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180 años después del asalto del palacio para asesinar a Bolívar

Los bandidos siguen en el palacio presidencial

Fuentes: Rebelión

Hace 180 unos bandidos asaltaron el Palacio presidencial en Santa Fé de Bogotá. Su objetivo era matar al Libertador Simón Bolivar. Realizaban una acción propia del sicariato que muchos años despues se institucionalizaría en el país. Esa noche Bolivar logró huir saltando por una ventana y yéndose a esconder debajo de un puente. Manuelita Saenz encaró […]

Hace 180 unos bandidos asaltaron el Palacio presidencial en Santa Fé de Bogotá. Su objetivo era matar al Libertador Simón Bolivar. Realizaban una acción propia del sicariato que muchos años despues se institucionalizaría en el país.

Esa noche Bolivar logró huir saltando por una ventana y yéndose a esconder debajo de un puente. Manuelita Saenz encaró a los asesinos. Se iniciaba de esta manera por la oligarquia neogranadina una larga historia de traiciones y asaltos nocturnos. De noches de cuchillos largos. De ajusticiamientos.

Pero dejemos que sea Garcia Marquez en «El general y su laberinto»quien nos relate esta historia.

«El miércoles 25 de septiembre, al hilo de la medianoche, doce civiles y ventiséis militares forzaron el portón de la casa de gobierno de Santa Fe, degollaron a dos de los sabuesos del presidente, hirieron a varios centinelas, le hicieron una grave herida de sable en un brazo al capitán Andrés Ibarra, mataron de un tiro al coronel escocés William Ferguson, miembro de la Legión Británica y edecán del presidente, de quien éste había dicho que era valiente como un César, y subieron hasta el dormitorio presidencial gritando vivas a la libertad y mueras al tirano.»

«El general y Manuela Sáenz iniciaban apenas una noche de reconciliación. Habían pasado el fin de semana en la población de Soacha, a dos leguas y media de allí, y habían vuelto el lunes en coches separados después de una disputa de amor más virulenta que las habituales, porque él era sordo a los avisos de una confabulación para matarlo, de la que todo el mundo hablaba y en la que solo él no creía.

«Estaban iniciando en la cama los retozos del amor, él desnudo y ella a medio vestir, cuando oyeron los primeros gritos, los primeros tiros, y el trueno de los cañones contra algún cuartel leal. Manuela lo ayudó a vestirse a toda prisa, le puso las pantuflas impermeables que había llevado puestas sobre los zapatos, pues el general había mandado a lustrar su único par de botas, y lo ayudó a escapar por el balcón con un sable y una pistola, pero sin ningún amparo contra la lluvia eterna.

«Con una astucia y una valentía de las que ya había dado muestra en otras emergencias históricas, Manuela Sáenz recibió a los atacantes que forzaron la puerta del dormitorio. Le preguntaron por el presidente, y ella les contestó que estaba en el salón del consejo. Le preguntaron por qué estaba abierta la puerta del balcón en una noche invernal, y ella les dijo que la había abierto para ver qué eran los ruidos que se sentían en la calle. Le preguntaron por qué la cama estaba tibia, y ella les dijo que se había acostado sin desvestirse en espera del presidente. Mientras ganaba tiempo con la parsimonia de las respuestas, fumaba con grandes humos un cigarro de carretero de los más ordinarios, para cubrir el rastro fresco de agua de colonia que aún permanecía en el cuarto.»

Ciento ochenta años despues los facinerosos estan plenamente instalados en el palacio Presidencial y la guerra sucia, las acciones encubiertas y los golpes de mano son parte esencial del Terrorismo de Estado. Han promovido decenas de guerras civiles y confrontaciones. Instauraron las desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales. Se hicieron profesionales de la tortura y la motosierra.

Pero cínicamente sindican a otros de ser los responsables de la violencia.