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Sobre la campaña difamatoria contra la ONG Justicia y Paz

La involución cultural en el corazón de Latinoamérica

Fuentes:

La mentira puede correr cien años,pero la verdad la alcanza en un día. Una vez mas en Colombia algunos medios de comunicación están siendo utilizados -y se prestan a ello- para adelantar campañas de desprestigio, obstaculizar la devolución de tierras a las comunidades desplazadas y crear climas propicios a los atentados a organizaciones y personas […]

La mentira puede correr cien años,
pero la verdad la alcanza en un día.

Una vez mas en Colombia algunos medios de comunicación están siendo utilizados -y se prestan a ello- para adelantar campañas de desprestigio, obstaculizar la devolución de tierras a las comunidades desplazadas y crear climas propicios a los atentados a organizaciones y personas que además de ser victimas de infames calumnias, son calificadas como «marxistas» o «comunistas» remembrando la enfermedad del odio y la furia aniquiladora que fueron alentados durante la guerra fría (1).

En diciembre pasado se inició esta nueva campaña sobre Justicia y Paz, una organización no gubernamental que se ha destacado por su compromiso con la verdad y por el valeroso acompañamiento a las victimas de las regiones que han sido arrasadas a sangre y fuego por su valor económico o por ser consideradas estratégicas en la confrontación entre el Estados y las guerrillas.

Esta campaña difamatoria, de extrema gravedad en un país donde se cuentan por miles los precedentes que vinculan los falsos señalamientos con los crímenes en el marco de una concepción de la Guerra Política que tiende a subsumir a cualquier defensor de los derechos y las garantías fundamentales en la subversión, forma parte del proceso de degradación cultural impulsado por el nacional populismo de extrema derecha, el mismo proceso de ascensión del fascismo que se ha normalizado en amplias franjas de la comunicación masiva y la comunicación cotidiana en el país.

En esta dinámica puntual de involución cultural se yuxtaponen medios de comunicación como El Tiempo , que desde hace cerca de dos años está controlado por el Grupo Planeta de España, el diario El Colombiano de Medellín y Radio Súper, y columnistas como Fernando Londoño y José Obdulio Gaviria, que al mismo tiempo que comparten la comisión, a lo largo de sus vidas, de imborrables actuaciones contrarias a la ética más elemental, son parte principal de los áulicos del actual gobierno encargados de utilizar el acceso a algunos medios masivos de comunicación en campañas de desprestigio de quienes han tenido el valor extraordinario de denunciar a los mas altos responsables estatales de la maquinaria criminal que tantas vidas inermes ha cegado en Colombia, o en tender cortinas de humo que desvíen la atención colectiva del fracaso irremediable de políticas de seguridad llamadas «democráticas» pero en realidad concebidas y ejecutadas en favor de algunos los principales capitales nacionales y de las mega corporaciones que han impulsado en el escenario internacional el soporte a un gobierno seriamente cuestionado por su entrelazamiento con organizaciones delictivas.

La degradación cultural como proceso está unida indiscerniblemente en Colombia a la dinámica que alienta: el control creciente de la vida social, la manipulación emocional que acude a todas las herramientas de la revolución mediática, la ignorancia política, la pretensión de aniquilar la memoria esclarecedora y la vida que resurge irrefrenable en las multitudes de muertes producidas por el designio de exterminio de la diferencia, la instauración del miedo y el darwinismo social como únicos horizontes de sentido, la militarización general que desprecia los valores de las artes, las ciencias y las culturas de vida, como forma de existencia deseable, y la confrontación bélica interna y exterior como horizonte social ineludible.

Un proceso de esta naturaleza y magnitud, inscrito en el corazón del Sur de América en el momento en el que la región es observada como lugar de esperanza desde diversas latitudes por la emergencia de las culturas ancestrales de vida y de cuidado de la tierra hermanadas con formas políticas cada vez mas sensibles a la responsabilidad conjunta en la curación del planeta y a la singularidad de nuestros pueblos, exige una amplia, profunda y sostenida batalla de opinión que revele el carácter involutivo de la dinámica cultural basada en la mentira y en el aliento de las facetas mas feroces de la condición humana.

Una batalla de opinión que muestre a partir de las falsedades el valor inconmensurable del resplandor ético que ha preservado con entereza un sentido de la dignidad vital en tiempos en que la corrupción más abyecta ha causado incalculables estragos en nuestro territorio y amenaza con contagiar el entorno vecinal.

Amplios sectores sociales experimentan una fatiga y una repugnancia insuperables con un orden mafioso que ha convertido la vida social en una máquina trituradora de millones de seres por la miseria materia y espiritual que le es inherente, en estas amplias franjas sociales el conocimiento del tejido ético al que pertenecen organizaciones como Justicia y Paz, significa un horizonte vital cierto en medio de la desesperanza y la confusión expandida por quienes han sacrificado la verdad y su sagrado significado en los altares de la codicia.

(1) Ver : Orquestan campaña de difamaciones contra la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz (05.01.10)
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=98130&titular=orquestan-campaña-de-difamaciones-contra-la-comisión-intereclesial-de-justicia-y-paz-«