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Nota introductoria de Néstor Kohan, de la "Cátedra Che Guevara-Colectivo Amauta"

El leninismo, fase superior del marxismo

Fuentes: Rebelión

El siguiente trabajo ha sido elaborado por el compañero y amigo Darío Díaz, miembro de la dirección política del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) de Argentina. No ha sido redactado para una licenciatura, una maestría o un doctorado académico sino para el Curso de Teoría Política Latinoamericana de la Escola Nacional Florestan Fernandes (ENFF), organizado durante […]

El siguiente trabajo ha sido elaborado por el compañero y amigo Darío Díaz, miembro de la dirección política del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) de Argentina. No ha sido redactado para una licenciatura, una maestría o un doctorado académico sino para el Curso de Teoría Política Latinoamericana de la Escola Nacional Florestan Fernandes (ENFF), organizado durante el año 2007 por el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil.

Siguiendo el método de Marx, caracterizado por el círculo «concreto-abstracto-concreto», la génesis de la reflexión del compañero Darío Díaz parte de la realidad política argentina y latinoamericana de donde deduce la necesidad de estudiar a Lenin; de allí abstrae y se interna en la teoría marxista de Lenin (cuya síntesis está volcada, como resultado, en la presente exposición lógica) para luego regresar a la praxis política cotidiana y a largo plazo.

Partiendo de ese ángulo metodológico, este ensayo se estructura, como suele ser habitual en todo el pensamiento marxista, a partir de la polémica. No podía ser de otro modo.

Hoy en día, el solo hecho de mencionar o escribir el nombre de Lenin motiva sonrisas burlonas, guiños petulantes, muecas autosuficientes y despectivas. Los relatos académicos posmodernos (y otros reformismos análogos, más o menos refinados o exquisitos, según el caso) han logrado instalar en algunos segmentos de la militancia popular y de la intelectualidad progresista un sentido común brutalmente alejado de las preocupaciones políticas radicales.

Becas, ONGs, subsidios y varios otros mecanismos de cooptación intelectual han bombardeado sistemátidcamente durante un cuarto de siglo (¡desde mucho antes de la caída del muro de Berlín!) contra la izquierda revolucionaria y sus fuentes de análisis político. Che Guevara tamizado sin Fidel y hasta contra la revolución cubana, Gramsci triturado en el molde pegagoso de la izquierda parlamentaria, Benjamin dulcificado con educorante dietético y ajeno a todo anticapitalismo, Marx convertido en un simple apologista de la globalización del capital y la expansión del comercio mundial. Y así de seguido… Mediante esas operaciones quirúrgicas implacables, Lenin fue cercado y convertido en un «monstruo autoritario«, «estatalista» y «enemigo de la diversidad«. Su nombre, asociado a la izquierda revolucionaria, antimperialista y anticapitalista, se transformó en la síntesis perfecta y emblemática del «demonio terrorista y subversivo«.

El ensayo de Darío Díaz sale precisamente a la palestra para impugnar y combatir contra esa meditada operación de desarme teórico. De ahí su escritura taxativa, tajante, sin contemplaciones, formulada en forma de tesis y subtesis siguiendo el estilo que adoptara el filósofo Ludwig Wittgenstein en su célebre Tractatus logico-philosophicus [1922]. Como hiciera Wittgenstein en aquel libro clásico, Darío Díaz propone abordar problemas reales de la teoría revolucionaria al mismo tiempo que elucidar pseudo problemas de los relatos académicos hoy a la moda. Quizás por eso haya elegido inspirarse en la forma de escritura de Wittgenstein. El autor de este ensayo no persigue alcanzar con el mismo la aprobación condescendiente de la Academia, la palmadita cómplice en el hombro, la tolerancia hipócrita de la intelectualidad cooptada por el poder. No se propone dialogar sino polemizar y combatir. No se dirige a los círculos de iniciados ni a las plumas consagradas sino a la militancia revolucionaria (de Argentina… pero también de América Latina).

Podrán suscribirse o no la totalidad de sus tesis, pero lo cierto es que éstas poseen un mérito a toda prueba: vuelven a ubicar a Lenin en el centro de la agenda política de la izquierda latinoamericana (de donde nunca debería haber desaparecido).

Después de que el zapatismo legitimara en los ’90 la crítica al neoliberalismo y de que al despuntar el siglo XXI Hugo Chavez instalara nuevamente, y a escala continental, el debate sobre el socialismo, recuperar hoy a Lenin (y a su principal discípulo y continuador latinoamericano: Ernesto Che Guevara) se ha convertido en la palabra de orden. Tarea impostergable, desafío ineludible.

No es casual que este «volver a Lenin» al que nos invita Darío Díaz se haya generado a partir de un curso político del MST brasileño (donde junto a la perspectiva marxista guevarista también circularon, en forma contradictoria, relatos posmodernos, críticos del Che Guevara y de Lenin). Tampoco es aleatorio que en diversos encuentros políticos continentales (desde el Encuentro CONO SUR organizado desde Chile hasta el reciente seminario guevarista suramericano reunido en Buenos aires) hayan vuelto al eje de la discusión las preguntas por la actualidad del Che y los problemas abiertos por la reflexión de Lenin.

América Latina vive un nuevo momento histórico. No debemos desaprovecharlo. Aceptar el discurso políticamente correcto del progresismo bienpensante resulta hoy criminal y suicida. Ya no alcanza con criticar el neoliberalismo. Tampoco es viable el «capitalismo con rostro humano» (o «capitalismo nacional» o «capitalismo andino» o «capitalismo a la uruguaya«, etc., etc). Las burguesías nativas, lumpenes y dependientes, no tienen -nunca han tenido- suficiente fuerza e independencia para emancipar a nuestros pueblos de la dominación imperialista.

Leído desde lo más profundo y entrañable de América latina, despojado de toda costra burocrática, de todo slogan dogmático y de todo ese andamiaje anquilosado que lo tergiversó y manipuló durante años, el fuego incandescente de Lenin continúa inspirando los sueños de la juventud y los proyectos de la izquierda más radical.

El ensayo del compañero Darío Díaz constituye parte de ese renacido interés continental. Bien vale la pena leerlo y estudiarlo. Con detenimiento, seriamente y sin superficialidades ni clichés trillados. La rigurosidad del pensamiento crítico es también parte de ese espíritu de Lenin que debemos retomar si pretendemos ir hasta el final en la lucha continental contra todas las dominaciones.

[FIN DE NOTA INTRODUCTORIA]

Vem a noite, mais un copo

Sei que alegre «ma non troppo»

Você vai querer cantar

Na caixinha um novo amigo

Vai bater um samba antigo

Pra você rememorar

Chico Buarque, «Com açucar, com afeto»

Un desvío preparatorio

1 Lenin fue un revolucionario proletario, político y científico a la vez. No era un filósofo, un sociólogo, un historiador, un economista, un analista político, un periodista, un abogado… Fue un militante de la revolución proletaria mundial.

1.1 Más estrictamente, tratándose de Lenin, debiera hablarse de «Lo leniniano, fase superior…».

1.1.2 Denominado así puede confundirse con la apelación a una especialización erudita, ya que entonces debiéramos llamar al proyecto «leninianismo».

1.1.3 Como a su vez las diversas tradiciones leninistas son también un retorno a y una defensa de Lenin, aquí se usará «leninismo» para no abusar de la neología.

Aclaraciones, definiciones y recordatorio

2 Contra lo que parece y se difunde en el ámbito académico y, lamentablemente, cada vez más entre los luchadores populares, Lenin no murió en 1924 (o no sólo eso): a partir de ese año nació lo leniniano. (a)

2.1 No trataremos aquí de marxismo-leninismo, sino de leninismo. (b) Sin guión y con el marxismo como primera fase del leninismo.

2.1.1 Lenin será, a partir de ahora, el punto de capitoné del marxismo. (c)

2.2 Fase quiere decir nivel.

2.2.1 Superior quiere decir nivel en que el agua ya está desbordando el vaso (d) pero el chorro continúa cayendo en él: dictadura del proletariado, violencia, organización jacobina, unidad, imperialismo, o sea, derrames proletarios mientras el chorro no se corte y el vaso no se rompa.

2.2.2 Fase superior quiere decir, entonces, que «lo nuevo» es derrame, pero también derroche.

2.3 A modo de recordatorio: el imperialismo es derroche, barbarie. El leninismo es derrame.

Después de aclaraciones, definiciones y recordatorio: dos tesis

3 El imperialismo no es la fase superior del capitalismo.

3.1 El leninismo no es una fase del marxismo, y mucho menos la superior.

Otro desvío, para después negar las tesis

4 Lenin acusa de inconsecuencia en el campo del marxismo a quienes no reconocen la inevitabilidad de la instauración de la dictadura del proletariado después del triunfo de la revolución o destrucción del Estado burgués. (e)

4.1 Lenin llama dictadura del proletariado a lo que Marx llama dictadura del proletariado: no hay más que ver ahí, en la Comuna de París.

4.1.1 No se puede terminar con la dinámica de la representación en la conciencia popular ni siquiera con el triunfo revolucionario, pues la nueva sociedad (no de palabra, no sólo de palabra, sino en cuanto transformación hacia mejores condiciones de vida, sin alienación) nace de las entrañas de la vieja, se construye sobre los escombros de la vieja. Durante un período largo después del triunfo revolucionario habrá que manejarse aún con mecanismos de representación en la construcción de nuevas relaciones sociales. Pero, si son proletarios, serán nuevos: las funciones legislativas y las ejecutivas estarán fundidas. Quien legisla también ejecuta. (f)

4.1.2 Aun reconociendo la existencia de la lucha de clases no necesariamente se es consecuentemente marxista. Después de la experiencia de la Comuna, Marx y Engels corrigen el Manifiesto del Partido comunista: ya no se trata de tomar el Estado para administrarlo a favor de los trabajadores. Hay que destruirlo y construir una nueva institucionalidad («nueva» quiere decir «en vías de extinción») a partir del hecho fundante de la expropiación de los medios de producción a la burguesía por parte de la mayoría de la sociedad. En la Crítica del Programa de Gotha, Marx llama a esto, al conjunto de las nuevas instituciones que hay que crear, dictadura del proletariado.

4.1.3 «Dictadura» es una mala palabra, sobre todo en América. Pero es un buen concepto. La mayoría de los trabajadores o proletarios (obreros industriales, empleados públicos de baja categoría, campesinos pobres, trabajadores asalariados rurales, desempleados) discuten, legislan y ejecutan. Consensúan o resuelven por mayoría y minoría y ejecutan. Y para ejecutar libremente su marcha hacia el futuro libre de clases, si es necesario reprimir/oprimir a quienes se oponen no vacilarán… A no vacilar, a no quedarse a mitad de camino también nos lo enseñó la Comuna.

4.1.4 Si «dictadura» es una mala palabra, y las malas palabras son piedras en el camino de la revolución, pues entonces despejemos el camino.

4.1.5 Dictadura del proletariado=democracia de los trabajadores. La mayor democracia es aquella en que las funciones legislativas y ejecutivas están fundidas. Quien no trabaja no come, quien trabaja gana un salario promedio no superior al de un obrero calificado, quien debate para organizar la sociedad se pone al frente de la tarea para ser controlado por todos y trabajar por la felicidad del pueblo.

4.1.6 Si dictadura del proletariado es un buen concepto, entonces dictadura del proletariado=dictadura del proletariado. Al menos entre revolucionarios proletarios latinoamericanos, políticos y científicos a la vez. Y que giman los que tengan que gemir.

4.1.7 Si algo nuevo legó al mundo Marx, además de la categoría de plusvalor y el descubrimiento del doble carácter del trabajo humano, eso es la dictadura del proletariado. (g)

4.1.8 Se le llame dictadura del proletariado, se le llame democracia de los trabajadores, eso es poder. Y como el plusvalor y el trabajo humano, el poder se define por relaciones. Relaciones sociales de fuerza, pero relaciones. De fuerza, pero necesarias. Durante un largo tiempo habrá que ejercer acciones sobre otras acciones (Foucault), durante algún tiempo habrá asimetría de recursos (Martín-Baró), durante un largo período habrá represión/opresión (Engels). Hasta que todos estemos reeducados, hasta que desaparezca el mercado y nuestras relaciones ya no estén mediadas por la ley del valor, hasta que no nos desalienemos. Pero mientras tanto, y en aras de preservar el tránsito hacia lo nuevo y superior, habrá que reprimir la tendencia hacia la restauración de lo viejo e inferior, prehistórico. Y porque además, no hay progreso lineal.

4.1.9 Vivimos y morimos bajo relaciones de poder, de dominación. Para liberarnos de ello, habremos de construir nuevas relaciones, que, así como a la dictadura del proletariado hasta los mismos Marx, Engels y Lenin le llamaban Estado (aunque ya no lo era en sentido estricto) (h), pues algunas de sus características secundarias tenían similitud con las características esenciales del Estado burgués a destruir, así también esas nuevas relaciones pueden ser llamadas (¿acusadas de?) relaciones de poder, aunque en lo esencial ya no lo sean pero secundariamente lo parezcan. Se reprime, se oprime, pero a la minoría parasitaria que intenta desandar el camino.

4.1.10 Poder es una buena palabra, pero un mal concepto. Continuemos utilizando la palabra y restauremos en la práctica las nuevas y superiores mediaciones del concepto, las proletarias.

5 Tampoco es consecuentemente marxista quien, dispuesto a organizarse para hacer la revolución, no lleva adelante sistemáticamente la más amplia propaganda en el seno del pueblo acerca de la inevitabilidad y la necesidad de prepararse para la destrucción violenta del Estado burgués. (i)

5.1 Karl Kautsky (no olvidar este nombre).

5.1.1 La propaganda puede (debe) ser oral, escrita y práctica. Una organización que se plantee con seriedad hacer la revolución debe ir determinando las formas que esta propaganda asuma a medida que avanza la estrategia que se ha dado. De lo que no se puede dudar, y menos se debe negar, es de que hay que establecer formas y activar en consecuencia.

5.1.2 También el Estado burgués, desde las más variadas formas, ejerce violencia permanentemente sobre la inmensa mayoría del pueblo. En todo momento, en sentido amplio y en sentido estricto.

5.1.3 En todo momento, en sentido amplio y en sentido estricto, debemos por lo menos responder.

5.1.4 La palabra, la escritura y la acción tienen cada una sus reglas de procedimiento. El análisis concreto de la situación concreta es el embrague (shifter) (j) que posibilita su articulación coherente con la estrategia y la táctica revolucionarias preservando la organización lo más que se pueda.

5.1.5 No hay condiciones para esto, no hay condiciones para aquello, no hay condiciones para nada. Cuando hay condiciones no estamos preparados, cuando pasaron las condiciones y no estuvimos a la altura buscamos «lo nuevo» y vuelta a empezar en un escalón más abajo. ¿Será esa la lógica de la dinámica revolucionaria?

5.1.6 Los proletarios (los proletarios para sí) asumen otra lógica, la lógica de Lenin, que, a riesgo de fugarnos del leninismo, podríamos decir que también es la lógica (con minúsculas ya) de Hegel. (k)

5.1.7 Hay condiciones y no hay condiciones.

5.1.8 El internacionalismo, el sujeto histórico, el socialismo… parecieron ser, tarde o temprano, recurrencias del marxismo, del leninismo, del guevarismo o cualquier otro ismo rojo. Pero hay un tabú entre nosotros, como no podría ser de otra manera entre gentes civilizadas y cultas. La violencia es el incesto de los marxistas.

5.1.9 El leninismo es una permanente invitación a violar el mandato paterno.

5.1.10 En todo momento, mientras no salgamos del reino de la barbarie, hay condiciones. Que seamos incapaces de organizar bajo las condiciones que las situaciones concretas nos reclaman, no nos habilita a cerrar los ojos y pronunciar tres palabras distintas y un solo concepto verdadero: no hay condiciones.

5.1.11 Nos han golpeado duro, nos hemos equivocado mil y una veces, han ocurrido verdaderas tragedias por nuestra ineptitud. Como Lenin, como revolucionarios (políticos y científicos a la vez) debemos exponer, considerar y rectificar nuestros errores. (l)

5.1.12 Pero actuemos, organicemos. La violencia tiene alturas; hay que saber estar a la altura -y aun no sabiéndolo, sólo estar es preferible a nada- como reclamaba Lenin en «La guerra de guerrillas». El marxismo es, sobre todo, histórico. Debemos repetirlo, entonces: hay que estar a la altura, o al menos en ella.

5.1.13 Combinar todos los métodos de lucha. Al unísono y en diferentes grados; como la historia misma, en la que nada está separado aun cuando podamos distinguir especificidades. La tipificación no nos exime de la totalidad. Hay que decir resueltamente cuál es la vía; hay que determinar con la mayor precisión en qué curva de la vía transitamos y hay que aprontarse y actuar.

6 Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario, y con sólo teoría revolucionaria tampoco. Coherente con esto, el Che, leninista, puntualizaba que por más buenas ideas que tengamos, si no las organizamos, caen en la rutina y el olvido. (ll) Teoría es más que método, es concepción. Sin teoría vemos, pero sin comprender; sin método nos movemos, pero para otros rumbos lejanos a los revolucionarios.

6.1 Una organización… jacobina. Conspirativa, disciplinada, dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias, dura como una roca, forjada en el sacrificio. Y cuanto mayor dureza en los hechos y ternuras de palabra ejerza el enemigo, más habrá que prepararse en el rigor. Un revolucionario leninista aconsejaba endurecerse sin perder la ternura jamás. No podría haber aconsejado lo inverso sin traficar con los principios.

6.1.1 La incorruptibilidad es uno de los valores morales más elevados y más apreciados por el pueblo. El leninismo es también jacobinismo. A la vera del camino hay sillas que invitan a aflojar, por lo que la peor corrupción es la interna. Por eso a Lenin le gustaba aquello de Lasalle: el partido se consolida depurándose. 

6.1.2 ¿O habrá de pedírsele al pueblo, como hay que hacerlo, los más duros sacrificios sin dar el ejemplo? ¿Pueden permitirse una vida blanda aquellos a quienes la humanidad barbarizada pide a gritos «unas cuantas ideas sobre organización» para llevar adelante con coraje lo que van a llevar adelante quienes están sobrados de disposición? (m)

6.1.3 Una organización que pueda dar pelea en todos los terrenos en cualquier situación.

6.1.4 Es verdad que la cuna del partido es el fuego (Roque Dalton, leninista). Y más verdad aún que es el incendio. Un incendio que aun al reducirse a cenizas está en condiciones de volver a convertirse en llamaradas toda vez que el viento de situaciones revolucionarias despeje el polvillo superficial y deje expuesta la brasa incandescente de ese núcleo-organización jacobino-conspirativo… profesional (que siempre está).

6.1.5 Millones de hambreados y reprimidos de América continuarán hundiéndose en el mar de la barbarie toda vez que no se apropien de las ideas y construyan la acción política que los harán frenar el chorro del derroche imperialista. Hay mujeres y hombres -no preguntemos cómo- en condiciones y con capacidad de elaborar esas ideas y accionar esa política… ¿no lo van a hacer? ¿Horizontalismo? Sí, otro nombre para la misma cobardía política pequeñoburguesa de siempre.

6.1.6 Una organización revolucionaria es, necesita ser, una organización de vanguardia. El leninismo dice cómo se llega a eso: siendo un combatiente de vanguardia (teórico, político y económico). (n)

6.1.7 Hay una tópica leninista, la de los anillos concéntricos. Un sistema de organizaciones articuladas al modo de anillos concéntricos que contemple desde las actividades más abiertas, legales y amplias hasta las más cerradas, ilegales y concentradas. Hay necesidad de profesionales que se puedan mover en ellas con ductilidad, ¿o qué otra cosa es el fuego sino el movimiento más vivo?

6.1.8 Como si a la vanguardia se estuviera sólo porque se quisiera. Se debe, o se es criminal. ¿O alguien no sabe que en una sociedad de clases las ideas dominantes son las de la clase dominante? (ñ)

7 La unidad no es un problema de unir; es cuestión de demostrar en el escenario de la lucha de clases cuál es el programa correcto (el que abre la posibilidad real de liberación para millones) y cuál es la organización capaz de ser consecuente con él. Quien lo demuestre, unirá a su alrededor. 7.1 Declamar la necesidad (real) de la unificación de las fuerzas revolucionarias del campo popular en una época de hundimiento generalizado de la humanidad es cuanto menos utópico. Hay que actuar, transformar, demostrar. Ello creará las condiciones para la unidad.

8 Por acá nos detendremos especialmente, lo que lamentable pero inevitablemente requerirá de abundantes citas, comillas, puntos suspensivos: «Lejos de ser la fase superior del capitalismo […] (el imperialismo) era una fase relativamente temprana del capitalismo (…) es necesario mantener al imperialismo y al capitalismo como dos conceptos distintos… El imperialismo capitalista, entonces, requiere ser comprendido mediante una extensión de la teoría del Estado capitalista y no como una derivación directa de la teoría económica de las fases o las crisis». Si nadie nos dijera que son palabras de Leo Panitch y Sam Gindin (P/G) en «Capitalismo global e imperio norteamericano», recordaríamos a Karl Kautsky, el reafirmado Kautsky.

8.1 Como buen jacobino, Lenin no descartaba el terror como método de lucha. Por eso se dice en 2 que no murió en 1924. ¿Cómo podría aterrorizar a los cultores de las series indeterminadas y la fragmentación alguien ya muerto él y su bien muerta teoría? Bueno, aterroriza porque primero hay que demostrar ambas muertes.

8.1.1 Primero, que lo que Lenin enumeró como cinco características fundamentales del imperialismo sólo tuvo vigencia para 1916 o, en el «mejor» de los casos, para el período 1916-1924. Y aun así, demostrado que la época para la que Lenin escribió ya cambió -«(la Gran Depresión) en realidad revirtió la tendencia internacionalizadora del capitalismo» (P/G, p.24)- hay que demostrar por qué necesariamente «esto nos lleva a pensar que la izquierda necesita una nueva teorización del imperialismo que pueda trascender las limitaciones de la antigua teoría marxista de la rivalidad interimperialista «por etapas», permitiendo así una apreciación más completa de los factores históricos que condujeron a la formación de un único imperio informal norteamericano» (P/G p.23).

8.1.2 Y para comenzar a demostrar esto último no hay que comenzar por preguntarse «qué es lo que hizo creíble la insistencia del Estado norteamericano respecto de que no era imperialista» (P/G p.23) ¿Por qué no? Porque entonces podríamos preguntar respondiendo nosotros: ¿para quién? ¿creíble para quién? ¿Para Mao? ¿Para Ho Chi Min? ¿El Che? ¡¡¿¿Fidel??!! ¿Otros tantos millones junto con ellos en por lo menos América Latina, Asia, África?

8.1.3 Pretender matar a Lenin matando también a Marx celebrando el Manifiesto por su descripción de cómo la burguesía recorre el mundo anidando en todas partes pero sostener que «al afirmar esta previsión (?) de Marx se corre el riesgo de tratar a lo que hoy llamamos globalización como un proceso inevitable e irreversible»(P/G p.23)… ¡pero sólo eso! Correr el riesgo es sólo correr el riesgo. Y que hoy ustedes llamen a eso globalización es su problema. Mejor: ahí está el problema.

8.1.4 ¿Dónde hay un pasaje de Lenin, leninista, que trate un asunto como un «proceso inevitable e irreversible»?

8.1.5 No hay que olvidar -porque «se corre el riesgo» de tergiversar- que la restauración de las «edades de oro» del capitalismo, más aún en su fase imperialista, no se da sólo ni siquiera principalmente «mediante la aceleración del comercio, la inversión directa extranjera y la creciente internacionalización financiera» (P/G p.24) sino, antes bien, mediante el lanzamiento de niños al aire para ensartarlos en bayonetas como en la Nicaragua de principios del siglo XX y otras actividades áureas como las llevadas adelante en Corea, Argelia, Vietnam, Cuba… por el imperialismo yanki y francés, para no hablar del belga, el alemán, el italiano… también en la «edad de oro» (las comillas son de Panitch y Gindin, concedamos).

8.1.6 «… las crisis estructurales de acumulación no son predecibles a priori» (P/G p.24). Acá sí que vamos a tener que hundirnos malintencionadamente en los cincuenta tomos de las Obras Completas para encontrar algo así como una «predicción a priori». ¡¡En Lenin!! ¡Maestro del análisis concreto de la situación concreta! Parece demasiado, pero hay más.

8.1.7 «De las tres grandes crisis estructurales del capitalismo, la primera (posterior a 1870) aceleró la rivalidad inter-imperialista y condujo a la Primera Guerra Mundial y a una revolución comunista…» (P/G p.24) ¿Pero en qué quedamos? ¿Cómo que «condujo»? ¿Acaso «necesariamente»? Tal vez no… pero se dice «condujo», a secas. ¿Será que tenía que conducir «a secas»? De nuevo: ¿en qué quedamos, entonces?

8.1.8 «La crisis de principios de los setenta fue seguida por una profundización, aceleración y extensión de la globalización capitalista. Y aunque esto promovió la competencia económica inter-regional, no produjo nada parecido a la antigua rivalidad inter-imperial» (P/G p.24) ¿Ah sí? Pero en 1971… y habría que verlo. Las rivalidades están, son consustanciales al capitalismo (si no le queremos llamar ya imperialismo), aunque sobre la superficie no estallen guerras mundiales ni revoluciones comunistas. Pero se incuban. Claro que no en tiempos de dos días, ni tampoco de dos años y a veces ni siquiera de dos décadas. Llevó más de siete décadas restaurar el capitalismo plenamente en la U.R.S.S. Habría que estudiar si acaso «ahora» que está restaurado no ha llegado el tiempo (no importa si corto o largo) de que comiencen a manifestarse sobre la superficie de la lucha de clases una nueva guerra mundial y otras tantas revoluciones comunistas. Datos que hacen «prever» las tendencias, «nuevamente», que se desprenden de las relaciones antagónicas entre EE.UU. y Alemania o Rusia o China o… ¿Acaso la hegemonía imperialista, hoy, no tiende a estar «compartida» entre estas naciones? Y no por una determinación a priori. Datos, se trata de datos detrás de los conflictos.

8.1.9 «Lo que sugiere esta trayectoria errática desde el siglo XIX hasta el XXI es que el proceso de globalización no es ni inevitable (como se ha asumido convencionalmente en la etapa final del siglo XIX y en nuestros días), ni imposible de sostener (como Lenin y Polanyi, de distintas maneras, sostenían)». (P/G p.24) ¿Y de qué otra manera que no fuera «errática» podría ser si de lo que se trata es de tendencias? Pero la que es errática es la «globalización», que ya estaba realizada para el siglo XIX. Lo que es inevitable es lo que es una vez que ya es. Y puesto que es insostenible es que la humanidad se ha hundido en la «edad de oro», en guerras de «baja intensidad» y, muy probablemente, vuelva a hundirse más temprano que tarde en otra guerra mundial y sus consecuentes (aunque no debiéramos considerarlas hundimientos) revoluciones comunistas. «Imposible de sostener» quiere decir para Lenin, no se cansa de repetirlo, «posible de derrumbar». (o)

8.1.10 «Un orden global capitalista siempre es una construcción social contingente: el desarrollo efectivo y la continuidad de tal orden deben ser problematizados» (P/G p.24) ¡Pero esto es Lenin! «… no debemos teorizar la historia como si la trayectoria del capitalismo fuese una derivación lógica de leyes económicas abstractas» (P/G p.24) ¡Más Lenin! ¿De qué se está hablando? ¿Cómo es eso entonces de que «la primera crisis… condujo [a secas] a la Primera Guerra Mundial y a una revolución comunista»? Esto sí que no le hubiera gustado a Lenin ni lo hubiera sostenido. Hasta tal punto que dedicó su vida a hacer la revolución, entre otras cosas porque ni «las leyes económicas abstractas» y ni siquiera las situaciones revolucionarias concretas «conducen» (a secas) a una revolución comunista.

8.1.11 «Las teorías clásicas del imperialismo desarrolladas en ese período, desde Hobson a Lenin, estaban fundadas en una teorización de las crisis y las fases económicas del capitalismo. Este fue un error que, desde entonces, ha impedido un entendimiento adecuado de la cuestión. Las teorías clásicas eran defectuosas en su lectura histórica del imperialismo, en su tratamiento de la dinámica de acumulación del capital y en su tendencia a elevar un momento coyuntural de rivalidad inter-imperial al rango de una ley inmutable de la globalización capitalista… el imperialismo capitalista no surgió automáticamente de la llamada fase monopólica o financiera del capitalismo de fines del siglo XIX» (P/G p.25). Los signos de interrogación que debiéramos haber puesto entre paréntesis son nuestros. En algunos asuntos, es sólo cuestión de tiempo (entendiendo por tiempo el discurrir de la lucha de clases, por supuesto). Las crisis «actuales», las de la fase imperialista, son estructurales. La crisis es la estructura del imperialismo. El derrame/derroche permanente del agua del vaso es lo que hay. La primera y la segunda guerras mundiales «ya pasadas», la tercera por venir, la «edad de oro» y las otras guerras coloniales y neocoloniales «paralelas», que podríamos catalogar como «crisis emergentes» del capitalismo imperialista, ¿fundan una teorización errónea? La rivalidad inter-imperial, ¿es un «momento coyuntural»? Si no es «inmutable», ¿por qué surgen y resurgen rivalidades inter-imperiales? ¿Y quién dijo que el capitalismo imperialista surgió «automáticamente» de la fase monopólica o financiera? ¿Desde cuándo el leninismo es un automatismo?

8.1.12 «Si los capitalistas se volcaron hacia la exportación de capitales y el comercio en mercados de ultramar no fue tanto debido a que la centralización y concentración de capital había anunciado una nueva etapa marcada por la caída de la tasa de ganancia, la sobreacumulación y/o el subconsumo» (P/G p.25). Habrá que ver debido a qué entonces los capitalistas se volcaron hacia la exportación de capitales, etcétera.

8.1.13 «En realidad, dado el proceso que anteriormente había permitido a las unidades individuales de capital salir de sus locaciones originales en determinados pueblos o ciudades, fue más bien la aceleración de las presiones competitivas y las oportunidades, acompañada por las estrategias y las capacidades emergentes de los capitalismos en desarrollo, lo que dio empuje a, y facilitó, el expansionismo internacional de fines del siglo XIX y principios del XX» (P/G, p.25). ¿Y de dónde surgen «las presiones competitivas y las oportunidades» sino de la dinámica de la concentración y la centralización? ¿Cómo entender la concentración y la centralización sin su articulador consustancial (shifter), la competencia?

8.1.14 «… las clases obreras occidentales iban adquiriendo niveles cada vez más altos de consumo público y privado», esgrimen Panitch y Gindin como para refutar «lo que el panfleto (sic) de Lenin, Imperialismo (sic) denominara como «el nivel de semi-inanición de las masas« (P/G p.26). Precisamente, se trata de Lenin; y entonces ese dato no refuta nada. ¿O habrá que recordarles a nuestros autores lo que el Che, leninista, no olvidaba nunca: que nosotros peleamos contra la alienación? ¿O ir un poco más atrás, para que Rosa Luxemburgo, ¿leninista?, les recuerde que el socialismo no es un problema de cuchillo y tenedor? Hablando de Lenin, no debiera olvidarse que hablamos de Lenin.

8.1.15 Y «obviamente», ¿cómo no concluir entonces que «lejos de ser la fase superior del capitalismo, lo que estos teóricos estaban observando (y es hoy obvio para nosotros) era una fase relativamente temprana del capitalismo» (P/G p.26)? Donde dice «teóricos» es obvio que habría que decir «revolucionarios» (o al menos «revolucionario», para el caso de Lenin) y donde dice nosotros es también más que obvio que entendemos «ustedes». La voracidad económica y las atrocidades bárbaras del imperialismo durante las primera y segunda guerras mundiales, ¿en qué difieren de las existentes luego y hasta hoy, y las que existirán mientras no rompamos el vaso? Difieren sólo en grado.

8.1.16 «El imperialismo no es reducible a una explicación económica, aun cuando las fuerzas económicas constituyen un aspecto fundamental del mismo» (P/G p.26). ¿Y quién sostiene eso? ¿Lenin? No. Pero es notorio que hay que sostener esta tergiversación para inmediatamente afirmar: «En este sentido, es necesario mantener al imperialismo y al capitalismo como dos conceptos distintos» (P/G p.26). Y un poquito más, así ya lo decimos abiertamente y podemos pasar a recordar a quien hay que recordar: «El imperialismo capitalista, entonces, requiere ser comprendido mediante una extensión de la teoría del Estado capitalista y no como una derivación directa de la teoría económica de las fases o las crisis» (P/G p.26).

8.1.17 Hasta acá llegamos. Ya basta de citas, comillas, puntos suspensivos… Ahora recordamos nuevamente a Karl Kautsky. Ahora es posible, entonces, siguiendo esta lógica de la separación entre capitalismo e imperialismo, apoyar a una burguesía en defensa de la otra (una burguesía, capitalista pero no imperialista), apoyar partidas presupuestarias en favor del armamento del ejército de una burguesía para combatir al de otra en defensa de un Estado agredido por otro, como apoyan otros el capitalismo andino para Bolivia o el capitalismo de Estado sin expropiación de los medios de producción y mucho menos dictadura del proletariado en Venezuela. Como si el imperialismo no fuera un sistema mundial donde la concentración y la centralización de capitales no empujaran a todos, aun en potencia pero sin excepción, a competir en la carrera por la hegemonía mundial.

Ya no más desvíos: negación de las tesis

9 El imperialismo es la fase superior del capitalismo, como sostiene Lenin.

9.1 El leninismo es la fase superior del marxismo, según nuestra posición.

9.2 Lenin es tergiversado y luego criticado; este es el hecho superficial y más evidente. El mecanismo por el cual se logra la maniobra, o el acceso a uno de los mecanismos por los cuales se logra esto, es lo que pretendemos comenzar a profundizar aquí.

9.2.1 Podría continuarse esta cadena con un estudio atento de la obra de Giovanni Arrighi, «Comprender la hegemonía» o la de Atilio Borón, «La cuestión del imperialismo»: el imperialismo no es la fase superior del capitalismo; el leninismo, entonces, gira en falso alrededor del marxismo. El leninismo, así, no es marxismo, ni siquiera un eslabón en su cadena. Hasta se trataría de una fuga de él (Adolfo Sánchez Vázquez). (p)

9.2.2 Resulta imprescindible para el proceso revolucionario que los marxistas se demarquen ideológicamente de los no marxistas. Pero ya en la época del imperialismo, es vital que dentro del marxismo nos demarquemos ideológicamente entre leninistas por un lado y preleninistas o posleninistas por el otro. En realidad, desde que el marxismo se fue recluyendo cada vez más en la academia los posicionamientos academicistas lo vienen haciendo ya y con una gran sofisticación últimamente entre algunos sectores. Tal vez la mayor sofisticación que se pueda alcanzar en este ámbito consista en el salto a Marx por sobre Lenin. A Marx se lo puede defender desde la academia y para la academia por diversas razones (el rigor científico, por ejemplo, o hasta el virtuosismo literario), e incluso al Che (moda, exotismo y hasta ética). ¿Pero cómo defender a quien vivió interpelando no ya al academicismo sino a la academia misma?

9.2.3 En Lenin, como en nadie, el marxismo es un todo; abierto, pero un todo. Nadie como él nos invita a ir hasta el fondo: sin organización profesional ni dictadura del proletariado, no hay marxismo en sentido estricto, es decir, revolucionario. Sin llegar hasta allí, nos quedamos con suerte a mitad del marxismo. ¿Y por qué esto es así? La respuesta es un círculo virtuoso: en la época del imperialismo, ¿de qué otra manera se puede ser marxista? Sólo hay una: negando esto. Y entonces tendremos un marxismo del tipo «teórico» (Marx filósofo, Marx sociólogo, Marx historiador, Marx economista, Marx analista político, Marx periodista, Marx abogado…).

9.2.4 Existe tal imbricación de niveles de intervención en la obra de Lenin, que no es posible escindir ni un ápice ninguno de estos dos «elementos» de su valoración del marxismo. Esta inescisión es la clave para entender por qué el leninismo es el marxismo de la fase imperialista. Por qué el desvío para comprender a Marx hay que hacerlo por Lenin, por qué este desvío mismo es análogo a la comprensión de la anatomía del hombre que nos permite comprender la del mono. Cómo desde la comprensión de la organización revolucionaria profesional y la dictadura del proletariado podemos comprender la violencia (sus formas de ejercicio en cada situación), la unidad (sus mecanismos de construcción) y el imperialismo (la estrategia para confrontarlo). No haciéndolo así, nos ahogaremos en el vaso de agua en permanente derrame.

10 La teoría del superimperialismo es el núcleo duro de la variante alternativa que propone el marxismo académico para remplazar y «superar» al leninismo. La teoría del reafirmado Kautsky, que ha demostrado con su práctica en el terreno de la lucha de clases su defección y su impotencia para enfrentar al imperialismo, está siendo resucitada. No es extraño toda vez que quienes llevan a cabo la obra son profesores marxistas de circulación académica y cultores del horizontalismo, el autonomismo, el decadentismo y el eclecticismo. Comprender el imperialismo como una extensión de la teoría del Estado capitalista después de la catarata de datos que confirman su estructura crítica desarma a los trabajadores respecto a la elaboración de la estrategia y las tácticas para conducirse tanto en las épocas de crisis explícita como durante las relativamente «estables» pero de crisis estructural.

10.1 Se puede atacar con mayor eficacia a Lenin por el lado de impugnar su concepción de la organización asimilando tergiversadamente el centralismo democrático al verticalismo. También se lo puede hacer deslegitimando su defensa y desarrollo de la dictadura del proletariado a la luz de las teorizaciones sobre el totalitarismo. Con la violencia revolucionaria es siempre ya evidente, incluso para la mayoría de la izquierda, que no hay, no hubo ni habrá nunca ni en ninguna parte condiciones para su más mínimo ejercicio… con esto no hay mayor problema. La unidad es una cuestión a esperar, no a construir, de modo que es fácilmente tergiversable. Pero de donde hay que aferrarse fuertemente para dominar toda la cadena, es de la concepción de imperialismo. Y a fuerza de tergiversaciones eso se ha logrado al menos en el ámbito académico.

10.1.1 Se ha vuelto perentorio y estratégicamente decisivo, pues, la restauración más amplia del pensamiento y el accionar leninista. En última instancia, detrás de las aspiraciones posmodernistas, no ya el trago amargo, sino el intragable, es Lenin: el posmodernismo es un posleninismo. Pero esto no quiere decir que para estas aspiraciones no sea una tarea a emprender su hundimiento en aguas, pero estancadas. Y conciente o inconcientemente, quienes en nombre de que las cosas cambian pretenden fundamentar que luego de la muerte de Lenin el capitalismo cambió cualitativamente a un estadio superior al imperialismo trayendo datos de realidades que Lenin no pudo constatar, obviamente, contribuyen a la provisión de argumentos, falsos pero que confunden, para la defensa de las teorías derrotistas propias de posiciones posmodernistas. (q)

10.1.2 Hace falta un vaso roto para Lenin, pues así como de lo que no se puede hablar es mejor callar, lo que no se puede detener es mejor romper.

NOTAS

a) «El revolucionario… se consume en esa actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte«, Che.

b) Para ser consecuentes con aquel consejo de leerse hasta el último papelito de Lenin, nada más.

c) Pero sólo con el sentido que se le da en tapicería.

d) Lenin, V.I. «Una vez más acerca de los sindicatos, la situación actual y los errores de Trotsky y Bujarin (especialmente el apartado «Dialéctica y eclecticismo. «Escuela» y «Aparato».»), 1921.

e) Lenin, V.I. El Estado y la revolución, Introducción.

f) Idem, capítulo II 3).

g) «Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases…» Carta de Marx a Weydemeyer, 5 de marzo de 1852.

h) Véase sobre todo en Marx la Crítica del Programa de Gotha, en Engels el Anti-Duhring y en Lenin El Estado y la revolución.

i) Lenin, V.I. El Estado y la revolución, Introducción.

j) Pero sólo con el sentido que se le da en la mecánica.

k) Consúltense los comentarios a la Lógica de Hegel hechos por Lenin en sus Cuadernos filosóficos.

l) «De la política y de los partidos se puede decir -con las modificaciones necesarias- lo mismo que de los individuos. No es inteligente quien no comete errores. Tales hombres no existen ni pueden existir. Es inteligente aquel cuyos errores no son muy graves y que sabe corregirlos con facilidad y rapidez.» Lenin, V.I. El «izquierdismo», enfermedad infantil del comunismo. «Lo único que hace falta es tener conciencia de los defectos, cosa que en la labor revolucionaria equivale a más de la mitad de la corrección de los mismos». Lenin, V.I. Qué hacer, capítulo II a).

ll)»Si no existe organización, las ideas, después del primer momento de impulso van perdiendo eficacia, van cayendo en la rutina, van cayendo en el conformismo y acaban por ser simplemente un recuerdo», Che.

m) Lenin, V.I. Qué hacer.

n) Idem.

ñ) ¿Es necesario, ciertamente, recordar hasta el hartazgo esta idea ya lanzada en 1848 por Marx y Engels en el Manifiesto al torrente de la historia para que pasara tantas veces por debajo de tantos puentes?

o) Lenin, V.I. «La bancarrota de la II Internacional».

p) «Hoy no se puede sostener que la clase obrera sea el sujeto central y exclusivo de la historia, cuando la realidad muestra que existe un sujeto plural, cuya composición no puede ser inalterable o establecerse «a priori» . Sánchez Vázquez, Adolfo «¿Por qué ser marxista hoy?»

q) Posleninistas.