Entramos en la «tierra derecha» electoral, y las candidaturas presidenciales y parlamentarias van diseñando con cada vez mayor nitidez su verdadera identidad. Queda cada vez más claro que la noción de «cambio» enarbolada por la derecha piñerista no es más que la profundización extrema del modelo neoliberal instaurado por la dictadura. Nada que no sea […]
Entramos en la «tierra derecha» electoral, y las candidaturas presidenciales y parlamentarias van diseñando con cada vez mayor nitidez su verdadera identidad. Queda cada vez más claro que la noción de «cambio» enarbolada por la derecha piñerista no es más que la profundización extrema del modelo neoliberal instaurado por la dictadura. Nada que no sea una oleada gigantesca de privatizaciones, comenzando por el cobre, concesiones y mayores privilegios para las grandes empresas transnacionales, puede esperarse de una administración encabezada por el especulador financiero. Y menos y menos derechos para los trabajadores, y más y más sufrimientos para los postergados, los excluidos y despreciados del modelo.
Por su parte, la candidatura presidencial del diputado Enríquez-Ominami juega con la misma idea, la del «cambio», aunque en su caso ello se presente más bien como un recambio generacional y direccional de los partidos políticos y de la administración del país. En materias programáticas, nada que no sea un caos en donde cualquiera pueda hallar domicilio. Frente a la rebeldía y la irreverencia juveniles, o el rechazo y la frustración ante los errores e insuficiencias de la Concertación, esa candidatura se presenta como una posibilidad de rectificación y una apuesta cada vez más desideologizada y acrítica. En suma, cambios, todos los cambios posibles, a condición de que no cambie la esencia del mismo modelo neoliberal, que es lo que hace posible la presencia en sus filas y comando de personeros de cierta relevancia pertenecientes al mismo espectro ideológico de Piñera.
Del lado de la Concertación «pura», las vacilaciones de siempre en materias tan trascendentales y de urgente discusión como la renacionalización del cobre, el papel del Estado y su relación con un mercado voraz e inepto cuando se trata de ser un agente del bien común, una concepción de la educación y de la salud como sectores de «atención preferente» por parte del Estado.
Sin embargo de todo lo dicho, hay una evidencia que también es necesario consignar. Y es que el debate, tanto a nivel presidencial con el reconocido aporte personal de Jorge Arrate, como el parlamentario en las campañas de los candidatos del Juntos Podemos han tenido el mérito de instalar asuntos de real interés popular. Más allá, o junto con ello, de las particularidades de cada distrito en que se libra la contienda parlamentaria, va quedando cada vez más clara la incidencia en la vida personal de chilenos y chilenas del marco institucional en que se desenvuelve el quehacer nacional.
La importancia capital de una Constitución Política de origen y contenidos democráticos, cala hondo en la conciencia de masas cada vez más críticas. Los responsables están a la vista, las consecuencias las sufren millones de personas y las salidas han sido expuestas y sometidas al escrutinio popular.
Con la izquierda en calles y plazas, las campañas electorales están alcanzando el nivel de pedagogía y de movilización de las conciencias que se requiere para garantizar una auténtica democracia.
La última y trascendental propuesta del candidato de la izquierda, en orden a concordar entre las tres postulaciones de signo progresista un acuerdo para cerrar el camino de La Moneda a la derecha ante la alternativa de una segunda vuelta, ha remecido al mundo político. Ello ha dejado en evidencia, una vez más, que es desde esas posiciones, las que sustenta Jorge Arrate, que surgen las iniciativas más radicales y de mayor racionalidad para instalar en nuestra vida política una barrera entre el continuismo neoliberal, que halló su punto de máxima expresión durante la dictadura con todos sus hechos de sangre y latrocinios, de una parte; y de la otra, la posibilidad de borrar esa página negra de nuestra historia asumiendo de verdad las responsabilidades y arremetiendo todos a una en una auténtica cruzada democratizadora.
Faltan pocas semanas, las posturas se hacen cada vez más nítidas. La gente, el pueblo, el ciudadano tienen la palabra. «A votar con la cabeza y con el corazón», ha llamado el abanderado popular. Hacia allá vamos. En la tierra derecha, de aquí al domingo 13 de diciembre, es la izquierda la que avanza.
– Juan Andrés Lagos es miembro de la Comisión Política del Partido Comunista de Chile.