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Todo va bien (De rerum natura)

Fuentes: La vuelta al mundo

Las ideas dominantes no son nunca directamentelas ideas de la clase dominante.Slavoj Žižek  A Anna K.Su rostro era el rostro de la utopía.Y así nos va. Todo va según lo previsto, en efecto. Todo va bien. Incluso muy bien (para según qué intereses, es natural). Este es el lema elemental de la sociedad del espectáculo […]

Las ideas dominantes no son nunca directamente
las ideas de la clase dominante.

Slavoj Žižek

 A Anna K.
Su rostro era el rostro de la utopía.
Y así nos va.

Todo va según lo previsto, en efecto. Todo va bien. Incluso muy bien (para según qué intereses, es natural). Este es el lema elemental de la sociedad del espectáculo deportivo-mercantil. The Show must go on! No obstante, Guy Debord fue siempre muy injusto con Jean-Luc Godard, quizá porque el intelectual riguroso y conceptista (el barroco Gracián, como se sabe, era uno de los maestros fundamentales de su pensamiento situacionista y no sólo de su expresión) no podía sino detestar, de un modo u otro, la libertad y el inconformismo del artista respecto de cualquier dogma, credo o programa. Su capacidad de afirmar la vida en cualquier situación, contra todo lo que parecería negarla, contra todo lo que le opone su peso o su inercia.

Ahora, en plena crisis económica globalizada, con una renovada forma de miseria en el horizonte del nuevo siglo, se anuncia que la nueva película de Godard (Socialisme) sea probablemente la última de su magnífica filmografía. Me entristece este final anunciado, no puedo evitarlo, esta forma de coherencia radical que un artista impone a su talento creativo.

Vuelvo a ver todas sus películas una y otra vez con el mismo asombro, la misma fascinación que la primera vez, si no más. Así lo he hecho en los últimos meses, sin programarlo, con muchas de las mejores de su primera época (Una femme mariée, Vivre sa vie, Alphaville, Bande à part, Masculin, feminin, Pierrot le Fou, Week-End) y otras cuantas más de la tercera época, ese periodo estilístico prodigioso que comienza a finales de los setenta, construyendo una nueva articulación coreográfica de la imagen, la palabra, los cuerpos y la música, con la tremenda Sauve qui Peut (la vie) y está a punto de clausurarse junto con la primera década del futuro. Passion, Je vous salue Marie, Prénom Carmen, For ever Mozart. Su grandiosa Histoire(s) du Cinéma, donde Godard, revestido del don erudito de un archivista borgiano, reinventa la historia del cine (y la del siglo XX) a través de sus imágenes, mezclándolas y remezclándolas entre sí y confrontándolas con los documentos audiovisuales de la historia y la barbarie secular (este segmento, en particular, como homenaje al gran cine italiano, con el permiso de Scorsese, es de una belleza estremecedora). Y, hace tan sólo unos días, el impresionante autorretrato JLG/JLG

 

Recuerdo una de mis experiencias más estimulantes con Godard en un cine. Fue en Los Ángeles, California, en diciembre de 1994. La sala estaba a rebosar de fanáticos que asistían, como yo, a un programa doble de Godard que resumía toda su trayectoria en una síncopa vertiginosa: Le Mépris, como reposición, y Hélas pour moi!, como estreno (Godard más «God» que nunca en compañía del «dieu» Gérard Depardieu, según rezaba la publicidad americana). En el intermedio entre una y otra proyección y a la salida, en un vestíbulo colmado de gente de todo pelaje y de un humo cada vez más prohibitivo, se podía sentir el fervor, el desconcierto, el entusiasmo, el deslumbramiento, la pasión por un cine que liberaba a sus espectadores de toda clase de pereza, intelectual, sensorial o moral, sin dejar de provocar una emoción estética cercana a lo sublime en muchos momentos. (Otra experiencia memorable, bastante anterior: Madrid, julio de 1985, entro en los viejos Alphaville para ver Je vous salue Marie pasando, con una sonrisa mefistofélica en los labios, por delante del grupo de integristas católicos que se ha reunido a sus puertas para protestar contra la película rezando el rosario.)

Por si alguien duda todavía de que Godard (como Fellini, Antonioni, Pasolini y Buñuel) es uno de los grandes artistas del siglo XX (a pesar de que su obra no atraiga a la masa inerte que satura los museos en busca de una redención artística imposible para una vida confinada al dominio de lo banal) le propongo la revisión de este portentoso travelling de nueve minutos extraído, precisamente, de su película Tout va bien (sólo superado, no se olvide que para Godard cada movimiento de cámara se transforma en una cuestión moral, por el travelling automovilístico de Week-End). Si no me engaño, ahí está todo, ahí se muestra todo lo que un ciudadano actual (el nuevo paria democrático, el Homo Sacer u Homo Sucker del sistema: sin poder, sin trabajo, sin dinero, sin poder adquisitivo, sin nadie que lo represente ni ninguna otra seguridad a su alcance que la social) necesita saber sobre el mundo en el que vive (sobrevive, malvive) o se ve obligado a vivir (sobrevivir, malvivir) sin otra expectativa en apariencia que el subsidio, la carencia, la indignidad, el autodesprecio, la rabia o la desidia.

En un contexto de tan rastrera definición, resulta igualmente ridículo, ofensivo y obsceno cantar La Internacional puño en alto, tras pactar con la banca en las mejores condiciones para ésta, como acusar al que la canta de incitar a la insurrección civil en nombre de una entelequia. El bucle de la libertad, como lo llama Žižek, se agrava cada vez más y arrastra con sus antinomias y paradojas toda forma de inteligencia libre. Godard lo sabe bien desde hace décadas, por eso, entre otras cosas, titula su último film, con ironía suprema, Socialismo. A ver cómo lo venden (con qué título, con qué eslogan, con qué estrategia de mercado) en la España bipartidista, plurinacional y monosémica que todos conocemos cuando llegue la hora de estrenarlo, si es que llega alguna vez (ya se sabe que la distribución y, sobre todo, la exhibición actúan desde hace años como profilácticos impecables para proteger cualquier polución extranjera que pueda infectar el campo de sentido en que se mueve con preferencia la cultura española contemporánea, y, lo que es peor, no sólo ella).

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