Tras darse a conocer el comunicado del Bloque Sur de las FARC-EP, con fecha 24 de diciembre de 2009, en el cual esta organización revolucionaria acepta ser responsable del ajusticiamiento del gobernador del Caquetá, Luis Francisco Cuellar, Uribe y sus voceros, afligidos, condolidos y compungidos, una vez más, con la ayuda de falsimedia, lanzaron un […]
Tras darse a conocer el comunicado del Bloque Sur de las FARC-EP, con fecha 24 de diciembre de 2009, en el cual esta organización revolucionaria acepta ser responsable del ajusticiamiento del gobernador del Caquetá, Luis Francisco Cuellar, Uribe y sus voceros, afligidos, condolidos y compungidos, una vez más, con la ayuda de falsimedia, lanzaron un sinnúmero de acusaciones, maldiciones y amenazas contra la insurgencia.
«Bandidos, cínicos, cobardes, matones, mentirosos, terroristas» son algunos de los términos utilizados por estos personajes que, como buenos manipuladores de conciencias que son, con estas palabras pretenden nuevamente confundir a las personas, apareciendo ellos como amigos de la paz, mientras presentan a la guerrilla como responsable de la violencia.
Una vez más quieren imponer a todas las personas su discurso a través del cual se presenta a las FARC-EP como una organización delincuencial, lo cual tiene además como objetivo el justificar no sólo la persecución contra las y los integrantes de ésta organización revolucionaria, sino contra quienes se solidarizan con su causa a nivel mundial.
Los medios al servicio de la oligarquía colombiana y del régimen narcoparamilitar uribista, conjuntamente con sus aliados mediáticos en el continente y el mundo entero, han manifestado su indignación por el hecho «brutal» cometido por las FARC-EP. Sobre los vínculos de Luis Francisco Cuellar con el narcoparamilitarismo, causante de masacres de campesinos colombianos en la misma zona donde este personaje era gobernador, no dicen nada.
Los muertos que hay que llorar son sólo aquellos que pertenecen al círculo de la oligarquía colombiana. Los campesinos cortados en pedacitos por las motosierras de los paramilitares no merecen ni una sola lágrima, a no ser que sirvan para los propósitos de manipulación propagandística del uribismo.
Si en Colombia no existiera un conflicto armado, la muerte de Cuellar, bajo las circunstancias en que se dio, no se hubiera producido. Pero la realidad colombiana es distinta. Allí hay una guerra. Y, lamentablemente, hay hechos que muchas veces sin ser previamente planificados, pueden suceder. Este es el caso del ajusticiamiento del gobernador del Caquetá que, ante la arremetida militar ordenada por Uribe «para rescatarlo a sangre y fuego», tuvo que ser ejecutado por el comando guerrillero que lo hizo prisionero para juzgarlo por corrupto y por sus relaciones con el paramilitarismo.
Para confundir a las personas sólo basta con informar sobre este hecho en forma superficial, acompañándolo de elementos sensacionalistas para lograr que la gente se emocione y sienta como que fuera la muerte de un ser cercano lo sucedido con Luis Francisco Cuellar.
¡Las FARC son asesinas!, repiten una y otra vez.
Pero cuando el ejército colombiano lanza ataques crueles, feroces y mortíferos contra los campamentos de las FARC-EP donde mueren guerrilleros, como en el caso del comandante Raúl Reyes, o el ataque al frente 43 de ésta organización donde murieron 45 insurgentes en días recientes, no dudan en calificarlo como un acto legítimo para combatir a quienes ellos llaman «terroristas». Personajes tan humanos como el ministro de Defensa de Colombia, Gabriel Silva o su antecesor, el mafioso Juan Manuel Santos, gozan, ríen y se retuercen de satisfacción por cada guerrillero abatido.
¿No es eso cinismo? ¿No es hipocresía compungirse por la muerte de uno de sus allegados y llenarse la boca hablando de la paz, cuando se regocijan con la muerte de sus enemigos? ¿No es eso doble moral? Y de ninguna manera significa esto que a las y los revolucionarios no les daría gusto que el mundo se libre de personajes tan nefastos como Uribe. ¡Por supuesto que no!
Lo que debe quedar claro es el grado de manipulación que llevan adelante los propagandistas del uribismo para quedar ellos como santos o mansas palomas y hacer ver a los otros como los bárbaros. Esta posición cínica la dejó clara Uribe al declarar que «hay que acabar con todos esos bandidos para que el país pueda vivir en paz». Es la lógica de los pacificadores, desde la época del colonialismo. Lo que cabe preguntar es ¿quién pacifica a esos pacificadores?
Ya hay voces honestas, como las de la agrupación «Colombianos por la Paz», que han caído en el juego discursivo de los seguidores de Goebbels, al señalar que el acto de las FARC es injustificable desde todo punto de vista. De igual manera se equivocan cuando expresan la necesidad de buscar los mecanismos necesarios para humanizar la guerra.
En primer lugar, no se trata de justificar el ajusticiamiento de Cuellar por parte de la insurgencia fariana, sino de comprender las circunstancias que rodean a este hecho y, sobretodo la terquedad del régimen uribista de negarse a concretar un acuerdo humanitario para posibilitar el intercambio de prisioneros. Uribe ha sido tan indolente que, una vez que quedó libre Ingrid Betancourt y los agentes norteamericanos, no le ha importado para nada la suerte que corran los otros prisioneros en manos de las FARC-EP como se demuestra con las trabas que ha puesto para la liberación del cabo Moncayo y el soldado Calvo. En segundo lugar habría que recordar a ésta digna agrupación de colombianas y colombianos, entre las que destaca la figura de la senadora Piedad Córdoba, las palabras del Comandante Manuel Marulanda cuando al ser interrogado sobre la humanización de la guerra dijo que la mejor manera de hacerlo es acabar con ella.
Y no han sido las FARC-EP las que no han querido acabar con la guerra, sino la oligarquía colombiana y el imperialismo yanqui, que hoy cuenta con siete bases militares en Colombia, quienes destinan millones de dólares para continuar en el conflicto, además de oponerse tajantemente a llevar adelante un acuerdo que posibilite desde el punto de vista político, económico y social, la democratización de una sociedad dominada por una minoría de explotadores.
¡Tras de ladrones, bufones!, dijo Uribe a las FARC-EP. Su escupitajo le cayó en la cara al presidente narcoparamilitar. Sólo basta con recordar cómo fue reelegido con la ayuda de los paramilitares o como sostuvo reuniones en el «Paracio» de Nariño con esos criminales. Y la lista de bufonadas es extensa, como las declaraciones permanentes de que las FARC-EP van a ser derrotadas. El bufón mayor, Álvaro Uribe, está desesperado por reelegirse. En días pasados declaró que para su segunda reelección «deja todo en manos de dios», cuando es sabido que trabaja con las mismas fuerzas que le permitieron anteriormente participar para una nueva elección presidencial.
Y como son verdaderos bufones, andan preocupados por un video que dicen que no han visto, pero que saben de que se trata, donde las y los realizadores exponen una cara distinta a la que la propaganda de la oligarquía santanderista colombiana y el imperialismo presentan sobre las FARC-EP.
El documental «FARC-EP, la insurgencia del siglo XXI» ha empezado a recorrer el mundo. Y, en cierta forma, Uribe y su bufón menor, Gabriel Silva, están contribuyendo a ello gracias a sus declaraciones.
¿Por qué están tan molestos?
El film es un golpe a la fabricación del consenso que la industria mediática pretende lograr sobre la imagen de las FARC-EP.
En este documental, realizado en la selva colombiana, se expone la calidad humana de las y los combatientes farianos, su entrega a la causa revolucionaria, su capacidad para enfrentar las dificultades, su alto nivel de preparación física y militar, su dedicación al estudio y el desarrollo de actividades culturales. De igual manera se puede apreciar la presencia de jóvenes, hombres y mujeres, que con decisión combaten para construir la Nueva Colombia.
No se trata de una exposición aduladora de las FARC-EP, que la presenta como un mundo idílico. El análisis dialéctico se hace presente al conjugar no sólo la exposición de los elementos propios de la subjetividad humana, de su psiquis, sino también de las condiciones materiales de existencia, de las relaciones sociales existentes en el seno de la sociedad colombiana, el papel intervencionista de los EE.UU., las causas reales generadoras de la violencia. Al contrario de las basuras producidas por falsimedia para denigrar a las FARC-EP, el film hace un estudio de la totalidad, interrelacionando cada hecho, entendiéndolos como procesos y no como sucesos sueltos, descontextualizados.
Allí se puede comprender, de la voz de una comandante guerrillera, las razones por las cuales en las filas de las FARC-EP las mujeres, sin ser obligadas a ello, deben practicar el aborto cuando por determinadas circunstancias quedan embarazadas, pese a que existe educación sexual y conocimiento de métodos anticonceptivos por parte de las y los combatientes farianos. Los mentirosos y pacatos como Silva no entienden que las condiciones de lucha en las que se desenvuelven las mujeres guerrilleras, les impele, en cierta forma, a que tengan que renunciar, en algunos casos, a su maternidad.
Lo que duele a los seguidores de Rambo o de Terminator, es que en el documental se muestre el verdadero papel que tienen las mujeres en la insurgencia como combatientes, como trabajadoras, como camaradas.
Eso les fastidia, así como el hecho de presentar a una guerrilla que realiza trabajo agrícola, que produce sus propios alimentos, demostrando la falacia de que viven de la droga, cuando en el vídeo se escucha a una hermosa combatiente fariana explicar que las FARC-EP plantean no una política represiva sobre este tema, sino una política educativa, a la vez que en forma abierta señalan que se debería legalizar la droga para acabar con las mafias del narcotráfico, exponiendo además la necesidad de llevar a cabo una política de sustitución de cultivos que posibilite a los campesinos tener una vida diferente, con mejores condiciones de existencia.
Y les duele asimismo ver a una guerrillerada con una moral elevada, sólida en sus principios, con convicciones profundas, con un alto grado de organización y, sobre todo, alegre, llena de humor.
Los inquisidores del régimen uribista tratarán de impedir que el documental «FARC-EP, la insurgencia del siglo XXI» sea visto en el mundo.
Por el momento dicen que los aparatos de inteligencia colombianos, bajo las órdenes estrictas de Uribe, conjuntamente con la Interpol, con la CIA y el Mossad están investigando en los archivos policiales del mundo para descubrir quienes son los tales Diego Rivera, Frida Kahlo, Julius Fucik, así como un tal Alejo Carpentier, de quien dicen sería un peligroso agente del G2 cubano.
Patria Grande, enero de 2010