renta que obtienen los hacendados es una renta natural, en productos, con motivo de la explotación de los peones (gañanía, laborío, etc.). Dice Marx: «La transformación de la renta natural en renta en dinero, va además, no sólo necesariamente acompañada, sino incluso anticipada, por la formación de una clase de jornaleros desposeídos que se contratan por dinero».
Queremos insistir. No sólo necesariamente acompañada, sino incluso anticipada, por la presencia del asalariado. Es evidente que así no funcionaba la hacienda colonial: la renta natural no es renta en dinero, y no existe obrero asalariado.
Otra cosa es que, a posteriori de la producción, el comercio exterior le reditúe determinados beneficios al hacendado. Pero el comercio no determina ningún modo de producción. Solo hace que se concrete la ganancia.
En América Latina, este funcionamiento que estudia Marx, no se dio y de allí que sea inadecuado hablar de «capitalismo colonial» o «capitalismo comercial».
Y hablando de las colonias y de que no existe un verdadero divorcio entre la agricultura y la industria, dice Marx: «Si no se ha destruido todavía la industria doméstico-rural […] ¿Dónde va a encontrar el capital su mercado interior?» Y sigue: «La gran belleza de la producción capitalista está en que no solo reproduce constantemente al obrero asalariado como tal obrero asalariado, sino que además crea una superpoblación relativa de obreros asalariados, proporcionada siempre a la acumulación del capital.» Y es obvio que esto no se puede encontrar, en ningún lugar de América Latina, durante el período colonial.