A propósito de la censura judicial contra la revista de sátira política EL JUEVES , existe un mundo real para el rey, y otro muy distinto para los demás; y mientras eso siga así, que nadie diga que todos somos iguales ante la Ley, porque existe una ley que protege al tirano de la ciudadanía, […]
A propósito de la censura judicial contra la revista de sátira política EL JUEVES , existe un mundo real para el rey, y otro muy distinto para los demás; y mientras eso siga así, que nadie diga que todos somos iguales ante la Ley, porque existe una ley que protege al tirano de la ciudadanía, pero ¿quién nos protege a nosotros del tirano?
Tenemos leyes que no saben de Justicia, y jueces que solo saben de leyes; idolatramos pactos consentidos a punta de pistola y permitimos que la tradición prevalezca sobre el sentido común, sobre la decencia, la lógica y aún a los Derechos Humanos.
Una cosa es tolerar que la nostalgia de cuatro fascistas continúe ensuciando la cabecera de todos nuestro documentos oficiales, y otra muy distinta permitir que un juez que no parece saber ni en qué año vive, ignore el principio de igualdad ante la Ley, anteponiendo el honor del heredero del cómplice de Franco al ejercicio de la libertad de expresión.
Me explico: resulta, que en mi país de países, hay un fiscal que ha tenido la ocurrencia de pedirle a un juez, que secuestre una publicación impresa, solo porque en su portada aparecen dos monigotes expresando un mensaje que todos conocemos pero que no está permitido pronunciar. Y resulta además, que en ese mundo real de mentira, el juez ha hecho uso de su libertad fáctica para prevaricar desde la impunidad, accediendo al infame deseo del súbdito ministerial, mandando retirar todos los ejemplares de esa publicación.
Mas, hete aquí que tanto juez como fiscal han metido la pata, y si me lo permiten: la han metido soberanamente. ¿Por qué? Por diversos motivos, que a continuación paso a exponer:
Aumento efectivo de la difusión de la noticia
Por si alguien no se había dado cuenta, vivimos en una sociedad de la información, una sociedad en la que prohibir un medio de comunicación, lo singulariza hasta el extremo de convertirlo en el principal objeto de atención pública. De forma que todos terminan por acceder a él, bien directamente, en el sitio web de la editorial objeto de censura; bien en los demás medios de comunicación -masivos o alternativos-.
Por eso, lo único que han conseguido los dos orates togados es precisamente un efecto inverso al buscado por el legislador que redactó el texto de los artículos que amparan la censura oficial. Muchas gracias por vuestra absurda prohibición, cazurros, gracias, porque ahora es seguro que todos y cada uno de los 44.000.000 de ciudadanos que pagamos vuestro sueldo tendremos conocimiento de la publicación que inútilmente tratasteis de ocultar.
Publicidad gratuita para el medio censurado
Las condenas previstas en la legislación que protege la figura del tirano, tratan de hacer daño en diversos aspectos de la vida de quien se atreva a infringirlas: por un lado amenazan su libertad (artículo 490.3 del Código Penal), y por otro, intentan comprometer su estabilidad económica al imponer un régimen de multas absolutamente desproporcionado (artículo 491.2 del Código Penal).
Bien, si uno de los objetivos era perjudicar económicamente al medio de comunicación objeto de la censura, sepan que también en eso se han equivocado, porque los beneficios obtenidos por la publicidad indirecta generada por esta noticia servirán para cubrir con creces la mordida medieval impuesta en nombre de la Justicia del Rey. No sé ustedes, pero yo pienso volver a comprar El Jueves. Lo haré libremente, por solidaridad, por militancia, por compromiso… y porque está de puta madre.
Empobrecimiento de la confianza en la Justicia
Otro de los efectos de este ataque a la libertad de expresión, es el grave daño causado sobre la percepción pública de la imagen, confianza y credibilidad Administración de Justicia.
Y es que seremos muchos los que al ver a los secuaces del tirano ejercer su fuerza bruta contra nuestros derechos, recordaremos imágenes de los dibujos animados y alguna película de época, en las que aparecen los ‘soldados malos’ del ‘rey malo’, acosando a los vasallos para cobrar impuestos abusivos, o maltratando a labriegos hambrientos que fueron sorprendidos mientras cazaban en los cotos del Señor.
Si de verdad es cierto que todos somos iguales ante la Ley (artículo 1.1 de la Constitución Española), y la Ley permite que sea yo el caricaturizado, ¿por qué no se puede caricaturizar al heredero del sucesor de Franco? ¿Ésta es la Justicia en la que hemos de confiar? Ruego a Lenin que jamás tengamos que necesitar nada de ella, porque yo al menos, no puedo confiar en esta simulación de sistema jurídico.
Ahora que lo pienso… en la España de 2007 los jueces siguen dictando sus sentencias en nombre del rey -cágate lorito-.
Cuestionamiento de la vigencia legal
Por todas esas razones, uno termina por creer que las leyes que protegen al tirano son extemporáneas, que carecen de pleno vigor ético, porque todo eso de «velar por la integridad moral del Soberano, designado por Dios para guiar nuestros caminos hacia un horizonte de prosperidad», y demás literatura teojurídica se nos antoja medieval, falso y sin sentido.
¡Por favor, piensen en un rey! ¡Por favor! Es algo así como un traje regional… Hay que decirlo más: el monarca es una figura del folklore institucional. Sigue ahí, por inercia jurídica, por conveniencia oligárquica, por su propio interés y porque en su momento representaba una forma descafeinada de franquismo light, con la que contentar a cuatro nostálgicos de aquella juventud en la que nos sometieron a genocidio.
Hay que decirlo más: estamos en 2007, el rey sobra, y las leyes que le protegen también.
Ese sujeto no representa al país, solo se representa a sí mismo: a su ambición desmedida y a su pasado de complicidad criminal con un dictador autócrata y criminal de guerra. Por eso, intentar hacer valer leyes medievales en la actualidad, es un acto de ignorancia cívica, una pedantería legal y un crimen de odio político.
Cuestionamiento de la monarquía
Hablando con franqueza: el estatuto político de la tiranía es tan endeble, que cualquier mención a la misma resulta en su cuestionamiento. No conviene pensar hablar sobre el rey, porque incluso alabarle le perjudica.
Por eso, cuando a un ridículo picapleitos post-opositor de mediana edad, se le ocurre agitar el agua de la plácida balsa en la que flota el yate del rey, lo más normal es que consiga justo lo contrario de lo que sus cortas entendederas le hacían esperar: este acto de censura perjudicará gravemente la figura del a monarquía, porque sirve para poner de manifiesto unas diferencias legales que carecen de base ética. Es aquello tan castellano de «O votamos todos, o la princesa al río» (interpretación libre).
Desde aquí, mi solidaridad con EL JUEVES, me conozco, y sé que soy un despistado, por eso voy a suscribirme, porque no quiero perderme ninguno de sus próximos ejemplares. Y además le voy a pagar una suscripción a mi primo Domènec, que sigue en la universidad y al pobre no le alcanza ni para calimocho.
¡Salud e igualdad!