La derecha ha llamado a la Concertación a mantener la política conocida como llamada «democracia de los acuerdos» a fin de despejar obstáculos para la profundización del modelo así llamado»neo liberal». ¿En qué consiste, cuál es la esencia, de esta «democracia de los acuerdos», o política de los consensos como también se la bautizó? En […]
La derecha ha llamado a la Concertación a mantener la política conocida como llamada «democracia de los acuerdos» a fin de despejar obstáculos para la profundización del modelo así llamado»neo liberal». ¿En qué consiste, cuál es la esencia, de esta «democracia de los acuerdos», o política de los consensos como también se la bautizó?
En las condiciones del sistema capitalista y por tanto no sólo en Chile, se trata en concreto de perpetuar el modelo de dominación bajo formas aparentemente democráticas, de administración conjunta. Son Estados no dictatoriales, con una Constitución Política que establece la preeminencia del ejecutivo pero deja espacio para el debate parlamentario. Claro está, previo aseguramiento constitucional de que la decisión final esté en manos de aquellos bloques políticos afines al modelo, que no sean rupturistas. Y que no exista mecanismos de real participación del pueblo. Es decir un sistema que garantice que todos los asuntos importantes que digan relación con la política y, por sobre todo y antes que todo, con la economía, sean decididos finalmente por los sostenedores del sistema, por los adoradores del mercado.
Así ha ocurrido hasta ahora en Chile en esta inacabada transición. Es más, una cantidad de dirigentes políticos, o ministros o subsecretarios de la Concertación, se transformaron a poco andar en prósperos «lobbistas», es decir agentes oficiosos para urdir componendas entre los bloques dominantes, lo que además les deja jugosas ganancias. Cuando no pasaron derechamente a los directorios de grandes empresas.
Los pactos, acuerdos, consensos, expresos o tácitos se han usado para realizar proyectos o para neutralizar iniciativas o blanquear sucesos poco dignos, y abarcan todos los aspectos. Por ejemplo, en América, el ejército yanki lleva a cabo la invasión «humanitaria» a Haití, mientras se discute incluso su eventual responsabilidad en la catástrofe. Nadie del sistema se atrevería a decir nada. En nuestro país la opinión pública se impuso de los brutales entrenamientos del grupo de fuerzas especiales de Carabineros, los mismos de la época de Pinochet importados de EEUU, que de paso revelaron el uso criminal de peligrosos elementos químicos para reprimir las manifestaciones de estudiantes, trabajadores o pobladores. Todo lo cual contraría las leyes nacionales y las normas internacionales. Sin embargo, se calla frente a estos delitos, o se trata de justificarlos o minimizarlos. Es parte de esta política de acuerdos y negociaciones entre bloques hegemónicos. Repare ud. en la cordialidad entre los que se van y los que llegan. Parecen de un mismo partido. ¿Han leído a Foxley?
Pero les ha salido gente al baile. Desde luego porque ahora hay parlamentarios comunistas que combatirán el modelo y abrirán cauces de participación al pueblo. Pero además las recientes confrontaciones políticas y electorales muestran que al interior de la Concertación, el descontento frente a la política aplicada para contener los cambios, ha llegado al límite. Ello abre la posibilidad de ampliar la alianza de los que se oponen a la perpetuación de un modelo basado en el mercado y el desarrollo económico hasta el infinito. Un modelo al que no le inquieta la preservación de la especie humana amenazada por el crecimiento salvaje que aumenta las ganancias de los grandes grupos económicos mundiales y aumenta al mismo tiempo el hambre y la opresión de millones y millones de personas en todo el mundo, en especial en los países pobres.
Es que en verdad de verdad, la democracia de los acuerdos no es sino la dictadura económica de los poderosos pero con fachada legal.