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Uribe, uno de los nuestros

Fuentes: Público

«La aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos sería una señal de confianza en nuestro país» -Álvaro Uribe, presidente de Colombia- Según la versión oficial, el desencadenante del golpe de Estado en Honduras fue la convocatoria por parte de Zelaya de una consulta popular sobre una posible reforma de la constitución que permitiese […]

«La aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos sería una señal de confianza en nuestro país» -Álvaro Uribe, presidente de Colombia-

Según la versión oficial, el desencadenante del golpe de Estado en Honduras fue la convocatoria por parte de Zelaya de una consulta popular sobre una posible reforma de la constitución que permitiese la reelección por sucesivos mandatos. Lo que en la terminología de cierta prensa llaman «perpetuarse en el poder» cuando lo hace el «Eje del Mal» latinoamericano (Chávez y compañía). La consulta no era vinculante, y la posible reforma resultante ni siquiera habría alcanzado a Zelaya, cuyo mandato termina pronto. Y aún así, lo detuvieron y sacaron del país.

Pero el pecadillo de Zelaya podría haber sido más gordo. Imagínense que en vez de una consulta, hubiera decidido modificar la constitución por vía parlamentaria, sobornando para ello a varios diputados para cambiar su voto. Y que después de un segundo mandato, se plantease un referéndum para otra reforma que le permitiese optar a una tercera elección.

Siguiendo el juego de política ficción, imagínense también que Zelaya tuviese vínculos con el narcotráfico y grupos paramilitares, que hubiese lanzado operaciones militares en países vecinos, que hubiese financiando sus campañas de forma delictiva, y que bajo su gobierno el país liderase el continente en asesinatos políticos, violación de derechos humanos y producción de droga.

No, dirán ustedes, no cabe un demonio así. O tal vez sí. ¿Cómo se llama ese tipo que gobierna Colombia? Álvaro no sé qué… Ah, sí, Uribe. Sí, es cierto, él ha hecho todo eso y algunas cosas más. Pero no ha cometido el mayor pecado posible en el continente: buscar alianzas que erosionen el dominio estadounidense. No, él no pertenece al Eje del Mal continental. Es uno de los nuestros.