Laurie Anderson es una mujer tecnológica. Hubo un tiempo en que incluso robótica. Extravagancias y compromiso político mano a mano desde que, allá por 1969, se marcó un debut en forma de sinfonía interpretada con bocinas de automóvil.
Así es esta performer estadounidense, presta siempre a epatar mientras pone el dedo en la llaga. La misma artista polifacética que compartió escenario nada menos que con William S. Burroughs, Philip Glass, Frank Zappa, Timothy Leary, John Giorno, John Cage, Allen Ginsberg y Patti Smith en el Nova Convention de Nueva York, en 1978. La misma que alcanzó el número dos en el Reino Unido, a principios de los 80, con una larga diatriba de voz metalizada bajo el título de Oh Superman. La misma que se convirtió en la primera artista residente de la NASA. La misma que ahora, a sus 60 años, llega a España con su espectáculo Homeland, cuya puesta en escena despliega hoy en el Auditorio Kursaal de San Sebastián, el jueves en el Teatro Principal de Zaragoza, el sábado en el Festival Grec de Barcelona y el 17 de julio en el Patio del Conde Duque, en Madrid, dentro de los Veranos de la Villa.
Visión crítica
Poesía y electrónica en un show que disecciona su hipercrítica visión de la Norteamérica actual: su obsesión por la seguridad, la información que no es tal, el miedo como arma política, la violencia cotidiana, la guerra y sus nuevos lenguajes… Apocalipsis, por tanto, algo muy de Laurie Anderson. Sólo hay que escuchar sus palabras para comprobarlo: «La América de hoy es una gran pesadilla, vivimos un momento muy difícil, especialmente por la Guerra de Irak. La opinión pública está en contra, pero no se consigue parar la guerra. Ésa es la principal pesadilla. Pero allí no se habla mucho de la guerra, por eso me creo en la obligación de hacer este espectáculo».
La autora de Mister Heartbreak y Home of the brave, más combativa que nunca, no puede evitar remontarse a otro episodio maldito de la historia de su país: «En la época de la Guerra de Vietnam, la opinión pública tenía capacidad para condicionar las decisiones políticas. Hoy es distinto: las decisiones se toman ligadas a los emporios económicos».
Pero su experiencia con la NASA parece que le ha dejado huella y la ayuda a no caer en el pesimismo desaforado: «A mí me preocupan las cosas que nos afectan de aquí a los próximos 50 años, como el calentamiento global o la superpoblación, pero la NASA está desarrollando un proyecto a 5.000 años vista para sacar del mundo todo lo malo: las fábricas que contaminan, etcétera. Es un proyecto en el que están trabajando realmente, con el objetivo de convertir el planeta en habitable otra vez». ¿La NASA va a salvar el mundo? «Bueno, no es eso, pero sí es como los misioneros, por ejemplo. Lo que hay que hacer es colaborar entre todos los países, no que cada uno reclame ser dueño de tal o cual cosa, como pasa ahora con China».
La gira de Laurie Anderson coincide con la reedición de Big science, su obra maestra, remasterizada 25 años después para reivindicar su vigencia (sería impensable una artista como Björk sin el poso de un álbum como aquél). El nuevo pack incluye, además, Walk the dog, que en su día fue la cara B de Oh Superman, catapultada por el mismísimo John Peel (el influyente, y ya fallecido, locutor radiofónico, agitador de las ondas desde su atalaya de la BBC).
«Una vez que grabo un disco, no lo vuelvo a escuchar», aclara Laurie Anderson, «pero ahora, como se ha reeditado, sí lo he hecho y me viene a la mente que Oh Superman fue una pieza compuesta en un momento tan difícil como el de hoy. Va sobre perdedores, sobre la humillación de una potencia mundial a pesar del poder de la tecnología. Y todo esto sucede hoy: la tecnología no hace a Estados Unidos un país más seguro».
Sólo una semana después de los atentados del 11 de Septiembre, esta indómita artista sobrecogió al público neoyorquino con sus casi proféticos versos para Oh Superman: Aquí vienen los aviones/ Son aviones americanos/ Hechos en América/ ¿Fumador o no fumador? Inquietante.
El «dulce» Lou Reed
Pasan los años y la relación sentimental de Laurie Anderson con Lou Reed está más que consolidada. ¿Choque de trenes, o mejor dicho de egos? Sería lo previsible, pero la realidad parece contradecir a los agoreros que pensaban que la pareja sólo era una ‘boutade’ de última hornada en el universo neoyorquino.
La poesía los une. Indudablemente. Por mucho que él sea un músico que apuesta fundamentalmente por los sonidos orgánicos para arropar su atormentado lirismo y ella una aguerrida defensora de la tecnología, hasta el punto de que el ‘vocoder’ (ese instrumento electrónico que distorsiona la voz) es una de sus señas de identidad.
Pero los instrumentos de cuerda se abren paso en el nuevo espectáculo de Laurie Anderson. ¿La sombra de Lou Reed? «Lou me ha ayudado mucho en el proyecto de ‘Homeland’. Más que nunca. En los ensayos, en la forma de estructurar las canciones», confiesa esta misteriosa mujer, muy expresiva con sus enormes ojos.
No le suele gustar a ella airear detalles de su vida en común con el ‘tótem’ de la mítica Velvet Underground, de ‘Transformer’, de ‘Coney Island baby’… Sólo dice en voz baja: «Es la persona más dulce que conozco».