Recomiendo:
0

Provocador, un australiano dice que los hackers son la nueva clase proletaria del futuro

Fuentes: La Vanguardia

Articulándolas a modo de manifiesto, el profesor australiano McKenzie Wark indaga en el pensamiento de izquierda las nuevas claves para reflexionar sobre la sociedad de la información.

 

Ahora que la izquierda tradicional se ha olvidado de él, tiene su punto que el marxismo reaparezca en el entorno digital. Esto es lo que pasa con Un manifiesto hacker, escrito por el australiano McKenzie Wark, una obra en la que este profesor en la New School University de Nueva York repesca el marxismo como elemento de análisis y crítica del nuevo entorno tecnológico.

Para Wark, los hackers -sin el sentido de delincuente informático que muchas veces se le da- forman una nueva clase social abstracta que produce cambios, aunque no posee los medios de producción, ni lo que produce. Y hacen falta hackers en todas las actividades intelectuales. Tal y como escribe: «En el arte, en la ciencia, en la filosofía y en la cultura, en cualquier producto del conocimiento en el que se puedan reunir datos, del que se pueda extraer información y en el que se produzcan nuevas posibilidades para el mundo partiendo de esa información, hay hackers que hackean algo nuevo partiendo de lo antiguo. Pese a que creamos esos nuevos mundos, no los poseemos. Todo lo que creamos queda hipotecado a otros y a los intereses de otros, a estados y corporaciones que monopolizan los medios necesarios para construir mundos que sólo nosotros podemos descubrir. No poseemos lo que producimos; lo que producimos nos posee a nosotros».

El estilo y los razonamientos del libro se resumen en un lema con el que Wark actualiza otro anterior, de sobras conocido: «El slogan de la clase hacker no es obreros del mundo uníos, sino obras del mundo, liberaos«. Y vaya por delante que quien interprete esto como una apología de la piratería o similar es que ha entendido muy poco. Ya es hora de que la discusión en este escenario supere el nivel top manta, por importante que éste sea, y se adentre en la función que el conocimiento debe tener en una sociedad avanzada y la fluidez que éste necesita para ser realmente un bien social para todos, ahora que la tecnología permite una fácil difusión del mismo. De esta manera hablaríamos realmente de cultura, industria, desarrollo, dominio público y privado, derechos de los creadores y los usuarios, alcance de las patentes, ritmos de desarrollo tecnológico y otros temas claves.

Al autor le gusta provocar y de ahí que escoja un término demonizado, el de hacker, y le confiera, como ya hicieron anteriormente Pekka Himanen o Manuel Castells, otra dimensión, vinculándolo a la innovación y el cambio tecnológico. O que articule a través de cuatrocientos párrafos de aspecto vagamente bíblico un manifiesto, un formato que por definición exige aceptación o rechazo. Wark, que evoca la obra del situacionista Guy Debord o del filósofo Gilles Deleuze, también incorpora conceptos propios al entorno marxista, como la relación entre hackers (innovadores) y la clase vectorialista (capitalistas emprendedores que necesitan de los hackers para funcionar en la sociedad de la información).

Con todo, y pese a este llamativo juego de nuevas y viejas referencias, Un manifiesto hacker resulta farragoso. Pesan el lenguaje, a menudo confuso y críptico, y un planteamiento que aleja el libro del interés que por estos conceptos puede tener la mayoría de lectores. Habría que encontrar la fórmula para que estos temas -que son importantes ahora y que lo serán aún más en el futuro- salgan de los guetos en los que se discuten y lleguen a la mayoría de ciudadanos. En este sentido, Wark ha montado un ambicioso operativo para agitar mentes, pero se ha quedado a medias.