Los Mossos d’Escuadra desalojaron en la noche del 12 al 13 de febrero a estudiantes pertenecientes a la asamblea de la universidad Pompeu Fabra (Barcelona) que protestaban de forma pacífica contra el traslado de varias facultades de esta universidad al Campus de Poblenou en (ver vídeo). El nuevo campus se haya en una zona perteneciente […]
Los Mossos d’Escuadra desalojaron en la noche del 12 al 13 de febrero a estudiantes pertenecientes a la asamblea de la universidad Pompeu Fabra (Barcelona) que protestaban de forma pacífica contra el traslado de varias facultades de esta universidad al Campus de Poblenou en (ver vídeo). El nuevo campus se haya en una zona perteneciente al plan 22@ del Ayuntamiento de Barcelona, rodeado de sedes de grandes empresas, como puede ser Mediapro, para facilitar, según dice la misma universidad, el intercambio entre la empresa y la universidad. Es por eso que los estudiantes de la Pompeu Fabra consideran que se trata de un paso hacia la mercantilización de la universidad, es decir, de poner al servicio de la empresa una rama de la educación que, teóricamente, debería servir para formar al estudiante en el conocimiento, el debate, el análisis, la interpretación…
Parece ser que los medios de comunicación dudan de la inteligencia o de la capacidad de discernimiento de un estudiante, como si, además de jóvenes, fuesen menores de edad mentales. He aquí un ejemplo de la información sobre esta protesta en la web de los servicios informativos de TeleCinco, escrito a base de servicios de agencias de noticias, por lo que es de suponer que otros medios de comunicación habrán informado de similar manera. (LEER)
A pesar de dar cabida a la voz de los estudiantes, el texto da bastante más importancia al comunicado de la universidad Pompeu Fabra (UPF), probablemente ordenado por el mismo rector al que se criticaba en la protesta, y en él se dicen cosas como que «la mayoría (de los estudiantes que participaron en la protesta) no eran de la UPF)» Bueno, los estudiantes, en cambio, aseguran que la mayoría formaba parte de la asamblea de estudiantes de tal universidad.
Otro ejemplo, se publica la parte del comunicado en que la UPF asegura: «Después de diversos intentos de diálogo y de negociación y ante su reiterada negativa a abandonar las instalaciones de la Universidad, se ha pedido la intervención de los Mossos d’Esquadra para mantener la normalidad en el campus y evitar la ocupación». Por lo que me han comentado estudiantes de esa misma universidad, el ‘talante dialogador’ del rector Josep Joan Moreso es de sobra conocido. Cuando accedió a recibir a los estudiantes para ‘debatir’ el tema de la adaptación al proceso de Bolonia les dijo de antemano, simple y llanamente, que nada iba a cambiar su postura. Ésa es una buena manera de comenzar una negociación.
Por otra parte, en la información nada se dice sobre la, ciertamente, anormalidad de que los antidisturbios penetrasen a la universidad para poner fin a una protesta pacífica. Las universidades gozan de autonomía universitaria, lo que, entre otras cosas, implica que la policía no puede penetrar en los campus sino es por petición explícita del rector. Comparémoslo con las protestas del pasado diciembre en Grecia, mucho más violentas, pero en las que ningún rector se atrevió a pedir a la policía que pusiese fin a las ocupaciones sabiendo que los universitarios son celosos de su autonomía. Y con razón. En Barcelona aún duele la intervención de los antidisturbios para reprimir la protesta contra la visita del entonces presidente del gobierno, José María Aznar, a la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1999. Poco después, Aznar sería declarado persona non grata por el claustro de la universidad barcelonesa por lo que no podrá volver a poner un pie en su campus.
Moreso y la fiesta neoliberal
Daniel Mourenza
El entramado del 22@, en el cual se ha erigido el nuevo Campus de
Entre empresas multinacionales, solares y grúas, se encuentra el campus de Poblenou de
La farragosa fricción con lo local, con lo cotidiano, con la fealdad que rodea la parte entendida como un todo, es superada, entre otras cosas, con la celebración extraordinaria de fiestas. Estos actos permiten engalanar por un tiempo lo corriente, lo habitual, lo ordinario. En un estado orgiástico, en una borrachera de los sentidos, se da una ruptura simbólica con lo local. La fricción -en un verbo que tanto gusta a los neoliberales- se minimiza. Hoy en día, el glamour es el que debe coronar la celebración, es una conditio sine qua non de la fiesta, algo sin lo que no se podría entender. Como señala Harvie Fergunson en Glamour and the End of Irony, el glamour es entenderse a sí mismo sólo en la apariencia. Pero
Pero claro, siempre que hay una fiesta, cabe la posibilidad de que surjan unos aguafiestas. Resulta que no todo el mundo estaba feliz con la idea de que
Digresión a modo de crónica: pocos días antes del jueves 12 de febrero de 2009, Marc Sanjaume, ex representante de los estudiantes en el Consell Social de
La figura de los aguafiestas consiste en reparar la cadena significante que debiera unir lo real y lo simbólico. Lo local soportaría el peso del no-lugar, otorgándole por fin una identidad, mediante el pago, eso sí, de un alto precio: la desconexión como nudo modal de la red, con la vuelta otra vez al espacio local y a lo ordinario. La sublimación instantánea propia de la fiesta no es posible si estas figuras, con su peso, hacen aparición y no dejan elevarse a dicha categoría. Los aguafiestas, al contrario que los fiesteros, tienen un contenido, pero su apariencia es un tanto variable. La fachada con la que se presentaron los aguafiestas el día 12 de febrero, según se materializaba en una pancarta, rezaba: «No volem ser ni el titella d’en Moreso ni la joguina d’en Roures» (No queremos ser ni el títere de Moreso ni el juguete de Roures). El 13 de febrero, la fachada había cambiado y decía ahora: «Moreso dimissió». El rector no pudo tener la fiesta en paz. Más acertadamente, no pudo tener la fiesta -SU fiesta. Las galas con las que había vestido el campus no lucieron. Recibió una terrible conmoción, que lo devolvió a la farragosa fricción con lo local, con lo cotidiano, con lo corriente. No hubo borrachera, no sintió la orgiástica sensación de la sublimidad del poder. Los estudiantes pidieron su dimisión, las botellas de cava no se abrieron y los canapés se quedaron fríos. El Campus de
Comunicado de AEP sobre los hechos ocurridos