La muerte gusta de rondar la pobreza. Se explaya en la pequeña y miserable Haití, se regodea en las pateras llenas de hambrientos africanos que buscan una ilusión. En las favelas brasileñas o en los suburbios de ciudad de México, la gran ciudad. Por Soacha, un populoso y humilde barrio de los que le hacen […]
La muerte gusta de rondar la pobreza. Se explaya en la pequeña y miserable Haití, se regodea en las pateras llenas de hambrientos africanos que buscan una ilusión. En las favelas brasileñas o en los suburbios de ciudad de México, la gran ciudad.
Por Soacha, un populoso y humilde barrio de los que le hacen cinturón a Bogotá, también ronda la muerte. Los paramilitares se han dedicado en sus fangosas calles a hacer «limpieza social». Imponen toques de queda e infunden el terror.
Pero también los jóvenes de Soacha van a morir lejos de sus barrios. Muy lejos.
El año pasado 11 jóvenes de Soacha salieron de Soacha con la ilusión de un trabajo. Fueron engañados. El objetivo era asesinarlos y mostrarlos como «guerrilleros dados de baja en combate». En dolor y tragedia terminó su ilusión. Once jóvenes que murieron en una guerra a la que no pidieron ir.
Ahora, esta semana, también lejos de Soacha, lejos, muy lejos, ha muerto otro joven del pueblo. John Felipe Romero de 21 años. Ha muerto en la guerra de Afganistán. Como sus once jóvenes vecinos de Soacha, John Felipe ha muerto en otra guerra ajena. Ajena y lejana. Dice su familia que se fue de «voluntario» a esta guerra ajena. «Que no había otra opción». John Felipe murió buscando una ilusión. La de tener un empleo bien remunerado y garantizar que le dieran la nacionalidad. Como él, muchos otros jóvenes latinoamericanos han muerto en esta lejana y ajena guerra de Afganistán. Todos huyéndole a la pobreza o buscando la nacionalidad.
Otros mueren en Pateras buscando la misma ilusión.
Ojalá que el sacrificio de John Felipe no haya sido inútil. Como la de tantos inmigrantes muertos en Afganistán. Casi la mitad de los muertos que ha tenido en esta guerra el Ejército español.
Que sus vidas sacrificadas, más allá de los honores pasajeros, sirvan para detener otra guerra.
La guerra contra la inmigración.