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Sobre las relaciones Chile-Bolivia

Miremos al ALBA de nuestros pueblos

Fuentes: Rebelión

Durante el período de gobierno en Chile conocido como República Liberal (1861-1891) tuvo lugar, la segunda guerra del Pacifico, ocurrida entre los años 1879 y 1883, donde se enfrentaron, en una guerra de origen económico que modificó los limites administrativos de los países involucrados, Perú, Bolivia y Chile, guerra que nunca debió ocurrir entre países […]

Durante el período de gobierno en Chile conocido como República Liberal (1861-1891) tuvo lugar, la segunda guerra del Pacifico, ocurrida entre los años 1879 y 1883, donde se enfrentaron, en una guerra de origen económico que modificó los limites administrativos de los países involucrados, Perú, Bolivia y Chile, guerra que nunca debió ocurrir entre países vecinos y hermanos, pues nacieron en la América de Bolívar y O´Higgins, alcanzando su independencia con incontables sacrificios de vidas de sus mejores hijos en luchas contra la metrópolis española.

Fue la riqueza del desierto de Atacama, el más árido del mundo, con ricos yacimientos de nitratos, el motivo de esa lamentable guerra. Por ella, Bolivia es hoy un país interior. En 1904 se firmó el Tratado de Paz , quedando Bolivia sin salida al mar, al perder sus territorios costeros.

Reclama Bolivia, con razón histórica, que se ponga fin a sus 125 años de mediterraneidad y que quienes le suprimieron su litoral, le entreguen un pequeño pedazo de costa, una salida al mar.

Si un mundo mejor es posible será porque el conjunto de naciones que lo conforman tendrá la suficiente racionalidad e inteligencia para alcanzar ese objetivo y entonces, como parte de ese mundo, una América Latina unida y vigorosa será también una realidad.

De esa América hablaron Bolívar, Martí, Allende y esa América Latina unida, solidaria y fraterna ha estado en el pensamiento y en las reflexiones de Fidel Castro.

Esa es la razón y la motivación de un elevado sentimiento solidario, demostrado en su conducta y vocación histórica por América Latina en especial. Y para los revolucionarios latinoamericanos ese debe ser el punto de partida de todo análisis vinculado a cualquier reflexión presente del líder revolucionario cubano.

Luego de que en Chile el nacionalismo estrecho de unos y la mala fe de otros, aflorara, intentando restar mérito y brillo al exitoso viaje presidencial a Cuba de la mandataria chilena Michelle Bachelet Jeria, el pasado 10 de febrero; quedó un enrarecido ambiente mediático sobre las razones y motivaciones de una reflexión del líder cubano, que llevaba la intención, al descarnar la historia, de activar conciencias sobre la importancia de buscar a la luz de estos tiempos el justo acomodo a reclamos de pueblos.

Vale la pena entonces citar párrafos de un artículo de Manuel Cabiese s Donoso (1 ), que vienen como anillo al dedo a lo anteriormente dicho. «El chovinismo más burdo, a pesar de su entreguismo en la práctica a intereses extranjeros, es una especialidad de la derecha. Sobre todo cuando se trata de la presunta intangibilidad de los tratados limítrofes con Bolivia y Perú impuestos por la Guerra del Salitre de 1879…Postergan las posibilidades de desarrollo en un área en que Chile tiene grandes carencias de agua, gas y petróleo, que abundan en Bolivia, y en cambio posee un extenso litoral en el que podría ceder un puerto -en acuerdo con Perú- para su utilización soberana por Bolivia. Esto no sólo favorecería el desarrollo de los tres países, además, y sobre todo, modificaría las hipótesis de conflicto que hoy manejan las tres naciones, permitiéndoles reducir sus enormes gastos militares».

Recordemos al propio Salvador Allende. Su visión del problema y la perspectiva de su solución: Néstor Taboada (2) refiere, que en su visita al presidente chileno, en los inicios de su mandato, éste le manifestó que «Bolivia retornaría soberana a las costas del mar Pacífico«, para luego añadir que «los escritores y todos los hombres de buena voluntad deben venir a Chile y explicar sus anhelos, discutir, crear las condiciones subjetivas en el pueblo para llegar al feliz entendimiento. Ahora no somos gobierno de la oligarquía minoritaria, somos el pueblo. No nos guían intereses de clase dominante. No les pedimos nada, queremos solamente reparar el despojo cruel del que ha sido víctima el pueblo boliviano«.

Fue Allende quien tuvo la valentía entonces de calificar como «despojo cruel» la pérdida de la costa marítima de Bolivia en la guerra de 1879, y su posición política y clara disposición de reparar la injusticia histórica. Es de imaginar que Allende, en su corto mandato de 1040 días, asediado por la reacción y la oligarquía interna, y colimado por la administración de Washington desde mucho antes de llegar a La Moneda , no tuvo el tiempo, ni todo el apoyo de conciencia de su propio gobierno para introducirse en negociaciones de tan trascendente repercusión geopolítica. De haberse prolongado su mandato, su voluntad personal y su visión socialista hubieran allanado el camino a la solución del neurálgico problema.

Lleva razón Andrés Soliz Rada (3) al considerar que «Allende hace depender la solución del centenario trauma continental, del papel protagónico que deben jugar las organizaciones políticas y sindicales de Bolivia, así como sus intelectuales, estudiantes y hombres de buena voluntad, quienes «deben crear las condiciones subjetivas del feliz entendimiento«. Está claro, en consecuencia, que para Allende la devolución a Bolivia de parte de su costa marítima no podía ser inmediata, pues había que crear las condiciones para avanzar en esa dirección, como apresurado sería decir que la predisposición de Allende a resolver la mutilación boliviana tenía el apoyo de su gobierno, de su coalición y aún de su propio partido. Ubicándonos en la época y momento histórico, es seguro que en todos los niveles existían opiniones encontradas. Lo más probable es que la mayoría de sus allegados le haya manifestado la inconveniencia de abordar un tema que hubiera servido de pretexto a los militares para apresurar el golpe de Estado».

Desde el siglo pasado, el encierro de Bolivia transita todos los sectores de la sociedad chilena. Queda reflejado de una manera u otra en el pensamiento y proyecciones políticas de mujeres y hombres de valía de la nación chilena. Ha su tiempo, apoyaron la causa marítima de Bolivia figuras literarias como Gabriela Mistral, presidentes de la República como Domingo Santa María, poetas como Vicente Huidobro, diplomáticos e historiadores como Enrique Zorrilla y periodistas como Juan Carlos Medina, Víctor Moreira y Hugo Goldsack.

Cuando uno estudia el pensamiento revolucionario de Salvador Allende y evalúa su conducta y su ética: su vida, de seguro, mirando al futuro, él hubiera encarado la demanda boliviana después de consolidar su gobierno, lo cual no fue posible por la acción precisamente de los mismos que hoy tratan, en vano, de crear una cortina de humo en torno a la exitosa visita de la mandataria chilena a la isla caribeña, revolucionaria y socialista.

A lo largo de su vida, un hombre de la altura política y humana de Salvador Allende, tuvo que tener siempre un pensamiento positivo al entendimiento y a la solución de esa sensible problemática boliviana.

Sus gobiernos y el pueblo han reclamado en diferentes momentos de la historia una salida al mar. Justo reclamo a tenor de sus necesidades comerciales y de transporte, además de permitir indudablemente un sustancial mejoramiento de su economía y satisfacción espiritual de su pueblo. Toda nación se privilegia y goza en el disfrute de una mirada al mar.

Bolivia y Chile cumplieron 100 años del tratado limítrofe de 1904 en medio de no pocas tensiones. Ese acuerdo tuvo siempre aristas a la interpretación política. Se enriqueció aquel tratado con la idea de un acceso al puerto de Arica y la construcción de una vía ferroviaria hacia La Paz. Por el camino se desvirtuaron los conceptos y su aplicación y todavía hoy concitan la polémica internacional.

Llega hasta nuestros días el reclamo de generaciones de bolivianos, y pueblos hermanos no pueden vivir de espaldas y sin entendimiento. Hay que entrar a resolver esa demanda y de seguro se podrían encontrar soluciones justas, dignas y que no dañen la soberanía ni la integridad.

No cabe la menor duda, que de existir un gobierno Socialista en Chile como el que formuló la Unidad Popular en su tiempo, con su proyecto programático, y considerando que a estas alturas ya estarían integrados al ALBA, Bolivia habría realizado su sueño hace muchos años.

Tratados de principios del siglo pasado deben ser revisados a la luz de estos tiempos, en que la soberanía y la solidaridad andan juntas y no divorciadas como en otras épocas, donde el egoísmo, el chovinismo y el nacionalismo estrecho prevalecían, sobre la fraternidad entre nuestras naciones latinoamericanas.

Sería sentarse como naciones hermanas que son, Chile, Bolivia y Perú y encontrar los puntos de diferendo, los de acuerdo, y allanar el camino a una solución ante todo humana y revolucionaria.

Miremos al ALBA de nuestros pueblos y encontremos entre todos el bien común y el acomodo de las necesidades de nuestras naciones.

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(1) Cabieses Donoso, Manuel (2009): «Fidel se equivocó, pero tiene razón» www.piensachile.cl , tomado de Punto Final.

(2) Taboada Terán, Nestor (1995): » La Decapitación de los Héroes», Editorial UMSS, Cochabamba. Capítulo: ‘Chile, Salvador Allende y la Reintegración Marítima’,

(3) Soliz Rada, Andres (2007): Allende: Bolivia retornaría soberana a las costas del mar Pacífico, www.piensachile.cl