Es posible que sea verdad que muchos dirigentes del PP se estén dando de baja porque no comparten la supuesta nueva deriva de Mariano Rajoy, pero me malicio que bastantes de ellos (y de ellas) están haciendo las maletas y yéndose con viento fresco porque la política profesional ya es de por sí lo suficientemente […]
Es posible que sea verdad que muchos dirigentes del PP se estén dando de baja porque no comparten la supuesta nueva deriva de Mariano Rajoy, pero me malicio que bastantes de ellos (y de ellas) están haciendo las maletas y yéndose con viento fresco porque la política profesional ya es de por sí lo suficientemente aburrida, arriesgada y poco rentable como para encima dedicarse a ella sin mandar nada de nada.
Ya sé que la gran mayoría de ellos llegaron a la política con una mano delante y otra detrás, sin tener dónde caerse muertos -ahí el ejemplo prototípico es Eduardo Zaplana-, pero de eso hace muchos años y, gracias a su hábil y previsora gestión de la cosa pública, casi todos consiguieron tejer las relaciones empresariales y financieras necesarias para medrar. ¿Para qué ser «diputado de base» si la asistencia a unos cuantos consejos de administración te puede dar cinco o diez veces más ingresos y muchos menos sofocos?
El fenómeno está relacionado también con el creciente desprestigio que padece hoy en día la política, en tanto que ocupación profesional. Si un fantasma recorre ahora Europa, es ése. Aumenta la proporción de los ciudadanos que miran a la llamada «clase política» con franca desconfianza. Antes, ser diputado, o incluso concejal, fardaba un montón, y tu abuela se pavoneaba cuando te veía en la tele, pero las cosas han cambiado mucho, y ahora la familia tiene que intervenir ante el vecindario para decir: «Vale, sí: es político, pero honrado».
En tiempos, cuando en un partido había divergencias, se constituían facciones, tendencias o, como decían los más cursis, «sensibilidades», que pugnaban por ganarse el favor de la mayoría y se dedicaban a ello en cuerpo y alma. Ahora, en cuanto a alguien no lo hacen capitán con mando en plaza, se mosquea y se larga a Tabacalera, a Telefónica, al Santander o a Sogecable.
La razón no es un misterio: el Poder político, antaño tan de postín, cada vez tiene menos poder y luce menos. Hogaño mandan los poderes en la sombra, cuyos beneficiarios viven mucho mejor, tienen muchas más horas libres y no dependen para nada de las urnas. Ganancia neta.