Lo que para CNN constituye una mera «sucesión forzada» provocada por las acciones del mismo mandatario depuesto, para el resto del hemisferio y el mundo resulta a todas luces un vil e ilegal golpe de estado en Honduras, promovido por una claque cívico-militar. Daba vergüenza ver el domingo en la noche a la periodista Claudia […]
Lo que para CNN constituye una mera «sucesión forzada» provocada por las acciones del mismo mandatario depuesto, para el resto del hemisferio y el mundo resulta a todas luces un vil e ilegal golpe de estado en Honduras, promovido por una claque cívico-militar. Daba vergüenza ver el domingo en la noche a la periodista Claudia Palacios claramente adversando en una entrevista con el presidente hondureño José Manuel Zelaya a partir de las posturas político-ideológicas esgrimidas por los propios golpistas. Tuvo la desfachatez de alegar insistentemente ante Zelaya que, según le constaba a ella, él se hallaba solo, sin apoyo alguno en su país.
Incluso, unos minutos más tarde la susodicha periodista apenas pudo ocultar una mueca de desaprobación ante unas declaraciones del presidente venezolano Hugo Chávez Frías en las que éste le advertía al pelele Roberto Micheletti, designado espuriamente nuevo presidente por el Congreso hondureño, que su encumbramiento ilegal sería breve. Asimismo, dio pena verle la cara de contrariada a Palacios cuando un entrevistado suyo, representante del Centro Carter le advertía, contra sus continuados intentos por justificar lo injustificable, que las diferencias eran consustanciales a la democracia y que la mera existencia de éstas, en torno a acciones del presidente Zelaya, no podían, bajo ninguna circunstancia, validar lo que a todas luces era un golpe militar que quebrantaba el orden democrático.
Ya desde una entrevista hecha previamente en el día por la CNN, la periodista Glenda Umaña intentaba esgrimir la peregrina teoría de que el golpe se debía a que el mandatario aspiraba a imponerse por un nuevo mandato presidencial. Sin embargo, Zelaya le respondió lo obvio: la papeleta de la encuesta popular que la oligarquía y las fuerzas armadas pretendían vetar sólo aspiraba a preguntarle al pueblo si deseaba ser consultado, en el marco de las elecciones presidenciales de noviembre próximo, acerca de la convocatoria a una asamblea constituyente. La consulta era no-vinculante.
En efecto, mientras la CNN en la práctica se convertía en instrumento propagandístico de los poderes fácticos en Honduras, pretendiendo darle legitimidad a las acciones protagonizadas por los golpistas por el mero hecho de su aparente eficacia inmediata, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Movimiento de Países No-Alineados, la Unión Europea (UE), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Grupo de Río, el Mercado Común del Sur (Mercosur), el Sistema de Integración Centroamericano (SICA) y el Acuerdo Bolivariano de los Pueblos de Nuestra América (ALBA), se manifestaban unánime y firmemente en contra del golpe. Desde el presidente estadounidense Barack Obama, en el Norte, hasta la presidenta Michelle Bachelet en Chile, en el Sur, los distintos mandatarios de las Américas se pronunciaron a favor del Estado democrático del Derecho y sobre todo del principio de que la única autoridad políticamente legítima es la que resulta de la voluntad expresa del soberano popular y no las acciones de fuerza de unos militares u oligarcas. Menos aún, añado, se debe a los criterios ideológicamente parcializados de los medios de comunicación simpatizantes de éstos, sean internacionales o nacionales. Para éstos, el pueblo concreto y real de carne y hueso no existe, sólo las ficciones manipulables de éste.
Ahí radica el diferendo que está en el fondo de la crisis actual en Honduras: el miedo que la oligarquía hondureña le tiene a que se potencie la voluntad del soberano popular y, a su vez, se amplíe radicalmente la democracia a partir de la participación decisiva de ese pueblo, tal y como propuesto por Zelaya. De ahí la necesidad de impedir la consulta del domingo. Asimismo, está la necesidad de descalificar, como lo hizo Daniel Viotto de CNN, a los miles de manifestantes que ya desde el lunes se tiraron a la calle en distintos puntos del país para demandar el retorno de su presidente legítimo. ¿Si son tantos -parecía cuestionar Viotto- por qué no se han comunicado con CNN por internet? Tal parece que para CNN el poder soberano se ejerce ahora vía «twitter» o correos electrónicos, tal y como se ha pretendido establecer en el caso de Irán. No importa que los altos índices de miseria y desigualdad social que aquejan a la mayoría del pueblo hondureño, les prive de tener acceso a esos preciosismos tecnológicos.
En ese sentido, según nos ejemplifica la actual crisis hondureña, ante el temor que tenía el bloque oligárquico de poder entronizado en Honduras de que su país pudiese seguir el rumbo de una Venezuela, un Ecuador o una Bolivia, sobre todo luego del giro de facto hacia la izquierda representado por el gobierno liberal de Zelaya y el consiguiente ingreso de Honduras al ALBA, había que fabricar y activar una serie de artificios legales para detener por la fuerza el proceso de cambios actual. Ahora bien, el golpe debía revestirse de «constitucionalidad» para poder reclamar legitimidad ante los ojos de todos.
Así las cosas, el neoconstitucionalismo representado por Chávez, Correas, Morales y ahora por Zelaya debía ser combatido desde un neogolpismo que, aprendiendo las lecciones del fallido golpe de abril del 2002 en Venezuela, pudiese justificar mejor su violenta interrupción de la institucionalidad democrática. En particular, se apostaba que, en medio de una etapa aún incipiente de desarrollo de las fuerzas populares, era poco probable que, como ocurrió en el caso de Venezuela, una multitud de sobre un millón de ciudadanos acudiesen al Palacio Presidencial para demandar el retorno del presidente ilegalmente depuesto. En el caso de Venezuela, la constitución materialmente resultó ser lo que en la calle el pueblo, masiva y combativamente, decidió que era y no lo que fraudulentamente los golpistas pretendían.
La soberanía es hoy uno de los campos de batalla en los que se fragua la lucha por la hegemonía en la sociedad contemporánea entre bloques alternativos de fuerzas sociales y políticas. Son poderes alternativos de facto, es decir, sólo formalmente de jure. El Estado de Derecho esencialmente es una expresión de la situación o correlación entre dichas fuerzas. A partir de esta comprensión estratégica de las nuevas condiciones bajo las cuales deviene tanto la política como lo jurídico, resulta inescapable reconocer que los hechos de fuerza protagonizados por unos y otros se han convertido en su fundamento último. Es así que al evaluar las controvertidas iniciativas políticas de Zelaya, no podemos perder de perspectiva que el Derecho ha pasado así de su forma estrictamente jurídica, como ley, a la forma de actos político-estratégicos relativos a la gobernabilidad de la sociedad o a su refundación por el soberano popular como poder constituyente. Bien lo advirtió Marx: el Derecho no tiene una realidad e historia propia. Es expresión de los forcejeos propios de la sociedad civil, el verdadero escenario de la historia.
Sin embargo, en lo que falló el cálculo estratégico de los golpistas hondureños fue en subestimar el marco más amplio bajo el cual se libra hoy esta batalla campal por la hegemonía en Nuestra América, el cual no se limita al espacio territorial del estado-nación, sino que desborda las fronteras tradicionales de éste. La mundialización de los procesos de producción social ha tenido como consecuencia una internacionalización de sus procesos reivindicativos y contestatarios, una desterritorialización de su sociedad civil hacia la constitución progresiva de una comunidad universal concreta. De ahí, por ejemplo, el ALBA y el UNASUR: dos iniciativas que promueven la unidad progresiva de nuestros pueblos en torno a sus intereses comunes, como también del cabal reconocimiento de su pluralidad. Ahí también los procesos constitutivos de ese otro Derecho que va reconociendo y codificando las nuevas experiencias de lo común representadas por nuestras luchas.
En ese sentido, los golpistas no esperaban la respuesta tan firme y unánime de la comunidad política regional e internacional. A partir de ésta se alcanzó romper de inmediato el cerco militar y mediático que pretendieron tender sobre el pueblo hondureño, para frustrar su acto soberano de expresión de su voluntad. Ante ello, advierte certeramente el líder cubano Fidel Castro Ruz: » Los golpistas, acorralados y aislados, no tienen salvación posible si se enfrenta con firmeza el problema». El retorno a Honduras de Zelaya como presidente legítimo debe ser inmediato e incondicional, según ha clamado al unísono la comunidad internacional. La refundación democrática de Honduras debe continuar.
Ante ese panorama sombrío para los designios de los golpistas hondureños y sus adláteres mediáticos, sólo les queda seguir los consejos de Chávez cuando, refiriéndose al garrafal error de cálculo y aislamiento internacional de éstos, les decía: «Están rodeados, ríndanse a tiempo».
Zelaya no está sólo.
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El autor es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario puertorriqueño «Claridad».