Recomiendo:
0

Opinión del Movimiento por la Convergencia Revolucionaria (MCR)

La difícil tarea de la reconstrucción obrera y popular

Fuentes: Rebelión

En momentos distintos y en diferentes espacios donde se ha hecho presente la discusión y el debate de la izquierda, cuando se trata de definir el periodo actual de la lucha de clases; algunos dirigentes han hecho la afirmación de que estamos asistiendo a un cambio de periodo y para ello han considerado, como cuestión […]

En momentos distintos y en diferentes espacios donde se ha hecho presente la discusión y el debate de la izquierda, cuando se trata de definir el periodo actual de la lucha de clases; algunos dirigentes han hecho la afirmación de que estamos asistiendo a un cambio de periodo y para ello han considerado, como cuestión importante y central, las recientes movilizaciones; particularmente las huelgas obreras que han contado a la vez con grados significativos de masividad. Como ejemplo podemos señalar, la lucha de los obreros forestales, la de los subcontratados y la de los trabajadores de la empresa Agro Súper. Sin duda, querer caracterizar hoy día el antagonismo social y el como se expresan de forma objetiva las contradicciones entre capital y trabajo, resulta absolutamente necesario; y no por mero ejercicio intelectual y ocioso, sino para entender sobre que escenario nos estamos moviendo y cuales entonces podrían ser nuestras próximas actuaciones como actores de este enfrentamiento, todavía velado.

Tenemos que decir, que nos importa enormemente terciar en este debate, porque estimamos que toda discusión, aún la más pequeña, nos posibilita encontrar las orientaciones y referencias políticas que hagan más efectiva la tarea de acumulación en la que estamos comprometidos. Al respecto, el dilucidar temas tan importantes como conocer en profundidad la realidad, el establecer un diagnóstico de esta, con interés y rigor metodológico; pensamos es un cometido políticamente insoslayable y moralmente oportuno. Lo expresamos de esta forma, puesto que no se puede hablar de algo que no se conoce; no se puede intervenir, sin arriesgar serias equivocaciones, una realidad que no se ha estudiado. Por lo mismo, juzgamos que este ejercicio teórico de la izquierda y los revolucionarios, que además lo consideramos muy arduo, recién comienza.

LA DIFICIL TAREA DE ESTUDIAR EL MUNDO

Cuando, como resultado de la arremetida contrarrevolucionaria de los años 70, que en los planos político-ideológico desata la clase dominante. Primero, desmantelando a sangre y fuego y mediante el terrorismo de Estado, todas las categorías y el histórico y rico andamiaje conceptual que poseíamos como clase obrera organizada, asumido como un gran patrimonio cultural. Segundo, sustituyendo los contenidos que comportaba la conciencia proletaria, por degradadas formas de comprensión de lo inmediato, estableciendo un mínimo común de horizonte analítico, que se reduce a categorías de carácter chovinistas. Tercero, instituyendo gradualmente pero en términos regresivos, una concepción del mundo y de la historia, que consagra una suerte de analfabetismo cultural cuyo asiento es el miedo a pensar y a decir. Cuando esta ofensiva retrograda, se consolida y se sintetiza en la constitución del 80, el Movimiento Obrero y Popular en nuestro país ya no existía y queda patentada su desaparición con la persecución, encarcelamiento, tortura, ejecuciones sumarias y desapariciones forzadas de miles de sus militantes y líderes. Los mejores hijos del pueblo, los miles de cuadros que tantos años costó formar a nuestras organizaciones de clase, habían sufrido el exterminio y ya no contaríamos con ellos, para mantener la ciencia viva en nuestras filas.

DEMORAR EL RELOJ DE LA HISTORIA

La lucha antidictatorial constituyó para la izquierda y los revolucionarios un proceso permanente de emergencia y urgencia. El ciclo continuo acción- represión, siempre nos puso en la disyuntiva trágica de reemplazar dolorosamente las pérdidas de valiosos militantes por una generación de relevo estimulada a la lucha, fundamentalmente por la opresión y por el instinto de clase. Esta militancia que recién nacía al compromiso y a la lucha; vivía la emergencia de sumar y sumar, sin contar con el tiempo suficiente para formarse y formar a la vez a sus condiscípulos de organización y de historia. La prisa por dejar atrás la noche dictatorial, se hermanaba al sigilo para no presentar tantos flancos débiles a un enemigo poderoso. Esta constancia y combatividad de los revolucionarios, fueron a no dudar, las principales armas que erosionaron los cimientos dictatoriales, situación que muy bien aprovechada por el imperialismo y el oportunismo burgués opositor al régimen; significó la derrota del proyecto popular y revolucionario y una salida burguesa pactada a la crisis del capital. La «Alianza Democrática» surge entonces como el nuevo peón del imperialismo norteamericano, y esta vez su jugada maestra pudo contar con un elemento legitimador importante, el socialismo renovado se involucraba voluntariamente en su táctica de arrebatar el triunfo a los sectores democrático- populares.

Es el año 86, el que marca el nuevo momento de reflujo para los sectores obreros y populares. La oposición burguesa tenía todo su arsenal dispuesto a la ofensiva. En lo político constituía una amplia alianza política y social que incorporaba desde la «aristocracia» obrera, pasando por pobladores, estudiantes, gremios profesionales, hasta grandes empresarios aquejados de la competencia desigual con el capital transnacional, y partidos políticos que iban desde la llamada «derecha republicana», pasando por el social-cristianismo, la socialdemocracia y el centrismo de izquierda representado por los socialistas renovados. En lo ideológico, con ciertas dificultades, pero contaron con una diversidad de medios de comunicación, que les ayudó a posesionarse en distintos e importantes frentes sociales, y en este ámbito de las ideas, sin duda que le fue de un extraordinario apoyo, la posición explícita de la iglesia convocando a esta salida pactada mediante el llamado «Acuerdo Nacional» cuya convocatoria fue asumida públicamente por el arzobispo Juan F. Fresno Larraín.

Fuera de escena la dictadura, comienza el proceso de demorar el reloj de la historia. La llamada «transición democrática», no fue otra cosa que la postergación indefinida en el tiempo de todas y cada una de las demandas populares, que en su proyecto original, la «Concertación de Partidos por la Democracia» prometió solucionar en el más mínimo plazo de tiempo. La «Deuda Social Histórica» fue olvidada por este tránsito interminable hacia la «restitución democrática». Ocurría, que mientras la «concertación» realizaba conscientes malabarismos políticos para consolidar por un lado, el modelo económico de los monopolios, y perfeccionar por otro, toda la institucionalidad para dejarla en consonancia con los grandes intereses de la burguesía monopólico-financiera, preparando con la ayuda del «consenso democrático» todo el marco jurídico-político necesario para «reformar» a favor de las privatizaciones y del «Consenso de Washington». La clase dominante debía darse tiempo y se lo dieron, en el menor tiempo posible, y que ya suman 16 años de gobiernos pro-imperialistas, con todos los tratados de libre comercio habidos y por haber, les era urgente hacerle a los dominados, un prodigioso rayado de cancha: mesitas de diálogo y garrote, mesitas del todo decoradas y con anfitriones de amplias sonrisas, para desarmar la petición social y plomo en caso de mucho desorden de la «paz social». Mientras la «concertación» y la «alianza por Chile» cumplieron su cometido, nosotros: el campo popular nos deslumbramos y nos distrajimos con los voladores de luces y nos fuimos enredando en una complicada trama de fracasos. Fracasos sindicales, fracasos poblacionales, fracasos estudiantiles, fracasos políticos, en definitiva, el gran fracaso de la reconstrucción obrera y popular.

No se trataba de aquel sociologismo cliché, de «rehacer el tejido social», de «restablecer las convivencialidades básicas». El problema entraña situaciones más profundas y esenciales y es el definir qué fue destruido, qué fue desmantelado, qué fue cambiado o sustituido por el enemigo. Aquí entonces, surge una afirmación categórica: lo profundo, lo esencial, es el contenido histórico de la identidad de los explotados, de los oprimidos, la identidad que los cohesiona ante el hecho objetivo de la explotación, ante el hecho objetivo del hambre y la miseria. Esta identidad, es un estadio de las relaciones sociales de producción, es un momento de las contradicciones entre dominadores y dominados, entre capital y fuerza de trabajo. Esta identidad, es un estado de claridad y distinción entre los diversos componentes de la realidad material objetiva. Se trata de la conciencia, de la conciencia de clase. Pues bien, lo que caracteriza nuestra derrota como pueblo, no es el hecho simple y cotidiano, de que hayan roto «el tejido social» que de muchas formas continua intacto expresando distintos modelos y formas de relación humana. No es el hecho de que hayan quebrado las «convivencias básicas» que también permanecen soldando los elementales puentes de comunicación de los seres humanos. Lo que ocurrió de desastroso para nosotros, es que destruyeron el sentido de nuestra marcha histórica como trabajadores y como pueblo, destruyeron nuestro horizonte emancipatorio de todas las cadenas que inhiben la libertad con mayúscula de los oprimidos y explotados. Destruyeron la síntesis que se configuró en nuestros cerebros, producto de la acumulación de experiencias y conocimientos, alcanzados en años de lucha y afán por comprender lo que vivimos en una sociedad concreta y real llamada capitalismo. Esa verdad, desapareció con nuestros desaparecidos, con nuestros muertos, pero se asió subrepticiamente a la memoria colectiva e histórica de los pueblos y quedó en forma de recuerdo, quedó en forma de libro, para volverla a depositar en las cabezas de los trabajadores y del pueblo. Y en esta fase nos encontramos.

QUÉ ES RECONSTRUIR

Si bien en lo que va del año, las movilizaciones sociales, particularmente la de los trabajadores, mostraron masividad, cohesión y por sobre todo una decidida combatividad, que les posibilitó el triunfo y la conquista de sus objetivos (mejora salarial); no es menos cierto, que desde el punto de vista, precisamente de la conciencia, la aspiración social tuvo el límite de lo económico. Reconocemos que es una lucha absoluta y categóricamente legítima. Mejorar los niveles y la calidad de vida, es un derecho de los trabajadores y de todo el pueblo, y es una aspiración que debe concitar el apoyo y la solidaridad de amplios sectores, y debemos apuntar a que así sea. Sin embargo, nosotros sabemos que en el capitalismo, ninguna conquista esta garantizada, ningún derecho se gana para siempre, por esta razón, es que Lenin, comprendiendo acabadamente la estructura de la explotación capitalista, plantea la necesidad de rebasar en conciencia los objetivos históricos del proletariado. La conciencia de clase, es una de las categorías científicas del materialismo científico y como tal, no se reduce al ejercicio colectivo simple de sumar, organizar y movilizar voluntades en pro de una mejora económica, por mucho que esta demanda se construya sobre argumentaciones aritméticas y valóricas que la justifiquen desde el punto de vista de la equidad. El tema de la redistribución de los ingresos, que sirve precisamente de base y de argumentación a las luchas y a las concepciones reformistas de la izquierda, no se relaciona en absoluto con la conceptualización marxista de conciencia en sí y conciencia para sí, en los procesos de des-alienación que se operan en las experiencias de explotación y lucha de los trabajadores contra el capital. En este sentido el Che nos recuerda que «El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de la vida, va modelando su camino y su destino.» (El hombre y el Socialismo en Cuba)

La conciencia de clase, de la cual se habla desde los albores del Movimiento Obrero Internacional, no tiene que ver simplemente con el problema de las mejoras salariales y el elevar la calidad de vida de los obreros y sus familias (su prole). La conciencia de clase se configura y expresa, en la misma medida que los trabajadores se van explicando y van aprendiendo en el marco de las relaciones sociales de producción, que el capitalista no sólo compra su fuerza de trabajo, sino que además se apropia de la realización de la plusvalía en el mercado; cuando aprende que la existencia de la propiedad privada de los medios de producción, no de debe al resultado de leyes naturales, sino al surgimiento histórico de las clases sociales, a la expropiación del excedente económico y a la conformación de un instrumento de dominación que ejerce la coerción a favor de las clases dominantes y que recibe el nombre de Estado. La conciencia de clase, es un proceso dentro del cual los trabajadores con elevados y maduros niveles de organización, atienden el comprender la relación en que se encuentra la mercancía como modo histórico del trabajo social de los individuos, con la dinámica práctico-espiritual de las clases sociales en la producción. En otras palabras, cuando hablamos de la conciencia de clase, estamos refiriéndonos al vínculo que tiene la experiencia del trabajador, como productor de mercancías y la vivencia de la explotación de su fuerza de trabajo en el proceso de producción de mercancías, con las nociones científicas que posibilitan comprender el modo de producción capitalista, en su totalidad y en su concreción, como un proceso que posee en si mismo su propia ley y que a la vez se desarrolla sin la intervención de la conciencia e independiente de la conciencia del hombre. Y agregar que estas nociones, embrionarias en un comienzo y constituidas en teoría después, facilitan conocer al capitalismo como un proceso dentro del cual sus propias leyes contienen el modo como los hombres van haciendo conciencia de este proceso y de la posición que tienen al interior del mismo. En definitiva, la conciencia de clase, es el estadio de comprensión que los trabajadores tienen, para descubrirse en su origen y configuración como el sujeto que tendrá la misión de llevar a cabo la destrucción revolucionaria del sistema, y es lo que Marx llamó en el Capital «una enorme toma de conciencia».

Dado lo anterior, la reflexión que se desprende de esta visión, es que la izquierda y los revolucionarios, condicionados negativamente por las actuales situaciones de retroceso o lisa y llanamente ausencia de una conciencia de clase, definamos que los grandes e históricos desafíos revolucionarios, debemos intentarlos con una fuerza social menos clara de sus propósitos estratégicos, menos convencida de sus aspiraciones tácticas, menos armada de voluntad política, y con una concepción de sociedad medianamente trazada como proyecto político, económico y social. Tal decisión, de plantearse nos ubicaría a no dudarlo, en una posición absolutamente idealista y hasta casi reaccionaria. Plantearse el desafío revolucionario, sin los supuestos o premisas que caracterizan la conciencia de clase, tal como la concebimos los marxistas, es abandonar a priori la obligada tarea de constituir el sujeto de la revolución social. Y hay que decirlo, no existen razones de tiempo y espacio que justifiquen, el no cumplir la necesaria tarea de la reconstrucción del Movimiento Obrero y Popular en nuestro país, sin considerar que tal gigantesca tarea implica un proceso de acumulación, constitución y acumulación de fuerza cuyo contenido impulsor y orientador de la marcha histórica de los sectores explotados y oprimidos de nuestra sociedad, es la plena y profunda identidad de clase, el pleno y profundo sentido de protagonismo, poseer conocimiento del capitalismo como sistema y tener delineado el horizonte del Socialismo como objetivo histórico. La definición rigurosa de las contradicciones de clase, tanto la contradicción principal como las secundarias, la definición de fuerzas motrices del cambio; significa que en el mencionado proceso de reconstrucción, la clase obrera en particular, ganará la capacidad de develar para sí y para los sectores del pueblo, las leyes del capitalismo, que la mayor parte del tiempo actúan sobre los individuos sin que estos se den cuenta. Pero además de esto, comprenderán que a pesar del extraordinario desarrollo que ha experimentado el capitalismo, no serán sus propias contradicciones, aún agotadas todas sus posibilidades, las que harán trizas el sistema.

Lo hemos dicho en muchas tribunas, en Chile, estamos experimentando todavía un retraso respecto de otros países de la región. Estamos convencidos que las movilizaciones y luchas dadas, no expresan aún un cambio de periodo y deberemos realizar redoblados esfuerzo para que a lo más en un mediano plazo se vaya perfilando una tendencia que sitúe la lucha de los trabajadores y los sectores del pueblo en otro plano, el paso de lo cuantitativo a lo cualitativo, dependerá del como la izquierda y los revolucionarios asumimos la configuración del factor subjetivo, que a nuestro juicio no debiera ser una voluntad híbrida, ecléctica y direccionando de manera ambigua la salida a la crisis actual del capital.

Hasta ahora, la atomización orgánica continua presente como expresión del reflujo y en la medida que las orgánica revolucionarias van experimentando pequeños grados de crecimiento, se van afirmando en el seno de algunas de ellas, el caudillismo y el complejo de vanguardismo, que en las actuales circunstancias a todos los movimientos o partidos revolucionarios existentes nos sienta muy mal. Por lo pronto, y aunque pueda parecer una prédica en el desierto, el Movimiento por la Convergencia Revolucionaria seguiremos insistiendo porfiadamente en la unidad de los revolucionarios, convencidos de que ninguna orgánica actual, será capaz por si sola de abrazar la enorme cantidad de tareas que urgen en la actual coyuntura nacional. La clase dominante sigue dando lecciones de unidad que le están permitiendo sortear con comodidad los recientes errores de gestión política y se nos presentan como un solo bloque para continuar administrando la crisis del sistema. Estando así las cosas, no podemos juzgar como insuficientes y contradictorios los procesos democrático-populares que se yerguen en nuestra América Latina, pues estos en lo real y concreto expresan un importante y diríamos hasta un envidiable avance de los pueblos en su lucha contra el capitalismo y el imperialismo.

CONVENCIDOS, FIRMES Y SEGUROS: POR LA UNIDAD GRANITICA DE LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO.

MOVIMIENTO POR LA CONVERGENCIA REVOLUCIONARIA (MCR)