Recomiendo:
0

España no puede ser de otra manera

Fuentes: Rebelión

Hace poco, el Ministro español de la represión, Alfredo Pérez Rubalcaba, calificaba las declaraciones del líder del PP, Mariano Rajoy, en las que restaba importancia a las ya más que evidentes consecuencias del denominado cambio climático, de propias «de casino provinciano del siglo XIX», y la verdad es que, sin que sirva de precedente por […]

Hace poco, el Ministro español de la represión, Alfredo Pérez Rubalcaba, calificaba las declaraciones del líder del PP, Mariano Rajoy, en las que restaba importancia a las ya más que evidentes consecuencias del denominado cambio climático, de propias «de casino provinciano del siglo XIX», y la verdad es que, sin que sirva de precedente por supuesto, tiene razón. No es difícil imaginarse a Rajoy en aquellos casinos de los siglos XIX y XX, donde acudían los señoritos, con toda esa prepotencia y chulería que les daba controlar férreamente todos los resortes del poder, fumándose un puro de la ex colonia española de Cuba, y mofándose con sus amigotes de las nuevas teorías darwinianas, y por supuesto, ridiculizando toda idea de progreso y avance social, por tímida que fuera, haciendo valer ese grito tan español de «¡muera la inteligencia!».

Estamos en el siglo XXI, y en Andalucía los señoritos siguen existiendo, y siguen ridiculizando toda idea de progreso y avance social, como hacían ayer, solamente que ahora lo hacen por la prensa, la radio, la televisión o internet.

Lamentablemente, las declaraciones de los dirigentes del Partido Popular, Alejo Vidal Cuadra y Alberto de la Hera, insultando al Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, no han tenido el eco de las manifestadas por Rajoy sobre el cambio climático. Esas declaraciones suenan igualmente a casino de señoritingos de pueblo rural andaluz en vísperas del alzamiento fascista de 1936, esa misma chulería y prepotencia, esa misma ignorancia y capacidad para el insulto gratuito, las mismas que sin duda Blas Infante sufrió en vida, despreciado, ridiculizado, y vilipendiado por la gran burguesía terrateniente andaluza. En esos casinos, la gran burguesía terrateniente iba preparando minuciosamente junto a curas y militares la orgía de sangre que iban a provocar en pueblos y ciudades andaluzas, entre otras, el fusilamiento del propio Blas Infante junto a decenas de antifascistas más la noche de un 10 de agoto de 1936 en la Carretera de Sevilla a Carmona. Mataron a Blas Infante, pero la larga sombra proyectada por su mensaje de liberación popular sigue poniendo, hoy como ayer, en guardia a la gran oligarquía imperialista española y a sus representantes políticos. Las palabras de Vidal Cuadra y de la Hera lo evidencian.

Vidal Cuadra y de la Hera se despacharon en insultos hacia Blas Infante en el programa de la emisora Radio Intereconomía «Más se perdió en Cuba». De infante afirmaron que era un «cretino integral», «uno de los tontos más grandes de Europa», o que «fue a un campeonato de bobos y quedó segundo». Calificaron el Manifiesto Nacionalista Andaluz de Córdoba, de 1919, como una «payasada de la pandilla de Blas Infante», para terminar cambiándole el nombre por el de «Mohamed Infante», de una forma racista, xenófoba y despectiva, mofándose de un periodo histórico fundamental, el Al-Andalus, para entender las señas identitarias andaluzas actuales. Un insulto a todo el pueblo andaluz, incluidos los votantes andaluces del PP, por eso el dirigente del PP andaluz, Javier Arenas, ha salido al paso de estas declaraciones pidiendo a sus compañeros que rectifiquen, las elecciones se acercan, y el PP no puede quedar tal como lo que es un partido neofranquista, xenófobo, racista, y antiandaluz.

Los hijos y los nietos de los golpistas del 36, de los que fusilaron a Blas Infante y aplastaron las ansias de pan, tierra, trabajo y libertad del pueblo trabajador andaluz, son los que hoy se benefician de los altos tipos de interés y de las hipotecas-grilletes que están amargando la vida y la existencia a los trabajadores, los mismos que han hecho aumentar las diferencias entre trabajo y capital en la distribución de la denominada «renta nacional», los que se han beneficiado de años de reforma laboral, los que explotan salvajemente a los trabajadores inmigrantes, los que están destruyendo el ecosistema a golpe de urbanización, los que se están forrando a costa de burlar las propias leyes que ellos mismos han dictado, en definitiva, los que siguen manteniendo a Andalucía en la sumisión y la dependencia. Por eso, el recuerdo de Blas Infante les horroriza, por eso lo desprecian.

Pero, no sólo de trata de los representante de la oligarquía imperialista española de siempre, sino también, del sector «progre» y «moderno» de ésta, la representada políticamente por el PSOE, que lleva gobernando la Junta de Andalucía desde 1982. A ellos, la figura de Blas Infante también les hace temblar, porque les recuerda que la reforma agraria en Andalucía aún sigue pendiente, porque el 3,9% de los propietarios poseen el 54,8% de la tierra, y sólo el 20% de los propietarios (los grandes, los de siempre) se benefician del 80% de las ayudas comunitarias. Blas Infante les recuerda la precariedad, situada en Andalucía en torno al 53%, muy superior a la media estatal, y la flexibilidad laboral, y no ya sólo en los trabajadores andaluces en general sino en los mismos trabajadores públicos andaluces; les recuerda la salvaje explotación de los trabajadores inmigrantes en Andalucía ya sea en invernaderos, en la construcción, la hostelería o el servicio doméstico; les recuerda, también, la corrupción y el desenfreno urbanístico en la costa y en los grandes centros urbanos andaluces, les recuerda el desprecio que la Junta ejerce hacia el abandonado y expoliado patrimonio histórico-artístico andaluz, y en general, el desprecio de nuestras señas identidad; les recuerda la existencia en suelo andaluz de las bases norteamericana de Rota y Morón, la británica de Gibraltar, y todas las bases militares españolas que han convertido el territorio andaluz en una zona altamente militarizada, vigilante de la siempre inestable y temida frontera sur con el Magreb. En definitiva, la figura de Blas Infante les recuerda que Andalucía es una nación y tiene derecho a decidir en paz y libertad su futuro. Por todo eso, el PSOE en estos 25 años de poder omnímodo en la Junta, ha hecho todo lo posible por echar más tierra aún sobre la fosa común en la que Infante acabó enterrado junto a otros andaluces antifascistas aquella noche de agosto de 1936, aunque ahora hablen falsamente de memoria histórica.

El Manifiesto Nacionalista de 1919 dijo: «Sentimos llegar la hora suprema en que habrá que consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España ( …).Declarémonos separatistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la Libertad; de este Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los Pueblos extranjeros (…) . Ya no vale resguardar sus miserables intereses con el escudo de la solidaridad o la unidad, que dicen nacional.» Casi noventa años después, esta declaración sigue teniendo vigencia, porque España no puede ser de otra manera.

La tarea de acabar con España es un deber democrático y revolucionario. ¡Que se rompa España de una vez, y que los pueblos ibéricos, mediterráneos, europeos y de todo el mundo se unan libre y voluntariamente, respetando la autodeterminación y la soberanía popular antiimperialista, en la perspectiva de acabar con la explotación del ser humano por el ser humano, en la perspectiva del socialismo y el comunismo!, en «el fin de la opresión» como canta La Internacional, o como bien dice el propio himno andaluz que «Sea por Andalucía libre, los pueblos y la Humanidad».