CARTA ABIERTA AL DEFENSOR NACIONAL DEL PUEBLO Señor Volmar Antonio Pérez Ortiz Defensor Nacional del Pueblo Bogotá Los prisionero de Guerra, presos políticos y presos sociales, que purgamos altísimas condenas en las mazmorras del Estado colombiano, hombres y mujeres condenados por una justicia parcializada, amañada y clasista, que defiende los intereses de los sectores gobernantes […]
CARTA ABIERTA AL DEFENSOR NACIONAL DEL PUEBLO
Señor
Volmar Antonio Pérez Ortiz
Defensor Nacional del Pueblo
Bogotá
Los prisionero de Guerra, presos políticos y presos sociales, que purgamos altísimas condenas en las mazmorras del Estado colombiano, hombres y mujeres condenados por una justicia parcializada, amañada y clasista, que defiende los intereses de los sectores gobernantes imperantes en el país, deseamos manifestarle lo siguiente:
EL día posterior a la entrega de los restos del mayor Guevara escuchamos en los noticieros las declaraciones suyas, señor defensor del pueblo, en donde decía que la insurgencia no había permitido que el mayor Guevara retornara a la libertad cuando estaba en condiciones graves de salud. Argumentaba usted señor Volmar Pérez que los presos en Colombia «gozaban de toda la asistencia por parte del Estado».
Al oír semejante aseveración todos los presos sin distingo de raza, religión, opinión política o filosofía sentimos indignación.
Señor Volmar Pérez, nos da la impresión de que usted no sabe o se hace el de la vista gorda ante la realidad de las cárceles del país, llamado del sagrado corazón de Jesús, que ya ni es sagrado, ni tienen corazón y menos en estas prisiones en donde parece que viviéramos en otro país que no es Colombia.
En estas prisiones se nos violan todos nuestros derechos y de paso somos sometidos a tratos degradantes e inhumanos por las políticas de Estado. como ejemplo citamos sólo unos cuantos casos de los muchos que han sucedido y siguen sucediendo en la penitenciaría Nacional de Palogordo Girón – Santander.
Jordán Javier Ramírez Escobar, Otoniel Calderón Ovalle, Gabriel Mercado y Alejandro Parra Patiño . Estos prisioneros han muerto de enfermedades terminales confinados a en una reducida celda .
Diomedes Meneses Carvajalino está en condiciones precarias de salud, postrado en una silla de ruedas producto de una paraplejia ocasionada por las torturas que le propinaron funcionarios del Gaula al momento de su captura ;
Juan Emilio Calle Cabezas, sufre cáncer de piel , ya la enfermedad está en alto grado de desarrollo;
J hon Edison Orduz Arenales, lleva tres meses paralítico y hasta ahora no le han brindado las condiciones mínimas para un tratamiento.
De algunos entendemos que los han dejado morir por ser guerrilleros y los presos sociales, tal vez, por ser delincuentes pobres. Es tal el estado de ignominia en que vivimos que algunos presidiarios están en tal desequilibrio mental que a última hora optan por el suicidio, como aconteció el día 13 de abril en el patio No 4, celda 61 en donde los reclusos Wilmer Alfonso Flórez y José Luis Valderrama determinaron prenderse fuego en la celda, acto que los llevó a la muerte , qué raro, en una prisión donde las medidas son extremas, cámaras, guardias, etc, no vieron nada ni oyeron los gritos de 160 presos que clamaban para que sus compañeros de infortunio no los dejaran morir.
Y continuando con las «garantías» que brinda el Estado, señor defensor, muchos presos no pueden recibir visita por la persecución del mismo Estado. Para citar solo un caso, Carlos Iván Peña Orjuela, viene siendo sometido a presión para que colabore con las justicia, ya llegaron al extremos de asesinarle a un hermano, a su compañera la encarcelaron y de paso lo tienen amenazado con matarle al hijo, un niño de tan solo 6 añitos , todo esto viene por parte de la Sijin (Policía judicial).
De nada ha valido las denuncias, campañas y hasta las protestas de los presos para que al menos a los enfermos terminales les permitan pasar sus últimos días al lado de sus seres queridos, pero nunca hemos sido oídos. Y eso que aquí por todas partes los reclusos podemos leer en unos pequeños letreros estampados en las paredes que dicen: «Su dignidad humana y la mía son inviolables». por eso no entendemos sus declaraciones, señor defensor del pueblo. Tampoco las garantías de las que usted habla brinda el Estado Colombiano.
Nosotros, hombres y mujeres, vivimos entre un montón de muros, rodeados de mallas, serpentinas y alambradas, además custodiados por un personal que de paso muestran un odio visceral hacia los presos, que no vacían en usar sus bastones de mando, o lanzar gases lacrimógenos ante la menor falta al reglamento. Para movernos cincuenta metros somos esposados drásticamente, ante una remisión son encadenadas nuestras manos a la cintura, como si fuéramos fieras, además durante el viaje no tenemos derecho a ingerir alimento alguno y si por desgracia tenemos necesidades fisiológicas tendremos que hacerlas sobre las ropas porque tampoco para eso tenemos derecho.
Con frecuencia nos damos cuenta de que grandes capos de la mafia, políticos y demás delincuentes de cuello blanco si pueden gozar de la prisión domiciliaria. Asímismo sus condenas son irrisorias y muchos de ellos han patrocinado u orientado crímenes selectivos, colectivos y desapariciones.
Hace poco una jueza de la República fue encontrada robando ropa interior en un almacén de cadena, so pena de 28 días en su casa. Nos queda claro las infracciones de los que tienen poder son debilidades pero para los pobres son llamados delitos y por ende antisociales a los que les debe caer todo el peso de la ley e ir a las cárceles mientras los de poder económico pagan sus «errores» en sus mansiones.
Según la constitución todos somos iguales ante la ley, señor defensor. Vaya ironía, ¿no? y eso que «su dignidad humana y la mía son inviolables».
Prisioneros de Guerra y Presos Políticos
Patio No 3 prisión de Girón – Santander. Abril de 2010