Familias en Acción, Familias Guardabosques y la Red de cooperantes son tres banderas de las más importantes, de la mal llamada Seguridad Democrática del presidente. Con la primera garantiza su importante caudal electoral y su financiación sale del bolsillo de los colombianos. Denuncias reiteradas confirman los niveles de corrupción existentes en esta organización dependiente de […]
Familias en Acción, Familias Guardabosques y la Red de cooperantes son tres banderas de las más importantes, de la mal llamada Seguridad Democrática del presidente.
Con la primera garantiza su importante caudal electoral y su financiación sale del bolsillo de los colombianos. Denuncias reiteradas confirman los niveles de corrupción existentes en esta organización dependiente de la presidencia y de la que se alimenta económicamente un alto grupo de burócratas amigos del presidente, que actúa alrededor de sus políticas.
En conclusión todos los colombianos financiamos una política del presidente que lo ha favorecido en sus dos periodos, donde gracias al terror paramilitar Uribe ganó las elecciones sin tomarse la molestia de ir a segunda vuelta.
Las otras dos banderas, la de Familias Guardabosques y Red de cooperantes, son ni más ni menos que las nuevas versiones de las famosas CONVIVIR que Uribe no pudo legalizar como gobernador de Antioquia y que en su agitada existencia, hicieron parte de la naciente estructura paramilitar, autodenominada Autodefensas Unidas de Colombia, las que han contado con Uribe como su más habilidoso creador y defensor.
Estas dos banderas ideadas por el presidente, están diseñadas, la primera para habitar las áreas colindantes con las zonas de colonización y parques naturales y en relación directa con las fuerzas armadas para su acción contrainsurgente y las segundas hacen parte de una compleja red de inteligencia que como su nombre lo indica, su trabajo es cooperar con las Fuerzas Armadas gubernamentales en sus acciones contrainsurgentes presentada con el justificativo propósito de «lucha contra el terrorismo».
Como a los colombianos y a muchas de las gentes del exterior, las impacta de manera significativa los grandes medios de información capitalista, encargados de contra informar y obnubilar la opinión, se hace necesario que recordemos, los orígenes de esta manera gobernar y conducir los destinos de la vida política del país:
Avanzada la década de los sesenta, la tristemente célebre Escuela de las Américas que instruía los oficiales latinoamericanos, introdujo en sus manuales la teoría de construir redes de inteligencia entre la población para que contribuyeran a combatir al comunismo, que según los mismos manuales era la plaga que se exportaba desde los países de Europa oriental cuya avanzada en América la constituía la República de Cuba. En resumen, era necesario encontrar mecanismos que impidieran el desarrollo de revoluciones exportadas desde Europa pasando por el Caribe.
Es dentro de esa lógica que surgen las bandas paramilitares de conocida actuación criminal en todos los países del continente donde se desarrollaron actividades insurgentes como los casos de Nicaragua, Guatemala, Uruguay, Argentina y Chile entre otros.
Un paso importante de la estructuración de la población, fue la asignación de armamento y entrenamiento para el combate, para lo cual contaron los criminales con asesoría de instructores extranjeros siendo el más conocido el coronel israelí Yair Klein.
Con dichos desarrollos contrainsurgentes, la población se dividió en dos bandos, los que trabajaban en dichas agrupaciones y quienes se negaban a ello, estos últimos fueron considerados por el gobierno, sus Fuerzas Armadas y los mismos grupos paramilitares nacientes como sus enemigos y acusados de ser apoyo de las fuerzas insurgentes; bajo dicho supuesto fueron el objetivo inmediato por la vía de las horrendas masacres que el país ha presenciado aterrorizado, de esa manera se cumplía un propósito «quitarle el agua al pez» como manera de debilitar la insurgencia, visión de los oficiales del Pentágono, adquiridas en cruentas guerras de invasión como las de Vietnam en Asia y Argelia en el África.
En Colombia el fenómeno se ha extendido hasta el presente mientras en los demás países fue desapareciendo con la extinción de las organizaciones insurgentes.
De dicha concepción imperialista, bebieron los sucesivos gobiernos con el respaldo directo de ganaderos terratenientes, empresario y políticos que asumieron sus compromisos no solo con el fenómeno paramilitar sino con los carteles del narcotráfico de donde salieron colosales finanzas para sostener las bandas paramilitares que se dedicaron a masacrar la población.
Luego que Uribe pactó con los cabecillas paramilitares el acuerdo que culminó con la extradición de un poco más de una decena de ellos y dejó en libertad cerca de treinta mil de sus miembros, con todas las consecuencias, se empeña en continuar su práctica de involucrar a los pobladores en grupos que comenzaron dando apoyo en inteligencia a las Fuerzas Armadas gubernamentales y hoy son potenciales grupos paramilitares.
Sea necesario destacar, que en Uribe, pesan más sus obsesiones contrainsurgentes que la racionalidad política del presidente de los colombianos.