Hace más de diez años (en 1997) pudimos leer, en periódicos y revistas, y escuchar, en programas de radio, las opiniones coincidentes de varios periodistas y autores sobre las posiciones del escritor Alfonso Sastre. Esas ideas, lejos de discutir, servían a la difamación y al linchamiento intelectual. Entonces participaron, entre otros, el conspicuo intelectual de […]
Hace más de diez años (en 1997) pudimos leer, en periódicos y revistas, y escuchar, en programas de radio, las opiniones coincidentes de varios periodistas y autores sobre las posiciones del escritor Alfonso Sastre. Esas ideas, lejos de discutir, servían a la difamación y al linchamiento intelectual. Entonces participaron, entre otros, el conspicuo intelectual de la derecha Vicente Molina Foix con un infame artículo en El País titulado «Caza de brujas vasca». Entonces se pidió que se apartara a Sastre de la vida pública, que no se le concedieran premios, que no se le invitara a congresos, etc. Ahora, después de aquella «secuencia» encontramos que la nueva secuencia se funda en términos más duros y graves para la mayor parte de la sociedad: a Sastre se le quiere despojar de su «humanidad». En esta ocasión participan partidos políticos y se multiplican las citas a través de internet y en las televisiones. La ex-miembro del PSOE, Rosa Díez, anota en su blog que Sastre no es humano porque escribe amenazas intolerables en un artículo publicado en Gara el pasado 21 de Junio de 2009. A Rosa Díez le han seguido otros, muchos otros: desde el periodista de El Mundo Javier Gómez, que escribía el pasado 28 de Junio de 2009 el artículo «Un autor enamorado
El escritor alemán Heinrich Böll nos enseñó con su libro Garantía para Ulrike Meinhof lo imposible que resulta contestar a una avalancha de artículos y notas difamatorias, y lo importante que es intentarlo. Los tres textos citados, después de eliminar los insultos, pueden resumir el fondo de lo publicado hasta ahora.
Primer caso: Javier Gómez. El periodista que publica su artículo en El Mundo ignora por completo la obra de Sastre (y poco le importa) y, por ello, monta un texto lleno de falsedades, contradicciones (escribiendo, por ejemplo, que Eva Forest y Sastre prepararon con un comando de ETA el atentado de la calle Correo, para escribir más adelante que «los 22 procesados del atentado de la calle del correo fueron absueltos») o manipulaciones (en las entradillas hace coincidir las palabras de un poema de Sastre, «el brillo de las pistolas», con una cita de un artículo del mismo Sastre en el que define el terrorismo como una guerra en la que se trata de matar al enemigo: con lo que la obviedad, una guerra es sustancialmente eso, adquiere una intencionalidad que determina el periodista y no el autor citado). Lo más llamativo es el uso de un poema «Yo», del propio Sastre, en el que el escritor describe su radicalización tras haber conocido, entre otras cosas (se trata de una larga lista de horrores entre los que están los golpes, la censura, la miseria, etc.) el brillo de las pistolas (de la policía), y que Gómez convierte, incomprensiblemente, en una declaración de que su acercamiento a ETA se produjo cuando conoció el brillo de las pistolas (de ETA). Las calificaciones como «pureza abertzale», no escribir nunca más en castellano, etc. proceden básicamente de Lidia Falcón y no son contrastadas en ningún momento con los propios artículos de Sastre que las desmienten.
Segundo caso: Javier Villán. El lamentable texto del escritor Javier Villán es especialmente sorprendente viniendo de alguien que se reconoce amigo de Sastre y admirador de su obra, pero que también interpreta las palabras de Sastre en Gara igual de mal que los demás: de hecho se opone al «mundo apocalíptico y terrible que muestra el final de su artículo en Gara» (lo que lleva a pensar, entre otras cosas, que no debe saber lo que significa apocalíptico). Lo central en este artículo es el deseo del autor de desvincularse de las opiniones políticas de Sastre (lo que nadie discute) tanto como apartar su obra teatral de estas mismas opiniones (y esto sí es discutible), tarea francamente difícil -la segunda- a la luz de obras como Los hombres y sus sombras, Análisis espectral de un comando al servicio de la revolución proletaria, Cuatro dramas vascos o Demasiado tarde para Filoctetes. Para bien o para mal, en sus obras están sus ideas.
Tercer caso: Rosa Díez. El texto de la parlamentaria Rosa Díez se publicaba el 22 de Junio en su propio blog con el título «Entre la inmundicia y la nausea». Es con mucho el más salvaje y por el que se han guiado buena parte de los demás. Comienza con una declaración de principios que no tiene desperdicio:
Conviven entre nosotros seres vivos inmundos. Son personas que a primera vista parecen ser como nosotros: tienen una vida profesional, llevan a sus hijos al colegio, quieren a su familia, charlan con sus amigos, leen –e incluso escriben– libros, van al cine, pasean por los mismos lugares que nosotros, lloran, comen, duermen, ríen… Pero, aunque lo parezca, no son seres humanos.
Fue el primer argumento de los nazis: eliminar de otros la humanidad. Así los judíos no eran humanos para Hitler, pero Hitler lo tomó de los esclavistas liberales del siglo XIX para los que los negros no eran humanos, que a su vez lo tomaron de los españoles imperiales del siglo XV para quienes los indígenas no eran humanos, etc. Una larga tradición que no terminó ni en Vietnam, ni en Irak, ni en Palestina. El primer paso hacia el fascismo es despojar de humanidad a cualquiera ocultando las razones políticas de las posiciones ideológicas que, por cierto Sastre expone abiertamente en el mismo artículo que se usa para lincharlo. Y así, dice Sastre:
Pero, yendo al fondo de la cuestión, y dirigiéndome ahora al PSOE, partido al que me gustaría ver recuperando al menos una parte de su honor perdido, ¿es verdad -es incluso posible- que ustedes no vean que el problema no es que haya una pequeña banda (pero además enorme) (¡!) de asesinos de largos colmillos y sedientos de sangre que, como ustedes y sus amigos dicen, sólo saben y desean matar? ¿Es verdad, pues, que ustedes no ven algo tan visible como esto: que aquí hay un serio conflicto político que sólo podrá resolverse en términos políticos? ¿Es verdad, en fin, que ustedes no se han dado cuenta todavía de que la solución de este conflicto, que tantos dolores acarrea, está en la posibilidad de una negociación? ¿A qué medios «más contundentes» se refiere usted, señor López?
Rosa Díez va más lejos en este escrito retóricamente vacío, ideológicamente banal e históricamente falso:
Nosotros sabemos que no son seres humanos quienes realizan actos impropios de los seres humanos. No son seres humanos quienes han perdido la piedad. No son seres humanos quienes desprecian la vida de un ser humano. No son seres humanos quienes deshumanizan a las víctimas para eludir todo tipo de sentimiento humano ante el crimen. No son seres humanos quienes disfrutan con el dolor ajeno. No son seres humanos quienes son capaces de escribir algo así.
Rosa Díez aún no ha entendido (y ya ha tenido tiempo) que esos actos que llama impropios de los seres humanos han dominado -y aún dominan- la historia del ser humano, y que en esa historia del mundo la violencia, el exterminio, la violación, la destrucción, etc. han sido constructores de civilización. Por eso siempre se pensó la emancipación y la lucha contra la explotación y el colonialismo como caminos hacia la humanidad para salir de la inhumanidad. Pero Rosa Díez no quiere ir a la historia, ni siquiera discutir con Sastre sus posiciones sobre la lucha armada y la justificación que hace de ésta por la independencia y soberanía del pueblo vasco, y prefiere quedarse en un lugar más ambiguo como es el de la psicología, y considerar inhumano a quienes «desprecian la vida», «han perdido la piedad», «deshumanizan a sus víctimas», y «disfrutan del dolor ajeno». No sé si esto le pasó a la misma Rosa Díez cuando actuaba el GAL: no parece que sintiera piedad por Segundo Marey, ni apreciara la vida de Lasa y Zabala o la de los más de veinte asesinados por esta organización, y tampoco parece que no disfrutara con el dolor ajeno cuando muere o es torturado un terrorista (de lo que sí han sido sumamente expresivas otras personas que Rosa Díez considerará «humanas», como Isabel San Sebastián o Carlos Dávila). Y no digamos si las «víctimas» tienen una consideración mayor para Rosa Díez a las que son consecuencia del terrorismo de ETA (por ejemplo, las de Irak). Entonces la «inhumanidad» salpica a muchos.
Tampoco Rosa Díez quiere hablar de política y prefiere «deshumanizar» a Sastre, como en el ámbito internacional y en los meses previos a la guerra de Irak se demonizó a Sadam Hussein:
Alfonso Sastre es de la especie humana porque fue engendrado [por] un hombre y una mujer. Pero sólo por eso: porque quien nace de la especie humana pertenece a esa especie animal. Es lo único que Sastre tiene de humano. Por lo demás, para nada merece el apelativo de ser humano.
Y todo ello basándose en la interpretación que Rosa Díez hace de las palabras finales de Sastre en su artículo de Gara, considerándolas como una amenaza. En efecto, Sastre escribe alertado, podríamos decir, por las declaraciones de Patxi López y de Carlos Iturgaiz, es decir, después de lo que entiende son declaraciones inquietantes:
¿A qué medios «más contundentes» se refiere usted, señor López? ¿Va a seguir detrás de las ideas gasógenas de ese pobre tipo del PP al que antes he citado? Se refiere a las declaraciones del dirigente del PP en el País Vasco, Carlos Iturgaiz en las que decía que «hay que fumigar a ETA con la ley en la mano, se llame como se llame». De ser así, Dios nos coja confesados, porque nos esperarían y amenazarían tiempos de mucho dolor en lugar de la paz, que nunca se conseguirá, evidentemente, si lo que deciden ustedes es aniquilar a una parte mayor o menor de nosotros en esas nuevas cámaras de gas inspiradas por ese personajillo, Iturgaiz. Entonces, ¡pobres de nosotros, pero también de ustedes!
Rosa Díez malinterpreta las palabras del escritor y, por cierto, nada dice de las declaraciones de Iturgaiz. El texto de Sastre es bien simple y sus ideas las ha repetido hasta la saciedad en otros artículos: por la vía policial la violencia sólo traerá más violencia de ETA y ésta, a su vez, más violencia policial, etc. y por tanto más sufrimiento para «nosotros» (los abertzales, los radicales, los independentistas, los que luchas a favor de la negociación) y para «ustedes» (los
¿Por qué Díez y muchos otros han querido leer una amenaza en estas palabras? Hay muchas posibles respuestas (mala intención, oportunismo, etc.) pero me quedaré ahora con una que no señala intención alguna: Rosa Díez no saber leer, es analfabeta de segundo grado. Se puede hacer una prueba del penoso juego que produce ese analfabetismo de segundo grado si malinterpretamos la cita final de su entrada en el blog: el hermoso poema de Alberti «A galopar». Aquí hay que añadir que el uso descontextualizado de textos es una práctica habitual del mal periodista, del ignorante o del que tiene mala intención. Pero, terminemos. Si no supiéramos leer, si fuéramos tan analfabetos de segundo grado como Rosa Díez, entonces el verso citado que se repite en el poema «hasta enterrarlos en el mar» ¿no querría decir que hay que matarlos? Y si siguiéramos hasta el paroxismo esa guía infame de la mala interpretación y la descontextualización de los artículos y las obras, ¿cómo deberíamos entender el final de la novela de Juan Goytisolo Señas de identidad? ¿Como una llamada a que el rey de Marruecos invada España? ¿Y el final de Máquinahamlet de Heiner Müller? ¿Como un aliento al homicidio?
No creo que Rosa Díez entienda la gravedad de su escrito. Ni Javier Villán. Ni Javier Gómez. Su lucha contra ETA, que han declarado directa o indirectamente, no puede pasar por una guerra sucia intelectual. Y los que entonces lucharon contra el GAL, y los que consideran que contra ETA no todo vale, deben impedir que la crítica política se convierta en otra cloaca más.