La década de los ochenta del siglo pasado fue una época de terror. De miedo. Años en que la muerte instaló sus garras en todas partes. Más de diez mil personas fueron asesinadas por razones políticas. Miles fueron desaparecidas y varios millones obligadas al desplazamiento interno. Comunistas, upecistas, sindicalistas, líderes campesinos e indígenas, dirigentes estudiantiles […]
La década de los ochenta del siglo pasado fue una época de terror. De miedo. Años en que la muerte instaló sus garras en todas partes. Más de diez mil personas fueron asesinadas por razones políticas. Miles fueron desaparecidas y varios millones obligadas al desplazamiento interno. Comunistas, upecistas, sindicalistas, líderes campesinos e indígenas, dirigentes estudiantiles caían asesinados todos los días y todas las noches. Colombia se estremecía también con los ataques dinamiteros ordenados por el narcotraficante Pablo Escobar. El sicarito se volvió una empresa generadora de empleo al por mayor. Miles de cadáveres fueron arrojados a los ríos, o tirados en fosas comunes. El paramilitarismo llegaba con toda su capacidad de muerte. La oligarquía mostró todo su ancestral desprecio por la vida. Sangre, dolor y llanto eran el pan nuestro de cada día.
Entonces desde el dolor y el miedo, desde los escombros, se convoca en Medellín a «Un día con la poesía». Una invocación a las musas para exorcizar la muerte. Fue un 28 de marzo de 1991. Asistieron trece poetas y los acompañaron mil quinientas personas. Fue tanto el impacto y la catarsis generada que para el año siguiente ya no fue un día sino una semana. Y se llamó Festival Internacional de Poesía. Llegaron 37 poetas de ocho países y en los recitales dados en parques, teatros, sindicatos, barrios populares y otros escenarios callejeros participaron más de veinte mil personas. Y así año tras año, festival tras festival se siguió creciendo geométricamente. Un verdadero fenómeno. El festival se consolidó como un referente para el país. Es parte de las tradiciones culturales de la ciudad. El Congreso de la república lo declaró Patrimonio Cultural de la Nación y en Suecia le otorgaron el premio Nobel Alternativo de Paz. El festival es realizado por un grupo de poetas comandados por Fernando Rendón que crearon la Revista Prometeo como una forma de difusión de la obra de los poetas colombianos contemporáneos.
El Festival de poesía de Medellín se realiza como una movilización por la paz y por la vida. Así quedó consignado en el acto de apertura del festival del año pasado: «Mejor el abrazo que la matanza, mejor el triunfo de la poesía que la guerra, superior la belleza a la monstruosidad de la masacre entre colombianos. Mejor dignificar nuestra existencia que perecer en la resignación, promover el diálogo por encima del mutismo pánico, enfrentar la poesía al odio salvaje, movilizarnos contra la guerra y el terrorismo venga de donde viniere».
Pero para el presidente Álvaro Uribe, para sus servicios secretos y su seguridad democrática el Festival es una convocatoria subversiva. Sus organizadores son personajes peligrosos. Por esta razón le han montado a Fernando Rendón, un proceso jurídico para juzgarlo por rebelión y por supuestos vínculos o pertenencia a la las Farc. Puro macartismo. Pura cacería de brujas. Están asustados y ven guerrilleros hasta en la sopa. Quieren sembrar el terror. Paralizar. Una verdadera inquisición anticomunista, anti sindical y ahora también anti poética.
Pero a pesar de las amenazas del bestiario uribista este 4 de julio se instalará el XIX Festival. Estarán presentes 57 poetas de 43 países. Para terror y espanto de quienes sacan la pistola cuando escuchan la palabra cultura y los tanques cuando oyen un poema.