Fue una tarde de verano de febrero de 1952. Nos juntábamos en el puente Arévalo, en San Antonio. Allí donde termina la avenida Centenario y comienza el camino a Santiago. Llegábamos con lienzos, banderas rojas y chilenas. Unos estudiantes universitarios que veraneaban en la zona, se fueron uniendo a nosotros, jotosos de San Antonio, y […]
Fue una tarde de verano de febrero de 1952. Nos juntábamos en el puente Arévalo, en San Antonio. Allí donde termina la avenida Centenario y comienza el camino a Santiago. Llegábamos con lienzos, banderas rojas y chilenas. Unos estudiantes universitarios que veraneaban en la zona, se fueron uniendo a nosotros, jotosos de San Antonio, y formamos un alegre destacamento juvenil, que lanzaba consignas y cantaba canciones revolucionarias.
De pronto alguien gritó:
¡Ahí viene el candidato!
¡Y también el camarada Lafertte!, agregó otro
Comenzó a moverse la columna. Marchamos por Centenario. Llegamos a la Plaza de San Antonio, muy cerca del puerto. Escuchábamos sirenas de remolcadores y de algún barco. La brisa traía el salobre sabor a mar. Gaviotas pasaban en blancos vuelos.
Se inició el acto. Lo abrió el presidente del Comando Allendista de San Antonio.
Luego fue anunciado Elías Lafertte. Aplausos y La Internacional.
Gobernaba el traidor en La Moneda. Los comunistas estábamos fuera de ley y éramos perseguidos. Por eso, la plaza se pobló con ese grito salido de lo más hondo de nuestros seres:
– ¡Y que fue… y que fue… Aquí estamos otra vez!
Con enorme entusiasmo y el Himno Nacional fue recibido Salvador Allende.
Fue la primera vez que vi y escuché a Allende. Habló como verdadero educador del pueblo. Su discurso fue claro y emotivo. Se refirió a los problemas de Chile y a sus soluciones.
Esa noche, bajo un cielo estrellado y teniendo como música de fondo el incansable ronronear del océano, Allende planteó las medidas para terminar con el atraso del país y la miseria de la gente: romper las ataduras con el imperialismo, hacer de Chile el cobre chileno, realizar una profunda reforma agraria…
Nos llamó a luchar sin claudicar y jamás sentirnos derrotados. El futuro es nuestro, enfatizó el candidato del Frente del Pueblo. Aquella noche de febrero de 1952 quedé convencido que triunfaríamos el 4 de septiembre de ese año.
No fue así. En esos comicios electorales se impuso el ex dictador Carlos Ibáñez del Campo, apoyado por una amplia coalición en que habían desde marxistas hasta fascistas. Allende perdió. Sacó algo más de 50 mil votos. Pero no fue derrotado. Siguió luchando.
¿QUIÉN ERA ESE REVOLUCIONARIO A QUIEN LOS FRACASOS NO LO DERROTABAN?
Salvador Allende Gossens había nacido en Valparaíso el 26 de junio de 1908. Por entonces, Chile tenía una población de tres millones de habitantes. La clase obrera cumplía 80 años de combativa existencia y se componía de 250 mil trabajadores.
De su seno había surgido Luis Emilio Recabarren, quien desde hacía 15 años participaba en la lucha social.
Al nacer Allende, se habían cumplido seis meses de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique.
El joven Salvador tenía 18 años cuando ingresó, en 1926, a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile. Un año más tarde se inició la dictadura del general Ibáñez. Los sectores más consecuentes se opusieron a la tiranía. Entre ellos, los estudiantes universitarios. En primera fila estuvo Allende.
El 26 de julio de 1931 un amplio movimiento democrático hizo caer al dictador. Chile vivió impactantes acontecimientos. A comienzos de septiembre de 1931 se sublevó la marinería de la flota de guerra.
En junio de 1932 un golpe militar dio nacimiento a la República Socialista, que duró doce días, siendo derrocada por un golpe militar reaccionario, el 16 de junio de 1932.
Ese mismo día, Allende fue detenido y encarcelado. Estando en prisión, falleció su padre. Le autorizaron para asistir una hora a los funerales. Ante la tumba de su progenitor realizó solemne promesa:
«Desde este momento consagraré mi vida a la lucha social». Era el 8 de noviembre de 1932. Cumplió con ese compromiso hasta el fin de su existencia.
Allende fue uno de los fundadores del Partido Socialista de Chile, surgido el 19 de abril de 1933.
El 6 de mayo de 1936 se constituyó el Frente Popular, primera coalición de izquierda de nuestra historia.
En los comicios presidenciales del 25 de octubre de 1938 triunfó el abanderado del Frente Popular, el maestro radical Pedro Aguirre Cerda.
El 28 de septiembre de 1939, cuando tenía 31 años de edad, Allende asumió como Ministro de Salubridad. Ese mismo año, contrajo matrimonio con Hortensia Bussi.
En 1951 surgió el Frente del Pueblo, formado por el ilegal Partido Comunista y el pequeño Partido Socialista de Chile. El Frente del Pueblo proclamó a Salvador Allende candidato a la Presidencia de la República. El 4 de septiembre de 1952 ganó el ex dictador Ibáñez.
En febrero de 1956 nació el Frente de Acción Popular, FRAP. Lo formaron los partidos Comunista, Socialista de Chile, Socialista Popular, el Partido del Trabajo y otras colectividades. El FRAP proclamó la segunda candidatura de Salvador Allende a la Presidencia de la República. Fue vencido en los comicios del 4 de septiembre de 1958. Quedó segundo, a 30 mil votos del vencedor, el derechista Jorge Alessandri Rodríguez.
Pero, el avance de las fuerzas populares fue enorme. Los 51 mil votos de 1952 se habían convertido en 356 mil. El imperialismo tomó nota de este hecho. A partir de ese momento, adoptó una rabiosa posición antiallendista. Esto quedó comprobado en la campaña presidencial que debía culminar el 4 de septiembre de 1964. Ya en 1962 el Presidente John Kennedy señaló «que era de interés de la seguridad nacional norteamericana que resultase elegido en 1964 el candidato Eduardo Frei Montalva».
Esta insolente intervención en nuestros asuntos internos, fue respaldada por decenas de millones de dólares, según afirmó Edward Korry, ex Embajador estadounidense en Santiago. Por su parte, la jerarquía de la Iglesia Católica chilena emitió, con fecha 18 de septiembre de 1962, un documento donde se sostenía que «de una victoria del comunismo en Chile, la Iglesia y todos sus hijos no pueden esperar otra cosa sino persecuciones, lágrimas y sangre».
Triunfó Frei en 1964, con el apoyo del imperialismo y de la derecha criolla. Pero las fuerzas democráticas continuaban creciendo. Ahora Allende, candidato del FRAP, obtuvo 997.902 votos.
El 9 de octubre de 1969 se constituyó la Unidad Popular. La formaron comunistas, socialistas, radicales, socialdemócratas, el MAPU y la Acción Popular Independiente, API. A mediados de diciembre de 1969 se aprobó el Programa Básico del Gobierno Popular. Pero no fue fácil designar al candidato único. Para facilitar este paso, renunciaron los candidatos: Pablo Neruda, del Partido Comunista; Jacques Chonchol, del MAPU; Alberto Baltra, del Partido Radical.
Pero quedaban aún dos: Salvador Allende, del Partido Socialista, y Rafael Tarud, del Partido Socialdemócrata y de la Acción Popular Independiente. Pasaban los días y no se definía el abanderado de la Unidad Popular. Otros dos candidatos: Jorge Alessandri, de la derecha, y Radomiro Tomic, democratacristiano, estaban hacía rato en campaña.
El Partido Comunista convocó a una concentración en la Plaza Bulnes para el 22 de enero de 1970. Y comunicó a sus aliados que, si a esa fecha no había candidato único, proclamaba definitivamente a Pablo Neruda. Poco antes de las 19, hora fijada para el inicio del acto, se logró el difícil parto.
Luis Corvalán, secretario general del Partido Comunista, pudo decir en esa tarde de verano: «Salió humo blanco… Tenemos candidato único… Es Salvador Allende». Estallaron la alegría y los aplausos en la plaza. Lágrimas corrieron por muchos rostros. Miles de gargantas enronquecieron gritando:
«Allende… Allende… Allende»…
«El pueblo unido… jamás será vencido» .
Y ese eco se escuchó por la patria entera. Se inició la campaña presidencial más breve de la Izquierda. Breve, pero a la ofensiva, con movilizaciones de masas, con la constitución de miles de comités de base, con acciones audaces que derrotaron la campaña del terror, con heroicas brigadas, entre ellas las Ramona Parra, que pintaron hasta el cielo.
Y la cuarta fue la vencida. El 4 de septiembre de 1970 triunfó Allende. Cuando amanecía el día 5, dijo en emotiva improvisación:
« Esto que hoy germina es una larga jornada. Yo sólo tomo en mis manos la antorcha que encendieron los que antes que nosotros lucharon junto al pueblo y por el pueblo…
«Gracias, gracias, compañeras. Gracias, gracias compañeros…
A la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobernante del pueblo; con la lealtad del Compañero Presidente…
«Le debo este triunfo al pueblo de Chile, que entrará conmigo a La Moneda «.
Y así fue.
Después de 60 días al rojo, en que el Imperio y todos los enemigos del pueblo recurrieron hasta al crimen para impedir la llegada de Allende a La Moneda, el 3 de noviembre de 1970 se inició el Gobierno Popular, el período más brillante de la historia de Chile.
2 de diciembre de 1971. En el acto de despedida de Fidel Castro en el Estadio Nacional, un día después que el fascismo mostrara sus garras en Santiago, el compañero Presidente dijo:
« Yo no tengo pasta de apóstol ni tengo pasta de Mesías, no tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea, la tarea que el pueblo me ha dado…
Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: defenderé esta revolución chilena, y defenderé el Gobierno Popular porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el Programa del pueblo «.
11 de septiembre de 1973. Estando acosado por las tropas fascistas, Salvador Allende proclamó a través de Radio Magallanes:
« Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: ‘¡Yo no voy a renunciar! Colocado en este tránsito histórico pagaré con mi vida la lealtad del pueblo «.
Lo dijo y lo hizo. Fue leal a sus principios hasta el último minuto de su existencia.
Lealtad se escribe con «L» de Allende.
Al cumplirse este año el centenario de su nacimiento, levantemos en alto su ejemplo y sus ideales. Cumplamos la gran tarea que nos entregó cuando dijo:
« ¡Sigan ustedes, sabiendo, que más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre digno para construir una sociedad mejor! «
Sí. Seamos consecuentes herederos de Salvador Allende. Participemos en el duro combate de cada día por abrir de nuevo las grandes alamedas. Contribuyamos a forjar esa sociedad mejor, por la cual luchó y murió el heroico Compañero Presidente.