30 de junio de 2009.- Desconozco cada cuántos años el mundo alumbra a un genio, pero resulta fácil reconocer a los elegidos. Naseer Shamma es uno de ellos. Considerado el mejor intérprete contemporáneo de laúd, el instrumento por antonomasia de la música clásica árabe, sus conciertos se convierten en un acontecimiento en todo Oriente Próximo donde […]
30 de junio de 2009.- Desconozco cada cuántos años el mundo alumbra a un genio, pero resulta fácil reconocer a los elegidos. Naseer Shamma es uno de ellos. Considerado el mejor intérprete contemporáneo de laúd, el instrumento por antonomasia de la música clásica árabe, sus conciertos se convierten en un acontecimiento en todo Oriente Próximo donde este menudo artista arranca notas al instrumento que arrebatan sentimientos a los espectadores.
Ese es su don: interpretar de una forma tan bella que muchos lo llaman magia, crear imágenes en las mentes de los espectadores sin decir una palabra, mezclar la técnica tradicional con una moderna composición y expresarse mediante las notas como otros se expresan con sujetos y predicados.
A sus 43 años, Naseer transmite una serenidad fuera de lo común que en ningún caso debe confundirse con felicidad. Lo que más le gustaría es volver a arrancar lágrimas entre la audiencia de Irak, su país natal y el lugar donde aprendió a amar el laúd, pero esgrime sus reparos morales para no regresar mientras los ocupantes sigan en la antigua Mesopotamia.
«Claro que pienso en tocar de nuevo en Bagdad. Mi país conserva el amor y el respeto por la cultura, pero mientras estén los americanos no volveré. Es mi forma de mostrar mi desacuerdo con la aplicación de la fuerza para conseguir intereses. Cuando empleas la fuerza, dejas de emplear la mente».
A Shamma no se le puede reprochar, precisamente, simpatizar con el régimen del derrocado Sadam Husein, que a punto estuvo de ejecutarle en 1991. Nacido en la ciudad de Al Kut, 170 kilómetros al sur de Bagdad, en 1963, Naseer descubrió su vocación con sólo cinco años de edad. «Enseguida supe que mi futuro estaba vinculado al laúd», cuenta a elmundo.es tras su último concierto, celebrado en el Palacio de la Unesco de Beirut en beneficio de los refugiados palestinos. «Probé varios instrumentos, pero tuve muy claro cuál era más apropiado para mí. Con seis años, empecé a enseñar a otros cómo tocar el laúd».
El detallado diseño de un laúd de 8 cuerdas. Manuscrito del s. IX.
Sus maestros fueron los mejores, y sobre todos ellos Munir Bashir, uno de los más grandes maestros del laúd de todos los tiempos. A los 11 años, un Naseer preadolescente se reveló como un niño prodigio de la música en su primer concierto. De ahí, a la Escuela de Música y Bellas Artes de Bagdad, «donde mis profesores fueron las estrellas iraquíes». Los seis años de estudios requeridos para licenciarse los redujo a sólo dos sin ningún esfuerzo.
Con los años, su pasión por el instrumento le llevó más allá de la composición y la interpretación. Tras descubrir un manuscrito del siglo IX atribuido al filósofo y artista afgano Al Farabi, donde aparecía el detallado diseño de un laúd de ocho cuerdas en lugar de las seis convencionales, Shamma reconstruyó este prototipo y se especializó en un instrumento tan arcaico como novedoso. El nuevo laúd expandía sus capacidades y proporcionaba unas tonalidades distintas ideales para los complejos temas que escribe Naseer, donde el amor, la historia y el dolor se funden y se articulan.
Denuncias
Según Naseer, en Irak de la dictadura era un lugar propicio para desarrollar las aptitudes artísticas. «Sadam era un dictador, pero con él la educación era muy buena. En los colegios se impartía música desde los seis años. El nivel de las universidades de entonces no se puede comparar con el que hay ahora en Irak», se lamenta. Pero la apertura del tirano hacia los artistas y hacia Naseer en particular tardó en desvanecerse lo que tardó el músico en denunciar los crímenes. En los años 80 y 90, su militancia fue en aumento. «En los conciertos, al presentar mis temas hablaba con el público de temas muy sensibles. Pedía la oposición del pueblo contra los crímenes contra chiíes y kurdos. Durante un concierto a favor de la Intifada palestina, el régimen ordenó mi detención».
Era 1991. Naseer pasó 172 días en prisión, donde conoció su condena a muerte. Las organizaciones culturales de Irak, Oriente Próximo y medio mundo suplicaron clemencia al dictador para salvar la vida del niño prodigio de la música iraquí. El mismo día en que iba a ser ahorcado fue indultado. «La condición fue que hiciera el servicio militar en una unidad de comandos. Pero en 1991, servir como soldado implicaba combatir en la Guerra del Golfo». Uno de los oficiales le reconoció y le protegió. «No tuve que combatir, sólo que sobrevivir a las bombas de EEUU y sus aliados», explica. No fue lo peor: su hermana, embarazada de nueve meses, murió en un accidente de tráfico que el artista no duda en atribuir al régimen. «Los accidentes amañados eran su forma de asustar a los disidentes. Yo mismo sobreviví a otro intento en 1993».
Huida de Bagdad
Ese año, su principal protector en Bagdad le dijo que no podía seguir dando la cara por él. Naseer salió de Irak para volver en una sola ocasión, pero también para no dejar de trabajar por su país natal. Tras instalarse en Túnez, recorrió el mundo dando conciertos para recabar fondos para los niños iraquíes y enviar cargamentos de medicinas. Sólo en 1997 regresó, una semana, acompañado de 40 médicos egipcios que operaron a víctimas de la guerra y del embargo.
Un año después, Naseer se estableció en El Cairo para abrir una escuela de música única en su género: Beit al Oud, la Casa del Laúd, donde unos 400 jóvenes de todo el mundo se han formado en esta década en las técnicas tradicionales y también modernas del laúd. El equivalente al Jordi Savall de la música tradicional árabe les enseña individualmente con el objetivo de que la belleza de la música se traslade a otros aspectos. «Los estudiantes salen de las aulas con un equilibrio y una belleza interna que no tenían cuando ingresaron en la escuela», revela. «La música puede romper las barreras y las limitaciones ideológicas, disuelve la cerrazón de las mentes, pero también sirve como un instrumento de resistencia contra la injusticia». Con el objetivo de promover ese ideario, Shamma ha creado una orquesta llamada ‘Los mejores sonidos del mundo’ en la que 20 jóvenes talentos de 20 países, religiones y razas distintas formados en su escuela recorren el mundo.
Naseer Shamma. (Foto: M.G. Prieto)
Su verdadera misión, considera, es «poner un músico en cada casa». O al menos aficionar al mayor número posible de gente. Para ello, Naseer Shamma ha abierto ya varias sucursales de su Casa del Laúd (Argel, Abu Dhabi, Sudan, Doha) y planea colocar la próxima en Murcia, donde ya tiene elegidas las instalaciones que albergarán a los afortunados estudiantes. Es el mejor ejemplo de su intensa relación con España, donde actúa desde los años 90 y a donde planea regresar el próximo día 17, cuando se subirá a un escenario en Málaga.
Y mientras planea un verano plagado de conciertos, parte de su mente sigue en su tierra. «Los acontecimientos en Irak afectan a mi música y a mi vida», continúa. «Mi música suele parecerse a la situación que vive el país. Con cada bomba pienso en cuántos niños huérfanos, en cuantas mujeres viudas necesitarán ayuda. Compongo con eso en la cabeza y también actúo con ello en la mente, dado que parte de la recaudación de los conciertos van a ONG que trabajan en Irak. Tengo a 2.000 niños que necesitan una operación de corazón, y sólo he podido pagar 150 intervenciones», se lamenta.
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2009/06/30/orienteproximo/1246347212.html