En uno de los países más desiguales del mundo, el vocero del empresariado chileno, Alfredo Ovalle, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (la cual es parte de la Cámara de Comercio Internacional (ICC), la Organización Internacional de Empleadores (OIE) y representante de la patronal en la Organización Internacional del Trabajo (OIT)) […]
En uno de los países más desiguales del mundo, el vocero del empresariado chileno, Alfredo Ovalle, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (la cual es parte de la Cámara de Comercio Internacional (ICC), la Organización Internacional de Empleadores (OIE) y representante de la patronal en la Organización Internacional del Trabajo (OIT)) es recibido en La Moneda , donde manifiesta su preocupación por la huelga de los trabajadores de CODELCO y otros conflictos que afectarían las millonarias tasas de ganancias de los dueños de todo. Desembozadamente -como hablan los patrones cuando de defender sus intereses más preciados se trata- Ovalle señaló que el movimiento obrero estaría «dañando la imagen país de Chile» poniendo en riesgo la «paz social» necesaria para inversión trasnacional y el buen curso de los negocios privados en la nación. Sin hacer uso de los mediadores históricos de la clase en el poder -los dirigentes de los partidos de derecha- , Ovalle cobra «in situ» la inversión, espaldarazo y propaganda puesta al servicio del conglomerado oficialista, groseramente publicitada en el gobierno de Ricardo Lagos. Más allá de que la CPC coloque en cada elección sus huevos en ambas canastas que forman el sistema político burgués alambrado por la Constitución pinochetista; sin duda, la Concertación ofrece hasta el momento, superiores ventajas para la reproducción del capital.
Desde el Ministerio de Hacienda y con mano de hierro, se aplica el manual neoliberal más ortodoxamente instaurado en el Continente que demandan las burguesías para su despliegue y desarrollo. Para nadie es un secreto que en Chile la trama agresiva del neoliberalismo ha vuelto mercancía al conjunto de relaciones sociales del país. La cuadrilla que administra el poder desde el Ejecutivo permanece esmaltada con las huellas de la lucha antidictatorial. Este dato, vuelve a la Concertación un capataz más presentable ante el actual concierto internacional e interno, que disfraza la explotación de los pobres con retórica «de ciudadanía participativa», «gasto social focalizado» y democracia sin pueblo.
Considerando que hasta el Episcopado -cuyos lazos con el poder son entrañables- ha expresado al mundo empresarial su alarma por la «inequidad evidente» que lacera la sociedad chilena (temiendo, como ha sido histórico por parte de este sector, el peligro de una agudización de eventuales conflictos de clase); la visita de Ovalle a la Casa de Gobierno significa por lo menos, dos cosas: un llamado de atención y la urgencia de poner orden ante el levantamiento de cabeza de los trabajadores; y la pasada de cuenta por el apoyo brindado a los liderazgos que administran el Estado y el control social. La vía directa empleada por el empresariado, permite que la derecha continúe, por carriles paralelos, agitando un discurso meridianamente populista en lo social, y de «centro» en lo político. Se revela así, con claridad, el lugar que tiene asignado el Estado para la burguesía, y la división del trabajo que organiza con la derecha para presionar de distintos frentes y modos cuando observa potencialmente dañados sus intereses de clase.