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La grieta constituyente de Arenys de Munt

Fuentes: Rebelión

A veces de tanto centrarnos en la crítica de la dominación y las consiguientes injusticias con las que nos apabulla un orden civilizatorio capitalista que se ha propuesto la colonización de la vida toda, no alcanzamos a identificar esa otra presencia vital que forcejea, resiste y construye ese mundo nuevo que el orden actual lleva […]

A veces de tanto centrarnos en la crítica de la dominación y las consiguientes injusticias con las que nos apabulla un orden civilizatorio capitalista que se ha propuesto la colonización de la vida toda, no alcanzamos a identificar esa otra presencia vital que forcejea, resiste y construye ese mundo nuevo que el orden actual lleva ya en sus entrañas. Como relación social y voluntad de poder, el capital es, por un lado, dominación y explotación de unos hombres por otros pero, por otra parte, es también y sobre todo resistencia y construcción de experiencias emancipatorias por esos mismos hombres contra aquellos que les pretenden oprimir y someter. Precisamente, estas luchas emancipatorias se dan en las grietas o fisuras desde las cuales se apuntala una voluntad inmanente, es decir, autodeterminada, de contrapoder constitutivo de esa otra sociedad que tanto anhelamos. Nuestras rebeliones son en ese sentido posibilidades de transformación revolucionaria que se abren paso desde nosotros mismos.

El creativo ejercicio de autodeterminación protagonizado en estos días por ese pequeño pueblo catalán de Arenys de Munt es una de esas grietas constituyentes que toman forma en estos tiempos marcados por el despertar del soberano popular. El 13 de septiembre pasado, un 96.18 por ciento de los ciudadanos de esa localidad barcelonesa que votó en una consulta popular, lo hizo a favor de que Catalunya se independice del Estado español e ingrese, ya por derecho propio, como nuevo Estado soberano, democrático y social a la Unión Europea. La participación fue de poco más de un 40 por ciento de los 6000 habitantes del municipio, mayor de lo que ha sido en el pasado en el referéndum reciente sobre el Estatuto de autonomía, así como en las elecciones o consultas europeas.

La consulta confrontó la oposición del Estado español así como del Generalitat (gobierno catalán), razón por la cual su desarrollo estuvo a cargo de diversas expresiones políticas de la sociedad civil que promueven activamente el derecho de autodeterminación e independencia de los catalanes, entre estos las Candidaturas de Unidad Popular (CUP) y el Moviment Arenyenc per l’Autodeterminació (MAPA). Ambas, identificadas con la independencia para Catalunya, buscan afanosamente otras maneras de hacer política, desde las instancias locales, frente al agotamiento del actual Estatuto autonomista y el creciente desgaste de los partidos tradicionales que le han apuntalado.

Para la CUP, el poder soberano se constituye de hecho. Ser soberano es empezar a serlo. Como contrapoder consigue instituirse desde las instancias más locales que es por donde esencialmente se implanta y reproduce o transforma toda relación de poder. Se trata de una estrategia ascendente de poder encaminada hacia la independencia y el socialismo.

Obviando los límites asfixiantes que desde la legalidad actual el gobierno central en Madrid le pretende imponer a la autodeterminación de los catalanes, los ciudadanos de Arenys de Munt afirmaron en la alternativa la legitimidad de su decisión democrática fundamentada en su condición de poder constituyente, fuente originaria y viva de todo orden constitucional y Estado de Derecho verdaderamente democráticos. A diferencia de la propuesta soberanista de los nacionalistas vascos, que se agotó ante la negativa reiterada del gobierno central de Madrid que insiste en que la autodeterminación no cabe en la Constitución de 1978, en el caso de los soberanistas catalanes, éstos se cansaron de esperar y decidieron actuar desde los márgenes de la legalidad vigente.

Y es que cualquier Constitución democrática no puede ser más ni menos que manifestación de la voluntad expresa del soberano popular que le dio origen. La Constitución no es un texto muerto en el tiempo ni sustantivamente ajeno a las cambiantes relaciones de fuerza que le sirven de sustento y define sus orientaciones. Incluso, el propio soberano popular es, contrario a la mitificación absurda de éste como sujeto unitario y trascendente, una pluralidad dinámica y concreta de sujetos, es decir, una pluralidad radical de singularidades e identidades que en estos tiempos halla en sí mismo el principio de validez y legitimidad de sus actos.

El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, parecería desconocer esta realidad contundente que se impone en las sociedades democráticas contemporáneas a partir de un constitucionalismo material que va desbordando, desde la producción de nuevos hechos constituyentes como los de Arenys, el constitucionalismo formalmente reconocido. Al preguntársele si la victoria soberanista de Arenys de Munt podría tener un efecto dominó en el resto de Catalunya, éste respondió que no esperaba «un efecto contagio en relación con lo de Arenys». Y añadió: «La legalidad es la legalidad y cualquier circunstancia de esta naturaleza no tiene el más mínimo efecto». La derecha española es más abiertamente ofensiva en su descalificación del soberano popular, ya que no se limita a negarle, como Zapatero, valor jurídico a la decisión soberana de los ciudadanos de Arenys de Munt, sino que también la tilda de «bufonada independentista».

Sin embargo, la soberanía no le pertenece al Derecho sino al pueblo, según encarnado en lo común, y los que pretenden negar los efectos contundentes del golpe de fuerza protagonizado por los ciudadanos de Arenys de Munt, quedan refutados por los hechos. Cerca de 100 municipios catalanes (incluyendo capitales de provincias como Girona, Lleida y Barcelona) se alistan para seguirle los pasos y celebrar sus propias consultas populares a favor de la autodeterminación e independencia de Catalunya. De paso han criticado la respuesta del gobierno central como «poco democrática». Hay que insistir, puntualizan, en que el actual orden constitucional español reconozca en derecho la autodeterminación que de hecho se afirma.

A estas convocatorias se han unido Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Reagrupament (una escisión reciente del ERC), Convergencia i Unio (CiU), Maulets , Osona Decideix, Plataforma pel Dret a Decidir (PDD), Sobirania i Progrés, Deumil.cat, Catalunya Estat Lliure, entre otros. Hay quienes proponen que se celebren todas el mismo día 6 de diciembre próximo, coincidiendo con el Día de la Constitución española de 1978.   Ante las limitaciones de la legalidad vigente, las consultas no las convocarán y organizarán formalmente los gobiernos municipales, sino que lo harán agrupaciones cívicas, al igual que en Arenys de Munt. Se ha ido forjando así una formidable unidad en la acción entre todos los creyentes en la autodeterminación e independencia de Catalunya.  

Si bien es cierto que las encuestas hasta el año pasado sitúan la independencia como la preferencia de sólo un 21 por ciento del electorado catalán, lo cierto es que esos mismos sondeos registran que un 62 por ciento de los catalanes creen en el derecho de su país, Catalunya, a la autodeterminación e independencia. Arenys de Munt parece haber despejado cualquier temor subyacente y le ha despertado a los catalanes el poder constituyente dormido. «Somos una nación y queremos Estado propio», es uno de sus lemas.  

El líder del ERC y vicepresidente de la Generalitat, Josep Lluis Carod-Rovira, afirmó desde el País Vasco, donde se hallaba de visita, que «no hay fuerza más invencible que un pueblo expresándose democrática y pacíficamente».

«Podemos ser el país que queremos ser», señaló Carod-Rovira, a la vez que denunció que el Estado español impida que se abra «la más mínima grieta para el respiro nacional de nadie».

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Sin embargo, la grieta constituyente que el Estado español se negó a abrir, ha sido impuesta, desde abajo, por el soberano popular que se levantó en Arenys de Munt. El autor es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, colaborador permanente y miembro de la Junta de Directores del semanario puertorriqueño Claridad .