Trabajo en un instituto de educación secundaria. A principios de curso me abren la puerta de la biblioteca del centro y veo montañas de libros de texto. Un compañero me asegura: «¿los ves? Todos van a ir al contenedor». Y es que en la comunidad donde trabajo, Castilla-La Mancha, rige desde hace unos años un […]
Trabajo en un instituto de educación secundaria. A principios de curso me abren la puerta de la biblioteca del centro y veo montañas de libros de texto. Un compañero me asegura: «¿los ves? Todos van a ir al contenedor». Y es que en la comunidad donde trabajo, Castilla-La Mancha, rige desde hace unos años un invento socialista llamado «Programa de Gratuidad de Libros de Texto». ¿En qué consiste? En hacer disponibles libros gratis para todos los alumnos de enseñanza obligatoria. He dicho bien, para todos. El niño que pertenece a una familia adinerada tendrá libros de texto gratis. El niño de una familia trabajadora, proletaria, mileurista, en paro, también. Aquí no se le pide a nadie la Declaración de la Renta, a nadie le analizan su situación económico-familiar. Para todos, y punto.
Por supuesto, las editoriales de libros de texto están encantadas. Cuentan con un cliente preferente que les compra en masa miles de libros: la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Otro tanto se diga de la próxima medida, igualmente rocambolesca, de dar portátiles a todos los niños de cinco años. Quien venda la marca X de esos ordenadores, miles de golpe y por medio de una compra oficial, se va a hacer de oro. Nadie pregunta nada. En plena crisis funciona eso de «a caballo regalado no le mires el diente». La radio oficial de la Junta de Comunidades cacarea dichas medidas «progresistas» haciendo constar lo beneficioso que todo esto será para las familias, para los alumnos. El hecho es que los manuales, en general malísimos por estar concebidos bajo «criterios LOGSE», libracos caros llenos de fotos y «mapas conceptuales», son retocados de manera mínima cada poco tiempo para que sean inservibles sus antecesores, manuales de un curso o dos atrás. Todo un ejemplo de obsolescencia planificada.
El hecho es que hay padres que reciben unos libros subrayados o maltratados y, sean pobres o ricos, suelen comprarse los libros nuevos porque los gratuitos ya no sirven.
Las medidas de «todo gratis y para todos», sin distinguir niveles de renta ni tipos de colectivos a quienes van dirigidas, son las más anti-igualitarias que uno pueda imaginarse. Son una vergüenza para todo ideal que se reclame «socialista». Precisamente la Justicia, en un sentido socialista, debería consistir siempre en «tratar de manera diferente al que es diferente». Esto de los libros me recuerda a mí lo de las subvenciones europeas a la actividad agrícola: la Duquesa de Alba ha recibido millones y millones de euros, pues consta como «agricultora» y «hay que ayudarla». Mientras tanto, por ejemplo, en Asturies las caserías van cerrando porque ya no pueden mantenerse en su estado de autosuficiencia. ¿Es esto igualdad?
Los hijos de un millonario tendrán libros gratis como los hijos de un obrero. Mientras tanto estamos cometiendo agravios sociales al no tratar de forma diferente al que es diferente. Estamos cometiendo atentados ecológicos tirando toneladas de papel impreso a la basura. En el terreno ético cometemos un crimen: no acostumbramos al niño a valorar lo que es un libro en propiedad, un patrimonio personal que hay que cuidar y, como ocurría todavía en mis tiempos, un don que puede ser traspasado a los hermanos menores o a los hijos.
Ni siquiera la caridad que lava conciencias puede aplicarse a este caso. Los libros españoles no son deseados en países americanos de lengua hispana con problemas económicos y necesitados de material escolar. Su transporte a otro continente es muy caro, los sistemas escolares, quizá, sean diferentes…es mejor colaborar con ellos de otra manera. Conclusión: los libros españoles, cada ciclo de renovación, se van todos al contenedor. Nuestro «Estado del Bienestar», que nunca llego a ser tal, también va derecho y de cabeza al contenedor por causa de este despilfarro mayúsculo y esta demagogia socialista, este populismo buscador de votos fáciles pero que en realidad mina la capacidad de supervivencia de las clases más débiles. La ideología de estos «progresistas» debería ir también al contenedor de basura, creo yo.