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El balance económico de un año de miedo

La crisis es el sistema

Fuentes: El Siglo

El caso de la economía chilena es una curiosidad mundial por donde se lo mire. Cada uno de los chilenos vivió -vive- la crisis de distintas maneras, sea con un ingreso estructuralmente bajo, mermado por un creciente servicio de deudas personales, un desempleo estructuralmente alto y una pronunciada caída del consumo. Sin embargo, influida por […]

El caso de la economía chilena es una curiosidad mundial por donde se lo mire. Cada uno de los chilenos vivió -vive- la crisis de distintas maneras, sea con un ingreso estructuralmente bajo, mermado por un creciente servicio de deudas personales, un desempleo estructuralmente alto y una pronunciada caída del consumo. Sin embargo, influida por un discurso oficial amplificado por la academia y la prensa de mercado, la mayoría de los chilenos cree que la crisis económica global fue un fenómeno pasajero, ya en retirada en virtud del acertado manejo de la autoridad económica encabezada por el Ministro de Hacienda, Andrés Velasco, y que en 2010 se retomará el camino del crecimiento.

Y, claro, cómo culpar al indefenso chileno de a pié, si es el propio Velasco el que lidera con entusiasmo la campaña de desinformación, acaso el único reglón en que el equipo económico acredita nota sobresaliente en el manejo de la crisis.

A modo de ejemplo, en la exposición ante el Congreso con motivo de la presentación del la Ley de Presupuesto 2010, en noviembre pasado, se despachó la siguiente jactancia: «El conjunto de políticas contracíclicas aplicado para hacer frente a la crisis mundial ha sido el más audaz y, comparativamente, nuestro desempeño ha sido uno de los mejores». Bajo el influjo de esa postura triunfalista, la propia Presidenta Bachelet, declaró, a comienzos de año: «Cuando en el mundo se habla de contracción nosotros hablamos de crecimiento». Para no ser menos, el Director de Presupuestos, Alberto Arenas, proclamó, en el Informe de las Finanzas Públicas, en el mes de octubre pasado: «La forma en que Chile está enfrentando la actual situación de crisis internacional es inédita en nuestra historia, así como en la América Latina».

A su turno, el Banco Central en su último Informe de Política Monetaria, se ufanó de que su política, manejada casi exclusivamente a través de la tasa de interés referencial, «ha reaccionado con especial flexibilidad» frente al curso de los acontecimientos.

Error por sistema

Sin embargo, los hechos demuestran todo lo contrario. Por de pronto, en materia de proyección de política macroeconómica, las diversas autoridades económicas se equivocaron en todo.

El crecimiento en torno al PIB tendencial, de entre 4 y 5%, pronosticado en la Ley de Presupuesto de 2009, se trocará, según el último Informe de Política Monetaria del Banco Central, en un decrecimiento de -1,9%. La caída fue superior al promedio mundial estimado por el FMI, en torno al -1,1%, y también del conjunto de economías emergentes, que caen en -1,7%, en promedio.

Ese decrecimiento significa, además, que en los cuatro años del actual gobierno, el crecimiento promedio alcanzará un modesto 2,8%, lejos del promedio superior al 4% pronosticado por Velasco. Pero ello no impidió que el irreductible Ministro de Hacienda anticipara un crecimiento de 5% para 2010.

A principios de año, el Banco Central pronosticó que la inflación volvería al rango de meta, en torno al 3%. Ya en mayo tuvo que corregir a la baja, situándola en -0,8%. Sin embargo, en noviembre, el IPC en doce meses cayó en 2,3%, prolongando un ciclo de cifras negativas que se viene registrando desde el mes de agosto, fenómeno que no se daba desde octubre de 1934, en plena Gran Depresión. Si se considera que la casi exclusiva misión del Banco Central consiste en mantener la inflación dentro del rango de meta, y que en noviembre de 2008, la inflación anualizada alcanzó un 8,9%, esa impresionante variación no avala, precisamente, la autocomplacencia de la actual conducción económica.

Peor aún, a pesar de que ésta se empeñó durante todo el año en desconocer la recesión, las principales causas de la deflación con que termina el año, hay que buscarlas en la caída del producto y la demanda interna, con la consiguiente acumulación de factores productivos no utilizados, y la persistente devaluación del dólar; lo cual, adicionalmente, evidencia la ineficacia del único instrumento de política económica reservado al Banco Central; a saber, la modificación de la tasa de interés referencial, que permanece anclada en 0,5 puntos desde el mes de julio.

El Comité de «Expertos» que asesora al Ministro de Hacienda en la confección del Proyecto de Ley de Presupuestos, fijó un precio del cobre en torno a US$1,62 por libra en promedio anual. Sin embargo, ya en agosto, el precio del cobre superó los US$2 de promedio, estimándose que 2009 terminará con un promedio de US2,30.

Otra variable de política macroeconómica que la conducción económica se mostró incapaz de de predecir en 2009, y menos aún de controlar, es la tendencia del tipo de cambio, hacia a la devaluación del dólar. A mediados de diciembre estaba bajo los $500, en circunstancias de que en diciembre de 2008 cerró en $629,11, y que la previsión del mismo comité de expertos lo estimó en $538 como promedio anual, cuando se elaboró el presupuesto de 2009.

Es una fluctuación desquiciadora para una variable de gran importancia, de la cual depende fuertemente la actividad, y por tanto el empleo, en sectores claves para la economía, como los exportadores cuyos precios están a la baja en los mercados internacionales y los productores internos que compiten en desventajosas condiciones frente a las importaciones sustitutivas. Pero aún cuando se lo propusiera, la excesivamente abierta economía chilena carece de instrumentos para controlar el tipo de cambio. Cuando no se debe al exceso de divisas provocada por el alza del precio del cobre, la devaluación del dólar obedece a operaciones especulativas, en que los capitales golondrina ingresan buscando rentabilidad con los diferenciales en las tasas de interés, especialmente si están bajas en mercados totalmente desregulados, como es el caso de Chile. Claro, siempre se puede utilizar mecanismos tales como encajes, impuestos, flotación controlada o estimular a los exportadores a que reduzcan sus retornos en dólares, pero eso está fuera de los cánones del actual modelo, que confía la corrección de los desequilibrios sólo a los automatismos del mercado.

Plan de emergencia

Menos de un mes después de aprobado la Ley de Presupuesto de 2009, a principios del mes de enero, el Gobierno debió implementar un nuevo plan fiscal de emergencia, para enfrentar la fuerte caída en todos los sectores de la actividad económica, en el segundo semestre de 2008.

Dicho plan elevó el gasto público en US$1.485 millones y consideró menores ingresos tributarios transitorios de US$1.455 millones. Además se capitalizó Codelco en US$1.000 millones -claro que con la modificación de su gobierno corporativo como moneda de cambio- y US$100 millones se destinaron a instrumentos CORFO. El incremento del gasto público en el año se elevó de 5,7%, establecido en la ley de presupuestos, a 10,7% real, con un déficit fiscal estimado en 2,9% del PIB.

Dicho plan se financió con la suspensión transitoria del 0,5% de superávit estructural, con US$1.000 millones generados por endeudamiento en el mercado interno en pesos y en UF, y con una indeterminada cantidad de recursos provenientes del Fondo de Estabilización Económico y Social, con toda seguridad superior a la prevista, toda vez que una cifra equivalente al 0,5% del PIB debía venir de los mayores ingresos en pesos generados por un tipo de cambio superior a los $538.

Pese a la algarada de los «expertos», la academia y la prensa de mercado, por el abandono del superávit estructural y por el «sesgo intervencionista» del plan de emergencia, el balance del año indica que fue claramente insuficiente para detener la caída de la actividad económica, que como está dicho terminará en el primer decrecimiento desde 1999.

Tardío reconocimiento

En una clara demostración de desfase y rezago frente a la dinámica de los acontecimientos, el Banco Central bajó la tasa de interés en un punto, dejándola en 7,25%, iniciando una escalada tardía hasta llegar a 0,5 en el mes de julio. Ya en marzo, el Ministro Velasco tuvo que reconocer la magnitud de la crisis: «estamos sintiendo los efectos de este terremoto con claridad». Con su típica clave elíptica y autocomplaciente, se creyó obligado a agregar: «pero al mismo tiempo tenemos los fundamentos y las estructuras para que nuestra mesa resista».

Esos fundamentos parecerían provenir de una conducción fiscal «sabia», consistente en haber ahorrado los excedentes que acumuló el país en el período de «vacas gordas». Aún cuando reconoce la importancia de que pudiese contarse con esos recursos, el economista Hugo Fazio formula un balance muy negativo:

«Si hubiese que sintetizar en que consistió esta política su rasgo saliente fue establecer un límite a todo evento del gasto público, destinando los excedentes a ser acumulados en activos financieros, predominantes en el exterior, quedando expuestos a su alta volatilidad y a la caída que han experimentado en el período de crisis».

A su juicio, el balance completo debe incorporar el uso alternativo de excedentes sin precedentes, y que difícilmente se repetirán: «se produce la contradicción que en los años de excedentes extraordinarios, desde fines de 2003 hasta el tercer trimestre de 2008, el crecimiento de la economía chilena no estuvo en correspondencia con el momento favorable internacional. La libra de cobre promedio mensual estuvo desde 2006 sobre US$3, triplicando su nivel de 2004. En ese lapso, el crecimiento promedio de la economía de 4,3%, fue muy inferior a la de los años 2004 y 2005. En cambio, cuando desde octubre el precio del metal rojo cae la economía chilena entra inmediatamente en recesión»; en su opinión, «muestra elocuente de que no se aprovecharon los excedentes extraordinarios para cambiar la estructura productiva del país, siempre dependiente en su comercio internacional de unos pocos bienes primarios o de bajo valor agregado».

Como el mismo Fazio se encargó de recordar, a fines de 2008, el Fondo de Estabilización Económica y Social tenía acumulados US$20.210,7 millones y el Fondo de Reserva Previsional, US$2.506,8 millones, lo que sumado a los recursos no colocados en dichos fondos en poder del Tesoro Público y las reservas internacionales del Banco Central, también colocadas en activos financieros en el exterior, que sumaban US$23.162,3 millones, significa que el Estado contaba con recursos cercanos a los US$46.000 millones, invertidos in instrumentos financieros internacionales, que como se sabe, financian en un porcentaje muy elevado los déficit de Estados Unidos. Como puede verse, Velasco demuestra ser un alumno disciplinado y cumplidor. Hasta donde la opacidad en el manejo de estas cifras permite deducir, se habrían utilizado entre diez y quince mil millones de dólares de estos fondos, para paliar la crisis.

En el ojo de la crisis

En el mes de marzo se cumplieron 21 meses desde el inicio de la crisis financiera que con el correr de los meses generó una fuerte contracción en la economía real, configurándose el temido círculo vicioso, en el que la debilidad de la economía y de las condiciones financieras se influyen y condicionan recíprocamente.

Después de la estrepitosa caída de la economía mundial en el cuarto trimestre de 2008, muchas economías, entre las cuales estaban Japón, Islandia, Irlanda, los países bálticos y muchos países del este europeo, pasaban de la recesión a la depresión. Tres de cada cuatro economías se encontraban en recesión. En América Latina, en el semestre octubre 2008-marzo 2009, las mayores caídas se produjeron en México (-4,7%), Brasil (-4,4%) y Chile (-3,1%).

Una de las expresiones más agudas de la contracción de la economía global se produjo en el comercio internacional. La Organización Mundial de Comercio la estimó en 9%, y la Organización de Comercio y Desarrollo Económico en 13%.

En el caso de Chile, se produjo una caída simultánea de las exportaciones y del precio de sus principales productos exportables, principalmente cobre, molibdeno, y celulosa. Al cerrar el primer trimestre, las exportaciones en doce meses se contrajeron en 44,5%, las importaciones en 33,1% y el superávit comercial en 66,3%.

La fuerte contracción experimentada por la economía chilena a partir del segundo semestre de 2008, se reflejó en la tasa de desempleo que en marzo alcanzó en el Gran Santiago un 12,8% de la fuerza laboral, su nivel más alto desde septiembre de 2003. Esta cifra de dos dígitos se mantendría inalterable a lo largo de todo el año. En el trimestre móvil agosto-octubre, si bien la tasa de desocupación descendió levemente, hasta un 9,7%, el número de ocupados volvió a descender por octava vez consecutiva. El problema del desempleo en Chile, que a su vez es la principal manifestación de la crisis, es más grave que lo registrado en los indicadores oficiales, si se consideran tanto el crecimiento vegetativo de la población y de la fuerza de trabajo, como las aproximadamente 225.000 plazas de trabajo que generan los programas especiales de trabajo promovidos por el gobierno, sin los cuales el problema se expresaría aún con mayor crudeza. Peor aún, las perspectivas de débil crecimiento para 2010, y el tradicional rezago del empleo respecto a la actividad económica, mantendrán el alto desempleo el año que se avecina.

En abril, estalló en Chile el escándalo de la colusión de las tres cadenas farmacéuticas que concentran el 92,1% de la participación de mercado, para elevar los precios de 222 medicamentos. La impotencia del actual esquema regulador confiado a la Fiscalía Antimonopolio y el Tribunal de Libre Competencia se refleja en la exigua multa de un millón de dólares aceptada por una de las cadenas, en tanto que las tres se beneficiaron por el incremento de ventas generado por agresivas campañas de marketing basadas en reducciones de precios de medicamentos, lo que no hace otra cosa que confirmar la anchura de los márgenes operacionales. El tema de fondo es que servicios básicos para la población, considerados otrora como derechos sociales, tales como la salud, la educación y la previsión, se convirtieron en un pretexto para la acumulación de los grandes capitales.

No fue el único caso de colusión del año. En enero, el Departamento de Justicia norteamericana multó en US$109 millones a LAN Chile por ponerse de acuerdo con Aerolinhas Brasileiras y EL AL de Israel para elevar los precios de sus servicios de carga. LAN, como se sabe, es controlada por el grupo Cueto y el candidato presidencial de derecha Sebastián Piñera. Según la resolución del Departamento de Justicia, «los consumidores se vieron obligados a pagar más debido a tarifas de embarques infladas y abusivas aplicadas por estas empresas». Tampoco es la única participación de Piñera en estos casos. Cuando estalló el escándalo de colusión, espetó indignado: «Lo de las farmacias es absolutamente inaceptable y además es indignante porque se está jugando con los remedios, o sea con la salud de las personas. Lo que hicieron estas empresas es algo que debe ser sancionado con mucho rigor para que sea algo ejemplificador». Pero al poco andar tuvo que tragarse sus palabras, cuando se demostró que, a través de Inversiones Santa Cecilia, poseía 2.064.421 acciones, equivalentes al 1,37% del capital accionario, las que vendió en la bonita suma de mil 400 millones de pesos, unos 2,5 millones de dólares.

Recesión

En el Informe de Política Monetaria de mayo, el Banco Central reconoció, por primera vez, que Chile entraría en recesión en 2009, pero lo hizo en el mismo predicamento elíptico y elusivo que busca generar expectativas positivas cuando los problemas sociales derivados de la crisis, se profundizan, de forma que añadió: «la recuperación debería comenzar a apreciarse con mayor nitidez a partir del trimestre en curso; (…) en el curso de la segunda mitad de 2009 el crecimiento anual de la actividad retornará a valores positivos, más cercanos a su crecimiento de tendencia». Así como el año pasado la autoridad económica dijo que el país se encontraba «blindado» o que los riesgos «estaban acotados», en esta oportunidad desempolvó la teoría de que la economía chilena está desacoplada del curso general de la crisis, lo que resulta absurdo en una economía tan abierta como la chilena.

El país es testigo de que esas predicciones y vaticinios de las diversas autoridades económicas se volvieron a equivocar. Más que al error sistemático, obedecen más bien a una pauta preconcebida, utilizada profusamente para mantener las expectativas bajo control.

Declinación

Al promediar el año, dos eventos de carácter internacional, concurrieron a mostrar que el mundo post crisis ya no será igual. A fines de mayo, se reunieron en Beijing el Presidente de Brasil, Lula da Silva, y de China, Hu Jintao. Firmaron un préstamo del Banco Chino de Desarrollo a Petrobras por US$10.000 millones, para financiar la puesta en marcha de las reservas de petróleo descubiertas a fines de 2007 en Tupi, estimadas en 8.000 millones de barriles de petróleo, que convertirán a Brasil en uno de los grandes exportadores del mundo, sin intervención de Estados Unidos. En 2008 el intercambio comercial entre ambos países alcanzó los US$36.000 millones, un 56% más que 2007. En 2009, China se transformó en el principal socio comercial de Brasil, reemplazando a EE.UU. Ambos presidentes acordaron estudiar el modo de abandonar gradualmente el dólar en su creciente comercio bilateral. El desplazamiento de Estados Unidos como potencia hegemónica a nivel global, es a estas alturas, una tendencia irreversible.

Esto quedó refrendado el 1 de julio, cuando entró en cesación de pagos la emblemática General Motors, símbolo del poderío norteamericano, la primera empresa automotriz global hasta el año pasado, cuando fue reemplazada por Toyota. Al momento de declararse en bancarrota, contaba con activos valorados en US$82.300 millones y deudas por US$172.800 millones. Para posibilitar un plan de reestructuración, del cual saldrán dos compañías, el Departamento del Tesoro de Los Estados Unidos tuvo que desembolsar US$57.000 millones, por el típico sambenito neoliberal de que si no lo hacía, los efectos en cascada serían tanto peores. De todas formas, el plan de reestructuración de GM implicará una eliminación directa de entre 21.000 y 24.000 plazas de trabajo. En abril, otra empresa emblemática del rubro automotriz, Chrysler se había acogido al capítulo 11 de la Ley de Bancarrotas estadounidense, por un «default» de US$ 39.300 millones.

Si bien el salvataje, como de costumbre, corre por cuenta de recursos públicos, ambos planes de reestructuración consideran la más pronta reprivatización que sea posible. Suena conocido.

Chantaje empresarial

Tan conocido como la consabida ofensiva del empresariado, la academia y la prensa de mercado para mantener congelado el salario mínimo, o incrementarlo en la menor medida que sea posible. Esta vez se sumó el gobierno, con una oferta de 2,5%, que fue rechazada por la CUT, e incluso por el Congreso, que lo fijó finalmente en 3,7%, aproximadamente un 1,1% de reajuste real, que no tuvo en cuenta su deteriorado nivel, que mantiene a más de 500 mil trabajadores en situación de pobreza, como tampoco la fuerte caída experimentada por la demanda interna. Los $165.000 en que quedó el salario mínimo se reducen a $132.000 líquidos descontadas las deducciones previsionales y de salud, sin considerar el 19% adicional por concepto de IVA, que afecta a la casi totalidad del sueldo mínimo, destinado íntegramente al consumo. Como es habitual, el gran empresariado fundó su argumentación en el chantaje del aumento del desempleo y en la defensa de la pequeña y mediana empresa. Se trata de argumentos no sólo regresivos, sino contraproducentes, en un cuadro recesivo generado por la caída experimentada en la demanda interna. Es además, una mentira. El elevado desempleo actual no es consecuencia del nivel de los salarios, sino de la recesión global y de la extrema debilidad con que la autoridad económica ha enfrentado sus efectos.

En este contexto, la ministra del Trabajo, Claudia Serrano, dio con una solución infalible para el drama del desempleo. En su concepto, bastaron que los desocupados no salgan a buscar empleo, para no incrementar la presión sobre el mercado laboral. Como lógica aristotélica, impecable, pero como Ministra del Trabajo, un autorretrato del pensamiento del modelo.

El Gobierno intentó repetir la receta en el reajuste al sector público, pero el combativo paro de la ANEF logró un reajuste de 5,7%.

Gélido silencio

A mediados de julio, la 98ª conferencia de la Organización Internacional del Trabajo acogió la denuncia presentada por la delegación laboral chilena, fundamentada en trabajos acerca de la «inviabilidad financiera del sistema chileno de pensiones». La resolución de la conferencia de la OIT concluyó que se encuentra organizado «sin considerar a los principios de solidaridad, riesgos compartidos y financiamiento colectivo que forman la esencia de la seguridad social». Si bien valoró el establecimiento en la reforma del pilar público solidario, puntualizó que no constituye «cambios mayores en el esquema privado establecido en 1980, que subsiste como obligatorio para los trabajadores». El documento presentado por la CUT planteó que la crisis mundial ha puesto en evidencia la inestabilidad financiera del sistema chilena privatizado de pensiones» y que es «una burla para las personas que debieron jubilar o están próximos a hacerlo». Por cierto, la resolución de la 98ª conferencia de la OIT, suscitó el más gélido de los silencios de la autoridad económica, los «expertos», la academia y la prensa de mercado.

Usura en tiempos de crisis

En los primeros siete meses del año, las utilidades de la banca privada alcanzaron los $643.408 millones, lo cual no vino sino a confirmar el fracaso de la política del gobierno para enfrentar la crisis, consistente en la reducción de las tasas de interés y la creación de dinero a través de los bancos comerciales. Por el contrario, la banca privada transfirió la baja de tasas a sus utilidades.

Según cifras de la Superintendencia de Bancos, en el primer semestre las tasas de interés anuales de las líneas de crédito eran de 40,18% y las de tarjetas de crédito de 48,96%. El Servicio Nacional del Consumidor calculó que un adelanto de tarjeta de crédito por $500.000 en 24 cuotas, termina pagando una tasa de interés de 56%, por encima de la tasa máxima que la Superintendencia fijó en agosto en 50,76% para operaciones menores a 200 UF.

Una segunda explicación de las enormes utilidades de la banca en tiempos de crisis, está en que no conformes con eso, elevaron las comisiones por transacciones y mantenimiento de cuentas corrientes y tarjetas de crédito.

Frente a esta verdadera usura en tiempos de crisis, la política del Gobierno se ha limitado a reiterados llamados a la buena voluntad para que los bancos traspasen a los usuarios la baja de tasas, y la discreta presión por los medios de comunicación. Otra demostración de la inutilidad de la quimera de la autorregulación, más aún tratándose de un mercado altamente concentrado y oligopólico.

En octubre, al cumplirse el primer aniversario de la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, que desencadenó la fase más aguda de la crisis, los síntomas de la misma habían cambiado de dirección. La desaceleración se redujo en la mayoría de los países, después de las violentas contracciones producidas en los seis meses precedentes. Algunas economías centrales, entre ellas Japón, Francia y Alemania, tuvieron cifras trimestrales positivas, mientras que China e India incrementaron sus tasas de crecimiento. Ello llevó a anticipadas declaraciones del fin de la crisis.

Sin embargo, los hechos muestran que factores que la provocaron, no sólo no han desaparecido, sino que tampoco se sacaron las debidas enseñanzas. Cifras de la Reserva Federal muestran que algunas de los mayores bancos e instituciones financieras son aún más poderosas que antes de la crisis, que los niveles de concentración han aumentado, y que su crecimiento se ha producido a través de absorciones estimuladas por las propias autoridades económicas. Aún cuando los costos estatales de los planes de rescate son exorbitantes, aproximadamente US$11,9 billones, que obviamente deberán pagar los contribuyentes, la regulación financiera ha quedado en el olvido, ahogada por la enorme capacidad de lobby de esos colosales intereses. Precisamente, la noción de que el mundo no resistirá otra caída de un gran banco favoreció la concentración, lo cual conducirá a nuevos excesos desestabilizadores. De esta manera, se mantiene inalterado el principal de los factores que condujeron a la crisis, es decir, el predominio del capital financiero sobre la economía real.

En rigor, no es que la lección no haya sido aprendida, sino que los intereses en juego son más poderosos que la buena voluntad, porque, en definitiva, saben que mientras sigan siéndolo, mantendrán la capacidad de transferirle los costos al conjunto de la sociedad, en virtud de autoridades complacientes, expertas en el marketing político para controlar las expectativas.

De ese modo se fue un año negro, en el que quedó una vez más en evidencia que la crisis no es sólo una consecuencia cíclica de la lógica interna del sistema, sino el sistema mismo.

Lecciones no aprendidas

El escándalo de la colusión