La guerra mediática que se adelanta contra la oposición política, armada o no, traspasa los límites de la ética y responsabilidad con el país; ella se apoya en la manipulación de la verdad hasta convertirla en mentira, con el perverso fin de ilegitimar y destruir a quienes tienen otra visión y propuesta de nación. Es […]
La guerra mediática que se adelanta contra la oposición política, armada o no, traspasa los límites de la ética y responsabilidad con el país; ella se apoya en la manipulación de la verdad hasta convertirla en mentira, con el perverso fin de ilegitimar y destruir a quienes tienen otra visión y propuesta de nación.
Es bastante ilustrativo el manejo publicitario dado a la liberación de los retenidos por las FARC, donde el gobierno de Uribe le mintió al país.
El Secretariado de las FARC decidió, en un acto unilateral y humanitario, liberar a tres de las personas retenidas, entre ellos el niño Emanuel. Este gesto fue hecho como un acto de desagravio con el presidente Chávez, ofendido en su dignidad de Jefe de Estado por su homólogo colombiano, al ser suspendido abruptamente de su papel de mediador del Acuerdo Humanitario y del proceso de paz con el ELN.
Desde que se anunció la entrega de los retenidos, el gobierno desplegó una ofensiva sembrando dudas, señalando que las FARC no cumplirían y advirtiendo al presidente Chávez que se burlarían de él, de los familiares, del país y de la comunidad internacional.
Desde meses atrás el gobierno montó una ofensiva publicitaria reclamando la liberación del niño Emanuel y centrando la atención del país en esta exigencia.
La entrega de las tres personas fue obstaculizada con operativos militares y no se produjo el 31 de diciembre, tal como estaba programada, pero sí el 10 de enero.
Mediante ofensiva mediática y aprovechando que no se produjo la entrega el día 31, el presidente Uribe y su ministro de Defensa montaron un show en Villavicencio, ante los delegados internacionales pendientes de recibir a los retenidos, para reiterarle al mundo que las FARC estaban mintiendo, que eran unos impostores y que no cumplirían la entrega, porque no tenían al niño.
El gobierno había interceptado, desde meses antes, a la familia encargada de atender la salud del niño y tenía a éste bajo su control, no obstante ocultó la verdad a su familia y al país. Con el anuncio de la entrega intensificó las operaciones militares y los bombardeos en una amplia área para bloquear la entrega, poniendo en grave peligro la vida de los retenidos, como se supo posteriormente.
La perversidad de este régimen no admite límites éticos, no le importan los medios a utilizar con tal de lograr fines como, afianzar el proyecto ultraderechista y eliminar a la oposición política como sea. Así lo demostró en la reciente campaña electoral para elegir las autoridades regionales, donde recurrió a todo tipo de manipulaciones de la verdad y mentiras para desprestigiar a los opositores sin éxito, ya que se impusieron en las elecciones los candidatos opuestos al gobierno.
En esta conducta ausente de ética política, no resultan extrañas las reiteradas declaraciones del Comisionado de paz vinculando al ELN con el negocio de la coca, en una desesperada carrera por incluirnos en la lista de las organizaciones narcotraficantes. También es propia de esta conducta perversa la versión gubernamental que tergiversa lo sucedido en los diálogos de paz.
Desde 1989 el ELN definió la política oficial frente al narcotráfico de deslinde con este negocio criminal. Durante muchos años la mayoría de las regiones bajo su influencia estuvieron libres de este cultivo hasta que el proyecto narcoparamilitar, de la mano del gobierno, se implantó fomentando los cultivos de coca y la producción de base de la cocaína.
El refrán popular dice que «quien las usa se las imagina». Los vínculos institucionales de este gobierno con el narcoparamilitarismo, le resta autoridad moral para hacer ese tipo de calificaciones.
El Presidente y el régimen que preside están demostrando, con los hechos y la manipulación de la verdad para imponer la mentira, que anda por caminos que se alejan de la paz que requiere la Nación.