Aquí hay un pueblo digno que merece respetoAída Quilcue «Indios que con valentía Y fuerza en sus corazones Por justicia y pervivencia Hoy empuñan los bastones« Ancianos, niños, mujeres, jóvenes, múltiples pueblos del asombroso mosaico de comunidades indígenas de Colombia, integrantes del movimiento de victimas del terrorismo de Estado, anarquistas, la sorprendente guardia indígena -una […]
Aída Quilcue
«Indios que con valentía
Y fuerza en sus corazones
Por justicia y pervivencia
Hoy empuñan los bastones«
Ancianos, niños, mujeres, jóvenes, múltiples pueblos del asombroso mosaico de comunidades indígenas de Colombia, integrantes del movimiento de victimas del terrorismo de Estado, anarquistas, la sorprendente guardia indígena -una guardia ética de mayores, mujeres y niños que conservó el orden en la marcha con la autoridad moral simbolizada en sus bastones de mando-, integrantes de la Unión Patriótica, del Partido Comunista, desposeídos por el colapso de las pirámides financieras, desplazados, campesinos, afrocolombianos, integrantes del Polo Democrático Alternativo, integrantes de movimientos de paz, se unieron este viernes 21 de noviembre al mediodía en una marcha sin precedentes en la historia de Colombia: la marcha de la minga de la palabra de los pueblos indígenas. (Ver www.nasaacin.org y www.onic.org.co)
Nunca antes en Colombia tantos pueblos nativos acompañados de millares de personas que se sienten identificadas con su fuerza interior y su palabra de paz genuina, habían marchado hasta el centro geográfico del poder estatal en para expresar con voz clara su rechazo a las políticas que los despojan, destierran y masacran, su desmentido a los engaños con los que se les pretende descalificar y estigmatizar, y su palabra firme y valerosa frente a los atentados con los que se las he pretendido desintegrar e intimidar. La propuesta formulada desde su ética invulnerable consistió en la unidad de todas las fuerzas sociales en la tarea de creación conjunta de un rumbo colectivo en el que la vida y la dignidad sean posibles, de verdad, para todos.
La multitud que se agolpó sobre la carrera séptima desde la calle 26 hasta la Plaza de Bolívar, repitió una y otra vez: «estamos con ustedes». La larga columna de rostros y manos de dignidad esculpidos por la labor y la entereza marcharon acompañados de flautas, tambores, wipalas y pancartas para expresar un hecho que la mayor parte de los medios de comunicación se niegan a reconocer y comunicar: la existencia en Colombia de un amplio movimiento social de rechazo al proceso de degradación humana que se ha generado como resultado de la política de seguridad democrática: un conjunto de medidas que han asegurado temporal y precariamente los grandes intereses de las multinacionales y han significado también un proceso de persecución, atentados mortales, amenazas e intimidación de muchos ciudadanos que ejercen el derecho elemental a pensar y diferir de la propaganda oficial.
Decenas de jóvenes españoles, vascos, estadounidenses, canadienses, franceses, italianos, escoceses y alemanes formaron parte de la marcha evidenciando la existencia creciente de una memoria de la responsabilidad, que no de la culpa -como diría el periodista Francisco Gómez-. Conciencia también del significado vital del despertar y la movilización de los pueblos nativos -que también crece- por albergar en su despliegue las claves de una nueva manera de habitar el mundo en la que «comprar» y «vender» -como verbos reductores y suicidas de la existencia- son sustituidos por compartir y por reemplazar la ocupación destructiva del planeta por el cuidado amoroso de la madre tierra. Además, se comparte una nueva espiritualidad viva que alumbra y alienta un pasmoso accionar cotidiano no sobornable de millares y millares de colectivos autónomos.
El 11 de octubre de 2008 se inicio en el Cauca, en el sur occidente de Colombia, se inició la Minga de la Resistencia Indígena y popular, una acción de los pueblos nativos dirigida a comunicar su rechazo a las políticas estatales con las que se les ha agredido, desterrado, transculturizado y exterminado; políticas que no solo han atentado contra los pueblos indígenas, sino contra los campesinos, comunidades afrocolombianas, trabajadores urbanos, estudiantes, movimiento de memoria y organizaciones de mujeres…
Después de varias décadas de poder implacable del narcotráfico sobre el tejido social, y de casi ocho años de un proceso en el que poderosos capitales externos e internos han sido los determinantes en la adopción de las diferentes políticas: desde la ausencia de justicia a los usos de la tierra para agro combustibles, la militarización de centenares de miles de jóvenes y la reducción de la mayor parte de la comunicación pública a la propaganda y la publicidad, el resultado es una colosal crisis social y humana imposible de contener con más desangre y represión.
El domingo dos de noviembre, en el territorio de La María, Piendamo, se produjo un encuentro entre algunos de los responsables de la movilización con el Presidente Álvaro Uribe. Esta reunión tuvo una radical importancia por la claridad con la que públicamente se contrastaron dos cosmovisiones: una individualista que todo lo contempla como mercancía, usurpable, más si se trata de razas que no ha dejado de considerar como inferiores y como rémoras para el progreso, y otra, comunitaria, que comprende a la tierra como madre viva, que no concibe la propiedad individual de la misma, que contempla en lo invisible el tejido sutil que une a todo con todo, incluidos los vínculos entre el universo interior y el devenir externo, y que sabe que han llegado los tiempos de un nuevo Pachacutic. El valor de esta reunión se apreciará con el tiempo en esta fase en la que los días parecen siglo por la continuidad de los drásticos cambios con los que discurren.
La marcha de este viernes 21 de noviembre vino desde la Universidad Nacional a donde llegaron el jueves caminando desde Soacha -uno de los lugares más golpeados por la práctica monstruosa derivada de la Política de Seguridad Democrática de reclutar jóvenes humildes para asesinarlos y hacerlos aparecer como guerrilleros dados de baja para ganar permisos y prebendas en sectores de la Fuerza Pública- más de ocho mil integrantes de pueblos nativos acompañados física y espiritualmente por centenares de miles de seres humanos que en Colombia y en otros lugares del mundo reconocen y admiran la dignidad y el valor de la Minga de Resistencia Indígena y Popular.
Una memoria prolongada de agravios sin pausa que se extiende hasta la Conquista se encuentra en la raíz de la Minga iniciada en octubre de este año para recordar que esa no es fecha festiva, sino de conmemoración de un proceso de etnocidio. En la memoria reciente las primeras décadas del siglo XX ocupan un lugar principal para esclarecer las circunstancias que explican la fuerza moral y las semillas de porvenir presentes en la minga indígena.
En el Gran Cauca, que iba desde el Choco hasta el Amazonas, en el sur de lo que hoy es Colombia, se inició en esas décadas una fase mas intensa de destrucción de los resguardos indígenas que habían quedado después de cuatro siglos en los que los aboriginarios habían perdido sus mejores tierras y vivían en las haciendas en condiciones de semiesclavitud. La reivindicación de la tierra, de la vida en comunidad, de la unidad de los pueblos nativos, y de la cultura indígena, tocó las fibras más vivas de los pueblos aboriginarios de la región y la movilización nativa se desencadenó.
Casi cien años después de la movilización indígena alentada por Manuel Quintín Lame Chantre, la reivindicación de los territorios y las culturas nativas, y el clamor por la unidad fraterna de las luchas populares, emergen con asombrosa energía. La Conquista, la Colonia, y después la embestida del nuevo Imperio, no han podido borrar la memoria de la dignidad y las culturas de vida presentes en las cosmovisiones de los pueblos aboriginarios. Por el contrario , la raíz nativa esta despertando con energía incontenible la dimensión ignorada o dormida del asombroso mestizaje que se fraguo en el territorio de Colombia en el caldero que fusiono con violencia a los pueblos nativos con la sangre de la Conquista y los pueblos arrancados del África y traídos como esclavos en infernales condiciones hasta Abya Yala. La cultura patriarcal que indoctrino a través de gran parte de la Iglesia en la vergüenza de lo propio, de la raíz nativa, y adiestro en la ciega adoración y el vasallaje hacia lo «civilizado» y los «blanco», junto al desprecio y aún el odio al ser femenino, se erosiona en forma irremediable.
Con la creación del Supremo Consejo de Indias el movimiento alentado por Quintín Lame reunió los nativos del Tolima, Cauca, Nariño, Caldas y Huila, para «defender de hecho y de derecho, las personas y bienes de la raza indígena, que de la Conquista hasta hoy, cruel y constantemente ha venido siendo explotada por los llamados civilizados, hijos de los conquistadores europeos.» Quintín Lame paso 18 años, 7 meses y 21 días de su vida en las cárceles de Colombia, con 150 acusaciones fue golpeado con culatazos, patadas y garrotazos, casi hasta la muerte, sin que pudieran proferir ninguna condena en su contra porque su palabra solo exigía una justicia elemental y alentaba la organización de la comunidades para que cesarán las condiciones de esclavitud, la humillación diaria y la usurpación de los territorios ancestrales.
En vida de Quintín Lame, hace poco más de setenta años, el 6 de agosto de 1938, en Campoalegre, Totoró, en el Cauca, territorio en el que se origino la Minga de la Palabra que esta semana llega a Bogotá, la Federación Indígena del Cauca envió una comunicación abierta al pueblo español, aprobada en asamblea, cuya lectura estremece hoy, y que decía: «La Federación Indígena del Cauca, en su primera sesión de esta fecha, envía su más ferviente saludo y adhesión a la gran causa del heroico pueblo español que con las armas en la mano, en más de dos años viene luchando en defensa de la democracia, por la libertad e independencia de su patria contra la sangrienta y salvaje invasión del fascismo extranjero alemán e italiano.» (Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares, España. Defensa de la Republica, Caja 3110).
Un compadre de Manuel Quintín Lame, de nacionalidad de origen ucraniana y que revoluciono la historia de los pueblos nativos en Colombia: Juan Friede, escribió la obra El indio en la lucha por la tierra. Historia de los resguardos del Macizo central colombiano, en 1944. En la parte final de esa obra de estudio comprometida con la suerte de los pueblos que investigaba, se hicieron una serie de recomendaciones dirigidas a resolver la injusticia de siglos que estaba en la raíz de las movilizaciones con las que los pueblos nativos de esa región confrontaban un Estado cómplice de los terratenientes y de los intereses foráneos. Esas recomendaciones, como el clamor nativo, no fueron escuchadas, y el proceso de segregación y despojo de los últimos territorios ancestrales con el uso de la violencia y con las leyes, se ha prolongado hasta nuestros días.
Por esta razón, como señalo Enrique Guetio, del Consejo Regional Indígena del Cauca, hoy los cinco puntos de la agenda de la Minga de Resistencia Indígena y Popular son:
1. VIOLACION AL DERECHO A LA VIDA Y LOS DERECHOS HUMANOS: entre otras medidas exigidas en este capitulo «El gobierno nacional debe reparar integralmente a las comunidades indígenas víctimas de la violencia de Estado, que para el caso del departamento del Cauca se cuentan la masacre del Naya ocurrida en el año 2001, la masacre del Nilo ocurrida en el ano de 1,991, la masacre de Gualanday y la masacre de San Pedro ocurridas en el año 2.000, muertos y heridos en los Rituales de Liberación de la Madre Tierra, la Cumbre Social de los Pueblos y de la Minga Social y Comunitaria. Así mismo para las víctimas de otros pueblos y organizaciones del país, como la masacre de Bahía Portete, genocidio del pueblo Kankuamo, 18 pueblos en vías de extinción, masacres en Antioquia, Chocó, Caldas, entre otras…»
2. AGRESION Y OCUPACIÓN TERRITORIAL. El gobierno debe desmilitarizar total e inmediatamente los territorios indígenas y cesar las fumigaciones que se realizan sobre territorios indígenas en desarrollo de una política hipócrita de lucha contra las drogas que en diez años de aplicación de Plan Colombia no ha significado la más minima reducción de la exportación de cocaína hacia Estados Unidos y Europa.
3. ADOPTAR LA DECLARACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS. Se exige al gobierno la aprobación sin reservas de esta Declaración aprobada por casi la totalidad de países del mundo en septiembre 13 del año 2007.
4. LEGISLACIÓN DEL DESPOJO QUE COLOCA EN RIESGO LA PERVIVENCIA DE LOS PUEBLOS. Se exige el desmonte y derogatoria de Leyes y Decretos que se han expedido para garantizar a las multinacionales el control de los territorios habitados por comunidades indígenas, campesinas y afrocolombianas. Así mismo se exige deliberación pública en el proceso de aprobar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y con la Unión Europea que lesionan tanto a los pueblos de Colombia, como a los pueblos de los Estados con los que se pretende aprobar dichos acuerdos.
5. ACUERDOS INCUMPLIDOS CON ORGANIZACIONES Y MOVILIZACIONES SOCIALES. Durante muchos años diferentes gobiernos de Colombia han suscrito acuerdos con las organizaciones de los pueblos nativos, estos acuerdos han sido sistemáticamente burlados. Se exige ahora en la Minga el cumplimiento de los Acuerdos suscritos.
No pocas cosas han cambiado desde las luchas por la tierra de los indígenas de las primeras décadas del siglo XX, a las luchas que se libran hoy. Una nueva conciencia sobre el genocidio y la injusticia de siglos contra las poblaciones nativas, ha emergido y crece. Amplios y crecientes sectores de la población mestiza han dejado de sentir la vergüenza inoculada sobre su raíz nativa y reivindican con sano orgullo la parte ignorada de su identidad, la sangre olvidada, la cultura presente en sus genes que ha sido hasta ahora relegada pese a contener las semillas de vida preservadas durante siglos en medio de las más adversas circunstancias.
En el contexto político del Sur de América hay una nueva relación de fuerzas: desde Bolivia, gobernada por Evo Morales, pasando por la Confederación Indígena del Ecuador, y los reconocimientos a los derechos de los pueblos aboriginarios en Venezuela, hasta llegar al movimiento zapatista en México el empuje de los pueblos nativos no puede dejar de ser tenido en cuenta. También en los Estados Unidos y en Canadá, la raíz nativa que se creyó exterminada, vuelve a emerger en medio de una atmósfera cultural global que comienza a comprender la dimensión de los destrozos causados a culturas cuya sabiduría ha estado inextricablemente unida a una manera de habitar la tierra que parte de un cuidado amoroso de la misma, y a un conocimiento milenario de los poderes de las plantas sagradas, cuya profanación y mercantilización tantos estragos causan hoy en un civilizado y decrépito occidente que aún apuesta por el poder armado y el engaño para sostener un modelo de desarrollo que no es más que un modo de desvitalización, angustia y muerte.