La presencia femenina dentro de la creación trovadoresca evoca aquellos versos en que el cantautor Silvio Rodríguez calificaba a la mujer como un ser estremecedor. Algunas de las más hermosas canciones legadas por este estilo musical llevan la firma de autoras como María Teresa Vera, Guillermina Aramburu, Hilda Santana, Teresita Fernández, Sara González o las […]
La presencia femenina dentro de la creación trovadoresca evoca aquellos versos en que el cantautor Silvio Rodríguez calificaba a la mujer como un ser estremecedor. Algunas de las más hermosas canciones legadas por este estilo musical llevan la firma de autoras como María Teresa Vera, Guillermina Aramburu, Hilda Santana, Teresita Fernández, Sara González o las más jóvenes Liuba María Hevia, Rita del Prado y Yamira Díaz. En roles interpretativos su incursión ha sido aún más numerosa, sobre todo en la modalidad de dúos y tríos, tan usuales desde las primeras décadas del siglo XX.
Pero cuando se le compara con las oportunidades alcanzadas por sus iguales masculinos, no es difícil reparar en la dificultad que debieron enfrentar las mujeres para insertarse dentro de un estilo marcado por la bohemia, en el cual era usual deambular guitarra en mano hasta altas horas de la noche, componiendo en los parques o brindando serenatas.
Desde aquellos instantes inaugurales, ellas constituyeron fuente de inspiración, destinatarias por excelencia de la poesía escrita por nuestros bardos. Mas, si reparamos en el otro espacio, el de la creación, salta a la vista que los roles tradicionales de género -desde los cuales se circunscribe a las mujeres a la vida privada y familiar- retardaron la irrupción femenina como sujeto de la canción. Lo mismo ocurre con la historiografía de la música cubana, donde se ha reparado poco en los aportes de nuestras compositoras.
De todo esto se habló durante el evento teórico del 48 Festival Internacional de la Trova Pepe Sánchez, dedicado a la mujer trovadora. Músicólogos/as, críticos/as y periodistas contribuyeron en sus disertaciones a elucidar esas zonas de la creación femenina, antes invisibles.
La musicóloga Alicia Valdés Cantero indagó, desde un enfoque apoyado en las teorías de género, en las razones de la citada exclusión, consecuencia del pensamiento patriarcal que regula nuestro universo cognoscitivo.
«Mujer, música e historia en Cuba» fue el título de su conferencia, en la cual se rescataron nombres fundacionales en nuestro panorama sonoro, como Bernarda Rodríguez -primera compositora cubana-, Catalina Berroa, Cecilia Aritzi, Chalia Díaz, María Adam o Carolina Poncet.
«A través de la historia, la mujer ha estado invisibilizada por la concepción machista que nos impone como único destino el matrimonio y la maternidad», comentó la estudiosa a esta publicación. Tanto Valdés como los demás investigadores participantes en la cita, coincidieron en la débil aparición femenina en la trova tradicional, así como a la inexistencia de estudios profundos de sus obras.
Valdés opinó en su entrevista que luego de la década del 60 se ha ido incrementando el número de trovadoras, «aunque me parece que no hay tantas si se compara con las muchachas de agrupaciones femeninas o las que hacen música de concierto. Son pocas, pero suenan mucho. Tienen una participación destacada porque son muy buenas.»
Con la premisa de visibilizar la participación de su género en la música encamina sus investigaciones Valdés Cantero. Su libro Con música, textos y presencia de mujer. Diccionario de mujeres notables en la música cubana, editado por Unión en el 2005, es el único de su tipo en el país. El texto se presentó durante el evento junto a otros como La primera piedra, del trovador Ariel Díaz; La luz, bróder, la luz, del crítico Joaquín Borges Triana y Trovadoras, del periodista Antonio López Sánchez.
Este último comprende una serie de entrevistas a cantautoras cubanas en activo y constituye una propuesta útil para conocer las razones que las mueven y determinan sus posturas ante la creación.
La musicóloga del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC), Ana Casanova, se ocupó de analizar la vida y obra de María Teresa Vera, iniciadora de esta tradición trovadoresca femenina. Además de sus cuantiosas interpretaciones, más de 900 de ellas junto a Lorenzo Hierrezuelo, María Teresa compuso canciones indispensables como la habanera «Veinte años» y el bolero «Porque me siento triste». Su voz prima inigualable le imprimía un estilo muy personal para interpretar, que la convirtió en referencia para sus continuadores de la nueva trova, como Pablo Milanés.
«Contra todo prejuicio se ganó un lugar cimero y perpetuo dentro de la historia de nuestra música, aunque cuando empezó no se concebía que hubiera trovadoras», declaró Casanova.
Una arista interesante señaló por su parte el crítico Lino Betancourt, quien dedicó una ponencia a los dúos de hermanas en la trova. El profesor enumeró varias de estas peculiares uniones artísticas familiares, desde las Martí hasta las Ferrín y las Bayamesas. Estas últimas sedujeron al público con su interpretación de «Longina», de Manuel Corona.
Aportadora devino la ponencia de Pedro Tomás Pita, dedicada a la mujer mazanillera y la trova en la primera mitad del siglo XX, donde se rescató el trabajo de Isabel Monal, una excelente compositora del tiempo de María Teresa y lamentablemente olvidada, tal vez porque nunca salió de su pueblo natal.
«El trovador que a la mujer bendice» tuvo también su espacio de análisis en la segunda jornada, en las propuestas de Roberto Tremble, «La nueva trova desde los textos de José Martí»; Yorisbel Andino, «Volver sobre el Chan Chan o las rutas del Compay» y María Teresa Gutiérrez Guerra, nieta de Bienvenido Julián Gutiérrez, quien esclareció aspectos controvertidos en la vida y obra de su abuelo.
La realización de estos encuentros como parte del festival desde el año 1968, constituye uno de los momentos cruciales de la cita.
«Recuerdo que la primera vez nos reunimos en la biblioteca Elvira Cape el trovador Adriano Rodríguez, Julián Padilla -nieto de Pepe Sánchez-, María Teresa Linares, Victoria Elí -eminentísima musicóloga-, y yo -relató Lino Betancourt-. El único punto a cuestionar entonces fue el momento en que comenzó a utilizarse la palabra trovador, porque antes se llamaron cantadores. Pero luego de ese año no faltaron en el Festival disertaciones y conferencias dedicadas a la figura o el tema central de la edición, porque tan importante es una descarga o una canturía, como reflexionar sobre cuestiones históricas y musicológicas de la trova».
Las palabras del profesor Lino resumen el sentido de estos encuentros teóricos, capaces también de dejar sobre el tintero nuevos asuntos para investigar. Así sucedió esta vez, cuando quedaron despiertas motivaciones para seguir profundizando en los aportes femeninos a la música, en especial dentro de la trova.