Alan Greenspan, el muy ponderado economista norteamericano, recientemente retirado después de una larga estadía al mando de la Reserva Federal, acaba de comparecer ante una Comisión de la Cámara de Representantes. Allí tuvo que admitir sus responsabilidades en las causas de la crisis financiera que ha golpeado al mundo entero. Y llegó a reconocer que […]
Alan Greenspan, el muy ponderado economista norteamericano, recientemente retirado después de una larga estadía al mando de la Reserva Federal, acaba de comparecer ante una Comisión de la Cámara de Representantes. Allí tuvo que admitir sus responsabilidades en las causas de la crisis financiera que ha golpeado al mundo entero. Y llegó a reconocer que su visión de mundo, su ideología había sido la incorrecta.
El texto que a continuación se cita, forma parte de una ponencia presentada por el autor a la Conferencia «Economía Mundial, Neoliberalismo y Alternativas», realizada en Caracas el 10 de Abril de 2003. En el Panel compartido con el filósofo húngaro-británico Ivan Metszaros y el sociólogo belga Francois Houtart, dijimos lo siguiente:
«El neoliberalismo convirtió al sistema financiero de nuestros países en una gigantesca fuente de poder y enriquecimiento de unos pocos, en base al monopolio del comercio del dinero, a la discriminación entre los usuarios del crédito y al aprovechamiento de los ahorros de los trabajadores, de los pequeños y medianos productores. El relajamiento de las normas de control que exigen los especuladores y otros agentes financieros equivale a dar carta blanca a intereses usurarios, al cobro de comisiones abusivas, al empleo de recursos ajenos para sus propios negocios, para el lavado de dinero del narcotráfico y otras operaciones al margen de la ley. Por falta de control en todos nuestros países tenemos continuos casos de bancarrotas de bancos y otras entidades financieras por fraude a la fe pública, en los que dineros públicos se emplean para salvar a sus dueños, sin que se castiguen a sus culpables, ni se indemnicen a sus víctimas. El libre mercado de capitales genera constantemente crisis de divisas, devaluaciones erráticas de la moneda, fuga de capitales al exterior, pérdida de las reservas de la nación, dependencia del endeudamiento foráneo, crisis de liquidez y rebrotes inflacionarios. La llamada autonomía del Banco Central y la supuesta excelencia técnica de sus directores esconde su sometimiento ideológico a las conveniencias del capital financiero».
Este juicio sobre el sistema financiero neoliberal reflejaba en términos generales hechos comprobados en las numerosas crisis financieras globales de los últimos treinta años. Así, nosotros en Chile, a raíz de la llamada Crisis de la Deuda en los años de 1981 a 1986, sufrimos las duras consecuencias de los errores cometidos por la dictadura militar y sus asesores económicos, los Chicago Boys. Más tarde, entre los años 1997 y 2001, pero, esta vez durante los gobiernos de la Concertación, soportamos el mismo enfoque fallido para encarar la Crisis Asiática, lo que agravó su impacto externo. En estos últimos dos decenios han sido muchos los países afectados por estas catástrofes económicas, entre ellos México, Venezuela, Argentina, Uruguay, Rusia, Turquía, Estados Unidos y varias naciones europeas. En todos estos casos hubo bancarrotas bancarias y los gobiernos hicieron pagar a los contribuyentes los costos del salvataje a los banqueros culpables.
En el mismo texto citado se presentaba la alternativa al modelo neoliberal del sistema financiero:
«Las reformas financieras son indispensables para colocar al sistema, al servicio de la producción y de la economía nacional. El estado debe tener el control de las transacciones financieras internacionales para garantizar la reserva de divisas de la nación y evitar la fuga de capitales, que tarde o temprano es utilizada por los golpistas para desestabilizar la economía y el gobierno. Hay necesidad de democratizar y extender el crédito a los pequeños empresarios, a la microempresa, a la mujer, a los campesinos y artesanos y negarlo para propósitos especulativos, para constituir monopolios o para maniobras políticas. El dinero y el crédito es asunto de soberanía y de servicio público antes que negocio privado. Su misión debe preservar los equilibrios macroeconómicos, apoyar la inversión pública, la creación de empleos y contribuir a los fines del crecimiento y la equidad.»
El derrumbe económico que está en pleno desarrollo en todo el mundo coloca a estas reformas a la orden del día. Además de otras que atañen al ámbito mundial. La incertidumbre sobre su profundidad y extensión que, desde ya la califica como la peor que ha vivido la economía mundial desde los años treinta del siglo pasado, las hace más urgentes y está llamando a soluciones más radicales y drásticas, entre las cuales está la misma nacionalización de todo el sistema bancario y crediticio.