La derecha latinoamericana está reunida en Caracas [1] revisando su estrategia. Temen al proyecto «populista». Así denominan a los gobiernos democrático-populares y de izquierda socialista que constituyen la vanguardia de los pueblos en América Latina. La oligarquía regional está preocupada y alerta. Saben que está en peligro su hegemonía de clase. Mientras afinan los planes […]
La derecha latinoamericana está reunida en Caracas [1] revisando su estrategia. Temen al proyecto «populista». Así denominan a los gobiernos democrático-populares y de izquierda socialista que constituyen la vanguardia de los pueblos en América Latina. La oligarquía regional está preocupada y alerta. Saben que está en peligro su hegemonía de clase. Mientras afinan los planes fascistas y golpistas intentan dividir y enfrentar. La elite derechista se reúne para complotar.
El «eje Calderón-Uribe», que explota política, económica y militarmente el tema del narcotráfico y el conflicto armado, ocupa un lugar importante en ese bloque reaccionario. Con Perú completan su triada de avanzada. Esa derecha tiene su fuerza concentrada en regiones y sectores específicos. Sus bases están en Zulia-Táchira (Venezuela), Antioquia-Valle del Cauca (Colombia), Panamá, México, Perú, Guayaquil (Ecuador), Media Luna (Bolivia), el agro argentino, y otras regiones y sectores de América Latina. Cuentan con el apoyo de la derecha gringa y española, la inteligencia CIA-israelí está a su servicio, y las grandes corporaciones capitalistas transnacionales aportan los fondos económicos. No es cualquier cosa. Hace rato vienen actuando concertadamente.
El gobierno colombiano es la punta de lanza de los «neoconservadores latinoamericanos». Representa a los sectores más reaccionarios de las burguesías «nativas», aliadas del gran capital estadounidense y europeo. Están al tanto que Uribe tiene graves problemas en el ámbito internacional. No han podido ocultar la sistemática violación de los DD.HH., los falsos positivos, las interceptaciones y seguimientos ilegales, el tráfico de influencias y la corrupción a todo nivel, lo que ha impedido la aprobación de los TLC (con EE.UU., Canadá y U.E.). Por ello, con el apoyo del gobierno español tratan de «limpiarle la cara» al gobierno colombiano. Ese es el principal objetivo de la actual visita del «sucesor real» ibérico al encuentro internacional de «víctimas del terrorismo» que se realiza en Medellín. Detrás de ambos eventos está la Universidad Sergio Arboleda, la Fundación FAES, el CEDICE, y una serie de instituciones norteamericanas y europeas. [2]
Contar con gobiernos autoritarios y derechistas en Colombia y en Perú es muy importante para el gran capital. Seguir utilizando la «amenaza terrorista» es vital e imperioso para ellos. No van a facilitar un proceso de paz porque necesitan «calentar» – de vez en cuando – las fronteras colombianas con Venezuela y Ecuador. Ese es el combustible que requieren para ganar el referendo con Uribe o para posicionar a Juan Manuel Santos de cara al 2010. Cuando sea necesario van a provocar conflictos «nacionalistas» para justificar la intervención militar de fuerzas imperialistas. De eso no debe haber la menor duda. Hay que tener bien claro que el «uribismo» es un proyecto fascista. Es una herramienta del gran capital monopolista internacional en donde la democracia no está en sus planes.
El debilitamiento de la hegemonía norteamericana
Así como ellos examinan su estrategia es importante revisar la nuestra. Es evidente que la derecha internacional tiene un problema: Obama representa en este momento al interior de los EE.UU. una política de avance democrático (así sea formal), presionado por las contradicciones internas y externas, y por la fuerza de movimientos sociales que emergen dentro del imperio (inmigrantes, minorías étnicas, trabajadores, pequeños empresarios sometidos por el gran capital, ambientalistas, mujeres, jóvenes, y otros sectores afectados por la crisis económica).
El gran capital monopolista afronta el debilitamiento de la hegemonía estadounidense en el mundo. La política guerrerista e intervencionista de Bush sigue estando en la agenda (Afganistán, Pakistán, Irak), pero en este momento el diálogo es la prioridad. Obama navega entre esas dos aguas o corrientes, que a veces se desencuentran y – hasta pueden chocar -, pero que tienen un mismo objetivo: recuperar la preponderancia política y económica para los EE.UU.
El pueblo norteamericano cree en los «valores democráticos» y en la supuesta «libertad» que dicen defender sus gobernantes. No entiende que esa democracia es falsa, que está manejada por las todopoderosas transnacionales corporativas, y que la «libertad» es un concepto abstracto utilizado para invadir países y apropiarse de riquezas ajenas. Las mayorías en ese país creen – por ahora -, en la oferta e intencionalidad de Obama de cambiar su política interna y externa. La interna, para salir de la crisis económica, y la externa, para recuperar el liderazgo mundial.
El problema consiste en que el presidente gringo no tiene la suficiente fuerza interna para golpear los intereses de las corporaciones capitalistas que controlan el sector financiero y la industria guerrerista. Tampoco hay certeza de que tenga voluntad de enfrentarlos. En lo internacional, no parece que China, Europa, Rusia, India y otros bloques económicos estén interesados en agudizar la crisis, dado que los EE.UU. siguen siendo un factor importante de intervención económica y de control político. Diversas señales llevan a pensar que dichos bloques de poder juegan a un debilitamiento progresivo y no a un hundimiento catastrófico, que los afectaría en sus intereses. Síntomas de que la globalización neoliberal sigue pesando, así se apliquen políticas proteccionistas parciales y temporales.
El poder imperial norteamericano, como todo imperio, está condenado a desaparecer. Pero, no debemos olvidar que la mayoría de imperios se han desmoronado desde adentro. ¿Cuál es el mejor escenario hacia el futuro para los pueblos y los trabajadores del mundo entero? ¿Cómo influir desde los gobiernos democrático-populares y nacionalistas de América Latina para que el pueblo norteamericano fortalezca un camino democrático y no gire hacia la derecha-fascista dentro de poco tiempo? ¿Acaso no es aleccionador lo que ocurre en Europa y Rusia, en donde los sectores xenofóbicos se han fortalecido explotando falsos sentimientos nacionalistas frente a la crisis económica? ¿Tenemos o no un verdadero dilema ante nosotros? ¿Negamos olímpicamente las contradicciones que se presentan al interior de la política estadounidense? ¿Lanzamos ofensivas contra la burguesía en cada país – como lo exigen algunos sectores de izquierda «radical» – o desarrollamos una estrategia de acumulación de fuerzas?
Tres posiciones entre los gobiernos latinoamericanos
El tema está en el centro del debate que los gobiernos y los pueblos latinoamericanos debemos plantearnos. Miremos cuál es el comportamiento de nuestros gobiernos. Se observan tres posiciones predominantes:
– Los gobiernos que continúan con la política neoliberal, fieles al «libre comercio», aplicando todo el paquete agro-minero-exportador al servicio de las transnacionales. Estos gobiernos se diferencian entre sí, sólo en cuanto a los márgenes de negociación con el imperio, que en gran medida obedecen al nivel de subordinación y dependencia, a su situación interna, a los intereses estratégicos de los EE.UU, y otros factores menores. Esos gobiernos son los de México, Chile, Perú, Colombia y Panamá.
– Los gobiernos que se muestran independientes, rompiendo sin temor con las políticas impuestas por el gran capital, enfrentan al FMI y al BM, nacionalizan empresas estratégicas, impulsan de frente el ALBA, y defienden su alianza y apoyo a Cuba. Ellos son Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Paraguay, que se ha ido sumando. Algunos de ellos son más retóricos que otros, unos van más allá por cuestiones de política interna, otros la miden dependiendo de intereses económicos concretos, pero la intencionalidad de construir un bloque latinoamericano anti-imperialista es evidente y explícita.
– Están los gobiernos de los países que por efecto de acumulados históricos y económicos tienen mayor capacidad de negociación, no sólo frente a Estados Unidos, sino a otros bloques de poder. Este conjunto de gobiernos está representado por Brasil, Argentina y Uruguay. No rompen en forma absoluta con las políticas neoliberales porque tienen intereses económicos qué defender, tanto en los organismos de crédito multilateral como en su relación con grandes consorcios capitalistas. Intentan liderar el bloque latinoamericano frente a los EE.UU., en forma moderada y funcional a sus intereses. La burguesía de esos países tiene gran poder económico, tiene intereses entrelazados con las transnacionales globalizadas, y le teme a los cambios estructurales. Un giro muy fuerte hacia la izquierda por parte de los gobiernos actuales, les daría la oportunidad de desestabilizar la situación económica y política, como ya lo mostró la burguesía agro-exportadora argentina.
La estrategia de los gobiernos democrático-populares
En ese panorama la política de los gobiernos revolucionarios, bolivarianos y/o democrático-populares debe ser muy inteligente. Tensionar la situación sin tener la seguridad de contar, no sólo con la mayoría de los gobiernos latinoamericanos (poder político) sino con la fuerza económica, es suicida. Lo ocurrido recientemente en la Cumbre de las Américas (Trinidad y Tobago) debe ser evaluado. Hay que actuar pensando en que en el corto plazo los pueblos van a continuar moviéndose a la izquierda o al centro (México, Colombia, Perú, y algunos caribeños y centroamericanos). Los movimientos sociales, en especial en países como Brasil y Argentina deberán ganar terreno, presionando desde la base.
Igualmente, actuar frente al gobierno estadounidense pensando en el grueso del pueblo norteamericano. El bloque de países latinoamericanos debería lanzar una ofensiva política y mediática en el territorio estadounidense. Hay que «cogerle la caña» a Obama, exigiéndole más democracia y más coherencia frente a la defensa de los derechos humanos de los inmigrantes, las minorías, los más pobres y los trabajadores, así como el respeto de la autonomía de los pueblos y la autodeterminación de las naciones. El pueblo norteamericano es nuestro aliado y así deberíamos tratarlo.
Sabemos que la oligarquía latinoamericana y la burguesía transnacional preparan la contrarrevolución. No la tienen fácil. Formalmente se ven obligados a defender la «democracia». Por ello le van a exigir a Uribe que no se presente a una 2ª reelección. Santos es la carta a jugar frente a Chávez y a Correa. Éste tendrá como compromiso «echarle tierra» a los crímenes de lesa humanidad que ha cometido este gobierno. Desgraciadamente las fuerzas democráticas colombianas parecieran no entender el momento tan delicado que vive el país granadino. Lo que se juega es mucho.
En general creemos que la tarea inmediata es seguir acumulando fuerza; fortalecer la integración a todos los niveles (no sólo a nivel de gobiernos, sino fundamentalmente entre movimientos sociales, partidos políticos y sectores democráticos), construir democracia interna, ampliar la justicia y la inclusión social, fortalecer el desarrollo económico endógeno, garantizar la seguridad alimentaria, fortalecer el poder popular desde las bases. Con paciencia, coherencia y consistencia. Lanzar ofensivas en cada país por aparte, sin tener fuerza consolidada, puede ser aventurero e iluso. Es «darle papaya» a esa oligarquía reaccionaria que está a la caza de oportunidades.
[1] Encuentro internacional sobre ‘Libertad y Democracia, el Desafío Latinoamericano’, Caracas 28-30 de mayo/09
[2] Ver: http://www.rebelion.org/