Pasadas las elecciones presidenciales del 20 de junio de 2010, el Polo Democrático representado en su Comité Ejecutivo Nacional, se ha declarado en oposición al gobierno del Presidente electo Juan Manuel Santos, continuando así con la línea de oposición que este Partido ha tenido frente a los dos gobiernos de Uribe Vélez. A su vez […]
Pasadas las elecciones presidenciales del 20 de junio de 2010, el Polo Democrático representado en su Comité Ejecutivo Nacional, se ha declarado en oposición al gobierno del Presidente electo Juan Manuel Santos, continuando así con la línea de oposición que este Partido ha tenido frente a los dos gobiernos de Uribe Vélez.
A su vez y de manera autónoma, el ex-candidato presidencial del Polo, Gustavo Petro, envió una carta a Santos en la que propone «sin sacrificar nuestra independencia», iniciar una discusión nacional sobre tres temas neurálgicos para la sociedad: la tierra, el agua y las víctimas. Y termina su carta diciendo «No es cierto que gobierno y oposición no puedan dialogar sobre temas fundamentales y comunes de la sociedad colombiana».
Más allá del procedimiento, cuestionable seguramente al colocar al Comité Ejecutivo ante hechos cumplidos, Petro tiene razón en plantear un diálogo nacional al nuevo gobierno sobre temas cruciales que él mismo expuso con elocuencia en los debates de la campaña. Hacer oposición política no significa dejar de establecer puentes con el Presidente de la República en aras de promover soluciones a urgentes problemas nacionales; ello es propio de las democracias modernas y de una oposición constructiva y pluralista. A su vez, todo lo que permita hacer avanzar la democracia y la paz en Colombia debe primar sobre los intereses de los partidos. Tal es el significado de la carta de Petro.
Santos no tardó en responder. Se reunió Petro, el cual instó al Presidente electo a tomar medidas para garantizar la devolución de la tierra a las familias campesinas desplazadas; el manejo del agua como un bien público, que asegure a los ciudadanos un consumo básico gratuito; la reparación efectiva de las víctimas de paramilitares y guerrilla, pues lo conseguido hasta el presente ha sido mínimo. Finalmente Santos y Petro acordaron un canal para avanzar en propuestas de solución a estos problemas.
Tal reunión hubiese sido inimaginable con Uribe: bajo su régimen se ha propiciado un clima nacional de polarización y no pocas veces se ha manipulado la información buscando desacreditar al Polo. Incluso se llegó a señalar a Petro de «guerrillero vestido de civil». Son hechos, entre otros, propios de un estilo de gobierno que ha llevado a la «derechización» de la mayoría del electorado y a la radicalización de la Oposición.
Con Santos asistimos a un cambio de estilo. Éste se refleja, entre otros hechos, en la vice-presidencia de Angelino Garzón, quien como dirigente sindical defendió los intereses de los trabajadores y como Ministro de Trabajo acudió a la concertación; en haber incluido en su plataforma de gobierno importantes puntos programáticos de otros partidos; en la decisión de no vender Ecopetrol e Isagen, cuando ya Uribe lo había anunciado; y en el llamado a un gobierno de «unidad nacional». Mucho de ello podrá ser cálculo electoral, pero lo cierto es que asistimos a un nuevo escenario político.
Es necesario valorar esta nueva situación para el diseño de una política de oposición en el período presidencial que se inicia el próximo 7 de agosto. De un lado, hay un «Santos I», representante, vocero e incondicional defensor del Presidente Uribe, sobre quien pesa la huella de varios de los tremendos escándalos del actual gobierno, y del cual hizo parte. «Santos I» acaba de ganar las elecciones presidenciales anunciando la continuidad de las principales políticas uribistas, entre ellas el modelo económico neoliberal y el respaldo al uso de las bases colombianas por personal militar norteamericano, las cuales el Polo ha rechazado por considerarlas nocivas para Colombia.
Pero hay también un «Santos II» que busca tener su propio sello en la conducción del país, y así lo percibe por ahora la opinión pública nacional y la comunidad internacional. Adelantar una oposición pertinente, se impone. Ante «Santos II» el Polo, los verdes y las fuerzas progresistas tienen el reto de impulsar iniciativas que ayuden a remover del imaginario nacional la fijación casi exclusiva de la «seguridad», la cual le ha dado triunfos electorales a la derecha, y que en su lugar tome fuerza otro paradigma, «democracia y justicia social», garantía a su vez de una seguridad real.
El diálogo gobierno-oposición, así como el diálogo que tendrá lugar en el Congreso entrante con los parlamentarios afectos al gobierno de Santos, no implica «estar ambos del mismo lado». Ni la concertación significa necesariamente perder identidad y dejar de ejercer el control político. Si los temas citados en la carta de Petro obtienen un tratamiento favorable, la izquierda democrática saldrá beneficiada en imagen y credibilidad ante la gente. Pero si el día de mañana Santos no resuelve nada, el costo político para su gobierno se hará sentir.
Vincularse más estrechamente a los movimientos populares y a los territorios como espacios de vida, es hoy prioridad para el Polo y un bloque democrático en la perspectiva 2011 y 2014. También lo es, lograr que sus propuestas sean conocidas y comprendidas a través de múltiples dinámicas y espacios. Allí caben la alianza ciudadana, la convergencia de partidos y organizaciones sociales, y el acuerdo nacional. Con vocación de poder, el propósito es abrirle paso, desde la oposición o siendo gobierno, a reformas democráticas que permitan la convivencia pacífica y el bienestar del pueblo colombiano y el desarrollo de la Nación.
(*) Mauricio Trujillo Uribe es miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Polo Democrático
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.