Su gobierno combatió, si no la pobreza, al menos a los pobres. Asignó subsidios a gente tan necesitada como Valerie Domínguez. Dejó el territorio colombiano con más bases gringas que un estadio de béisbol, y no las pasó por el Congreso, con lo cual evitó que se robaran dos o tres. Y sacó del país a la clase política tradicional, así fuera a las embajadas más importantes.
Llegó el momento más triste de esta historia. Señoras y señores: ya se va el presidente Uribe. Es una realidad. Debemos ser fuertes. Desde hace unos días hay un camión de Rojas Trasteos en el garaje de Palacio, parqueado, como gran excepción, en la zona que estaba asignada a alias ‘Job’. Los funcionarios más leales al gobierno ayudan a subir cajas con las pertenencias del mandatario: cajas llenas de herraduras, de carrieles, de crucifijos. Cajas con el frac ese que solo le cubría las tetillas. Y varios electrodomésticos, principalmente grabadoras.
Todo está dispuesto para la mudanza. Ya están guardados dentro del guacal esos perros arrugados y de feos modales con los que la familia presidencial posaba en las revistas de sociedad, a los que en algunos consejos de ministros solían confundir con el doctor Valencia Cossio y que alcanzaron a manejar dos crisis del Inpec.
Son momentos tristes para la Patria. Incluso para él. En una entrevista en El Tiempo, el mandatario confesó que había llorado varias veces. Una de ellas fue cuando le cayó una potranca encima del muslo. Otra, cuando el urólogo le confirmó lo de sus tres huevos. Y una más, cuando uno de esos huevos, el más grande, decidió independizarse y ocupar el Ministerio de Transporte.
Debo decir que su tristeza agranda la mía. Me invade la nostalgia. Se va el mejor hombre de la historia. Puede ser cierto que su gobierno haya tenido algunos lunares. Unos pocos, cuál no. Pero fueron un par de manchas, por mucho. Algunas, si se quiere. Concedámoslo: fueron varias. Bueno, está bien: muchas, digámonos la verdad. Mejor dicho, no nos engañemos: este gobierno tuvo más manchas que las manos de Fabio Echeverri, y el Presidente es la Yady González de la política. Pero todo, todo, queridos amigos, tiene una explicación.
No faltará el comunista que acuse al gobierno de totalitario por amedrentar a la oposición. Pero, compatriotas, ¿qué gobierno se había preocupado tanto por escuchar a sus contradictores como el de Uribe, que llegó al conmovedor esfuerzo de intervenir sus teléfonos?
Y sí, puede ser cierto que casi rompe el sistema democrático por pelear burdamente con la rama judicial. Pero ¿cómo tomar en serio a esos magistrados con los nombres que tienen? Miren el caso del magistrado Valencia Copete: ¿cómo puede apellidarse Copete una persona tan calva como él? Es como si Germán Vargas Lleras fuera de apellido Manotas. Y todos, todos tenían nombres semejantes: el doctor Copete, el doctor Calvete. No parecía una rama del Estado sino una peluquería. Por si fuera poco, en la terna por la Fiscalía terminó aspirando la doctora Margarita Cabello. Cabello Blanco, además. ¿Cómo se puede llamar alguien así? ¿No era más práctico bautizarla Margarita Cano directamente? ¿Y de cuáles Cabello es ella? ¿De los Cabello que vienen de abajo? ¿Es algo de Juan Chilindrín? Estoy seguro de que si la doctora Cabello no salió elegida fue porque a sus colegas les parecía loba. Pero si se llamara Margarita Pelo, ahí sí la hubieran nombrado. Qué país tan clasista.
Pero vuelvo al Presidente, cuya amistad con políticos vinculados con los paramilitares puede parecer, a simple vista, una de sus manchas más grandes. Pero, queridos amigos, todos son malentendidos. Miremos el caso de su primo Mario. La justicia sospecha que lo eligieron senador por una frase de ‘Pitirri’, por una oración de ‘Cadena’; pero don Mario ya explicó que fue al revés: que salió elegido fue por una cadena de oración. Él es un santo.
Queridos amigos: nos deja el Presidente más generoso de la historia, que les brindó oportunidades a personas que de otro modo nunca las hubieran tenido. En lugar de discriminar al incapaz, lo acogió en su gobierno y le dio puestos y notarías con un sentido de la compasión solo visto en Nuestro Señor.
Hombre de paciencia infinita, soportó hasta el último día a Pachito, a quien parece que van a nombrar director de RCN. Si a duras penas sabe conducir su triciclo, ¿de verdad lo van a poner a conducir una emisora? ¿Quieren volver esa cadena una emisora juvenil? Óiganlo hablar: hay fonemas que Pachito no puede pronunciar sin escupir graciosamente. Se parece al Pato Lucas. Si lo van a contratar, mi consejo es que le pongan de segundo a alguien que ya esté curtido en trabajos radiales y que sea más serio que él. Sugiero a ‘Papuchis’.
Pero se va el Presidente. Y su gestión es inolvidable. Su gobierno combatió, si no la pobreza, al menos a los pobres. Asignó subsidios a gente tan necesitada como Valerie Domínguez. Dejó el territorio colombiano con más bases gringas que un estadio de béisbol, y no las pasó por el Congreso, con lo cual evitó que se robaran dos o tres. Y sacó del país a la clase política tradicional, así fuera a las embajadas más importantes.
No entiendo por qué, a pesar de esta gestión intachable, sigue habiendo apátridas que no lo aplauden; apátridas que, incluso, le faltan al respeto. Ese Uribe fue un tirano de pacotilla, me dijo uno. Me tocó llamarlo al orden: lo respeta, me hace el favor. Nada de tirano de pacotilla. Es un gran tirano. Uno de los mejores que hemos tenido. Ojalá que la historia le haga un pedestal. Y que alguien le haga una estatua. Ecuestre, naturalmente. Y que Juan Manuel no lo extradite.
http://www.semana.com/noticias-opinion/gracias-presidente-uribe/142426.aspx