Hace algunos días, tuvimos la oportunidad de entrevistar en nuestras oficinas al periodista y escritor colombiano Hernando Calvo Ospina; quien visitó Venezuela con motivo de su participación en el programa Palabras en Puerta, organizado por la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Freddy Molina (FM): Como primera pregunta nos interesa saber […]
Hace algunos días, tuvimos la oportunidad de entrevistar en nuestras oficinas al periodista y escritor colombiano Hernando Calvo Ospina; quien visitó Venezuela con motivo de su participación en el programa Palabras en Puerta, organizado por la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad.
Freddy Molina (FM): Como primera pregunta nos interesa saber ¿cómo percibe Europa la ola de cambios que vive Latinoamérica?, se lo pregunto a usted que ya es «casi europeo».
Hernando Calvo (HC): Ciertamente, tengo 22 años viviendo en Francia y antes de eso viví en Bélgica. Yo creo que hay que comenzar por esa última palabra que usas, «casi europeo»… aunque sigo siendo colombiano. Viví los primeros cuatro años desempeñando tareas de aseo, limpiando piscinas y sanitarios para ganarme la vida, luego surgió la posibilidad de empezar a escribir nuevamente como lo hacía en América Latina; fue en ese momento que tomé una decisión que muy pocos latinos toman: decidí quedarme. Y eso es raro porque nosotros los latinos cuando nos vamos a Europa tenemos una pierna allá y otra en nuestro país, eso es una traba a la hora de progresar dentro de una sociedad.
Para contestar tu pregunta debemos tomar en cuenta que América Latina casi no le importa a Europa. Un caso que conozco profundamente es el de Francia, cuya primera prioridad es el Medio Oriente; en segundo término África, ya que allí están la mayoría de sus colonias y al final de la escala de importancia América Latina, un hecho que se ha acentuado aun más bajo la administración de Sarkozy. Para este presidente, América Latina comienza y termina con el secuestro de la señora Ingrid Betancourt. Esta situación ha traído como consecuencia que un importante sector de la sociedad francesa vuelva su mirada hacia América Latina, Colombia y Venezuela. Después del altercado entre Colombia y Ecuador, este último ha ocupado tímidamente un lugar en los medios de comunicación. En resumen, Latinoamérica es poco importante para Europa, con excepción tal vez de las relaciones económicas con México y Brasil. Venezuela ha ganado resonancia desde que Hugo Chávez es presidente y Colombia, después del secuestro de Ingrid Betancourt.
Ahora, los latinos residentes en Europa tienen opiniones encontradas. Esto se debe a que hay básicamente dos tipos de inmigrantes; estamos los pocos que nos hemos integrado a la sociedad, desarrollando y apoyando con ahínco la solidaridad entre los latinoamericanos, sin dejar de lado a nuestros países de origen y a la América Latina. Y los otros, la gran mayoría de latinos, que día a día trabajan únicamente para sobrevivir.
Precisamente dentro de este grupo es donde se nota mayormente el apego y el reconocimiento de lo que leen o escuchan de los medios de información, pero no los de allá, porque la gran mayoría nunca aprende el idioma, sino los de aquí, con todo el veneno y las mentiras que incluyen. Existe un tercer sector de latinos que sí están constantemente informados y que además desarrollan un trabajo de información hacia la sociedad, pero realmente son una minoría.
FM: ¿Entonces el interés del presidente Sarkozy es únicamente mediático?
HC: Yo creo que Sarkozy siempre ha sido así. Debo decirte que en este momento su popularidad está muy mal en Francia. Ha caído tremendamente en las encuestas y en muy poco tiempo, fundamentalmente porque no ha cumplido nada o casi nada de lo que ofreció durante su campaña. Pero además, porque quiso hacer un «show presidencial» y ocupar la portada de todas las revistas, un asunto al que la sociedad francesa no está acostumbrada. Para él, lo mejor en este momento sería que las FARC decidieran entregarle a Ingrid Betancourt, esto le daría una gran acogida mediática, porque esta señora ha sido la persona más nombrada en Francia, después del presidente, en los últimos meses.
FM: Trasladémonos ahora a nuestros predios. Durante años Colombia ha recibido financiamiento y entrenamiento para la puesta en marcha de infinidad de políticas en contra de la guerrilla, el narcotráfico y el terrorismo. ¿Qué piensa el pueblo colombiano sobre este asunto? En el peor de los escenarios, ¿cree usted que los colombianos estarían dispuestos a permitir que su territorio sirva de puesto de avanzada de agresiones en la región?
HC: Una de las ventajas más grandes que tiene Uribe, después del apoyo de los Estados Unidos, es que maneja los principales medios de información y comunicación. Este hecho, combinado con el inmenso miedo que tiene el pueblo colombiano, actúa incuestionablemente sobre la opinión popular.
Dentro de Colombia existe un pequeño sector de la burguesía dispuesta a apoyar cualquier iniciativa Made in USA. Otro sector mucho más numeroso de la población ha sido influenciado por las campañas mediático-informativas a favor de Uribe y de sus ideas, por descabelladas que éstas sean. Sin embargo, creo que poco a poco el pueblo colombiano ha ido despertando; ese sector que era inducido a estar siempre de acuerdo con él, se ha dado cuenta que aunque las cifras dicen que la economía crece, y que a lo mejor es cierto, ese crecimiento económico no se ha redistribuido y la pobreza se ha triplicado en Colombia.
El asunto del miedo es mucho más grave; el pueblo colombiano teme que en cualquier momento un familiar o un vecino lo venda a la policía con la excusa de que es un guerrillero ¡porque la peor abominación en Colombia hoy en día es ser guerrillero! Si eres narcotraficante se puede solucionar, pero si eres guerrillero no tienes salida. ¡Es algo gravísimo! Uribe ha logrado que un sector muy grande de la población crea que si uno no está con él, está con las FARC, y si se está con las FARC, entonces se es automáticamente un enemigo público al cual la derecha puede asesinar en cualquier momento.
FM: ¿Para usted, las FARC son terroristas ó idealistas?, ¿qué opinión le merecen sus «métodos» de lucha?
HC: Yo no creo que las FARC sean una organización terrorista. Idealistas sí tienen que serlo, como todos nosotros, porque los que queremos cambiar este mundo tenemos que comenzar por abrigar un sueño y defender un ideal. Sin embargo, sí creo que han cometido errores y excesos en contra de la población, han violado repetidamente las leyes de la guerra, atentando contra sectores no beligerantes. Aun así, no se puede decir que sean terroristas.
Por otro lado, el Estado colombiano se ha encargado de descabezar uno a uno los movimientos sociales, agrarios, de pobres, de mujeres, etc., dejando como único antagonista un aparato militar que lo confronta. Es triste que las FARC sean el único actor con la fortaleza necesaria para llevar, u obligar, al gobierno colombiano a entablar un diálogo. Estoy conciente de que otros sectores y fuerzas sociales, populares y obreras deberían estar en libertad de apoyar propuestas a este respecto, pero la misma represión ha hecho que las clases populares colombianas se queden sin grupos organizados capaces de confrontar al Estado. La guerra en Colombia es ahora entre dos maquinarias: la que manejan las FARC y las que domina el Estado.
FM: ¿Entonces la única forma de disentir activamente en Colombia es pertenecer a las FARC?
HC: Bueno, yo me limito a repetir las palabras de un dirigente sindical que lo expresó sencilla y llanamente: en Colombia es más fácil armar una guerrilla que organizar un sindicato.
FM: Uribe, ¿es un títere o un titiritero?, ¿quién mueve realmente los hilos del poder en Colombia?
HC: Esa es una pregunta compleja; aunque creo que Uribe es un poco una marioneta de él mismo. Cuando Álvaro Uribe asumió la presidencia de Colombia en el año 2002, tuvo que tomar posesión de un Estado narco-paramilitar, estructurado además como un gobierno altamente represivo, militarizado y paramilitarizado. Esto habría pasado así hubiese ganado las elecciones «Pepito González» o cualquier otro… lo que pasa es que Uribe le puso su toque particular, porque a su personalidad reaccionaria y ultraconservadora se le sumó su propia historia; como sabemos su padre trabajó estrechamente con el cartel de Medellín, junto a Pablo Escobar y los Ochoa, de los cuales es familia. Buena parte de las riquezas de la familia Uribe provienen de esa «consanguinidad». De hecho, las grandes propiedades que poseen al norte de Colombia, colindan con las de los jefes paramilitares y principales narcotraficantes del país.
En pocas palabras, el presidente colombiano está jodido (sic), como decimos los colombianos, porque materialmente está preso de sí mismo, de su pasado que lo vincula al narcotráfico y al paramilitarismo, pero también está preso de Estados Unidos, porque ellos lo sostienen en el poder a pesar de toda la información que tienen de él. ¿Por qué?, la única razón que se me ocurre es que es una especie de Caballo de Troya cuya tarea es desbaratar las iniciativas de integración regional, el plan bolivariano venezolano y los proyectos del presidente Correa en el Ecuador.
Sin embargo no ha sido para nada efectivo, ya que las maquinaciones no han resultado hasta el momento ni en Venezuela ni en Ecuador; o sea, el tipo se está volviendo un estorbo para los poderes del norte. Sé que en Europa la mayoría de los mandatarios lo repudian y he escuchado de fuentes cercanas al gobierno francés, que Sakorzy lo detesta. El único que da recomendaciones internacionales del señor Uribe es George Bush; y eso no es garantía moral, ética o personal, en ninguna parte.
Yo creo que la ola de problemas que está arropando al presidente colombiano viene impulsada por quienes le quieren «serruchar el piso», aunado a las contradicciones que hay dentro del propio gobierno norteamericano. El temor más grande que tiene Uribe es que de un momento a otro le quiten el apoyo, por ejemplo si los demócratas llegan al gobierno estadounidense, y que no sea reelegido en la presidencia. En un escenario como ese, es probable que termine en Miami acusado por narcotráfico o en el Tribunal de la Haya juzgado por crímenes contra la humanidad.
FM: ¿Es arriesgado hablar de «Terrorismo de Estado» en Colombia»?
HC: Definitivamente es arriesgado. Gracias a Dios, a mí nunca me han amenazado ni me ha pasado nada. Tengo la suerte de vivir en Francia y eso, creo, me ha favorecido con el tema de la seguridad; aunque con el gobierno que hay en Colombia, todo es posible.
Si hablo de Estado Terrorista y les duele es porque estoy diciendo una verdad. Colombia ¡ES! un Estado Terrorista, y no de ahora, ya desde los años ochenta cada uno de los presidentes en el gobierno ha acumulado una enorme cantidad de muertos, detenidos y desaparecidos. Claro, todos ellos son unos bebés de pecho al lado de Uribe, que ha acumulado para su causa asesina, en unos pocos años de gobierno, tantos muertos y desaparecidos como la suma de todas las dictaduras que destrozaron al Cono Sur durante la década de los años setenta. Es algo realmente terrible.
El gobierno «democrático» colombiano, y ojo, hablo de una «democracia» entre comillas, es simplemente un parapeto narco-paramilitar-terrorista, al frente del cual hay un civil medianamente amaestrado y un parlamento que funciona sólo cuando conviene a los intereses dominantes.
FM: Hablemos un poco sobre Venezuela. ¿Qué opinión le merece el proceso de cambio revolucionario impulsado por el presidente Chávez?
HC: Como dice aquella frase apócrifa, atribuida a Cervantes: «si ladran los perros significa que estamos cabalgando». Existe una guerra mediática contra los procesos de cambio latinoamericanos, especialmente contra Venezuela, y esto es porque nuestra región es la única en el mundo donde se están planteando opciones y posibilidades diferentes. Con algunas pequeñas excepciones, África ha sido prácticamente estrangulada ideológicamente por Europa. Asia está totalmente dedicada a producir dinero y a controlar los mercados. Europa está viviendo los estertores de una creatividad intelectual marchita.
No hay otro lugar en el mundo como América Latina. Los cambios se están dando aquí y ahora mismo, por eso es que la artillería se enfila hacia acá. Digamos que se ha movido un poco, antes apuntaba únicamente a Cuba, ahora se dirige también hacia Venezuela y hacia el presidente Chávez, quien con su manera directa y concreta de decir las cosas, levanta muchos resquemores. El modo relajado de abordar la diplomacia agrada a mucha gente en nuestros países, al contrario que en Europa. Puedo decirte con propiedad que en Francia no se simpatiza mucho con la espontaneidad… aquella es una sociedad bastante hipócrita.
Si es difícil tratar de cambiar el Estado, transformar a la sociedad es una tarea titánica, especialmente cuando importantes sectores de la economía están en manos de personas poderosas, capaces de boicotear con su gigantesco capital las políticas gubernamentales. Es una suerte que el presidente Chávez y quienes lo apoyan, hayan logrado de una manera muy inteligente que buena parte de las empresas estratégicas, como la petrolera, hayan pasado a manos estatales, porque no es lo mismo tomar posesión de un gobierno que dirigir un Estado.
Sucede frecuentemente que los pueblos vuelven sus esperanzas sobre los presidentes recién electos, lo malo es que asumir un gobierno no es como administrar una empresa en la que todos persiguen el mismo fin. Tomar las riendas del Estado comprende, entre muchas otras cosas, tener la capacidad de formular propuestas, sustentarlas, defenderlas, gestionarlas económicamente y llevarlas a cabo. También hay que agregar que quienes están detrás del proceso, son humanos; con todas las venturas y miserias que tenemos. Todo esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de criticar al gobierno; creo que aquí hay mucho que hacer, pero Venezuela está trabajando arduamente para hacer posible la teoría. Eso sí, no se puede dejar todo en manos del presidente.
Acá suceden cosas particulares; por ejemplo, muchos teóricos y gente de «izquierda» son enemigos acérrimos de Chávez (¿?). Hay sectores económicos y de derecha que están en contra del presidente, cuando al fin y al cabo lo que está haciendo Chávez es modernizar al Estado para que produzca aún más y en esa medida todos, incluido un sector de la alta burguesía venezolana, salgan ganando. Eso si, con la obligación de redistribuir una parte de lo que obtienen pagando impuestos. Todo proceso de metamorfosis social es axiomáticamente arduo. Hablar es fácil, construir… difícil. Siento un poco de aflicción cuando pienso en la sociedad colombiana que tiene muchos más problemas que la venezolana y todavía tiene todo por hacer. ¡Madre mía!
FM: Cuéntenos un poco sobre su visita a Venezuela, tengo entendido que además de participar en el programa de interacción con las comunidades Palabras en Puerta, estará presentando su más reciente libro «Terrorismo de Estado en Colombia».
HC: Ciertamente. Vine a presentar un recuento histórico sobre la violencia que ha ejercido y ejerce el gobierno en Colombia. Mientras escribía este libro, que titulé El Terrorismo de Estado en Colombia, me di cuenta que no sabía mucho sobre el terrorismo y la represión en mi país natal. Te cuento que pasé un poco más de 3 años leyendo, investigando y trabajando en este libro. Mientras más estudiaba más cuenta me daba de lo escasa que es la información fidedigna y confiable.
En muchas conferencias que he dado, a las que han asistido cantidades de mis compatriotas, me he dado cuenta de que hay grandes interrogantes en el tema de la violencia colombiana, por ejemplo ¿de dónde surge el afán represivo en Colombia?, ¿quiénes han participado, promovido y consumado esa violencia? ¿qué responsabilidad tiene el imperialismo yanqui en todo esto? ¿y Europa, acaso está exenta de culpa en la conformación de este aparato híper-represivo?
En mi libro no abordo únicamente el tema de la represión en Colombia, también hablo de América Latina y del resto del mundo. Cómo dejar por fuera a Francia, supuesto paladín de los derechos del hombre, cuyos «aportes» en cuanto a técnicas de represión, tortura, destrucción y desaparición, cultivadas y perfeccionadas en Argelia, son tristemente célebres. Ó Estados Unidos, que después de la Segunda Guerra Mundial, trasladó a su propio territorio y a algunos países de Suramérica, expertos anti-guerrilleros nazis que colaboraron con su «experiencia» en la formación de comandos contra-insurgentes que torturaron y acribillaron a miles de personas.
Si bien Colombia ha alcanzado el punto máximo en el perfeccionamiento del paramilitarismo, no es un invento nuestro; los padres de la criatura fueron los ingleses, específicamente el monarca británico en las colonias africanas. Después vinieron los franceses en Indochina, Estados Unidos en Vietnam y posteriormente esa «experiencia acumulada» confluyó en Guatemala, donde los paramilitares exterminaron a más de 200 mil indígenas y líderes sociales.
Colombia está doblemente jodida. A pesar de ser un país extremadamente rico, la pobreza crece y se agrava todos los días. Esto se debe fundamentalmente a la intransigencia política, cuyo mayor exponente es Álvaro Uribe, y la «rancia oligarquía» que no tolera la existencia de una oposición con intenciones políticas, muchísimo menos si esa oposición tiene posibilidades reales de llegar al gobierno. Por ejemplo, unos pocos alcaldes progresistas y de izquierda han ganado la alcaldía de Bogotá, pero ¿qué pueden hacer, si el poder económico está en manos de la oligarquía que los adversa?, de alguna forma son prisioneros de sus propios puestos. Simplemente, la izquierda, así esté absolutamente apegada a la legalidad, no es bien vista.
Ahora, ¿hay posibilidades de un cambio en Colombia? Yo creo que sí. Pero el primer paso para lograr ese cambio es que la oligarquía acepte que hay otras opiniones dentro del país. Esas voces disconformes necesitan acceder a las instancias gubernamentales para discutir sobre las salidas a la pobreza, la repartición equitativa de las tierras, etc. En segundo término hay que acabar con la intransigencia política; es esa intransigencia la que hace que las guerrillas en Colombia sean tan grandes, porque si no estás de acuerdo con el gobierno, o te quedas en la ciudad y esperas que te maten, o te vas al monte y te vuelves guerrillero. Eso mismo hace que la insurgencia sea un asunto de nunca acabar, desde 1964 todos los presidentes han dicho: «cuando concluya mi mandato no habrá más guerrillas en Colombia», y como una regla, al final de cada administración la guerrilla lo que ha hecho es aumentar.