No hace falta esforzar demasiado nuestro «sentido común» para asociar algunos elementos dispersos del acontecer nacional en el tema Derechos Humanos que vienen gestándose desde hace algún tiempo; claro está si por lo menos tenemos la perspicacia de estar informados de lo que sucede un tanto más allá de nuestras narices, o diciéndolo de otro […]
No hace falta esforzar demasiado nuestro «sentido común» para asociar algunos elementos dispersos del acontecer nacional en el tema Derechos Humanos que vienen gestándose desde hace algún tiempo; claro está si por lo menos tenemos la perspicacia de estar informados de lo que sucede un tanto más allá de nuestras narices, o diciéndolo de otro modo, si entendemos que lo que sucede en nuestra patria está también relacionado con lo que pasa en otros sitios… como lo ha estado también desde hace muchos años.
Chile, y lo que en él acontece, así como toda nuestra Latinoamérica, no ha dejado de ser jamás una preocupación importante para los nunca bien ponderados amos del Norte. No iniciaremos aquí la descripción del decálogo de razones concretas que nos llevan a afirmar lo antes señalado: se parte de la base que la inteligencia meridiana y la memoria de quienes leen esto estén todavía despiertas y no se hayan esfumado con el bombardeo cotidiano de información basura o con el advenimiento de tantos artilugios deslumbrantes que podemos hoy soñar o disfrutar «gracias a la democracia» neoliberal, los cuales, a parejas del placer hedónico que nos proporcionan, cumplen también la función de inocularnos cierta cantidad de estupidez e inercia, muy bienvenidas por aquellos que desde las sombras, siguen manejándonos como marionetas.
Es cierto que también por otra parte, el miedo aprendido durante los años de dictadura continúa operando a pesar del tiempo transcurrido en un sentido contrario a la forma natural que nuestros cerebros pudieran encontrar para funcionar; el escalofrío ya conocido se hace presente cada vez que intentamos penetrar y entender algún tema espinoso relacionado con el horror que durante esos años se enseñoreo a sus anchas en nuestra patria y continente. Sobretodo, la impunidad de los crímenes y el enmascaramiento de la verdad presentes en todas y cada una de las investigaciones tendientes a lograr la Verdad y la Justicia, contribuyen por supuesto a descorazonar a muchos.
Mientras tanto, un desproporcionado empeño de nuestra izquierda actual, afanada, salvo excepciones, en irse constantemente por las ramas en variados temas candentes buscando quedar bien con dios además del diablo y a la que debemos señalar una casi generalizada recurrencia a métodos que inciden en la falta de unidad popular, confunde y aleja a no pocos que honestamente pudieran ser activos participantes de la lucha pendiente y necesaria para liberar la patria y el alma de los chilenos.
En todo caso, nada ha sido ni es fortuito por parte de los diversos gobiernos de la concertación en la política de ocultamiento y contrainformación que estamos siendo objeto respecto a lo que se hace en torno a los Derechos Humanos. La blandenguería y contemplaciones con las que se trata oficialmente a los implicados en brutales crímenes cometidos en contra de nuestro pueblo y la impunidad respecto a los verdaderos responsables son tan reales como imprescindibles al modelo, y una consecuencia directa de lo que es realmente la democracia chilena: nada más una verdadera neodemocracia contrainsurgente, o en otras palabras, la forma concreta que se ha seleccionado para dar continuidad «perfecta» al anterior período dictatorial y NO la antítesis del mismo. Sin dudas, lo que vivimos actualmente es el más acabado modelo de gobierno con capacidad de control hacia la sociedad chilena, modelo necesario para la Paz de los poderosos y del amo imperial, continuidad directa de lo que se iniciara con la dictadura inspirada en la Doctrina de Seguridad Nacional elaborada en el Pentágono.
Un cóndor emprende el vuelo
Es en este contexto que el cóndor Iturriaga emprende el vuelo. Aupada ideológicamente su asquerosa almita fascistoide al constatar el espectáculo masivo que se desarrollara durante los recientes funerales de su jefe directo, fue rumiando en su buche durante meses la idea de que contaría para proteger su fuga no solo con el apoyo incondicional de sus pares y los actuales representantes del poder armado, sino además con la simpatía de los miles de chilenos que concurrieron a despedir al ídolo, y en eso no se equivocaba. Tendremos que imaginarlo hoy entonces sintiéndose protegido y protagonista frente a ese público que había permanecido durante años casi en silencio disfrutando a sus anchas del poder y la victoria obtenidos en base a la complicidad con el crimen.
Pero existen otros elementos en la fuga del cóndor Iturriaga que habría que tener en cuenta y que sin dudas, no estamos todavía en condiciones de aquilatar en su dimensión integral, pero van aquí algunos componentes de los mismos, para la reflexión y para que nadie diga después que «no sabía»…
Condorito Iturriaga formaba parte del selecto grupo de asesinos formados por el amo imperial al interior de las instituciones militares con el propósito específico de utilizarles para depurar del «comunismo» el continente americano desde el sur del rio Grande hacia el sur, todo el Sur. En dicha calidad (no discutiremos aquí acerca de la pertinencia del vocablo empleado) fue encomendado a diversos trabajos de envergadura dentro y fuera del país -suficientemente documentados-, que acometió imbuído de generosos recursos proporcionados entre todos los integrantes de las brigadas del cóndor latinoamericano, más que de conciencia. ¡Qué conciencia iba a tener cuando fue capaz de participar en nada menos que el asesinato de quien había sido su propio general en jefe, Carlos Prats González…!
Para llevar a cabo estas tareas fue puesto en contacto con otros militares latinoamericanos, todos ellos también enceguecidos de soberbia, convencidos que cumplimentaban una misión casi divina y que la historia les albergaría en sus páginas por los siglos de los siglos como los «salvadores de la libertad y la democracia». Probablemente ninguno se percató entonces que eran utilizados simplemente como los perros de presa del amo, destinados a hacerle el trabajo sucio.
Hasta ahora le estamos analizando en un contexto relativamente restringido, a lo más operando en la vecina Argentina, u ocasionalmente en algún país europeo, como cuando fueron a atentar contra don Bernardo Leighton y su esposa, o los EEUU, como cuando asesinaron a Orlando Letelier y Ronnie Mofit, pero este condorito Iturriaga formaba parte de una red enorme y poderosa de la cual en tanto protagonista era nada más un pequeño espécimen.
Los condoritos latinoamericanos, en tanto bisoños hijos del águila norteña, fueron puestos desde el inicio del período dictatorial en contacto con los verdaderos expertos del terror, confiables ciento por ciento del amo imperial; profesionales que conocían a cabalidad el terreno en el que se movían, actores de mil batallas innobles dentro de la guerra sucia que en el continente y donde fuera necesario se desarrollaba para mantener el planeta limpio de comunistas u otros que fueran considerados como un estorbo: ellos eran los «guerreros por los caminos del mundo», como todavía propagandean hasta el día de hoy.
Es entonces en este contexto de «guerra fría» global donde los noveles condoritos latinoamericanos hicieron su estreno como asesinos.
No les fue muy difícil aprender de los expertos profesores que les enseñaban cómo y dónde poner bombas con el efecto esperado, o arrancar la vida de mil maneras a miles de seres humanos y desaparecer las huellas del crimen…
¡Cómo habrán escuchado boquiabiertos nuestros todavía inexpertos milicos sureños cuando los terroristas cubanoestadounidenses de marras les narraban algunas de sus experiencias planetarias y exitosas acciones entre las que se contaban el derribo de aviones civiles con decenas de pasajeros a bordo, las bombas en jardines de infantes, voladura de barcos, hoteles, escuelas, etc.; la muerte y solo la muerte triunfante y a sus anchas!
La impunidad con la que estos verdaderos profesionales del terror habían podido operar por doquier les incitaba sin dudas a la emulación. Se sintieron a partir de entonces también parte de ese grupo de semidioses seleccionados a dedo por el imperio. Se creyeron imprescindibles y protegidos.
El cóndor pierde sus plumas
Pero un simple perro de presa o cóndor carroñero no disfruta eternamente los favores de su amo. Mientras fueron necesarios para eliminar las «amenazas» que desde los pueblos se temían, se les cebó y protegió. Pero en cuanto se cumplieron los propósitos de controlar los pueblos que en el continente luchaban por su dignidad y libertad, eliminando la amenaza mediante el terror y el crimen en sus múltiples formas, el amo imperial propuso sabiamente a las diversas dictaduras latinoamericanas evolucionar hacia formas de apariencia menos brutal. Ya había sido conseguida además, a parejas con la eliminación de opositores, la modernización del sistema: el neoliberalismo.
La mayoría de los militares chilenos, con Pinochet a la cabeza, fueron especialmente reacios en aceptar que su tiempo se había acabado e intentaron demorar al máximo su retiro; no se resignaban a replegarse a los cuarteles con solo el «mérito» de haber luchado contra el comunismo internacional (además de por supuesto el botín obtenido en dicho accionar).
Pero por más que trataron de mantener su estatus intacto fueron poco a poco puestos patitas en la calle: para los nuevos tiempos democráticos se requería de nuevos métodos, nuevas «oficinas» y nuevos actores que se desligaran de la estela nauseabunda de horror que habían dejado los cóndores a su paso por el poder. Así es la vida y la neodemocracia… contrainsurgente.
Con sorpresa, miedo y rabia, fueron viendo cómo sus antiguos amos les colocaban además a disposición de una parodia de justicia, pidiéndoles por favor y con suaves palabras que colaborasen entregando un mínimo de informaciones acerca de sus tropelías… que purgaran algunos añitos abanicándose protegidos en cárceles de cinco estrellas…
A pesar de la suavidad del trato ofertado, fue en ese momento cuando las cáscaras de huevo de los cóndores carroñeros se quebraron en mil pedazos, yéndose a las pailas la omerta que habían jurado corvo en alto mantener a toda costa. Esta vez fueron sus dedos índices los que se entrecruzaron temblando cobardemente en una esgrima de acusaciones mutuas, gracias a las cuales fue posible además conocer una pequeña parte de sus «heroicas» acciones anticomunistas. Otra pequeña parte fue desclasificada en la ocasión como contribución especial por el amo imperial, para congoja y pavor de sus antiguos y fieles canes/cóndores, dándose inicio a la parodia de justicia que hasta el día de hoy nos tiene a todos expectantes por conocer de una vez por todas quién fue el verdadero responsable de algo.
Desconcertante debe ser para un cóndor como Iturriaga ser dejado de lado de un modo así y acusado por aquellos mismos que le habían dado de comer en la mano mientras le adiestraban a morder la presa hasta hacía unos pocos años. ¿Qué pensará por ejemplo este condorito al enterarse que incluso el representante actual del amo imperial en Chile, don Craig Kelly, visita accediendo a gentil invitación y con lágrimas en sus ojos de águila, lo que fuera uno de los recintos predilectos para el horror de antaño, la Villa Grimaldi?
Obviamente el desconcierto debe haber hecho mella bien adentro de su cobarde alma y sumado elementos para hacerle tomar la decisión de volar del nido.
Pero no volará demasiado el cóndor Iturriaga. Sus alas ya fueron cortadas cuando se decidiera allá arriba en el Pentágono que la misión «anticomunista» había sido alcanzada. Por más que encuentre refugio provisorio entre los amigotes que le van quedando, los mismos no lo ampararán cuando algún policía dé con él y difícil es imaginarlo defendiendo su vida arma en mano; ninguno de sus amigos de correrías ha tenido hasta ahora los cojones para hacerlo, por la misma razón que les une desde el principio: son simple y llanamente unos cobardes. Nadie da un veinte por salvar un cóndor desplumado. Y ya su suerte está echada.
El águila tiene ahora un problema…
Desde hace un tiempo y gracias a las informaciones aportadas principalmente por Cuba y Venezuela, algunos de los «guerreros de los caminos del mundo» cubanoestadounidenses que participaran también en crímenes cometidos en nuestro país y continente están en la mira, haciendo que la posición oficial del gobierno de los EEUU se encuentre en jaque.
Mientras en Chile don Craig Kelly visita «emocionado» la Villa Grimaldi, en un gesto que es nada más un intento hipócrita de desmarcarse del horror promovido contra nuestro pueblo desde el corazón del imperio que representa, las actuaciones de los «guerreros por los caminos del mundo» que están siendo destapadas ayudan a conocer la dimensión real del terrorismo que se pretende ocultar.
La participación de terroristas como Posada Carriles, Orlando Bosch y la pléyade de asesinos a contrata de la CIA que les secundaban, implicados en la planificación de golpes de estado por doquier, el asesinato de líderes populares, etcétera, revelan para nuestros pueblos la indesmentible y verdadera cara del imperio.
Incluso más, si por casualidad llegasen a interesarse verdaderamente los poderes judiciales de nuestros países y el de los propios EEUU, aflorarían a poco andar antecedentes siniestros que dejarían muy mal parado al sistema de gobierno estadounidense: pudiera entonces llegarse fácilmente, siguiendo la hebra de alguno de estos «guerreros por los caminos del mundo», hasta el momento en que fueran eliminados John Kennedy en su calidad de presidente de los EEUU y posteriormente su hermano Robert. Tremendo problema tienen ahora allí en la Casa Blanca, la CIA y el Pentágono para explicar al mundo y a su pueblo qué hacían actuando impunemente en todos lados estos terroristas, al poco tiempo después de haber estado formando parte del mismo equipo de asesinos que diera cuenta de su propio presidente. Cómo podrían explicar ese grado de confianza en ellos depositada, sino porque eran precisamente sus terroristas predilectos.
«Guerreros por los caminos del mundo», desechables
Evidentemente nuestro condorito criollo Iturriaga nada tiene que ver en esto último mencionado, qué más querría él… pero el pobre ha andado metido entre las patas de los mismos caballos y estos patean fuerte, fuerte.
Mal momento ha escogido entonces para fugarse. Como siempre equivoca una vez más su apreciación del contexto político que está viviendo y le tocará conocer en carne propia que, cuando el amo dice ¡quieto!, debe quedarse quieto. La trama de poder oculto existente dentro de los EEUU, ese verdadero gobierno, lo que menos necesita en estos momentos es que le remuevan temas delicados y comprometedores.
El pueblo estadounidense, en buena parte hasta ahora mantenido en la ignorancia de estas y otras muchas conspiraciones realizadas en nombre del llamado «destino manifiesto», o en el de la «libertad y la democracia», o como ahora último en el de la «guerra contra el terrorismo», ha venido conociendo paulatinamente hasta donde pueden llegar sus representantes. Con sorpresa, algunos ingenuos que hasta ahora habían vivido sus existencias girando en torno al McDonald o el Walmart, van descubriendo que el sistema que disfrutan está desde siempre cimentado sobre el dolor y la muerte para millones que no han muerto fruto de la casualidad, sino en acciones especialmente destinadas a ello, planificadas desde las instancias secretas del poder, siempre ocultas a la vista de la sociedad. Comienzan a entender que es intrínseco a ese sistema el encomendar a asesinos profesionales el trabajo sucio, para que no se ensucie la imágen oficial.
En este contexto actual, especialmente problemático para el gobierno de los EEUU, lo que se espera de la «neodemocracia chilensis» es que apure el paso enviando sus negociadores a parlamentar, y neutralice cuanto antes los aleteos de nuestros cóndores criollos. Ya el acuerdo se suponía finiquitado en que algunos de ellos pagarían sus faltas lo más levemente que se pudiera, pues ese ejemplo y parodia de justicia eran requeridos como chivo expiatorio para que el modelo pudiera aparentar justicia y obtener credibilidad ciudadana.
Hoy, en neodemocracia, debe quedar claro que no hacen falta cóndores volando en picada sobre alguna presa ni graznando su alaraca (para eso tenemos policías expertos en represión, leyes y cada vez más precisas leyes y «oficinas inteligentes» adhoc); y, en el caso eventual que se requirieran para algún trabajito sucio podrán encontrarse fácilmente los que hagan falta en el mercado de las bajezas humanas, el mismo sitio en donde fueran recogidos hace más de treinta años, especímenes como Iturriaga. Hoy, como la de Posada Carriles, la vida de Iturriaga no vale un comino.
Mientras tanto, nuestro pueblo le da vueltas y vueltas a una de las frases que este último declarara hace unos días: «Fui sometido a un indebido proceso, al igual que aproximadamente 500 integrantes de las FF.AA. y de Orden…».
Tiene razón Iturriaga: esperaremos, para darle a él y los «500» un debido proceso.