Son las 7 de la mañana y Piedad Córdoba ya está en la peluquería maquillando su negrura y acomodando el pelo para que el turbante que usará ese día se ajuste a la perfección. A la una de la tarde tomará un avión a Washington. Tan sólo ha dormido unas horas porque aterrizó en su […]
Son las 7 de la mañana y Piedad Córdoba ya está en la peluquería maquillando su negrura y acomodando el pelo para que el turbante que usará ese día se ajuste a la perfección. A la una de la tarde tomará un avión a Washington. Tan sólo ha dormido unas horas porque aterrizó en su casa de madrugada para cambiar las maletas que traía de Caracas por otras para llevar a sus nuevas citas en la capital de Estados Unidos. Tiene rastros de un paso fugaz por una clínica donde le trataron un colon rebelde que la puso en aprietos pocos minutos después de hablar con el presidente Hugo Chávez, pero se ve tranquila y sonriente, a pesar de las carreras. No lo manifiesta, pero es fácil notar que está feliz, animada y resuelta.
A los 52 años, y luego de pasar por un intenso drama personal y de estar en un momento político enredado con su partido, Piedad se echó al hombro la tarea de destrabar el acuerdo humanitario y lograr la libertad de los secuestrados. Y le está yendo bien.
Uno de los principios básicos de la negociación de conflictos indica que lo primero que una tarea de facilitación debe hacer, es conseguir hablar con todas las partes involucradas. Y esto, en tiempo récord, lo ha logrado Piedad. Habla con el presidente Álvaro Uribe, habló ya con las Farc, recibió el apoyo de Estados Unidos y tiene encantados a los franceses. Y metió en el juego a Chávez, de evidente importancia por lo que significa su posición política y su carácter de líder revolucionario.
La conjunción de todo esto muestra que Piedad está actuando con prudencia, cruzando los hilos del complejísimo tejido de variables nacionales e internacionales que podrían conducir a que las Farc y el gobierno del presidente Uribe se sienten en una mesa para acordar los términos de un acuerdo.
Al salir de la peluquería, ya con su vanidad tranquila, toma camino a la Casa de Nariño. Tiene una cita con Bernardo Moreno, el secretario general de la Presidencia. El comisionado Luis Carlos Restrepo la verá en el aeropuerto. Hasta el momento su papel tiene contento al gobierno porque está seguro de que Piedad, que aceptó la invitación del presidente Uribe para ser facilitadora, sabrá mantener sus dos condiciones inamovibles: No al despeje y no regreso al monte de los guerrilleros presos. Pero ella no está concentrada en lo que no se puede, sino en el empeño de sacar adelante su misión.
Llega a su casa y se cambia los zapatos para estar más cómoda. En el celular hay una llamada de la embajada de Estados Unidos. «¿Cómo le va amigo afrocolombiano?», le dice entre carcajadas a Brian Nichols, funcionario de alto nivel que le cuenta que todo está listo para sus vueltas en Washington. Es hora de enviar las maletas para que adelanten el trámite de su viaje, se toma un tinto y con su ímpetu veloz cuenta cómo lo que despegó hace un mes tomó un vuelo que ella califica de irreversible.
Lo afirma con el deseo, pero también con razones. Como que el acuerdo humanitario se convertirá, según ella, en un tema de América entera. Una prueba de ello es el nivel de interlocución continental que tiene la senadora. De tiempo atrás Piedad viene hablando en escenarios internacionales sobre la soledad de Colombia en la solución de su conflicto armado. Ha dicho que los vecinos deben ayudar a paliar la crisis humanitaria del desplazamiento y a liberar a los secuestrados porque la guerra en esta esquina del continente debe preocupar a toda la región. Uno de esos eventos fue en México, en marzo de este año, cuando sus palabras sobre el gobierno Uribe en un foro del Partido de los Trabajadores armaron un escándalo porque el gobierno reaccionó con la información sobre la presencia de las Farc como uno de los grupos políticos que invitaban al mismo.
Piedad además está sintonizada con los grupos políticos socialistas, afros y de mujeres, en países como Argentina, Chile, Uruguay. Asistió como invitada por el presidente Evo Morales a su toma del poder en 2005 en La Paz. Habla por teléfono con los mandatarios de Republica Dominicana, Leonel Fernández, y de Panamá, Martín Torrijos. También asistió a la celebración de la independencia de Puerto Rico. Ni qué decir de la cercanía con Daniel Ortega en Nicaragua o con Correa en Ecuador.
Y si a esto se le suma que tiene como mentor político y líder al presidente Chávez, el círculo se amplía y se concreta aun más el hecho de que el acuerdo humanitario sobrepase la agenda doméstica y se convierta en un tema regional. En Venezuela ya arrancó una ‘campaña nacional por el acuerdo humanitario en Colombia’, por radio, prensa y televisión. Y según la senadora, se empezarán a ver afiches y a oír las campañas en todos los países «desde Canadá, hasta la Patagonia». Hace 15 días reunió a todos los embajadores de América Latina en la embajada de Argentina y todos prometieron ayudarla.
Otros grandes de la región y de Europa están sintonizados. Luiz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil, repitió una vez más que prestaba el territorio si era preciso, y desde Francia, Nicolas Sarkozy no oculta las ganas de venir al trópico a empujar el tema, más aun cuando a su gran idea de liberar a Rodrigo Granda no se le ha visto utilidad.
Si la ola crece en este sentido, se podría pensar que el proceso no se limitaría a buscar condiciones para un acuerdo humanitario, sino que le abriría posibilidades a una negociación de paz. Ya lo dijo Chávez en sus reuniones de Bogotá. Y también es interés expreso de las Farc, a las que este escenario empieza a desdibujarles la obsesión por el despeje.
Colombia, entonces, tendría que valorar si le sirve la ayuda que le expresan sus vecinos y si permite materializarla. El presidente Uribe no se quedaría en ningún caso con los brazos cruzados dejando que otros le resuelvan ‘su’ problema a su manera. Pero las salidas de sus alfiles en el gobierno empiezan a evidenciar la molestia que produce la idea de que las Farc recobren las alas que él tanto ha querido cortarles.
En el fondo el camino que se abre y que Piedad está facilitando es el que les permite a las Farc moverse como actores políticos. Una situación que va en contravía del conocido discurso de José Obdulio Gaviria, y del mismo presidente Uribe, sobre el carácter terrorista de las Farc y la negación de que en Colombia hay un conflicto armado. ¿Le llegó la hora del pragmatismo al segundo cuatrienio uribista? ¿Tendría un sabor dulce el final de su mandato si los secuestrados siguen en el monte o han sido asesinados?
Las Farc podrían estar golpeadas, pero no acabadas, en tres años. Lo cierto es que las dinámicas internacionales no son estáticas y muchas veces no hay forma de detenerlas cuando toman un ritmo, como pareciera ser el que se podría dar ahora. A Uribe, que no está para cosas pequeñas, también le conviene que el acuerdo se logre y que se abra un escenario de diálogo con las Farc.
Y las Farc
Hace al menos nueve años que Piedad Córdoba no veía a ‘Raúl Reyes’. La última vez fue en el Caguán. Pero una vez el presidente Uribe y Chávez hablaron en Hatogrande de que un encuentro entre la guerrilla y el mandatario venezolano se podría dar, Piedad sabía que era urgente hacer esa vuelta. Buscó los contactos que la podían llevar hasta ‘Reyes’, que en las últimas semanas había recibido a varios periodistas de medios internacionales. Y se embarcó hacia la selva. Dos largos días de viaje hasta llegar al campamento. ‘Reyes’ se mostró animado con el panorama para el acuerdo y, según algunos familiares de los secuestrados, Piedad logró que el jefe guerrillero le confirmara que están vivos.
Ninguno de los facilitadores que hasta el momento se le habían metido al tema consiguió reunirse con ‘Reyes’. Eso significa, sobre todas las cosas, que hay comunicación entre Piedad y las Farc, asunto clave para ejercer su tarea y también que hay disposición para escucharla. ¿Por qué? Las puertas de las Farc se abrieron a Piedad desde el día en que metió en la agenda a los familiares de los guerrilleros presos.
Sin desconocer que la razón central que despierta el interés del grupo guerrillero es el peso de Chávez, Piedad ha enviado mensajes que la guerrilla considera valiosos. Y es que el acuerdo es de dos partes. Y aunque el punto de atención son los secuestrados, el acuerdo incluye la suerte que corran los presos de las Farc, que se aproximan a 1.500. Piedad visitó a las presas de las Farc en la cárcel del Buen Pastor, después, con los abogados de los guerrilleros habló de la revisión de los procesos judiciales y emprendió viaje con la intención de ver en Estados Unidos a ‘Simón Trinidad’ y a ‘Sonia’.
Aunque ella reitera que su misión termina el día en que el gobierno y las Farc se encuentren para hablar del acuerdo, cree que no está de más abonar el terreno para encontrar las fórmulas para el intercambio humanitario.
¿Que viene?
Piedad sale corriendo para alcanzar el avión. En medio de las carreras, y con el acoso de los medios que quieren registrar su salida, llama a sus asesores para repasar los asuntos pendientes. Esta vez va en vuelo comercial, pero para ir y venir de Venezuela, Chávez le ha prestado una avioneta privada. De plata ni habla, dice que ni un peso del gobierno de Colombia, ni del de Venezuela. Tiene en mente estirar lo que tenga, en aras de guardar su neutralidad.
Ya con todos los protagonistas en sintonía, Piedad empezará a medir la resistencia del tejido que ha logrado. Tiene el refuerzo de Washington donde el viernes la recibieron ocho personas del Departamento de Estado y de un grupo de senadores demócratas que están dispuestos a ir a Venezuela a hablar con Chávez. Los tres norteamericanos secuestrados empiezan a hacer valer el peso de su cautiverio. También cuenta con el apoyo de los partidos políticos de Colombia con los que ya se ha reunido. Y tiene un viento de opinión que por ahora sopla a su favor.
Pero también tiene muchos opositores de peso. Como la impaciencia y la presión del tiempo y las declaraciones desperdigadas que empiezan a crear un ambiente confuso, y los temperamentos explosivos de los protagonistas, que podrían precipitar una salida en falso.
La tarea inmediata es lograr que los tres delegados de ‘Marulanda’ lleguen a Caracas, y que allí, frente al presidente Chávez, queden inmersos en un proceso irreversible. Una reunión así generaría controversia, por los beneficios políticos que les podría generar a las Farc, pero sería una pieza indispensable para destrabar el acuerdo humanitario.
La senadora termina el viernes tranquila de lo que logró. El abogado de ‘Simón Trinidad’ le ha dicho que no cree conveniente que ella intente abordarlo en la audiencia que él tendrá en la Corte. Y por tiempo, parece que debe volver la semana entrante para cumplir esa cita. Se recuesta en su habitación de hotel después de horas de echar teléfono y piensa en el día que se aproxima. Debe recargar baterías para el encuentro con los familiares de los tres norteamericanos.
Hay hechos que permiten hacer un tránsito del pesimismo al optimismo. Piedad dejó de ser un viento revoltoso que sólo despeina, para convertirse en un ciclón de alta categoría que puede destruir los muros infranqueables que separan a los secuestrados de la libertad y, por qué no, a Colombia de la paz.