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Frente al triunfo de la derecha conservadora

Hay que seguir siendo oposición al neoliberalismo, no sólo a Piñera

Fuentes: www.g80.cl

El triunfo de Sebastián Piñera el pasado 17 de enero cierra el ciclo de 20 años de gobiernos concertacionistas iniciados tras el plebiscito de 1988. En esta etapa se legitimó y consolidó la institucionalidad política, económica y social proempresarial y antipopular diseñada por la dictadura. Y es precisamente ese aval y respaldo el que explica […]

El triunfo de Sebastián Piñera el pasado 17 de enero cierra el ciclo de 20 años de gobiernos concertacionistas iniciados tras el plebiscito de 1988. En esta etapa se legitimó y consolidó la institucionalidad política, económica y social proempresarial y antipopular diseñada por la dictadura. Y es precisamente ese aval y respaldo el que explica el triunfo, al cabo de dos décadas, de la derecha que nació al amparo del pinochetismo.

En la Concertación, la derrota ha significado la profundización de un falso debate iniciado tras la primera vuelta del 13 de diciembre, en el que se pretende reducir su debacle política a una cuestión de renovación generacional o de eliminación de «malas prácticas» políticas. Con esa «autocrítica», la élite gobernante pretende encubrir el hecho decisivo de que han perdido apoyo popular por haber abandonado y traicionado el programa de reformas democráticas que prometieron en 1989. El discurso de Lagos la noche del 17 es una muestra de que se prepara una gran operación política de gatopardismo para intentar aparecer como los defensores de los intereses populares, pero sin abandonar la política neoliberal que siguieron durante sus cuatro administraciones.

¿Era posible otra política por parte de la Concertación? No. Primero bajo la hegemonía democratacristiana y luego de los llamados «progresistas», el proyecto político de la Concertación fue siempre la consolidación del capitalismo neoliberal emergido de la dictadura. Por eso la primera medida política tras la victoria del plebiscito de 1988 fue negociar con la dictadura y aumentar los quórums constitucionales, para otorgarle poder de veto a la derecha pinochetista y tener la excusa perfecta para no aplicar su programa.

La Concertación no será una oposición de fondo al piñerismo. La misma noche del 17 desapareció el discurso confrontacional de la campaña -discurso de utilería- para dar paso a los acuerdos y los abrazos entre derrotados y vencedores.

Por eso, como G80 consideramos que es necesario más que nunca levantar una alternativa democrática popular al modelo neoliberal, que unifique a todos los sectores que están resueltamente contra dicho modelo, que encabece la oposición a Piñera y dispute ideológica y políticamente con la fracción del bloque en el poder que hoy ha pasado a la oposición, pero que sabemos no va a tocar ninguna cuestión de fondo.

La Concertación critica a Piñera por ser un multimillonario, pero no va a criticar el hecho de que en Chile se hayan amasado inmensas fortunas a expensas de los trabajadores. Ésa será una tarea de un bloque político democrático y popular, de clara impronta anticapitalista.

La izquierda anticapitalista debe salir del aislamiento y la testimonialidad. Hay que salir a construir y buscar acuerdos políticos con sectores que crecientemente expresan distintos grados de rechazo y confrontación con el modelo, algunos de ellos desprendidos de la propia Concertación. Sabemos que el descontento social no se ha expresado en disposición combativa ni en claridad ideológica por parte de las amplias masas populares y que debemos superar el hiato entre esas amplias masas y la aún fragmentada y dispersa izquierda anticapitalista.

Como G80 saludamos en su oportunidad al Partido PAIZ y su declaración conjunta con Océanos Azules, que destacó nítidamente la necesidad de una nueva constitución. Hicimos presente nuestras objeciones políticas, la principal de ellas que creemos imprescindible que cualquier proceso constituyente nazca desde la participación popular y no sea un nuevo acuerdo de las élites, cuestión que la declaración a nuestro juicio no señalaba. Pero estamos dispuestos a respaldar cualquier iniciativa política que ponga en el centro la necesidad de terminar con la institucionalidad pinochetista.

No nos perdemos, sin embargo, respecto de con quiénes se puede y con quiénes no se puede impulsar la lucha contra la institucionalidad neoliberal. Definitivamente no será con la Concertación, que ha administrado el modelo y ha abierto paso al triunfo de la derecha conservadora.

El llamado del Juntos Podemos y otras fuerzas que apoyaron la candidatura de Jorge Arrate a conformar una oposición unida a Piñera es un error, pues sigue la política de blanqueo de la Concertación, retarda la formación de una alternativa popular y confunde a los trabajadores y al pueblo.

Con el triunfo de Piñera, los grandes empresarios ya no dependerán en exclusiva de la Concertación para darle gobernabilidad a su modelo político de expoliación de las grandes mayorías populares. Se sienten confiados y entusiastas y no dudarán en pasar a la ofensiva. Ya están poniendo sobre la mesa demandas como la disminución del salario mínimo a los jóvenes, levantada por la Cámara Nacional de Comercio, y la flexibilidad laboral, demandada por la Confederación de la Producción y el Comercio, liderada por el empresario concertacionista Rafael Guilisasti.

Hay que salir con fuerza a las calles a parar tales ofensivas patronales. Pero no lo haremos para llevar agua al molino concertacionista ni permitirles recuperar el gobierno, en un cambio puramente cosmético, sino para fortalecer al propio pueblo y para impulsar una alternativa auténticamente democrática y popular, que se oponga a ambas fracciones del bloque dominante.

Para ello es imprescindible que la lucha popular vaya acompañada de fomas de organización que impulsen y practiquen la democracia desde la base, para que sean la expresión del sentir de trabajadores, pobladores, estudiantes, mapuche y de todos los grupos que forman el ancho torrente de los pueblos y no se conviertan en pasto de las manipulaciones de pequeños grupos de dirigentes que las querrán uncir al carro de la Concertación para ayudarle a recuperar el gobierno.

La CUT es un ejemplo de esa forma de organización que no le sirve a los trabajadores y al pueblo. Sus dirigentes han sido obsecuentes seguidores de los gobiernos concertacionistas, jamás fueron capaces de levantar la voz, por temor a complicar políticamente al hasta hoy oficialismo. Impulsaron un sindicalismo de opereta que no molestaba a nadie. Es seguro que estos mismos dirigentes desde marzo intentarán poner al movimiento sindical tras el objetivo concertacionista de recuperar el gobierno el 2013, bajo el amparo del paraguas político de la «oposición unida».

Muy por el contrario, se requiere impulsar una amplia democracia sindical desde la base, para hacer de la CUT una expresión de la voluntad de los trabajadores y no de los dirigentes que, una vez elegidos, siguen su propia agenda y la de sus partidos.

Durante el 2009 se desarrollaron distintos emprendimientos unitarios de la izquierda anticapitalista, como el MPT y más recientemente el Partido Igualdad. Es necesario potenciar esos espacios políticos, en especial aquéllos de mayor inserción a nivel de bases populares, con un horizonte de disputa política -que aborde tanto la lucha social como su necesaria proyección en el espacio electoral- y de construcción de poder desde abajo.

Como G80 seguiremos impulsando la construcción de una alternativa popular, amplia, democrática y de nítido signo anticapitalista. La tarea, frente al triunfo de la derecha conservadora, es seguir oponiéndose al capitalismo neoliberal, no a una de sus fracciones políticas.