En enero de este año, en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, se presentó el disco Te doy una canción, álbum doble que registra dos conciertos donde 40 trovadores de diversas generaciones cantaron temas de Silvio Rodríguez en el espacio A guitarra limpia los días 25 y 26 de noviembre de 2006. En […]
En enero de este año, en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, se presentó el disco Te doy una canción, álbum doble que registra dos conciertos donde 40 trovadores de diversas generaciones cantaron temas de Silvio Rodríguez en el espacio A guitarra limpia los días 25 y 26 de noviembre de 2006.
En conversación diáfana con sus «hermanos de oficio» y otros amigos, compartió el autor de «Ojalá» aquella tarde de principios de año en la presentación del fonograma. Mientras transcurría el diálogo, Víctor Casaus, poeta y director del Centro Pablo, provocó al bardo para que en algún momento del año hiciera un concierto en el espacio A guitarra limpia y presentara una muestra de sus fotografías. Silvio, por entonces al frente de una expedición, retomaba la gira que comenzó en 1990 por centros penitenciarios de la Isla.
En aquella tarde del 4 enero de 2008, la invitación del poeta hacia el trovador parecía futura, quizá poco probable de cumplirse. Y es que el tiempo, para materializar una hornada de planes, proyectos y canciones todavía por escribir, se le va como la brisa al cantor. Pero el tiempo está a favor de buenos sueños y desde hace mucho el propio Silvio nos convida a creer cuando dice futuro. Si no crees mi palabra/ cree en el brillo de un gesto,/ cree en mi cuerpo,/ cree en mis manos…
Y así se hizo realidad Silvio en nosotros, merecido regalo a los 10 años de A guitarra limpia; un concierto ya memorable entre los sucedidos en el mítico patio de las yagrumas en La Habana Vieja, y que fue una amalgama de canciones del trovador y poemas de autores cubanos en la voz del actor Jorge Perrugoría.
De la misma manera llegó al número 63 de la calle Muralla el viaje de Oriente a Occidente por algunos centros penitenciarios, en una muestra fotográfica titulada Imágenes de una expedición. Instantáneas que revelan el antídoto cultural para aliviar amarguras de la privación de libertad, gracias a una vieja pasión escondida tras una cámara. Una conquistada y silenciosa pasión, quizá de tanto tiempo a su lado como la guitarra.
«Sabemos, por lo pronto, ante estas fotos tomadas por Silvio en los establecimientos penitenciarios en los que trabajó junto al grupo de artistas que había convocado, que la cultura puede ser fuente de energías, riachuelo de asombros y ternuras en el camino hacia aquel mejoramiento humano del que nos hablara el hombrecito mayor, entre sueños, incertidumbres, desesperanzas y nuevos sueños que pueden hacernos, a veces, un tilín mejores», escribe Víctor Casaus en el catálogo de presentación.
El mundo fotográfico del trovador
Grandes hacedores de las artes han tenido en la fotografía una aliada aun sin ser su faceta más visible. Así fue con Juan Rulfo, quien no solo mostró la gloria y pobreza de su tierra en su novela Pedro Páramo sino que dejó esas impresiones en excelentes instantáneas (dicen que de los 10000 libros de su biblioteca, 800 eran de fotografías). Para Silvio Rodríguez, grande en su altura intelectual y su apego a las instantáneas igual que el escritor mexicano, la fotografía también es la amiga, una compañera que desde hace tiempo lleva a cualquier parte.
De él ya son conocidas sus facetas de historietista, escritor de cuentos, poeta y trovador, estas últimas máximas voces de su creación. Ahora se presenta públicamente como fotógrafo y luego de homenajear la primera década de vida del espacio A guitarra limpia -y gracias a la diligencia de Víctor Casaus-, Silvio accedió a responder algunas preguntas sobre su relación con la fotografía.
¿Cómo llega Silvio Rodríguez al mundo de la fotografía?
Mi interés por la fotografía es de lo más común: cuando yo era niño muy poca gente poseía una cámara fotográfica. La primera vez que vi una fue en el estudio del fotógrafo de San Antonio, Carlos Núñez, que con los años se convertiría en un relevante fotorreportero. En la adolescencia tuve la suerte de trabajar en diferentes publicaciones y de conocer a muchos fotógrafos. En el semanario Mella fui compañero de Ernesto Fernández y de Peroga; en la revista Venceremos de Andrés Vallín y de Ovidio Camejo; en Verde Olivo de Perfecto Romero, de Sergio Canales, de Eutimio Guerra, de Juan Luís Aguilera. Fui vecino de Mario García Joya y de Marucha durante 18 años. Y durante mucho tiempo fui amigo de Alberto Korda. La verdad es que he tenido la suerte de conocer a muy buenos fotógrafos. De cada uno y de todos fui aprendiendo a querer y a interesarme por la fotografía y, por supuesto, por las cámaras.
En fotografía ¿cuáles son sus instantes precisos, dignos de quedar atrapados en una foto?
Dicen que sobre cualquier cosa se puede escribir, que el problema es dar con el modo. En la fotografía dar con el modo pudiera ser cuando ocurre alguno -o varios- de los valores que hacen que una foto sea buena. Hay momentos en los que hay que esperar a que se dé una situación precisa, ciertas condiciones de luz, lo que te obliga a hacer muchos disparos para dar con lo que buscas. Otras veces basta estar ahí con cualquier aparato que pueda registrar lo que pasa.
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¿Cuáles pudieran ser algunos puntos de contacto entre sus canciones y la fotografía?
En la canción puede haber una analogía cuando hablas de la cotidianidad o de una situación extrema, como la guerra o un gran evento humano. En cualquier expresión artística lo excepcional tiene su garra. Pero aunque de todo se pueda hacer una foto, o una canción, el problema siempre va a ser que valga la pena mostrarla.
Cuando hago fotos trato de que mis fotografiados adviertan lo menos posible mi presencia ¿Cómo logra una persona pública como usted pasar desapercibido para lograr una foto?
Hay muchos lugares y situaciones en los que un trovador pasa desapercibido, sobre todo cuando anda sin guitarra. Y como hoy en día no es raro que muchos anden con cámaras, mejor que mejor. De todas formas, cuando te conviertas en un fotógrafo demasiado famoso, te recomiendo el zoom.
Durante la travesía en el barco Playa Girón vivió momentos conmovedores como presenciar un desfile de cachalotes, escenas quizá para dejar en fotografías y no en canciones. ¿Qué lo hizo llevar además de la guitarra, una grabadora y libros, una cámara fotográfica? ¿Dónde quedaron las fotos de ese viaje?
Desde que era adolescente andaba con cámaras, generalmente prestadas. Al viaje en barco me llevé una Kíev, que era la imitación soviética de la Leica clásica; una cámara con muy buen mecanismo, todavía de telémetro acoplado. Los cartuchos me los rellenaron los amigos fotógrafos del ICAIC con película virgen de 400 asas. Llevé alrededor de 20 rollos. Un par de ellos me los revelaron en Mar y Pesca, porque a mi regreso me hicieron una entrevista y me pidieron fotos para ilustrarla. El resto de los rollos se los di a un amigo fotógrafo que tiempo después murió y nunca supe en qué paró el revelado. El día que presenciamos los cientos de cachalotes estuvimos al pairo todo un día, a mitad del Atlántico, esperando a que terminara la caravana. Aquel día tiré tres o cuatro rollos, pero nunca vi las fotos.
Casi 40 años después de enrolarse en el barco Playa Girón retoma otra expedición, esta vez por centros penitenciarios y a la que dedica su primera muestra de instantáneas. ¿Qué satisfacciones fotográficas guarda de esa gira?
Esta muestra fotográfica la hice porque el centro Pablo me la pidió, y creo que lo hizo tratando de redondear mi participación en el evento del décimo aniversario de A guitarra limpia. Víctor sabe que hago fotos porque hace muchos años que nos conocemos. Con ese espíritu de cooperación hice la muestra. Lo cierto es que muchos llevaron cámaras a la Expedición (Petí, Randall, Lester, Vicente, Rancaño, Violeta) y hay muy buenas fotos de cada uno. Quiero hacer un libro de imágenes, como un testimonio, como una muestra colectiva. Entre las fotos de todos irán también las mías.
¿Qué representa para usted la inauguración de Imágenes de una expedición en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, precisamente el día que A Guitarra Limpia celebró sus 10 años y, a su vez, halla sido el trovador invitado?
Respecto a mi participación en este aniversario, lo cierto es que los estudios Ojalá, donde trabajo, han alentado el apoyo que el Centro Pablo de la Torriente Brau ha dado a los nuevos trovadores. Por otra parte, llevo más de 40 años guitarra en mano. Es un elogio que un trovador antiguo sea invitado a un aniversario de trovadores jóvenes. Esa noche tuve también el privilegio de compartir la escena con un gran actor, Jorge Perugorría, que leyó textos de varios poetas de mi generación. Lo único que lamento es que la gripe me afectara la voz. Confío en que el deseo de estar allí haya suplido cualquier deficiencia.
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