Creo que no hay mejor descripción para la sensación de la época que nos toca vivir que sorprendente y paradójica. Pero esa sorpresa admite múltiples connotaciones. Extrañeza, confusión, desorientación, así como maravilla, renovación, despertar de un aburrido sueño y hasta de una aterradora pesadilla. En síntesis temor paralizante o alegre, excitante anticipación. Y ante […]
Creo que no hay mejor descripción para la sensación de la época que nos toca vivir que sorprendente y paradójica. Pero esa sorpresa admite múltiples connotaciones. Extrañeza, confusión, desorientación, así como maravilla, renovación, despertar de un aburrido sueño y hasta de una aterradora pesadilla. En síntesis temor paralizante o alegre, excitante anticipación.
Y ante el continuo y creciente cambio sin aparente retorno que nos toca contemplar y vivir, nada más sorprendente que la misma mente humana que lo contempla e interpreta dándole esas particulares connotaciones.
Porque si algo se va haciendo certeza gradual es que la etapa de las ideologías va dando lugar a la de las vivencias y no hay geografía donde puedas escapar o hacerte inaccesible a la nueva condición que entra en escena. Porque no puedes eludir elegir, involucrarte, ya que aún no haciéndolo eres parte de los acontecimientos. Eso es lo que se evidencia verdaderamente global, colectivo, omniabarcante, que es lo mismo que decir ubicuo, simultáneo. La mente humana.
Igual de sorprendente resulta caer en cuenta de que el conocimiento se extrae de la experiencia acumulada. El fútbol y todos los deportes en general por ejemplo, se tecnificaron y se convirtieron en negocio. De algún modo es como decir que tomamos los frutos de la experiencia histórica de todos los grupos humanos y ahora los intencionamos desde lo que hemos aprendido de ello.
Del mismo modo hoy ya no hay guerra casual ni azarosa sino estudiada y premeditada en sus objetivos y desenlaces, guerras por materias primas, energía, control de puntos geográficos estratégicos. Hay un intento de control económico, cultural y militar global.
Además deportes y guerras juegan hoy parte de un mismo guión y libreto preestablecido como cualquier telenovela para exportar. Así se crean por ejemplo grupitos que alteren el orden de la Copa América a jugarse en Venezuela con las cámaras listas a filmarlo. Con lo cual se da la impresión de que el conflicto ya está en marcha y su continuidad es algo lógico e inevitable.
Y justamente así se gesta la paradoja de lo sorprendente. Lo aparentemente nuevo es la resultante de la acumulación de experiencia que al llegar a cierto punto nos permite recomenzar, recrear el camino histórico recorrido ingenuamente, ahora desde el conocimiento, revolucionándonos.
Unos pretendemos entonces mantener y ampliar si es posible las ventajas de las circunstancias heredadas. Otros intentamos, deseamos remontar las desventajas e injusticias en que por lotería, tropismo histórico o intención ajena nos ha tocado vivir. De ese modo los modernos medios de comunicación recrean, anticipan, direccionan selectivamente los paisajes naturales y humanos.
Dicen nuestras más añejas y milenarias tradiciones que a grandes ciclos la luz y la oscuridad, el fuego y el hielo, lo bueno y lo malo se enfrentan, que la vida no es sino un eterno equilibrio inestable entre estos dos principios o polaridades que predominan alternadamente.
Pero en términos más modernos podríamos decir que los intereses e ideales humanos no parecen evolucionar o avanzar linealmente sino que avanzan y retroceden cíclicamente. Bueno y luminoso nos parece lo que facilita y da la impresión de acercarnos a nuestros anhelos.
Lo malo y oscuro aparenta cernirse sobre el horizonte cuando sentimos que ese camino a futuro por el que creíamos avanzar hacia la felicidad, prosperidad, de repente se ve cerrado, interponiéndose un enorme obstáculo entre nosotros y nuestro sueño.
Así ha venido sucediendo en estas crecientemente aceleradas y alteradas últimas décadas, donde los acontecimientos no parecen volver a circunstancias anteriores sino que cambian y siguen cambiando el paisaje al que nacimos y estábamos habituados hasta hacerlo extraño y desconocido.
Desde el corazón mismo de la humanidad brota entonces una nueva sensibilidad. Decimos nueva sensibilidad pero solo son nombres nuevos para un mismo anhelo profundo que el ruido superficial hace difícil escuchar. Lo que si son nuevas son las herramientas para manifestarla en el mundo.
Resuenan ahora el nuevo hombre y mundo, la justicia, libertad, hermandad, igualdad. Pero solo son nuevas concepciones acorde a las circunstancias en que el corazón humano cobra forma. Vivimos entonces la paradoja del escepticismo y nihilismo del agotamiento o muerte de todo modelo o paradigma, simultánea, estructuralmente con la esperanza y entusiasmo del renacer.
Es el atemporal símbolo del ave fénix renaciendo de sus cenizas o el niño divino que renace cada navidad, la primavera del alma que no puede diferenciarse netamente del final del oscuro y frío invierno, el nuevo sol que despunta en medio de la más oscura y larga noche.
Los nuevos y tiernos brotes coinciden entonces con las nieves y hielos a medio derretir, estamos claramente en una transición aún no reconocida en que los hielos se convertirán en agua de vida para las nuevas semillas y brotes que retoñan en medio del confuso lodazal. Las viejas formas, hábitos y creencias se actualizan e incrementan cual resistencia a lo nuevos intentos.
Pero eso solo corresponde a la actualización en conciencia del momento anterior a la entrega de la energía que retenían. Es igual que en una composición musical, todo va girando en un «increscendo» que apunta o conduce a la cresta de una enorme ola, tras la cual viene el desenlace o resolución final donde se descarga todo el sistema de tensiones acumulado en el desarrollo de la interpretación.
Sin embargo nada diferente sucede, solo que el equilibrio habitualmente respetado se rompe para dar paso a un nuevo momento evolutivo. Esto se ve en una familia o relación de pareja igual que en la relación entre las fuerzas políticas y económicas de un país o continentales. Pero solo es un momento de transición que tendrá su resolución superior, en un nivel más elevado.
Nada de ello es objetivo, es solo un fenómeno comparativo de conciencia, un cambio de atmósfera que nos resulta inesperado desde lo habitual y conocido, esperable. Ahora los acontecimientos toman un rumbo alterado e imprevisible que nos hace difícil orientarnos y dar respuestas apropiadas.
Si tu observas los acontecimientos en Venezuela por ejemplo, te enteras de que esta semana se inauguró la primera etapa del complejo termoeléctrico en el Estado Zulia, uno de los seis que se construyen simultáneamente. También se inaugura mañana un viaducto que se había derrumbado y que se había comprometido completar para el comienzo de la copa América, el 26 de junio.
En las siguientes semanas se inaugurarán «200 fábricas socialistas», que tendrán como prioridad la demanda de las necesidades básicas de la ciudadanía. 88 fábricas de alimentos, 12 de productos químicos, 48 de maquinarias y herramientas, ocho de equipos y materiales eléctricos, 19 de plástico, vidrio y neumáticos, 10 de vestido, ocho de transporte, cuatro de viviendas y tres de reciclaje. Está en marcha el proyecto «Industria Petrocasa», que construirá viviendas con plástico, como subproducto del petróleo y pronto serán entregadas computadoras, celulares, autos y motocicletas ensamblados y fabricados en el país con la asesoría de Irán y China.
En esta antidemocrática Venezuela según los medios masivos de desinformación, se inscribieron 5.661.765 aspirantes a miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela y se calcula que al completar los cómputos de los estados que aún faltan superarán los 6 millones.
Estamos hablando de un país de unos 26 millones de habitantes aproximadamente, por lo cual creo que podría afirmarse que proporcionalmente es el partido que más miembros activos ha tenido en todo la historia sin muchas posibilidades de error. Corren rumores de que se inscriben obligados. Otros dicen que les regalan dinero y motos. Se me hace difícil imaginar cuantas fábricas de motos habremos de instalar o importar para satisfacer tal demanda.
¿Ven uds. en alguno de estos hechos algo que posibilite sospechar que el país va cuesta abajo? Si le agregamos que además lleva cuatro años de crecimiento continuo, de los más elevados en América y casi en el mundo, y que simultáneamente se construyen carreteras, puentes, ferrocarriles, subterráneos, y un largo etc. etc. etc. Que por primera vez los dividendos del petróleo se distribuyen entre las clases más necesitadas, ¿creen uds. que amerita suponer que el país camina hacia el caos, retrograda hacia la época de las cavernas?
Y si decimos que todo esto se está haciendo entre golpes de estado, boicots petroleros, guarimbas, atentados de paramilitares, y otro largo etc., cual reacción de los intereses internacionales afectados por esta nueva distribución, ¿no les parece a uds. que este es un heroico y sobrehumano esfuerzo de cambio de la dirección inhumana para reconstruir el país?
Sin embargo hay un 40% de los electores que vota sostenidamente en contra de este proyecto estratégico de cambio hacia una democracia participativa y socialista. Que se deja arrastrar continuamente por una propaganda alarmista que no tiene la menor relación con los hechos citados, pero que tiene el poder para evitar que lleguen a su conocimiento, para desfigurarlos.
Si pensamos que un 5%, cuando mucho un 10% puede considerarse clase adinerada, ¿cómo entonces puede manipularse la opinión de un 30% en contra de sus propios intereses? ¿Y cómo no puede hacérselo con el restante 60%? Este es un tema inesperado y apasionante, porque era de suponer que todo el mundo estaría feliz cuando se llevaran a los hechos los ideales socialistas de la última centuria, pero las expectativas por un motivo u otro resultaron erróneas.
Pareciera entonces que los temas humanos no son muy coincidentes con las expectativas, creencias e ideologías que en torno a ellos vamos desarrollando, que lo que tenemos son más bien especulaciones y conjuntos de opiniones que ganan un cierto consenso epocal. Pero llegado el momento se desgastan y transforman intentando ajustarse a y explicar nuevos acontecimientos.
En el fondo todo tiene que ver con una búsqueda felicitaria que proyectamos sobre el paisaje y nuestros hechos, sobre lo que esperamos como resultado de nuestro hacer. La óptica inversa sería lo que creemos que nos limita, deja insatisfechos, nos hace sufrir, y como creemos poder evitarlo, superarlo, cambiarlo.
Esas creencias y expectativas son las que se frustran una y otra vez sin importar que sea lo que hagamos o logremos. No encontramos lo que creemos o esperamos como fruto de nuestro accionar. Es entonces cuando el consenso de toda una época se cae completo y comienza la extrañeza, desorientación, alteración sicosocial y búsqueda masiva de sentido.
De la cual recién comenzamos a ver los primeros síntomas simultáneos con el desmoronamiento de las instituciones, con toda la delincuencia y corrupción que le es concomitante. Pues las creencias y hábitos económicos ya no tienen su correlato en resultados, y por tanto cada cual busca sus caminos sin creer ni respetar reglas de juego, saltándose los caminos convencionales.
Si algo entonces merece ser destacado una y otra vez es la paradójica mente humana que interpreta los mismos hechos de modos tan diferentes. Mientras unos creen ver la felicidad al alcance de sus manos, otros la ven alejarse camino del sufrimiento. Pareciera entonces lógico concluir que no son los paisajes perceptuales ni los hechos humanos los que lo generan.
Sino las expectativas felicitarias, los valores que sobre todo ello proyectamos como mitos y creencias de lo que de tales objetivos recibiremos o alcanzaremos. ¿Pero hemos encontrado alguna vez en nuestra historia la paz o la felicidad en medio de la economía social, colectiva? ¿Ha sido nuestro hacer vehículo expresivo de tales estados mentales de felicidad y/o paz?
Hay momentos históricos como la transición Medioevo-Renacimiento, o momentos como la guerra de secesión en EEUU, (maquinismo versus plantaciones esclavistas de algodón), como la llegada de los europeos a América, en que uno puede imaginarse la confusión en medio del encuentro de diferentes economías, tecnologías, culturas, mitos. Entonces colectiva y personalmente se derrumban y hacen hasta cierto punto visibles los trasfondos míticos de toda cultura al no ser ya coincidentes con los hechos y totalmente inoperantes ante tales circunstancias.
Porque en el momento del derrumbe de ese mito imperante que tomaba, sugestionaba las miradas, también aflora la sensibilidad que este enterraba o hacía inaudible. Entonces comienzan a recrearse formas y herramientas a manos de la intuición, descubriéndose así las raíces míticas de toda cultura, sus deslumbrantes imágenes que toman la conciencia y disparan acción equilibradora del entorno.
Yo diría entonces que cada vez que se cierra una etapa o se desmorona todo un sistema de creencias, se pone en evidencia un mito cual trasfondo cultural. Estamos recogiendo o vuelve sobre la conciencia para ser reconocido todo lo que proyectamos sobre nuestro paisaje, todo lo que aprendimos de nosotros mismos, de nuestra maravillosa mente aplicándose a nuestro entorno.
Y es la esencia de todo lo pensado, sentido y hecho en ese lapso histórico lo que se convierte en el fundamento del siguiente momento, lo que comienza a cobrar forma cual nuevo modelo organizativo mental. Todo lo que de momento percibimos no es sino el oleaje superficial de este misterioso, rico y maravilloso proceso que es «ser humano».
A veces un elevado sistema de tensiones se canaliza como lágrimas y otras como risas. Si la vitalidad se intensificara aún más hasta podríamos llorar y reír a la vez. Llorar de la risa, reírse del llanto. Por muy diferentes que parezcan las lágrimas de las risas ambas son la descarga, el alivio del mismo sistema de tensión. A cierta intensidad los extremos se encuentran y tocan.